DESMILITARIZAR LA GUARDIA CIVIL General de División (R.) Rafael Dávila Álvarez

Publicado el 3 mayo 2020. No cambio  ni una coma. Camino lento pero asegurado. Se lo dice  quien lo sabe.
Tengo delante el Manual del Guardia Civil que comprende <<La Cartilla del Guardia Civil>> y el <<Reglamento civil y militar>>. Imprescindible y diría que inmejorable.

Las teóricas barbaridades que últimamente escuchamos se quedan en nada con las que se ejecutan y aprueban por Real Decreto. Aquí no manda la soberanía nacional sino el Real Decreto. Aquí mandan huevos. Si algo o alguien se cruza en su camino tienen, que yo recuerde, a nombres gloriosos en el Tribunal Constitucional, en el Consejo de Estado, en la Audiencia Nacional, en el Supremo, en la Guardia Civil, en la cúpula de las Fuerzas Armadas, y de ministro pasas a Fiscal General del Estado. ¿Alguien da más? ¿Les doy nombres? Las empresas las dejamos para otro día, restaurantes, reservados, salas VIP,s. Si hace falta destino a fulano a la Acorazada, que ya no sé cómo se llama, si Brunete, si San Marcial o el Campesino. Poco a poco, paso a paso.

Le ha tocado a la Guardia Civil. Veremos lo que pasa. Se habla de desmilitarizarla. Esto no ha hecho más que empezar.

Jugar con el honor es peligroso. A más de uno de estos jugones que pretenden acabar con la Guardia Civil les molesta, les es incómoda, ¡qué pesados!, se empeñan en que cumplamos la ley, el orden, y encima son hombres cuya divisa es el honor. Para colmo saludan y son un Instituto Armado. Demasiado para el cuerpo socialista, que ellos son la ley y no lo que la ley dice.

El escándalo llega de la mano de un exjuez. Tenía que llegar, tarde o temprano.¿Cómo se dice? ¿Miente, o no dice la verdad? Antes se pilla a un  mentiroso que a un cojo; para entendernos.

Se ha encendido la luz roja. Hasta aquí podíamos llegar. Ocupadas entonces las Fuerzas Armadas en su máxima jerarquía les faltaba la jerarquía del tricornio, y parece que con ella no pueden. Amigo, con la ley no se juega. Ya han jugado demasiado con ella y lo hicieron en Cataluña, como si los guardianes del orden y la Ley fuesen vulgares intrusos en la propia España.

Tengo entre mis manos el Manual de la Guardia Civil de 1910. Nada más abrirlo leo la Cartilla del Guardia Civil que, como todos sabemos, empieza con el artículo:

<<El honor ha de ser la principal divisa del guardia civil; debe, por consiguiente, conservarlo sin mancha. Una vez perdido no se recobra jamás>>.

Son 34 artículos del capítulo primero (Prevenciones generales). Ninguno tiene desperdicio. Es la ley moral de la Guardia Civil. Contra ella irán los que buscan su desaparición.

Mis palabras quedan huecas al lado de cualquiera de sus artículos. Les copiaría todos. Es una Ley moral para la vida en el orden y la convivencia.

Art. 6º <<El guardia civil debe ser prudente sin debilidad, firme sin violencia y político sin bajeza. No debe ser temido sino de los malhechores, ni temible sino a los enemigos del orden>>.

Art. 8.º <<Será siempre un pronóstico feliz para el afligido, infundiendo la confianza de que a su presentación, el que se crea cercado de asesinos, se vea libre de ellos; el que tenga su casa presa de las llamas, considere el incendio apagado; el que vea a su hijo arrastrado por la corriente de las aguas, lo crea salvado; y por último, siempre debe velar por la propiedad y seguridad de todos>>.

Así todos los artículos. Emociona leerlos.

Ni temido, ni temible… sino de los malhechores y los enemigos del orden.

Hablan de desmilitarizar la Guardia Civil. No. No se engañen. Lo que pretenden es que desaparezca. Ni Guardia Civil, ni Instituto Armado. Desmilitarizar a la Guardia Civil es desnaturalizarla, es decir, que desaparezca.

La Guardia Civil es para ellos un obstáculo; por mantener limpio ese camino que recorre el guardia civil, <<cuando se halla destinado al servicio de carretera o cualquier otro camino, los recorrerá frecuentemente y con mucha detención, reconociendo a derecha e izquierda los parajes que ofrezcan facilidad de ocultar alguna gente sospechosa>> (art. 35).

La Guardia Civil no es <<un Cuerpo muy complicado>>, ni <<un gasto superfluo>>, como dice el presidente del Gobierno, sino la garantía de un Estado de Derecho.

Hay mucha gente sospechosa. ¡Todo tan sospechoso! ¡Tantos sospechosos!

General de División (R.) Rafael Dávila Álvarez

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Publicado el 3 mayo 2020

 

EL PRESIDENTE DEL GOBIERNO DE ESPAÑA OFENDE A LA NACIÓN EN SU PRINCIPAL SÍMBOLO: LA BANDERA Si lo prefieren, este otro titular también es válido: EL PRESIDENTE SÁNCHEZ DECLARA LA INDEPENDENCIA DE CATALUÑA. Rafael Dávila Álvarez. General de Dividion (R.)División (R.)

El presidente en Cataluña

Podemos acudir a la Constitución, a las leyes que de ella se derivan, o a donde quieran ustedes; es lo mismo porque le da lo mismo. Estamos al dictado de su dictamen. Eso tiene nombre y apellido.

