GUERRA EN UCRANIA 7. LEOPARD: LOS CARROS DE LA DISCORDIA Rafael Dávila Álvarez. General de División (R.)

No hubo carros de combate alemanes Leopard en Ramstein. Los habrá; es de esperar, pero en tiempo y forma. ¿Sorpresa táctica? En Europa debe haber una cifra que ronde los 3000 carros de combate Leopard, algunos inservibles (¿1%?) y que sería una temeridad entregarlos en las condiciones en las que están. España tiene unos cuantos y hubo algún cerebro gris que habló de entregar a Kiev los inservibles.

No es el único carro del mundo ni el mejor, pero parece que es el que Alemania debe entregar con urgencia. Ucrania tiene un problema si su ejército se convierte en una feria de armamento. No hay logística que atienda y soporte ese tipo de mercado. Los Leopard son unos magníficos carros de combate, potentes y veloces, como lo son los T-90, los Challenger o los Abrams. Su ventaja es que los tenemos aquí al al lado, utilizado por varios miembros de la OTAN, y que son fáciles de manejar y mantener.

Saber que las prisas bélicas no son buenas es primordial en logística y en el uso de las armas. Mejor prever que correr, mejor organizar que exigir y mejor dos iguales que veinte distintos.

En mi libro El nuevo arte de la guerra hago mención al Ordenamiento de Montalvo, Ordenanzas Reales de Castilla (1484), encargo de los Reyes Católicos a Alonso Díaz de Montalvo, y allí se recoge una máxima que de no cumplirse podría ser una carga para el Ejército de Ucrania:

«Los arneses y armas que fueran traídos de fuera del reino sean todos de una forma y hechura…, así como se acostumbran a traer en este reino» (Ordenamiento de Montalvo; tít. XVII, ley XXV).

En un capítulo de mi libro expongo la complejidad del aspecto armamentístico que, como vemos en la actual invasión de Ucrania, puede cambiar el resultado de la guerra.

El armamento, conjunto de armas y materiales utilizados en la guerra, ha condicionado siempre los procedimientos de combate y creado toda una industria interesada en armar al combatiente con armas muy ligeras, versátiles y de fácil mantenimiento. El binomio hombre-arma sigue siendo la pieza básica de los ejércitos, inseparables y de gran influencia en la moral del combatiente. Las armas mandan, pero decide el hombre que las maneja; sean espadas o carros de combate.

Ceder tus armas es correr un riesgo. Aquiles pierde las suyas que entregó a Patroclo, muerto a manos de Héctor, y su madre pide al ilustre cojo, Hefesto, dios hijo de Zeus y de Hera, armas para su hijo: « Y yo vengo a abrazar tus rodillas por si quieres dar a mi hijo, cuya vida a de ser breve, escudo, casco, hermosas grebas ajustadas con broches y coraza, pues las armas que tenía las perdió su fiel amigo al morir a manos de los teucros, y Aquiles yace en tierra con el corazón afligido». Por si llega el caso Alemania ya ha puesto en marcha su fragua, pero eso lleva tiempo y conversaciones.

No es la propia fuerza y las armas lo que hacen ser invencible, sino la astucia y la fe en los que te rodean y defienden con sus armas, más que las tuyas. El espíritu del grupo, la fuerza del conjunto, la unidad. Unidad es un concepto que en política es inseparable del interés particular.

«Las armas son herramientas de mal agüero», y por encima de su poder, incluso del valor, debe estar la lucidez. Siempre produjeron gran vistosidad que se tradujo muchas veces en leyendas que provocaban el terror en el enemigo tanto como el ruido de sus gritos antes del combate o los toques de guerra de los instrumentos de música. «Además de las armas llevaba la infantería romana penachos, adorno que da a los ejércitos un aspecto bello para los amigos y temeroso para los enemigos».

Los Leopard no son los penachos de adorno, pero sí un aviso de incondicional apoyo; o no.

Armas y terreno deben ser una combinación en la que juegue no solo la astucia y la instrucción, sino que el diseño del arma debe ser la apropiada para el terreno donde se combate. Hoy cobra importancia la lucha en poblaciones, lugares donde la sorpresa se esconde, arriba y abajo, desde los flancos, desde lo invisible, con numerosos obstáculos, gran compartimentación, aislamiento de las unidades, malas posiciones de fuego y las limitaciones impuestas por la presencia de población civil, factor que debe tenerse muy en cuenta dada la dificultad de distinguir entre combatiente y población civil ajena a los combates y amparada por las leyes humanitarias.

