Los militares actuales, en general, en el aspecto de la fe, tampoco pierden el paso. Mayoritariamente se confiesan católicos. Luego, serán más o menos practicantes. Pero, el haber vivido experiencias dramáticas les ha hecho valorar, más si cabe, las cosas convencionales que dan calidad a la vida y cuidar, como tesoros, los bienes que nacen de los sentimientos y los afectos.
Este ejercicio no se aprende por ciencia infusa, ni interviene la magia. Las misiones de pacificación en el extranjero abren al máximo los poros del amor a la familia y del cariño a los que el corazón roza.
Y, en la fe, no es distinto. Por eso, cuando llega Semana Santa, los militares católicos dan testimonio de sus convicciones y no dudan en manifestarlas públicamente envueltos en la otra piel, que es el uniforme. Es un derecho que ejercen en un estado a-confesional, que no laico. A nadie se le obliga. Por eso, nadie puede verlo ni como provocación ni como fanatismo. Los militares van vestidos de uniforme a las procesiones como, en la actualidad, pueden ir a otros actos que, en épocas no muy lejanas, las amenazas terroristas no aconsejaban. Y lo hacen libre y voluntariamente, ejercicio que las hermandades agradecen profundamente. No es una hermandad completa sino hacen estación de penitencia militares en sus filas. La conexión vital entre unos y otros es la Fe en quien va a la muerte para devolver la Vida, Jesús de Nazaret. Y, de esto, los militares también pueden hablar. La sangre derramada por los héroes españoles de la era constitucional, fieles al compromiso contraído y sellado con el beso a la bandera nacional, ha regado paz y vida en mundos de ambiciones, odios y venganzas. En ambos casos, ni la vida fue un fracaso ni la muerte inútil. A la vista está que, en el tiempo, las semillas se han cuajado de frutos.
Los militares en las procesiones no son floreros decorativos. Son creyentes de todo el año que expresan su fe, unas veces anónimamente involucrados en las parroquias y, otras veces, identificados con su nombres sobre el borde del bolsillo del uniforme.
¡Ojalá los católicos en general, y particularmente los españoles, no fuéramos reos del pudor y la vergüenza que sentimos de manifestar públicamente nuestra fe que, por otra parte, fue un compromiso que adquirimos, voluntariamente, el día de nuestro Bautismo!…
Ser coherentes hoy, en todas las facetas de la vida, tiene un alto coste, por eso no faltarán indigentes culturales que no vean con buenos ojos a los militares en los cortejos procesionales. Al tiempo.
José Francisco Nistal Martínez
Coronel Capellán
Blog: generaldavila.com
lunes 26 marzo 2018


