Me llegan, con cierta preocupación, los ataques disimulados, muy educados y hasta con hipócrita ironía, que circulan por los mentideros de varios tenedores, incluso en la singular prensa escrita y en la digital, al Rey de España por su actitud; en líneas generales y particulares.
-Que si el Rey podría… -Que si el Rey debería…
Si hace porque hace, si no hace porque no hace.
No sé si todo forma parte de la Agenda 2030 ¿o 2031?: la que conmemorará el Centenario.
Todo esto es muy español donde la Plaza Mayor lo mismo sirve para una misa Pontifical que para el garrote vil frente a la Carnicería.
Claro, les gusta sacar a relucir la diferencia entre gobernar y reinar. Reinar, vienen a concluir, después de adoctrinar, no es nada más allá de bodas y bautizos. Confundidos o no, pretenden que lo estemos nosotros.
No es fácil dominar las honduras de la política cuando la moral ya no es guía de comportamiento de tal forma que incluso puedes ser acusado en un juzgado por ser moralista.
En fin, habrá que explicar que un presidente del Gobierno o, en su caso, de la República, no tiene la más mínima auctoritas ni potestas, sino una limitada autoridad y poder representativo de unos cuantos, más o menos, desde luego nunca de todos, y, en cualquier caso, no es ni se puede erigir en el símbolo de la nación. Mucho menos si lo que siembra y acontece a su alrededor es el enfrentamiento, el permanente insulto, la persecución y el rechazo a media España, incluso a la unidad de la nación a la que debería representar. El caso es que eso hace que se le pierda el respeto cuando él deja de respetar; incluso a su nación. Algo que puede ocurrir y que de hecho está ocurriendo. Será lo que sea, pero no es ni representa a todos los españoles máxime cuando las distancias entre unos y otros son de tal calibre que asustan y amenazan con el enfrentamiento provocado. Él es el único culpable.
El Rey reina, aunque no gobierna. A eso se le llama seguridad institucional alejada de la manipulación política en una nación como la nuestra tan dividida y multipartidista. Significa que gracias a una monarquía constitucional, sin crispaciones, no se permita, con su sola existencia, que la nación sea dividida en nacionalidades equivalentes a naciones. Sin esa seguridad institucional, constitucional, es evidente que la Monarquía no tiene razón de ser.
La Corona es el símbolo de la Nación indivisible e indisoluble. Cualquier maniobra que se haga en contra de ello es también contra la Corona y está claro que sin unidad e indivisibilidad no hay Monarquía que se sustente.
Reinar requiere una habilidad que no todos comprenden ni apoyan y que casi siempre se desconoce ya que el Rey debe manejar el juego de los despachos con silencio, precaución, maestría y una información que pocos poseen. Incluso ni el presidente del Gobierno dispone de ese grado de información y poder institucional, porque les puedo asegurar que en las relaciones internacionales, ante problemas de máxima gravedad, hay una fluida corriente de comunicación e información entre Jefes de Estado que incluso está por encima de los Jefes de Gobierno. Es un mundo muy difícil y delicado del que no todo conocemos, pero sí opinamos. La Corona no es el mundo de los cotilleos ni se alinea a un lado u otro políticamente, sino que reinar es exclusivamente mantener la unidad de España y su prestigio en el mundo nacional e internacional. Cuando ese prestigio nacional o unidad de la nación están en riesgo el Rey no permanece ni quieto ni mudo, aunque muchas veces no percibamos su labor prudente y eficaz. Su gesto y palabras aquél día 3 de octubre de 2017 permanecen por encima del Poder que otros se adjudican y que no tienen.
Hay una política en las relaciones internacionales que está muy por encima de las políticas partidistas de los gobernantes porque no todos gobiernan para y por su nación, sino alguno para y por su prestigio y oscuros intereses. Tan oscuros que se requiere casi un libro para poder hablar de ello.
Reinar es vivir cada minuto del día y de la noche para los españoles y por tanto transmitir esa seguridad Constitucional que hace que la Ley se cumpla y que cada uno esté en su lugar, legislativo, judicial o ejecutivo, y que todo sea por la unidad y la grandeza de España: auctoritas-potestas.
Cierto es que España es a día de hoy un puzle. Algunas piezas andan bailando y sin encontrar su lugar. De manera destacada estas piezas perdidas son: La Unidad, La Corona y la Iglesia.
Se Gobierna contra la unidad de España. La Corona es señalada y provocada, con intención; la Iglesia, desparecida de la sociedad, parece que ya no orienta y no sabemos si reza.
Conviene recordar que esos tres puntos fueron señalados por el historiador Jesús Pabón como los tres grandes errores de Napoleón en España.
Napoleón anda suelto, pero la sabiduría del pueblo español y el buen hacer de la Corona pondrá a cada cual en su sitio. Saldremos de esta pocilga.
No empujen. Todo a su tiempo.
Rafael Dávila Álvarez. General de División (R.)
Blog: generaldavila.com
14 marzo 2024