La moral vence al armamento más letal y hay que convencer a las tropas de que en la guerra la única esperanza de salvación que les queda es la victoria. Vencer al enemigo es una «convicción que aumenta con la confianza, la adhesión al general y el amor a la patria. Inspiran la confianza el armamento, la organización, las victorias recientes y la fama del general…»

Las nuevas armas quizá no sean tan nuevas y Hefesto trabaje ya en las nuevas corazas. ¿El Leopard?

La tendencia en la guerra moderna es crear una organización militar como si fuese el espíritu de Aquiles, algo de hombre y dios, que conjugue el poder de la inteligencia, la fuerza, la astucia y habilidad, con armas como las de Aquiles, un conjunto de unidades cohesionadas que reúnan hombres de virtud junto a las armas de Hefesto, cada uno con sus características, la valentía, resistencia, audacia, incluso temeridad, disciplina, inteligencia, fuerza, velocidad, ímpetu y coraje, como Ayante, Áyax, Héctor, Ulises, Diomedes, con el poder de sus armas y su peculiar virtud para la guerra, la más aguerrida y perfecta máquina de guerra conocida en la historia.

El carro de combate sigue en el campo de batalla en un proceso de adaptación tecnológica —ya en marcha— a los nuevos avances, pero sin que su presencia sea descartada en ningún caso.

En cualquier caso el futuro está en la capacidad de adaptación al entorno, la disponibilidad y la rapidez en la sustitución de unidades y armas; sobre todo en la interoperabilidad que permita formar un todo entre mandos y unidades de distinta nacionalidad incluso de forma de pensar en cómo hacer la guerra.

Armas, materiales y hombres son los elementos de la maniobra en cualquier forma que esta se presente: «Caminar, acampar, combatir».

Alemania en momentos como estos no puede ni debe quedarse sin su principal arma de combate: los Leopard. La empresa necesita tiempo y dinero para fabricar nuevos modelos y atender a la demanda. Eso no se hace de un día para otro y es un grave riesgo «desvestir un santo para vestir a otro».

La aparición de los carros de combate alemanes en la guerra es un cambio de rumbo de gran trascendencia política, militar y económica. No es necesario profundizar mucho para darse cuenta de las implicaciones que ello conlleva y la cautela de Alemania que no debe poner en riesgo su propia seguridad. Alemania pasaría a ser el principal enemigo de Rusia junto a los Estados Unidos y eso nos llevaría a un nuevo relato de la guerra.

Es curioso comprobar cómo se distancian las posturas políticas de las militares. El general estadounidense Mark Milley, Presidente del Estado Mayor Conjunto de Estados Unidos, máxima autoridad asesora del presidente en asuntos de la Defensa, decía en recientes declaraciones:

«La victoria en el sentido estricto de la palabra, probablemente no se pueda lograr por medios militares». «Estas hostilidades deben terminar a través de un acuerdo; un reconocimiento mutuo de que la victoria en el sentido estricto de la palabra, probablemente no se pueda lograr por medios militares, por lo que hay que buscar otros métodos». Pocas voces se han oído con tanto sentido común y que vienen del que conoce muy bien los acontecimientos.

¿Recuerdan aquello de que la guerra es un asunto demasiado serio para dejarlo en manos de…? ¿quiénes?

Pero una cruda realidad es que Ucrania si pierde la iniciativa de la guerra en estos momentos le va a ser muy difícil recuperarla y el proceso de negociación se aleja de la voluntad de Zelenski lo que supondría una derrota en ambas partes Por ello es un momento decisivo, no el que Alemania ceda la licencia de la participación de sus carros de combate, sino que no se invierta el curso de la guerra y Rusia tome la iniciativa bélica. Nada mejor para negociar que el momento de equilibrio. Si no es así habrá que llegar a una derrota total que puede significar el fin menos deseado.

Los carros de combate llegarán, pero hay un tiempo que nadie puede adelantar a pesar de que las tripulaciones ya se están instruyendo para su manejo.

La guerra se debate ahora entre empujones en ese frente que les hemos mostrado tantas veces en el mapa. Pero uno de los dos debe dar el empujón final: Leopard, T-90 o una incierta explosión. ¿Cuándo? Ahora o pasada la primavera. Los dos están en una carrera alocada en la que cualquiera puede perder los nervios.

Es el mayor enemigo de un general, de un político y de un empresario. Pero ocurre.

Rafael Dávila Álvarez. General de División (R.)

23 enero 2023

Blog: generaldavila.com