Que las paredes escuchan lo sabe todo el mundo. Algunos lo comprueban (mos) en sus propias carnes. Si solo escuchasen nada pasaría, pero es que además hablan. Mucho.
En todos los aeropuertos del mundo hay salas para uso exclusivo de los vips-autoridades. Mínimos controles. El poder todo lo puede y por eso existen las designaciones a dedo. Favor por favor; incluso la ley hace favores. De vez en cuando se fumigan para limpiar las interferencias electromagnéticas y hasta los cuantos de energía.
Muchos pardillos lleguen a la política y se creen que todo el monte es orégano. Se lo cuentan otros y se lo creen. Pasar de abajo a arriba es menos cruel, pero más dañino, que la caída desde lo alto. Los que suben arrastran en su ascenso la timidez del desconocimiento que suplen con la soberbia del poder.
Por esas salas de los aeropuertos pasan muchos vips-autoridades recién ascendidos que se encuentran como un burro en un tejado, lo que les hace muy peligrosos por su desconfianza en el nuevo medio. Dice el saber popular: como un pulpo en un garaje. El constante y riguroso peloteo de los que les rodean enmascara al enemigo y hasta llegan, sin darse cuenta, a confiar en él: se cree el ladrón que todos son de su condición. El pulpo acaba sabiendo aparcar.
-Ábalos vete a Barajas, Acabo de hablar con… Todo está arreglado. Dice el elefante desde la cacharrería.
-Sí presidente; ahora mismo.
Ábalos ha caído en el cepo del principiante. A pesar de que quiere quedarse, será toda su vida un principiante, un pulpo en un garaje, o un elefante en una cacharrería; como el otro, su jefe, que es peor.
Ministro. A sus órdenes. Coche del que manda. Oficial, policía oficial, barreras inexistentes, ¡paso que voy!, fuera controles, ¿pasaporte?, ¡a ver si le pasaporto!; son cosas para el pueblo llano. Sala especial nacional para la very important, mientras fuera, por si caso, espera ese vehículo matrícula CD, para en un imprevisto (todo previsto) trasladarla al hotel de minuciosa y oscura reserva (se conoce el nombre).
En la sala para los vips-autoridades no falta de nada. Lujosamente decorado, las paredes con pinturas de museo que enmascaran los oídos, y el todo gratis funciona a tutiplén para el agua o la coca cola. Solo vemos las sombras de lo que de la realidad se proyecta en la caverna, las cámaras de vigilancia son pura metáfora. <<He visto cosas que vosotros no creeríais…>>.
Encadenados, jamás veremos lo que ocurre en las salas vips-autoridades y madrigueras parecidas.
Sin obstáculos ni interrupciones avisan de la salida del avión para Doha. Despedida entre vips, el ministro y ella, lo que sea de Maduro, al parecer presunta delincuente que debería ser detenida.
De nuevo coche oficial hasta la escalerilla del avión.
¡Qué majos son los españoles!
Hasta siempre ministro: Ya sabes; en Venezuela tienes tu casa.
Aquí no ha pasado nada. Nadie cuenta nada. Todos lo saben y es el cuchicheo entre ellos, a la hora del café. Sindicados también. Para eso está la dedocracia del silencio.
Las salas para los vips suelen, más de una vez, convertirse en madrigueras. Lugares retirados y escondidos donde se oculta la gente de mal vivir. Temporalmente.
Ministro: ¡Siempre a sus órdenes! La próxima vez avíseme con más tiempo. Casi nos pillan.
Saldrá, tarde o temprano, porque os han pillado al salir de la madriguera.
No hay sombra que pueda ocultarse porque no es nada; siempre quedará la huella del que la proyecta que, aún siendo nada, menos que su sombra, es reconocible.
El juego diplomático es de lo más sutil y elegante que hay. Pueden matarse a través del abrazo y morir sonriendo. Al final nos lo creemos. Una cosa es lo que la caverna proyecta y otra la realidad de fuera. La política tiene esas cosas: nada resuelve; se limita a politizar cualquier asunto que es lo mismo que eternizarlo, para interés propio, y al que jamás se le da solución.
Aquí no ha pasado nada. Nunca, que sepamos, pasa nada en las alcantarillas.
General de División (R.) Rafael Dávila Álvarez
Blog: generaldavila.com
6 febrero 2020