En la visita a Cataluña el presidente del Gobierno del Reino de España ha sido recibido con honores ¿militares? por un piquete de mozos de escuadra con la bandera catalana ante la que ha rendido saludo inclinando la cabeza. Ante una bandera que no era la de España y era, hasta hoy, un lugar de España.  La bandera de España no estaba en ese piquete, formación o lo que sea. Creí ver visiones.

El presidente ha admitido un flagrante incumplimiento de ley además de reconocer con ese gesto, de una simbología máxima, a otra nación y despreciar a la suya, la nación española en el símbolo más representativo de una nación: su bandera.

La bandera de España

De acuerdo con la Ley, la Constitución, en el Título Preliminar, Artículo 4:
  1. La bandera de España está formada por tres franjas horizontales, roja, amarilla y roja, siendo la amarilla de doble anchura que cada una de las rojas.
  2. Los Estatutos podrán reconocer banderas y enseñas propias de las Comunidades Autónomas. Estas se utilizarán junto a la bandera de España en sus edificios públicos y en sus actos oficiales.
Es decir «junto a…» que significa lo que aclara el artículo primero de la Ley 39/1981:
«La bandera de España simboliza la nación; es signo de la soberanía, independencia, unidad e integridad de la patria y representa los valores superiores expresados en la Constitución» y el cuarto que dice:

«En las Comunidades Autónomas, cuyos Estatutos reconozcan una bandera propia, ésta se utilizará juntamente con la bandera de España en todos los edificios públicos civiles del ámbito territorial de aquélla, en los términos de lo dispuesto en el artículo sexto de la presente ley».

Independencia de Cataluña

El presidente del Gobierno del Reino de España acaba de declarar la, para él, ya independencia de la nación catalana (¿simbólicamente?) y reconocido su bandera. ¿Simboliza a la nación catalana?

Gravísimo atentado contra la soberanía nacional.

Por recordar algo:

Sentencia del Tribunal Supremo del 24 de julio de 2007:

«La bandera debe ondear diariamente con carácter de permanencia, no de coyuntura, no de excepcionalidad sino de generalidad y en todo momento».

Siendo esto lo más importante, ante la legalidad, hay algo que no debe escapársenos: el gesto. Uno es experto en viajes a otras naciones y sabe que se pactan hasta los más mínimos detalles y que se valora el significado de cada gesto, acción; y hasta sonrisas. Todo está pactado. Aquí lo han hecho. Se ha pactado el reconocimiento de ese gesto de recepción, con una formación, caricatura de un ejército, ofreciendo la simbología de nación soberana, y en Moncloa, el Gobierno, lo ha admitido. Lo importante era el gesto y los que lo protagonizaban.

Para muchos y dado el desconocimiento, o la apatía existente, el tema no tendrá mayor importancia, pero la tiene máxima al margen del incumplimiento, admitido y dado por bueno, de la legalidad.

Las Fuerzas Armadas y la Independencia de Cataluña

Han querido ofrecer esa imagen: la de una nación que recibe a la nación de al lado. Admitido por ambos. Las conversaciones que tengan, los acuerdos, nada tienen que decir cuando el gesto ya ha marcado el futuro. Vamos listos. Si ustedes no quieren captarlo es síntoma de que estamos perdidos.

Sobre todo para los que bajo el artículo 8 de la Constitución y su juramento ante el símbolo de la bandera tienen como misión: «Las Fuerzas Armadas, constituidas por el Ejército de Tierra, la Armada y el Ejército del Aire, tienen como misión garantizar la soberanía e independencia de España, defender su integridad territorial y el ordenamiento constitucional».

Dada la gravedad del gesto alguien debería mostrarse al menos contrariado y pedir una aclaración. El orden está claro. Es este, aunque puede ser otro:

La ministra de Defensa al presidente del Gobierno: una aclaración y un manifiesto malestar. Está al mando de una institución muy sensible a los símbolos, por los que se juegan sus hombres cada día y en cada misión su vida.

El Jefe de Estado Mayor de la Defensa (JEMAD) y los Jefes de los Ejércitos y Armada (JEME, AJEMA y JEMA) a la ministra algo tendrán que transmitirle; digo yo.

La dimisión es otra opción muy válida.

—El resto a callar; ¿retirados también?

No se puede ir a Cataluña y doblar el espinazo ante el independentismo y admitir unos honores ¿militares?, que van contra la propia nación que presides.

Se ha cruzado una barrera muy peligrosa: la de los símbolos y entre ellos el más importante y sensible: la bandera.

El presidente se ha deslegitimado para presidir su nación.

La acaba de romper, entregar y enfrentar.

El paso siguiente es de máxima gravedad y de total incertidumbre: una nación destruida y humillada sin nadie que la defienda.

Rafael Dávila Álvarez. General de División (R.)

16 septiembre 2021

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MI ABUELO ES COJONARIO. Rafael Dávila Álvarez. General de División (R.)

El peor efecto colateral de la crisis ha sido la pérdida del sentido del humor, tan necesario para vivir entre tanto ramplón y tramposo. Para conocer a los causantes de nuestra tristeza no es suficiente el nombre o apellido. Su auténtica personalidad y proceder se revela utilizando el transparente e irónico mote. Es un ejercicio de humor y rentabilidad comunicativa, síntesis de sabiduría popular, que deberíamos recuperar para desenmascarar  a muchos de los que pretenden ejemplarizar desde la vida pública. Las academias militares, centros de supervivencia, donde un profesor sin mote es un don nadie, siempre fueron escuelas en este difícil arte. Allí estaba el Culo con Botas, mote que no requiere explicación, junto a una pareja inseparable, el Masca y el Tanca; ya saben, intercambiables, tanca como el Masca, o masca que el Tanca. Grandiosos eran el Veraneante, que nada hacía ni sabía y el Bikini que enseñaba todo menos lo fundamental. Alguno se jactaba de su mote, lo que no es muy recomendable. «Me llaman el Remacho por mi porte y valentía»; un compañero le hizo ver la cruda realidad, «te llaman el Remache porque eres bajito y cabezón». Aquel día arrestó a más de media Compañía. Era muy amigo de el Mafeito, que solía decir, «Caballeros, mafeito (arresto) a seis a la vez».

