Me propuse no escribir sobre las elecciones catalanas.
Razón (es): con la situación a causa de la pandemia esto es un escándalo. Que se despachen a gusto Bárcenas y Villarejo días antes de las elecciones otro. Que Illa se presente… pónganle ustedes nombre. Que se den estos resultados por decisivos y se tomen como un plebiscito para la independencia es una burla. Como en el 31. En definitiva: hablamos de una estafa del 50% (¿o del 3%).
Todo encaja en lo que me parece una ofensa a la razón y por tanto al bienestar individual.
Incumplo y me pido perdón; hablaré de ello. Lo haré con brevedad.
Que nadie dé saltos de alegría, que nadie se crea ganador a excepción de los que quieren la ruina de España. Ellos sí han ganado. Todos los demás han sufrido una derrota clamorosa digna de su expulsión inmediata de la política y ponerse a rehacer los llamados partidos que nunca han dejado de ser un lugar para la colocación y el tejemaneje. Ahora que no se llamen a engaños. Seriedad es lo que pedimos.
¿Qué oscuros intereses hay detrás de cada cual?
La situación en la que queda Cataluña es muy peligrosa. Nada nuevo ni inesperado. Como ahora se denomina, han construido un relato perfecto, con la inestimable ayuda de Zapatero-Sánchez-Iglesias-Rajoy y, ¡cómo no!, de esa Europa meliflua y a la vez traidora a ella misma, que demoniza a la democracia española y deteriora la imagen exterior de España (con el huido Puigdemont incluido). Ningún partido del otro lado, los que defienden (?) la unidad de España (no incluyo al actual pesoe), ha sabido combatir y dar explicaciones convincentes ni a propios ni a extraños, sino que han convertido España en su campo de batalla particular para ver quien la defiende mejor, quien es el más fuerte y más valiente, es decir la han hundido para ensalzarse ellos.
Este es el resultado: la desaparición de España como Nación. El Estado ya no existe.
El siguiente paso está claro. Las elecciones son un paso más de este camino que va despacio, firme y seguro. Saben a dónde van, por dónde y cómo recorrerlo.
Al equilibrio y a la moderación le acaban de dar una patada en el culo. Ha nacido —hace tiempo— la mediocridad dirigida por imbéciles y aplaudida por los mismos que se enzarzan en cuanto tienen las manos libres después de pelearse en las gradas. La única solución que veo es hacernos todos imbéciles y participar desde la grada: en la pelea.
«Los Estados —ya sean nuevos, ya sean viejos o mixtos—consisten en las buenas leyes y las buenas armas». Leyes, armas y religión; decía el prudente Maquiavelo. Leyes que cumplir, armas que obliguen a cumplirlas y creer en la Nación. Si no es así, pues eso: imbéciles e independencia.
De España, de lo que queda, se pueden dar datos: crispada, indignada, pero sin moverse de casa.
Os lo merecéis me dijo el británico de Benidorm. Vosotros más, le contesté. No digo lo que a continuación me soltó. No era alemán, ni francés, ni belga, ni polaco, ni… Era de Gales.
Habrá referéndum. Lo preparó Zapatero, lo secundó y firmó Sánchez. No conocemos a los cultos que les han lanzado al ruedo. ¿O sí?
Ni leyes, ni armas. Ni rezar vale. Esto se acabó.
¿La Corona? Camino del Centenario: 1931.
Rafael Dávila Álvarez. General de División (R.)
Blog: generaldavila.com