«Hay que aceptar la Monarquía como el mejor y más fácil puente hacia la democracia. Luego ya veremos». La frase llena de cinismo es propia de quién la pronunció; descubrirán al final del texto.
Pues en eso estamos: veremos.
Fue hace poco cuando hablábamos de la situación en la que está España, el mundo en general; acentuábamos lo nuestro con esa vulgaridad tan repetida: nunca antes habíamos visto cosa igual. La misma conclusión y los adjetivos ya conocidos del XIX son de ahora, idénticos, pero todo sigue peor.
La guerra civil es pasado, no sé si presente, desde luego futuro no tenemos como nación unida y abrazada. Sería posible si nos gobernasen otros, menos ideologizados y más sabios.
—Se me ocurrió una vez pensar-me dice Jenofonte, el amigo con el que hablo- que hoy la monarquía está más segura que nunca porque son los monárquicos los que más la atacan. La monarquía se ha hecho de izquierdas y esa es la razón por la que su futuro está asegurado.
En la conversación surge el tema de este proceso lento y silencioso en el que han ido cayendo las piezas con una sabiduría de la que solo es capaz la maldad. Obra tan perfecta en una España católica, monárquica, diversa, y que, a pesar de ello, se sostiene incluso después de luchar y enfrentarse por reyes distintos, por vitorear hoy un régimen autoritario y prenderle fuego mañana.
Pregunto a Jenofonte.
—¿Lo que decía Ortega y Gasset «La monarquía se ha hecho de pueblo», quiere decir hacerse de izquierdas?
—No; en absoluto. En España las grandes cosas las hace el pueblo. Ya que lo citas volvamos a Ortega: «Aquí lo ha hecho todo el “pueblo”, y lo que el “pueblo” no ha podido hacer se ha quedado sin hacer».
—Pues es cierto que aquí ese pueblo que dices, y dice Ortega, es el que conquista; y no los ejércitos. Lo que se hace bueno otros lo deshacen reunidos en grupos de poder que intentan enfundarse el guante real.
Un Rey, concordamos, no debe estar al lado de nadie, ni de izquierdas ni de derechas; de todos y de ninguno, pero debe hacerse querer y desear por todos y no desarticular la Corona.
España es tan compleja que fue capaz, por ello, de derrotar a Napoleón. Se hizo monárquico el pueblo cuando los reyes se embarcaban en Aranjuez sin amor y sin querer defender(se) con todo y todos.
—España es un pueblo de hombres, cosa que Napoléon no percibió; para él los españoles eran soldados, como los franceses que obedecían sin más. Hay que tenerlo en cuenta antes de medir las fuerzas.
—España tenía su rey por historia y porque les daba la gana a los españoles. No íbamos a dejar a los franceses, ni al mismísimo Emperador, cambiarnos ni a cambiar rey y religión. Si no se reza se penitencia, y en eso somos maestros, como en lo de los reyes, y no nos dejamos engañar con Estados ficticios que intenten cambiar alma española por nuevo Estado.
—Cierto es amigo Jenofonte que la sensatez o sabiduría son resultado de un aprendizaje, como para que ahora vengan maestros Ciruela a enseñar al pueblo la forma de Estado.
—De acuerdo estoy con eso, pero no olvides que la sensatez es la virtud que predomina y sin ella ninguna otra tiene utilidad y que el que fue sensato no puede ser que deje de serlo en poco tiempo.
Termina Jenofonte recordándome que él estaba junto a Ciro el Grande cuando estaba en el trance final y oyó lo que le decía a su hijo:
«En cuanto a ti, Cambises, tú sabes que no es este cetro de oro la salvaguarda del imperio, sino que los amigos fieles son para los reyes el cetro más verdadero y seguro. Pero no pienses que los hombres tiene una fidelidad innata: si así fuera, a todos parecerían fieles las mismas personas, lo mismo que las demás cualidades innatas a todos les parecen las mismas. Por el contrario, cada uno debe hacerse sus propios hombres de confianza…».
¡A cuantos intensos deseos del corazón debe renunciar los reyes y sin embargo disfrutan los hombres privados!
Dice mi amigo, como si sentenciase.
—Nuestra Constitución de 1978 estableció un sistema que se ha llamado de monarquía limitada, como último intento de basar la unidad estatal sobre el principio monárquico.
Es cierto. Nunca ha habido adoradores del nombre del rey ni de la persona, me refiero entre el pueblo, sino que los españoles se han sentido uno en la Corona, encarnados en ella y por eso aún resuena el juramento de algunos reinos cristianos. No encuentro frase más valedora y explicación de rotundidad de lo que es la Corona: «Nos, que somos y valemos tanto como vos, pero juntos más que vos, os hacemos Principal, Rey y Señor entre los iguales, con tal que guardéis nuestros fueros y libertades; y si no, no».
Esa es la garantía que desean suprimir de la Constitución española: la unidad, la encarnación de todo un pueblo. En su Rey.
—Sí, querido Jenofonte, estate atento y no olvidemos el anuncio apuntado por Tierno Galván: «Hay que aceptar la Monarquía como el mejor y más fácil puente hacia la democracia. Luego ya veremos».
¿Ha llegado el «ya veremos»?
Hubo un tiempo en el que se dijo: «La República la trajeron los monárquicos y, después, la perdieron los republicanos».
Es el pueblo, pero siempre incitado por alguien. Todo va y viene y ahora esto parece irse..
No sé si estamos a tiempo.
Rafael Dávila Álvarez. General de División (R.)
Blog: generaldavila.com
15 septiembre 2022