Como les decía, deberíamos recuperar el ingenioso arte del mote. El Sacabuches, el Arrugas, el Combustible (de apellido Resino Grasa)… Pero nada como aquél mote, el Engañabaldosas, que identificaba a un curtido profesor del que se decía que «va como va, más no como debe». ¡Sublime!

Sobrenombres, apodos, motes, constituyen una precisión identificativa y una caricatura lingüística que estamos perdiendo y que sería muy útil, con el debido respeto, utilizar en las redes sociales. Es un discurso sintético muy rentable para la economía del lenguaje y que genera lazos convivenciales además de representar una de las producciones lingüísticas de más creatividad.

Me falta recordar algún mote… ¿Cómo llamábamos a aquel que decía una cosa y hacía la contraria? ¡Uf! me falla la memoria. Seguro que a ustedes se les ocurre enseguida porque lo sufren a diario.

Mandando la Legión, una de mis ingeniosas nietas dijo en el colegio que su abuelo era cojonario. Acertó aunque tuvimos que dar explicaciones escolares. A la hora de ponerte mote mejor es que te lo ponga alguien que te quiere.legiondibujo--644x724

General de División(R.) Rafael Dávila Álvarez

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9 septiembre 2021

ZAPATERO Y SÁNCHEZ Rafael Dávila Álvarez

La guerra es la continuación de la política cuando cae en manos de incapacitados para el gobierno y negocios del Estado. Representan lo peor de cada familia.

Han conseguido enfrentar, de nuevo, a los españoles y cargarse de un plumazo (en principio fue un membrete que decía d´Ors) la Transición y cualquier vestigio de entendimiento. Ellos encabezan la III Guerra civil española. Les explico esto de la guerra de manera que puedan entenderlo y no haya malos entendidos, a mi manera claro. Estas guerras modernas atacan por dentro, penetran y se heredan.

Sin necesidad de recurrir a Sunzi o Clausewitz, sabemos que la guerra está en permanente evolución: la tecnología y el sentir de la gente. Para cada estado sentimental hay una guerra. Existió la de los caballeros y la otra, esa que unos se comían literalmente a los otros. Breda también, pero fue un gesto español histórico y nunca repetido. Al enemigo ni agua, aunque unas veces se publicite y otras no.

Lo malo de la dedocracia es que cualquier tonto puede ser presidente del gobierno y hasta general en jefe. Las democracias tienen que soportarlo, pero ponen sus límites los dedócratas y así se salva algo el demócrata y el banquero.

Cuando la guerra empezó a enfrentarse con el buenismo, introducido por los peligrosos analfabetos que cada mañana consultan al espejito mágico, que no leen a Platón ni a Mortadelo y Filemón, tuvo que adaptarse al nuevo eslogan de Sí se puede, de cuyo resultado se confirma que cualquier tonto hace relojes, hasta de sol.

Hemos entrado en una de las eras más penosas de la historia de España (y parte del extranjero) y como borregos sin pastor seguimos a los sofistas errantes mientras alguien con precisión matemática establece los planes que le conduzcan a la victoria de la forma más mediática, es decir más económica, y de mayor apariencia noble y humana, endiabladamente humana. Confusos: «hay que desorientar a los que dirigen al enemigo, extraviarlos y, si es posible, hacerles perder la razón», decía un Mao Tse Tung discípulo de Sunzi.

Sé que ni uno ni otro de los protagonistas entienden nada ni piensan en nada que no sea su imagen externa y vacía de contenido. Así siguen una pauta que se extiende en estos confundidos tiempos por el mundo más mundial y menos unido que hasta ahora hemos conocido.

Mires a donde mires solo la solidez de las ideas, buenas, malas o regulares, se extiende por Oriente mientras Occidente se pierde sin pensamiento y sin otra idea que no sea vivir en rebaño balando sin entenderse más que para alimentarse de pasto; gratis.

Ha regido durante siglos, una eternidad, el racionalismo o la mística como corrientes del pensamiento.

Hoy se impone otra más fuerte que se alza en España como pionera y descubridora: el «pensamiento Alicia», que bautizó Gustavo Bueno en la triste figura ya conocida por todos, junto al «pensamiento Narciso», el de Ovidio en la Metamorfosis, más conocido, por actual.

Es una corriente en sus dos caras o formas de expresión que difícilmente pueden superarse en un futuro, aunque uno ya está curado de espantos.

Por si hay alguna duda, voy a terminar como empezaba: Zapatero y Sánchez.

Si alguno no me entiende puede que esté ya en el camino acertado de la nueva corriente filosófica que mueve el mundo; al menos el de España: Alicia o Narciso.

Puro y duro enfrentamiento entre lobos con piel de oveja y aguijón de escorpión. Los otros somos eso: los otros.

Un enfrentamiento endiabladamente humano: la guerra. La continuación de la política cuando cae en manos de incapacitados para el gobierno y negocios del Estado

Rafael Dávila Álvarez

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7 septiembre 2021

 

UN BANDERÍN DE LA LEGIÓN PARA DON JUAN. General de División (R.) Rafael Dávila Álvarez

Torcuato Luca de Tena en un libro titulado Franco, sí, pero nos dejó escrito este bello relato legionario.

