LO QUE BUSCA EL TERROR Juan Miguel Mateo Castañeyra General de División (R.)

En cualquier guerra resulta fundamental tener claro cuál es el objetivo que busca el enemigo y, por el contrario, resulta fatal errar en la definición del mismo; y ahora, lo queramos o no, estamos involucrados en una guerra.

Durante los años duros del terrorismo de ETA nos cansamos de oír, por parte del Gobierno y de los medios de prensa, que lo que buscaba el terrorismo era provocar una intervención militar, a pesar de que los propios terroristas afirmaban que lo que buscaban era lograr la independencia de una parte de España, e instalar allí una república socialista.

El error en la identificación del objetivo llevó al Gobierno, entre otras cosas, a preocuparse bastante más de que no hubiera incidentes en los entierros de las víctimas que de atender a los familiares de esas víctimas, con el desarme moral de la sociedad que eso suponía. Además de lanzar el mensaje subliminal de que los verdaderos malos eran los militares y no los terroristas, lo cual también contribuyó no poco a ese desarme. Los efectos de ese error todavía colean, pues la superioridad moral de la que hacen gala los que apoyan al terrorismo, queda de manifiesta en los homenajes que siguen rindiendo a los etarras.

En el terrorismo islámico, por razones diversas, ninguna de ellas nobles, también se yerra en el objetivo buscado por el yihadismo. Recordemos aquel terrible día del 11-m, cuando se llamaba asesino al Gobierno y se decía que el objetivo del atentado era vengar nuestra intervención en la guerra de Irak, donde, por otra parte, no habíamos estado.

Hoy, a los pocos días de la masacre de Barcelona, ya se alzan voces que desfiguran ese objetivo. Y así vemos como unos dicen que el atentado no va interrumpir el «proceso» ni a cambiar la hoja de ruta y que Cataluña es una tierra de paz y lo seguirá siendo; otros dicen que van a la reunión del Pacto Antiterrorista, como observadores, porque las medidas que hay que tomar pasan por el diálogo; algunos van aún más allá y hablan de atentado fascista y capitalista; y todos a una proclaman que es imprescindible no caer en la islamofobia.

Es evidente que, si al terrorismo yihadista le importara algo el «proceso», lo que quiere no es que se interrumpa sino, por el contrario, que continúe por la tal hoja de ruta hasta su éxito final, pues con ello se debilita más la nación que quieren atacar. Por otra parte, lo de que Cataluña es una tierra de paz y seguirá siéndolo, me trae a la memoria aquella despreciable acción, de aquel despreciable individuo, que se fue a Perpignan a negociar con ETA, para que no asesinara en Cataluña.

Es aún más evidente que, con una gente que quiere matar de forma indiscriminada y que quieren morir en el intento para alcanzar el paraíso, solo se puede hablar de cuál es la forma más rápida de llevarlos al citado paraíso.

Por su parte no solo es evidente, sino axiomático, que buscar relación entre el capitalismo y el fascismo con este atentado, solo puede ser producto de una mente perturbada por el sectarismo o, en su caso, por las substancias tóxicas. O por la acción combinada de ambas simultáneamente.

Por último, la islamofobia puede ser, y de hecho es, una injusticia. Y, además, como todas las fobias, un comportamiento patológico. Pero desde luego, no creo que tenga ninguna importancia en la lucha contra el terrorismo; y por añadidura, el pedir a la comunidad musulmana algo más que palabras de condena, no es islamofobia; el pedir que se manifiesten pública y masivamente, que colaboren activamente con la policía y que aíslen a sus extremistas, no es islamofobia, sino simple correspondencia hacia una sociedad que les ha acogido.

El objetivo del terrorismo islámico, declarado por ellos mismos, es, en una primera fase, el establecimiento de un califato donde rija la Sharia y que abarque todos los países musulmanes del Medio Oriente y Norte de África y todos los países que en su día fueron musulmanes.

Sin embargo y a pesar de esta declaración de intenciones, aquí nos empeñamos en buscar razones sociales y pecados propios, pasados o presentes, para explicar el terror. Y, en consecuencia, algunos pretenden combatirlo con concesiones y golpes de pecho.

EL OBJETIVO DEL TERRORISMO

Pero el objetivo del terrorismo es claro y su determinación por alcanzarlo, también. Y con ellos no caben negociaciones ni concesiones, porque no dan ni piden cuartel. Solo cabe por nuestra parte, la misma determinación para impedirlo.

Pero para lograrlo se necesita al menos, un rearme moral de la sociedad; se necesita, en primer lugar, tener claro cuáles son nuestros valores; después, no tener complejos en manifestarlos y, por último, ser conscientes de la superioridad moral de nuestra civilización.

Las ayudas y subvenciones sin control, la ocultación de hechos, las buenas palabras, la comprensión de costumbres que chocan directamente con las nuestras, las alianzas de civilizaciones y un largo etcétera que se engloba en eso que se ha dado en llamar buenísimo, no sirven, a mi modo de ver, más que para dar facilidades al enemigo. La multiculturalidad está muy bien… mientras no atente contra nuestros valores.

Juan Miguel Mateo Castañeyra

General de División (R.)

Blog: generaldavila.com

25 agosto 2017