Banda armada, organización y grupo terrorista son el mismo concepto penal. Supuestamente.
Todo se supone, hasta que la sentencia te deja estupefacto. No sé cuál es la definición jurídica de quien pacta con los que piensan y sienten como una banda armada que lleva en su historial cerca de mil asesinatos, calificada y condenada como tal banda de criminales, que no se arrepienten de lo hecho y que homenajean a los terroristas como hijos de su intelectual maldad.
En democracia no todo vale y el perdón humano, cristiano, no significa convivencia, menos encamarse y restregarse impúdicamente.
Esa es la situación en España. El noventa por cien de los españoles no se han enterado aún. Gobernados en esta situación solo hace falta incorporar la serpiente al eslogan del partido demócrata y progresista cuyas siglas avergüenza a sus votantes. Si la tuviesen.
Por otro lado es la enésima vez que escribo sobre el tema de los terroristas de la ETA hoy en vía de blanqueo y resulta que compruebo con datos estadísticos creíbles que nadie hace caso, como si a la mayoría el asesinato, hoy de blanco salvífico, nada le importe. Lo que se ha enseñado, relatado, e impuesto, sobre el terrorismo etarra nada tiene que ver con la cruda realidad. Hemos asistido en los últimos años a erigir en héroes a los que con el tiro en la nuca y la bomba lapa hacían «política»: hoy triunfante.
Esa es la triste realidad, la historia de unos asesinos elevados a la categoría política de miembros del Gobierno, que han llegado al Poder y sostienen al poderoso temporal electo. No es una invención. Tiene nombre: individual y de partido.
No nos quejemos: eso somos y eso hemos parido. De nuestro huevo encubado saldrá un monstruo en forma de serpiente.
Poco más tengo que decir. Por enésima vez, una vez más lo hago. Ni caso. Este será uno de los artículos, de los cerca de tres mil hasta ahora publicados, que menos lectores tendrá. Seguramente nos sentimos avergonzados.
No pasen por alto el Canto XII de la Ilíada. Lean con pausa y comparen.
«Pues a ellos que estaban ansiosos
por traspasar la fosa,
sobrevino un agüero:
un águila de altísimo vuelo
que iba dejando aparte, hacia la izquierda,
a las huestes troyanas
y llevaba apresada entre sus uñas
una roja serpiente color sangre,
enorme, viva, aún jadeante,
que, además, todavía de la lucha,
no se había olvidado;
pues hacia atrás habiéndose doblado,
picó al águila misma
que la iba llevando entre sus garras,
en pleno pecho, al lado del cuello,
y el águila transida de dolores,
lejos de sí dejóla caer a tierra
y arrojóla en medio de la turba,
mientras ella, en chillidos prorrumpiendo,
con los soplos del viento iba volando.
(La Ilíada. Canto XII)
No se pierdan en la imagen. La serpiente está entre nosotros y el águila vuela herida.
La serpiente ha puesto el huevo que ahora encuba. Entre vosotros. Turba. No os habéis enterado.
«Los que aquí entráis perded toda esperanza».
Ustedes con sus votos, tan democráticos, son culpables. Permítanme que yo también sea libre al menos para expresarme.
No sé si abandonar Ucrania con los que lo piden como si aquello fuese la guerra o abandonar la España sitiada.
Prefiero enfrentarme antes que someterme. Aquí lo estamos. ¿O es que no se dan cuenta?
Peor que la guerra es vivir gobernado por el que asesinó a mi hermano. Perdonad sí; siempre dispuesto. Someterme a su arbitrio: jamás.
Lo que hoy vivimos en España es llanamente colaboración con banda armada.
Rafael Dávila Álvarez. General de División (R.)
Blog: generaldavila.com
14 febrero 2022