La 16 Compañía perteneciente a la IV Bandera es una de las unidades de la Legión que más bajas ha tenido en combate; dado el número de muertos y heridos durante la Guerra Civil, bien puede decirse que todos sus efectivos fueron repuestos más de una vez. El número de bajas entre mandos y legionarios, comparado con los efectivos normales de una Compañía, supuso el 500 por ciento de bajas.

10 oficiales, 5 suboficiales y 106 legionarios muertos.

21 oficiales, 13 suboficiales y 485 legionarios heridos.

Sin detenerme en las acciones de combate de la Compañía, que pueden leerlas en los anexos, les relataré el destino final de su glorioso Banderín que, aunque contado por Luca de Tena, es desconocido incluso en el ámbito militar; quizá ocultada por esos complejos que nos distinguen.

Finalizada la Guerra Civil, los oficiales de la 16 Compañía, Capitán Victoriano Isasi, Teniente Jesús González del Yerro, Tenientes Provisionales Manuel Cortázar, Juan Manuel García Vinuesa, Francisco de Gomis, José Quintana y Antonio Rodríguez Carvajal, envían una carta al Conde de Barcelona remitiéndole como ofrenda el Banderín de la 16 Compañía de la IV Bandera de la Legión. Pensaron estos oficiales que era el más digno destinatario por ser Don Juan “encarnación de la Patria y del Ejército”.

El encabezamiento de la carta es muy significativo: “A SM. El Rey D. Juan III”.

En una primera parte de la misiva, sintetizan, con la precisión del lenguaje castrense, los hechos de armas de la Compañía, citan las acciones heroicas, sus héroes y las Laureadas concedidas. La segunda parte de la carta es una emotiva dedicatoria en la que al ofrecer el Banderín, símbolo que guarda todo el sentir de la 16 Compañía, pretenden quede  inmortalizado en la “Continuidad y el Orden que la Monarquía le asegura”.

Respondió Don Juan con palabras de Rey, de un profundo amor a España, desde la lejanía.

“Vuestro desgarrado banderín manchado de sangre ocupará en mi casa un puesto destacado de veneración y de respeto. Ante él, como ante un último capítulo de su historia, yo pediré a Dios cada día que me haga digno de esta España rescatada con tanto dolor.

Afectuosamente os saluda.

JUAN”

Hablé con el General González del Yerro de esta historia en el Escorial. Celebrábamos el bicentenario de la Orden de San Fernando a la que pertenecía por ser Medalla Militar Individual. Al terminar la conversación los dos nos preguntamos donde estaría aquel Banderín. Coincidimos en que debería regresar a la Legión; al haber ya cumplido su misión, aquél era su lugar. Pero no sabemos donde está.

También estábamos de acuerdo en que jamás debe perderse el recuerdo de  gestos como éste, llenos de simbolismo. Pero nuestra historia está llena de recelos, con lo que se destruye más que se construye; ocurre también con la historia militar.

Nuestros museos son revisados constantemente para evitar que la exhibición de una bandera capturada al enemigo pueda traer un conflicto o que la frase de un gran genio de la guerra pueda herir la sensibilidad de algún icono del pacifismo. Todavía recuerdo aquél malintencionado intento de modificar los artículos del Credo de la Legión y lo absurdo de un ministro de defensa modificando la letra que se recita en el homenaje a los caídos.

Siempre andamos con la inconformidad a cuestas, con las sospechas, dispuestos a renunciar al rigor de la historia. Preferimos repetir una mentira mil veces hasta convertirla en verdad; nos resistimos a la incuestionable rigurosidad de la historia cuando esta no es nuestro gusto.

Hasta los museos militares muestran la historia casi de puntillas y en algunos casos mirando hacia otro lado. Ya no suelo frecuentarlos, excepto algunos muy específicos, casi escondidos, de alguna unidad que guarda con celo sus tesoros de guerra.

descargaHoy hablo en voz alta contando la historia del Banderín de la 16 Compañía de la IV Bandera de la Legión. Sus acciones, y esta última de su glorioso Banderín al que dirigieron su vista tantos legionarios antes de morir, quedarán inmortalizadas siempre que difundamos su historia. Aquél desgarrado Banderín, que a pesar del elevado número de bajas jamás mordió el polvo ni cedió en ningún combate, sigue en pie dando ejemplo de valor y heroísmo. El oficial que al terminar la guerra era depositario del mismo era el Teniente González del Yerro, oficial más antiguo de la Compañía, y el más cualificado de los que sobrevivieron , por tener la Medalla Militar Individual. La sangre derramada por la grandeza de la Patria acredita el honor para ser guardadores de las enseñas de combate.

General de División (R.) Rafael Dávila Álvarez

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27 agosto 2021

15 AGOSTO DE 1936 LA BANDERA DE ESPAÑA EN LA GUERRA CIVIL (De mi libro La guerra civil en España. El general Dávila, Franco y las campañas que decidieron el conflicto)

Hubo un tiempo en que colgábamos nuestra bandera en los balcones…

Durante la guerra civil hubo un ligero retraso en disponer del uso oficial de la bandera roja y gualda porque el sentimiento republicano había calado en mucha gente, también entre el generalato que quería combatir los crímenes y el desorden, pero no consideraban a la República como el enemigo.

El general Luis Redondo en su libro El Requeté cuenta que el primer contacto de Manuel Fal Conde y Mola, representante de los Tradicionalistas, se realizó el 11 de junio a través de José Luis Zamanillo, y este entregó al general en su nombre una nota con una serie de puntos para el acuerdo de participación en la sublevación. Al final de la nota decía: «Se da por supuesto que el movimiento será con la bandera bicolor».

