Nada peor que un eslogan que recoja en nada todo, especialmente cuando todo es nada. Aquél noalaguerra era el más guerrero de los antiguos nopasarán cuyo interés, ahora como entonces, no es la guerra ni los que en ella mueren, sino la ideología de la guerra, mantener en alto las espadas, pero pintadas del color vencedor de un yugo regresivo. La ideología sabe armarse para evitar la paz.
Aquel noalaguerra era el antónimo del «Sí a la paz», permanecer siempre en el punto de partida y jugar dentro de ese límite entre darte la mano y el empujón a su abismo. Nunca creyeron los belicosos del noalaguerra en paz alguna, sino en una guerra a su manera, y así ha de seguir «a su manera».
Permítanme que muestre mi sorpresa ante la avalancha de fervorosos partidarios de la guerra que de repente surgen ante el inicio de conversaciones de paz en Riad para llegar a un acuerdo que termine con la de Ucrania.
Cuando no hay armonía surge la guerra. Nadie supo ganar la guerra antes de empezarla. ¿No existía una mínima posibilidad de hacerlo? Sí, responde el análisis más elemental. No se quiso. Como ahora, que parece que no se quiere terminar con ella.
No deja de ser sorprendente que los que en aquel entonces caminaban tras el noalaguerra sean los mismos que ahora se apuntan a criticar al presidente de los Estados Unidos de América por querer acabar con ella. Para más inri se les han sumado advenedizos seguidores que nunca sospechábamos, aunque sea evidente que el poder del dinero tapa las conciencias más lúcidas. Es el llamado dinero democrático donde siempre el que parte y reparte se lleva la mejor parte.
¿Qué es esto que nos tiene sometidos a los caprichos y vaivenes de aquellas personas que encabezan un grupo de poder? ¿Cómo puede hacerse uso del hombre como una materia a destruir para más tarde concluir que aquello no sirvió para nada? ¿Quedará sin responsabilidad? ¿Acogerá la misma bandera a los que mandaron a tantos a la guerra, a los que en ella murieron y a los que ahora muestran que era posible la paz? ¿Se construye el mundo con la guerra destruyendo a los que no tomaron decisión alguna sobre el enfrentamiento? Cuando resulta que había alguna otra solución más allá que la de las armas. ¿Se concluye que es la fuerza rey y señor de todas las cosas?
Un resumen trágico: «Había alguien, y , un instante más tarde no hay nadie».
Al utilizar su poder, nunca sospechan de las consecuencias de sus actos. Porque en la guerra no se quiere algo, sino todo, y en la guerra todo es nada.
La prolongación de la fuerza del hombre es la máquina y con ella se inventa el negocio de las armas, inversión del momento, y pasan los muertos al macabro número de una estadística. Justificada, dicen.
No es posible estar sometidos a este juego en el que todos somos conscientes del engaño, pero después de siglos el único cambio ha sido a mayor destrucción. No puede haber élites de la conciencia que sometan a las multitudes inconscientes. Dura ya demasiado tiempo. La historia comenzó con la destrucción de Troya, un crimen. Al menos hubo virtudes en contraste con el dolor.
¿Se habrá convertido la guerra en costumbre?
Nos señala Simone Weil (La fuente griega) que el verdadero héroe, el verdadero tema, el centro de la Ilíada, es la fuerza, «La fuerza es lo que hace una cosa de cualquiera que le esté sometido». Juguetes rotos en manos de locos. El miedo, la derrota, la muerte de compañeros, el porvenir mismo, «hacen al fin desvanecer toda idea de objetivo, incluso de los objetivos de la propia guerra». Nada ha cambiado y morir por la destrucción del enemigo prevalece, incluso «la muerte de los compañeros amados suscita una sombría emulación del morir».
Cada vez que una guerra finaliza, ¿qué deberíamos pensar de tanta muerte? ¿a quién señalar entre los vivos? ¿a quién servía el combate?
Finalizará la contienda por cansancio político. Inútil agotamiento hasta coger fuerzas para la próxima. Con el tiempo, viudas o huérfanos se avergonzarán hasta de las medallas; las arrojarán porque serán señalados y sus banderas quemadas. La guerra sigue.
Ucrania se ha batido con valor y honor mientras la política asistía desde su balcón privilegiado a la contienda. Nadie movió un dedo para evitarla y una vez que se oyeron los primeros disparos se echó leña al fuego para que se no se extinguiese. ¡Qué espectáculo!
Sois vosotros políticos con y sin nombre los únicos responsables. Los que seguís alimentando de guerra nuestros corazones. Solo sois vosotros, los de uno y otro lado, los culpables. Dejad de meter vuestras sucias manos en la paz. Retiraros o acudid a las trincheras a relevar a los que ya han muerto; demasiados. Sois los Paris más cobardes de la guerra.
Las deserciones entre los soldados aumentan de manera escalofriante junto a la fatiga de la guerra. ¿Cerca de un millón de bajas no es suficiente para tentarse las ropas? Se acerca la cifra a los trescientos mil muertos sumando las de ambos bandos. La invasión por parte de Rusia de Ucrania no admite la más mínima justificación, como no la tiene estar durante tres años de destrucción sin la más mínima aproximación a un acuerdo, sino todo lo contrario. Desde el balcón de Europa, con asiento en primera fila. Se os acaba el espectáculo; y el negocio.
Lo que es inadmisible es que el primer intento de paz, tanto en Ucrania como en Oriente Próximo, sea recibido con una oleada de SÍ A LA GUERRA que más bien parece una campaña organizada y dirigida por los mismos del NO A LA GUERRA. Porque no es solo Ucrania. Habéis pasado por alto el 7 de octubre. Habéis pasado y silenciado el ataque despiadado a la libertad. Ahora tembláis ante la paz.
Cualquier acuerdo de paz debe de tener en cuenta a todas las partes y hacer justicia sin olvidar exigir responsabilidades a los responsables de la invasión, pero es necesario dar un primer paso que detenga los cañones. Tres años sin un susurro de aquellos de noalaguerra dejan en evidencia a muchos, tantos como los que ahora, -nadie sabe las razones- se suben al carro del síalaguerra.
Ya no es un problema de izquierdas o derechas, más bien lo es de subvenciones, porque solo de pan vive el hombre. Y de desvergüenza.
El hombre es un animal que come pan. Lo dijo Hesíodo.
Rafael Dávila Álvarez. General de División (R.)
Blog: generaldavila.com
24 febrero 2025