LOS VERSOS DEL CORONEL (II-1) Félix Torres Murillo. Coronel de Infantería DEM (r)

LOS VERSOS DEL CORONEL (II-1)

            Félix Torres Murillo. Coronel de Infantería DEM (r)

 

 

 

 

VELÁZQUEZ

 1.- Sevilla: formación y aprendizaje.

 En 1599 y en el seno de una familia de la pequeña hidalguía local nace en Sevilla Diego Rodríguez de Silva Velázquez  de padres sevillanos, si bien el padre era de ascendencia portuguesa.

Y algo tuvieron que ver en él cuando antes de cumplir los diez años ya lo introdujeron como  aprendiz en el taller de Francisco Herrera el Viejo, que entonces andaría por los veinte años, prestigioso pintor de al parecer un genio un tanto desabrido y un carácter que el joven alumno no pudo soportar, con lo que pasó antes de cumplir los doce al taller de Francisco Pacheco, pintor académico más famoso por sus escritos sobre pintura y ser maestro de Velázquez que por sus obras en sí, y vinculado a los ambientes eclesiásticos e intelectuales de Sevilla donde Velázquez adquirió su primera formación técnica y sus ideas estéticas.

Esta estancia mediaría notablemente tanto en el desarrollo de su vida posterior (se casó con Juana, su hija) como  en la influencia que hubo de ejercer sobre él en los aspectos teóricos y de  carácter iconográfico, como en lo que se refiere al reconocimiento de la pintura como un arte noble y liberal, frente al carácter meramente artesanal con que era percibido por la mayoría de sus contemporáneos. Los temas que Velázquez pintó en esta primera etapa son religiosos, de género, y populares extraídos de la vida cotidiana.

Como en cada una de las sucesivas etapas (Sevilla, Madrid, dos veces en Italia, Madrid…)  en las que irá evolucionado su pintura, traeré de cada una los, en mi opinión, cuadros más representativos. De momento y para abrir boca, una  exposición de motivos o declaración de intenciones, y un guiño.

 

DE

(Soneto con estrambote)

De almireces, de cántaros, pucheros,

de almuerzos, de poetas y  manteles,

de damas, caballeros y lebreles,

de abanicos, de bronces y de aceros.

 

De infantes, los que vistes de monteros,

de los reyes y reinas, tus pinceles;

de batallas, de ruecas, de corceles,

de sabios, fabulistas y de arteros


De esclavos, guardainfantes y de espinas;

de cielos, de tu aire que se toca,

y de cómo desmontas tú los mitos.

 

De bufones, enanos y meninas,

de repartir ternura, que no poca,

¡y de aquel soberbio un par de huevos fritos¡

De todo rimaré, y Dios mediante

veremos de su obra

y de su vida;

ya sé que la misión

es atrevida:

espero la tarea “no me espante.



CRISTO EN LA CASA DE MARTA Y MARÍA (1618-20)

National Gallery. Londres


En lo que se ha venido en llamar un “bodegón a lo divino” nos presenta Velázquez esta escena dividida en dos cuadros perfectamente diferenciados. El del fondo es sobradamente conocido, pero en el primer plano ya se nos presenta una primera incógnita: ¿Cuál es su significado, y qué pretende la anciana al señalar tan descaradamente a Marta?

Parece haber dos respuestas: de una parte, la recriminación a la joven embebida en las cosas terrenales mientras su hermana enriquece su espíritu, o de otra, la que prefiero y recojo en el soneto; la que hace referencia a un pensamiento de nuestra más grande mística, Doctora de la Iglesia.

El bodegón, género no muy del agrado del maestro Pacheco que no tiene más remedio que rendirse ante los que salen de los pinceles de su alumno, se explica por sí solo


ENTRE PUCHEROS

(Soneto)

 

Allá al fondo se abre una ventana,

-o tal vez en espejo reflejado-

donde María en reproche no fundado,

al Maestro se queja de su hermana.

 

Señala con su índice una anciana

a Marta, en un plano destacado;

y hay un, genialmente solventado,

bodegón en escena cotidiana.

 

Mientras una a Jesús atiende atenta,

afanosa, la otra hace sonar

el bronce de almireces y morteros;

 

caer nos hace el genio así en la cuenta,

-ya Teresa lo quiso resaltar-

que Dios, anda también entre pucheros.


.

TRES HOMBRES A LA MESA. EL ALMUERZO (1618-23)

Museo del Hermitage. San Petesburgo

 

Iluminada por una luz, muy suyo este recurso, que aparece por la izquierda el lienzo retrata una escena en la que parecen tres personajes que representan las tres edades del hombre sentados a una mesa cubierta con un mantel blanco sobre la que descansan un plato de mejillones, un vaso de vino y varias piezas de pan.

Tras ellos la oscuridad de la pared es rota por un sombrero, un espada y  una golilla colgados de la misma.

Las características de esta composición son las habituales en la etapa sevillana: colores oscuros; realismo en las figuras y en los elementos que aparecen en el lienzo y expresividad en los personajes, características tomadas del naturalismo tenebrista que Velázquez conocería gracias a las estampas (¿Caravaggio?)  y cuadros procedentes de Italia que llegaban a Sevilla.

Como en otras obras de esta época Velázquez representa escenas de la vida cotidiana, al tiempo que parece querer demostrar su dominio de la composición y de la pintura en unos cuadros en los que los personajes aparecen como independientes, sin relación de unos con otros; cada uno en su propio mundo.

 

UN TRÍO

(Soneto)

En la humilde pared, justo de frente

su atuendo alguien colgó de una puntilla;

destaca sobre el fondo la golilla…

y el mantel, del motivo referente.

 

Y de un foco que alumbra suavemente,

en un trío de rostros la luz brilla;

rostros son del común, gente sencilla,

cada cual en su mundo diferente.

 

Pues si el joven comparte confidencias;

brindando con el vino y su sonrisa,

 otro, el niño, nos mira frasco alzado.

 

Y, seguro, doctor en abstinencias,

el almuerzo acomete con gran prisa

 el tercero, por viejo y avisado.

 (Continuará)