Era algo muy arraigado y casi cuestión indiscutible para que los carlistas se unieran al movimiento. En conversación de Franco con Don Juan en diciembre de 1954 dice Franco: «El general Sanjurjo perdió el 10 de agosto de 1932 porque, a la ligera, creyó que la opinión pública republicana reclamaba entonces lo que tardó cuatro años todavía en reclamar. En 1932, y hasta 1935, había mucha gente que todavía creía viable la República. Y por eso, todavía en julio de 1936, tuvimos que hacer el paseíllo con la bandera del himno de Riego, menos en Pamplona» (Pedro Sainz Rodríguez. Un reinado en la sombra, pág. 230. Planeta, colección Espejo de España).

Sanjurjo escribe a Mola el 9 de julio: «Mi parecer sobre la bandera es que debería por de pronto solucionarse, dejando que los tradicionalistas usen la antigua, o sea la española, y que aquellos Cuerpos a los que hayan de incorporarse fuerzas de esta Comunión no lleven ninguna. Esto de la bandera, como usted comprenderá, es cosa sentimental y simbólica, debido a que con ella dimos muchos nuestra sangre, y envuelta en ella fue enterrado lo más florido de nuestro Ejército, y se dio el caso de que nuestra guerra civil entre tradicionalistas y liberales unos y otros llevaron la misma enseña. En cambio, la tricolor preside el desastre que está atravesando España. Por eso me parece bien lo que me dicen de que usted ha prometido que el primer acto de Gobierno será la sustitución de la misma» (Antonio Lizarza Memorias de la conspiración, citado en el Requeté de Luis Redondo y Juan de Zavala).

Por fin la Junta de Defensa restableció la Bandera de España, la bicolor, rojo y gualda, por Decreto nº 77 de 29 de agosto:

«El movimiento salvador de España, iniciado por el Ejército y secundado entusiásticamente por el pueblo, fundidos en el fervoroso anhelo de reanudar su gloriosa historia, ha sido presidido espontánea y unánimemente por el restablecimiento de la tradicional bandera bicolor. Rojo y gualda.

Solo bastardos, cuando no criminales propósitos de destruir el sentimiento patriótico en su raíz pueden convertir en materia de partidismo político lo que, por ser símbolo egregio de la Nación, está por encima de parcialidades y accidentes.

Esa gloriosa enseña ha presidido las gestas inmortales de las sucesivas generaciones; ha ondeado los días de ventura y adversidad patrias, y es la que ha servido de sudario a los restos de patriotas insignes que, por los servicios prestados a su país, merecieron tal honor.

Bajo sus pliegues gloriosos se ha producido, ahora, esta vibración patriótica jamás superada y al recoger este clamoroso anhelo popular y restablecer oficialmente la bandera bicolor como pabellón de España, la Junta de Defensa Nacional no hace sino dar estado oficial a lo que de hecho existe ya en todo el territorio liberado».

Antes de publicarse el Decreto y con autorización de la Junta de Defensa el 15 de agosto se realizó el cambio de bandera en el Ayuntamiento de Sevilla. El general Franco cedió al general Queipo de Llano la retirada de la tricolor y él izó la bicolor. Hablaron Queipo de Llano, Millán Astray y Franco ante una multitud que abarrotaba la plaza de San Fernando después de haber asistido a la procesión de la Virgen de los Reyes.

Dijo Franco: « ¡Sevillanos¡ Ya tenéis aquí la gloriosa bandera española; ya es vuestra; el heroico general Queipo de Llano la ha inaugurado en esta fiesta solemne y en forma oficial. Esta bandera roja y gualda es la que está en el corazón de la inmensa mayoría de los españoles. Él os ha explicado el origen de la bandera y os ha repetido como nuestros heroicos soldados se batieron y supieron morir en defensa de la Patria, a la sombra de la bandera roja y gualda».

Poco tiempo después, el 13 de septiembre, se regulaba cuanto hacía relación a las dimensiones oficiales de la Bandera de España, sus honores y juramento de fidelidad.

TOQUE DE RETRETA

Un día no muy lejano escribía:

En el recuento hay días que falta alguien. Se reza y se llora, pero no habrá novedad mientras el deber y el honor no mueran. Lágrimas de soldado, secas y duras como perlas milenarias, invisibles, rostros que, a pesar de todo, transmiten sosiego y paz. El servicio de noche ya se prepara. Centinelas de la noche, sombras del servicio, que aseguran una aurora de paz.

La Bandera se ha recogido. En la noche no se ve la Enseña, pero no descansa, no se esconde, cubre el silencio con su manto de protección esperando izarse de nuevo. Otro día y siempre, como horizonte permanente del soldado que la ha besado al jurar que siempre estará en lo alto.

Nuestra Bandera ha sido arriada del territorio nacional y su brillo ha sido eclipsado con la infamia del consentimiento de todos, sin que nadie haga nada, sin cumplir ni hacer cumplir la ley. Deberíamos sonrojarnos, todos. De seguir así perderemos el honor y tendremos que dejar de decir: ¡Sin novedad!

Hemos perdido el honor. No es retórica. Es lo que veo.

La Bandera de España no se iza en todo el territorio nacional. En Cataluña y en muchos rincones del País Vasco se ha arriado la Bandera de España. Incluso se la ofende a diario. Nadie hace nada, no pasa nada.

No lo olvidemos. Ese es el parte, la novedad más importante que hoy y siempre comunicaremos al mando.

Mañana será otro día…, pero todo seguirá igual.

Sentencia del Tribunal Supremo del 24 de julio de 2007:

La bandera debe ondear diariamente con carácter de permanencia, no de coyuntura, no de excepcionalidad sino de generalidad y en todo momento.

