FUNERAL DE ESTADO. ¿HA DEJADO ESPAÑA DE SER CATÓLICA? Rafael Dávila Álvarez

Hay que agradecer al presidente del Gobierno y al vicepresidente su ausencia en el funeral de Estado que, presidido por los Reyes, se celebró en la Catedral de la Almudena. Nada pintaban allí quienes no han visitado a un enfermo moribundo, no han besado a los que han perdido a sus seres queridos, y no han fomentado la unidad y lucha común, entre todos los representantes de los españoles, para coordinar y acabar con la pandemia. Crispación, chulería, desacato a los españoles y a la historia ha sido su inolvidable legado. Rematada su actuación con el escondite de los muertos y la miserable arrogancia de lo que denominan un éxito. A pocos representan y es loable su ausencia fuera de España uno, Portugal; en Galapagar, en las alturas vanidosas de las sierras del poder y la riqueza, el otro.

Era la hora de rezar. También de respetar. Ausencia de ambos verbos hemos visto a lo largo de estos meses de pandemia y egoísmo político.

Rezar y respetar. Se impone la fuerza de la historia, no la mueca grotesca de quienes han permanecido agresivos y distantes cuando la muerte llamaba a cada casa y se llevaba a unos sí a otros no, sin saber por qué, ni tener quien te defienda. Por eso ellos no debían estar allí.

Por primera vez, presidente y vicepresidente, no estuvieron donde no tenían que estar, que suelen estar siempre en el equivocado lugar.

No hubo comedia en la Catedral de la Almudena, no era lugar para debatir, no son aptas para el recogimiento las ideas políticas, menos para el respeto y la oración. Presidente y vicepresidente, por una vez, hicieron lo que nunca antes supieron. Desaparecer.

Se rezó por los muertos: <<Pero sabed que fui, /que viví / y he existido>>.

Me pregunté, una vez más, si España ha dejado de ser Católica, o la han llevado por la senda de dejar de serlo. Que no lo sé. Todo conduce a ello: la educación, la moda, la literatura, todo arte, el consejo, el ejemplo, el libre albedrío, incluso la muerte que siempre fue un desgarro:

Siempre fue un desgarro

la muerte, mas, ahora,

los hombres huecos y redondos

mueren contentos de no ser para siempre.

Se aplaude en los entierros,

¡Por fin la nada! ¡Qué alegría!

¡Cuánto ahorro

de luz eterna innecesaria!

LUX AETERNA. De El Precio. José Jiménez Lozano

Sigamos aplaudiendo. ¿Para qué rezar?

Rafael Dávila Álvarez. General de División (R.)

8 julio 2020

Blog: generaldavila.com