«Después de Franco, las Instituciones». La frase la pronunció Jesús Fueyo y el análisis del tiempo pasado denota que la única Institución que ha estado a la altura ha sido la Corona.
El resto de Instituciones han dejado pasar el tiempo o el tiempo ha pasado por ellas dejándolas lisas y moldeables.
Decía Alejandro Magno que la carga de un rey es hacer bien y oír hablar mal de sí.
Como nos demuestra en El Príncipe, Maquiavelo conocía la vida de Alejandro al que admiraba y del que, con asombro, se pregunta cómo «llegara a ser dueño de Egipto y del Asia Menor en pocos años y , muerto apenas había conquistado tales territorios, cuando parecía razonable que se alzaran en rebelión, los sucesores de Alejandro los conservaron sin hallar otra dificultad que la derivada de su ambición personal».
En la obra de Maquiavelo hay mucho de la vida y comportamiento de Alejandro, uno de los personajes de la historia que más misterio encierra, lleno de modernidad, y ejemplo vivo que perdura a través de los tiempos.
En su gravedad de muerte da muestras de lo que significa para él ser el rey: «En la situación en la que me encuentro, nada valen los remedios lentos ni los médicos indecisos. Me es preferible morir con arrojo a tardar en curarme. Así pues, si los médicos tienen algún recurso o alguna destreza, han de saber que, más que un remedio a la muerte, lo que busco es un remedio a la guerra».
El Príncipe de Maquiavelo, está plagado de referencia, mudas o no, a la vida y mando del rey Alejandro, de su sabiduría. Antes de terminar avisa al Príncipe de las distintas clase de inteligencia y le alerta contra los ministros que le rodean y los peligros de su inteligencia: «Unos entienden las cosas por sí mismos, los segundos evalúan correctamente lo que entienden otros y, por último, los terceros no entienden ni por sí mismos ni por los demás» […]. Pero ¿cómo puede un príncipe conocer al ministro?». Maquiavelo señala lo que a lo largo de los siglos es «un procedimiento que no falla nunca»: «Cuando ves que un ministro piensa más en sí mismo que en ti y busca en todas sus acciones el provecho propio deduce que ese individuo ni será nunca un buen ministro ni podrás nunca fiarte de él porque aquel a quien se ha confiado el gobierno no debe pensar nunca en sí mismo sino siempre en el príncipe».
De manera que desde Alejandro Magno, antes Homero, después la época florentina y el renacimiento de un nuevo mundo, nada cambió.
Sé que ustedes entienden las cosas por sí mismos, por lo que este artículo, de manera clara y rotunda, solo va dirigido a aquellos que no entienden ni por sí mismos ni por los demás. No es necesario dar nombres.
Queda claro y más explicaciones sería perder el tiempo, que no se puede decir como lo hace Maquiavelo.
Es por lo que termino como él en El Príncipe: «…porque los hombres son siempre malos de no ser que la necesidad los torne buenos. Ha de concluirse por eso que los buenos consejos, vengan de quien vengan, conviene nazcan de la prudencia del príncipe y no la prudencia del príncipe de los buenos consejos».
Sin duda los buenos consejos son, hoy por hoy, interesados y partidistas, las Instituciones están a la vista, aunque se distorsione la visión.
Nos queda la prudencia del Príncipe. Solo.
Rafael Dávila Álvarez
Blog: generaldavila.com
11 enero 2021