Rafael Dávila Álvarez. General de División (R.)

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15 agosto 2021

 

UN HISTORIADOR LLAMADO ÁNGEL VIÑAS Rafael Dávila Álvarez

Debo ser agradecido. Un buen amigo me remite al blog del señor Viñas, don Ángel, historiador, para que lea los artículos que me dedica. Como publico todo bueno o malo que se habla sobre mi libro (La guerra civil en el norte. El general Dávila, Franco…), debo también hacerlo para quien, ni bien ni mal, sino tibio lo hace (Apocalipsis 3:16). Por tanto doy las gracias a tan insigne doctor por haber dedicado tantas horas a mi humilde publicación; en algo estará interesado —o muy aburrido— para escribir cuatro entradas sobre él en su blog. Gracias señor Viñas por contribuir al éxito editorial. El próximo libro, espero que sea en breve, le resultará aún más atractivo, se lo adelanto para que vaya encargando su ejemplar.

Los hunos y los hotros solo quedan en la mente airada por el viento, ese que es de ninguna parte y, como nadie le abre sus puertas, agita la mar en calma. Calma, sosiego y lectura pausada.

Sintaxis es simple y llanamente hacerse entender en lo escrito y eso no está al alcance de todos, aunque el que escriba alardee de título académico.

Tengo que hacer un alto en el camino. Un respiro ante este aburrido vericueto en el que me he metido con un artículo de agradecimiento al insigne historiador Ángel Viñas. A pesar de ser justo y equitativo.

No sé que más decir; tampoco creo que sea conveniente. Gracias y poco más. Si algo quiere de mí, señor Viñas, estoy a su disposición, siempre dispuesto a aprender, eso sí, con sencillez, la literatura espesa y aburrida suele esconder incompletos conocimientos en afanes de protagonismo que no logran alcanzar mis capacidades.

Nada señor Viñas: gracias, y ya sabe que esta vez me ha ganado 4-1.

No se preocupe porque la guerra en el conjunto no ha terminado. La guerra es «el arte del no yo» (un sabio amigo): sabiduría, y eso hoy escasea en cierto mundillo académico (?). ¿Le suenan sus cañonazos? Pólvora mojada.

Fue Spinoza el que se adelantó a los tiempos; porque conocía el alma humana, es decir, la razón: «La paz no es la ausencia de la guerra, es una virtud, un estado de la mente, una disposición a la benevolencia, la confianza y la justicia». No ofrece la menor duda. Estamos en guerra y en ella alguno quiere ser protagonista por lo que lanza flechas creyéndose Apolo. De tanto tensar el arco, este se vuelve inservible.

Gracias señor Viñas.

Todo pudo ser, pero no fue, por mucho que nos empeñemos en que vuelva a ser. Nada se repite, excepto la morcilla y algún escritor. ¿Le suena Heráclito?

Pues nada, hoy va de Á(á)ngeles.

«Nada es lo mismo, nada
permanece.
Menos
la Historia y la morcilla de mi tierra:
se hacen las dos con sangre, se repiten».

Eso quisiera(n). No será.

Por último: las guerras se hacen a tiros y las historias con documentos. El pasado es inamovible y no por mucho inventar o contar a medias se desplaza a uno u otro lado. Nos guste o no.

Pues con Heráclito termino: «La guerra es el padre y el señor de todas las cosas. Y a unos hace libres y a los otros siervos».

Por los siglos de los siglos.

Rafael Dávila Álvarez. General de División (R.)

Blog: generaldavila.com

30 julio 2021

¿DESPUÉS DE LA DESILUSIÓN QUE VENDRÁ? Rafael Dávila Álvarez. General de División (R.)

«La guerra en la que no queríamos creer ha estallado, y nos ha traído la… desilusión» (Sigmund Freud, Consideraciones actuales sobre la guerra y la muerte, 1915).

«¿Hay una manera de liberar a los seres humanos de la fatalidad de la guerra?». Le preguntaba Einstein a Freud en el verano de 1932. Einstein reconocía que la habitual orientación de su pensamiento no le permitía formarse una idea acerca de las profundidades del querer y sentir humanos y confía en Freud para que le ayude a resolver el mayor problema que se plantea la sociedad. Las profundidades de la sencilla inteligencia del sabio no le permitieron conocer el alma humana, allí donde radicaba la contestación a su interrogante. Ello incluso le lleva a anticiparse a la respuesta aludiendo a «que los Estados creen una autoridad legislativa y judicial para la solución de todos los conflictos que surjan entre ellos».

La correspondencia entre los dos sabios recogida en esa joya de la humanidad ¿Por qué la guerra? es de lo mejor que se ha escrito sobre el interior del fenómeno guerra.

Freud duda de que haya una definitiva respuesta y, en mi escasez, llego a pensar que sabe que no hay una solución. En su análisis recuerda la situación original en la que dominaba el mayor poder, la violencia bruta que se vio reforzada y sustituida por el empleo de las herramientas: armas y habilidad. Dice Freud que la superioridad intelectual comienza ya a desplazar a la fuerza muscular bruta, pero el objetivo final de la lucha sigue siendo el mismo: eliminar al enemigo, matarle.

Al fin se pasó de la violencia al derecho, al poder de la comunidad, y de alguna manera se supera la violencia por la cesión del poder a una unidad más amplia. Pero la desigual distribución del poder entre sus miembros crea conflictos de intereses e incluso ocurre que las leyes hechas por y para los dominantes conceden pocos derechos a los dominados. Por tanto unos manejarán la fuerza y otros serán incitados constantemente a la violencia, incluso se da el oxímoron: pacífica violencia.

No le queda más remedio a Freud que sacar a relucir la teoría de las pulsiones: «conservar y unir (eróticas)—destruir y matar(de destrucción)». Siempre en una se da algo de la contraria. Es la vida. El mejor ejemplo es la Ilíada. Pocas diferencias. «Por consiguiente, parece que el intento de sustituir el poder real por el poder de las ideas está condenado por el momento al fracaso» y sentencia: «El ser viviente protege en cierta manera su propia vida destruyendo la vida ajena».

Freud deja a Einstein en silencio. No volverán a hablar del tema. Queda abierta una esperanza que se frustra cada día: «La esperanza de que estos dos factores —la actitud cultural y el fundado temor a las consecuencias de la guerra futura— pongan fin a los conflictos bélicos en un plazo limitado no sea utópica».

Einstein y Freud no llegan a soluciones. Se les había adelantado Pascal:

«Guerra intestina del hombre entre la razón y las pasiones.

Si no hubiera más que la razón sin pasiones.

Si no hubiera más que las pasiones sin razón.

Pero, al haber lo uno y lo otro, no puede estar sin guerra, no pudiendo tener paz con lo uno más que teniendo guerra con lo otro.

Así, está siempre dividido y en contradicción consigo mismo» (L621/B412. Pascal. Pensamientos. Gabriel Albiac).

Estaba roto el cerrojo de la puerta cuando entró el presidente y oyó a Einstein y Freud hablar de cosas raras que él no entendía.

Ellos al verle le preguntaron. ¿Por qué? Incluso llegaron a decir: «La ley es mejor que el desorden»; pero el hereje supo hacer ver su herejía como la más pura de las ortodoxias.

Einstein y Freud en el ¿Por qué la guerra? olvidaron estudiar los efectos de poner al mando a un tonlisto, situación de la que solo se puede salir pidiendo la gracia al cielo para que del estiércol sepan levantarse los pobres y de los tontos haga discretos. No cayeron en que ahí estaba el problema y la solución.

Hemos cedido el poder a uno de estos últimos indiscretos o tonlisto.

Y el plasma dictó sentencia. En 4 minutos se aprobó una nueva Constitución televisada y aceptada sin remedio. Con forma, conforme y con firma; que no conforma a nadie.

Son eso: un grito y una consigna. Nada más; ni menos.

¿Después de la desilusión qué vendrá? Desde luego no la solución.

Rafael Dávila Álvarez. General de División (R.)

Blog: generaldavila.com

24 junio 2021

 

 

 

 

FRANCO, ¿JEFE DEL ESTADO? «CON FRANCO NOS SALVAMOS, SIN FRANCO NOS HUNDIMOS». Rafael Dávila Álvarez

GUERRA CIVIL 1
Uno de los momentos más trascendentes de la guerra civil española y de la reciente historia de España fue el nombramiento el 1 de octubre de 1936 del general de División Francisco Franco Bahamonde Jefe del Estado español.

De repercusiones, entonces inimaginables, los hechos tal y como sucedieron están sembrados de dudas y las distintas versiones contienen errores en nombres, lugares, fechas y, lo más importante, no relatan con exactitud lo ocurrido. ¿Hubo alguna intención?

Uno de los protagonistas fue el general Fidel Dávila Arrondo y en una de sus habituales notas que a diario tomaba sobre los hechos vividos nos lo cuenta con todo tipo de detalles.

Narrado en el libro La Guerra Civil en el Norte. El general Dávila, Franco y las campañas que decidieron el conflicto, en síntesis viene a decir que Franco fue nombrado Jefe del Estado de una manera un tanto atípica y casual y no con el acuerdo de todos los generales implicados.

A la muerte del general Sanjurjo el alzamiento quedó acéfalo lo que llevó a crear una Junta de generales para dirigir los acontecimientos (Junta de Defensa Nacional). Se pensó en sustitutos de Sanjurjo y aparecieron nombres como el del Infante D. Carlos de Borbón-Dos Sicilias (Teniente general; padre de Dª María esposa de D. Juan), incluso se le propuso al general Severiano Martínez Anido, que declinó el nombramiento. Al no encontrar una persona de consenso que aunase voluntades y fuese aceptada por todos se creó una Junta de Generales en la que se encontraban los que iniciaron el alzamiento y conducían las operaciones, aunque la labor diaria de la Junta la llevaban Cabanellas, Mola y Dávila.

A finales del mes de septiembre de 1936 toda la dirección del alzamiento seguía dirigida por la Junta de generales. Las tropas de Franco y Mola habían logrado contactar y la proximidad a Madrid, objetivo principal, les hizo ver la necesidad de crear un mando único para las operaciones. Un General en jefe que dirigiese a ese Ejército aún sin organizar, que no contaba con la estructura y medios necesarios.

Para tratar el asunto la Junta de generales se reunió en un viejo aeródromo de Salamanca. Dos veces.

La primera el 21 de septiembre. En ella se habló sobre todo de la conquista de Madrid. La capital de España era el objetivo principal. Más urgente que posible; un deseo inalcanzable con los escasos medios disponibles, pensaban algunos miembros de la Junta. También se habló del mando único, pero nadie estaba dispuesto a profundizar en el tema. El carácter de los generales con mando en los ejércitos, Franco, Queipo de Llano y Mola no hacía fácil la designación. Sobre todo había reticencias sobre a quién asignar la dirección política. No se llegó a ningún acuerdo en esta primera reunión.

El día 28 de septiembre, recién liberado el Alcázar de Toledo, volvieron a reunirse en Salamanca.

Se habló de la marcha de las operaciones y el futuro político del movimiento. El último punto tratado fue de nuevo la designación de un mando único para dirigir las operaciones militares. No había mucho interés en el tema, pero en aquellos momentos lo importante era la dirección militar de la campaña. No todos estaban de acuerdo. Al no lograse unanimidad se decidió someterlo a votación que resultó lindante en la unanimidad.

Se aprobó una moción relativa a nombrar generalísimo de los ejércitos y a continuación se pasó a decidir la persona, que recayó en Franco, pero sin que eso afectase a las atribuciones de la Junta de Defensa y sus funciones. En definitiva, el general Franco pasaba a ser jefe de los Ejércitos, pero la dirección política y militar seguiría llevándola la Junta de Defensa Nacional.

Hubo un paréntesis para el almuerzo y al terminar este, con sorpresa para alguno, la mayoría de los generales empezaron, de manera un tanto precipitada, a irse a sus respectivos lugares de procedencia, con lo que no quedaba claro cuáles eran las funciones que en lo militar y político desarrollarían el general Franco y la Junta.

Esto contrarió al general Dávila que se lo hizo ver al general Mola.

La situación que le describió Dávila era la urgente necesidad de que el mando militar tuviera absoluta libertad de actuación sin estar mediatizado por la Junta de Defensa, además de que el bando nacional no estaba reconocido por ningún Gobierno extranjero y se sabía que alguno de ellos había deslizado su parecer para que desapareciese el cariz de «Pronunciamiento militar» que significaba el regir el país una junta de generales. Por todo ello lo adecuado era que la Junta declinase todos sus poderes en Franco y se le nombrase jefe del Gobierno, algo que no se había tratado en Junta por la precipitada marcha de sus vocales.

Mola estuvo de acuerdo en todo y ambos se lo plantearon a Franco que aún permanecía en el lugar. La respuesta de Franco fue inmediata: «Dispuesto a asumir el cargo y a pechar con la papeleta si se tomase tal decisión».

Era necesario el acuerdo de todos los vocales y Dávila inició los contactos con ellos para recabar su voto. No fue fácil. Cada uno estaba en su lugar, alejados y poco interesados en el tema. Con los primeros generales con los que Dávila habló fueron Cabanellas (presidente de la Junta) y Gil Yuste; el primero se negaba en rotundo y el segundo ponía severos inconvenientes. Queipo de Llano se oponía en rotundo e hizo llamadas telefónicas a otros vocales para que no lo aprobasen. Dávila contaba con la aprobación de Orgaz, Mola, Saliquet y Ponte con lo que obtenía la mayoría absoluta, pero no le parecía adecuado la aprobación sin la aceptación del presidente de la Junta, general Cabanellas. Hubo que convencer a Gil Yuste y plantearle a Cabanellas lo improcedente de aquella aprobación sin contar con su voto siendo el presidente; accedió sin más objeciones.

Durante sus consultas a los vocales, aquellos con los que Dávila trató directamente le propusieron que fuese él el nombrado Jefe del Gobierno, a lo que se negó por su edad y ser desconocido por la por la mayoría del pueblo. Era necesario un general con más prestigio.

Aprobadas, al fin, las propuestas se mandó publicar en el Boletín Oficial lo acordado, que era nombrar a Franco Jefe del Gobierno del Estado y Generalísimo de las fuerzas de tierra, mar y aire, y general jefe de los Ejércitos de operaciones.

¿Pero cómo llegó el nombramiento de Jefe del Estado? Era enorme la distancia entre jefe del Gobierno y la de jefe del Estado.

Enviado el Decreto esa misma noche del día 29 para su publicación al día siguiente, en la madrugada el teléfono despertó a Dávila. Era Nicolás Franco quien desde Salamanca decía no ver acertada la disposición de jefe del Gobierno ya que no proporcionaba la suficiente libertad de acción. Se llegó a un arreglo rápido y definitivo: se suprimía la palabra Gobierno y quedaba solo Jefe del Estado.

Era todo el mando lo que exigía Franco a través de su hermano Nicolás. Así se hizo.

No se pudo avisar del cambio introducido a los generales de la Junta dadas las horas en que se produjo, pero nadie objetó nada ante tan inopinada decisión dado el prestigio de Dávila que hasta la fecha había sido el promotor de las iniciativas de la Junta.

Franco obtenía el mando. Todo el mando.

Eran momentos muy delicados y estaba en juego la victoria o la derrota. El carácter de los generales protagonistas era fuerte, hombres de mando, no fáciles de convencer y dirigir. Estaban a las puertas de Madrid y había distintos criterios sobre la dirección de la guerra. Para relacionarse con el exterior era necesaria una cabeza visible y una organización administrativa y estatal representativa. En la milicia eso se conoce bien y a ello respondía la decisión: alguien que mande.

Dijeron: «Con Franco nos salvamos. Sin Franco nos hundimos».

Y Franco obtuvo el poder, todo el poder.

Rafael Dávila Álvarez. General de División (R.)

10 junio 2021

Blog: generaldavila.com

La Guerra Civil en el Norte. El general Dávila, Franco y las campañas que decidieron el conflicto

 

 

 

 

 

 

Publicado en ABC (César Cervera) Desde el norte de la Guerra Civil con tensión: un relato inédito del bando Nacional que desmonta mitos

Rafael Dávila Álvarez desmonta en el libro ‘La Guerra Civil en el Norte‘ (La Esfera de los Libros) gran parte de lo de que tradicionalmente se ha dado por sentado sobre el proceso que llevó a Franco a hacerse con el mando único

El juego de tronos por hacerse con la jefatura del bando nacional a finales del verano de 1936 alumbró tensiones, empujones, malentendidos, patadas por debajo de la mesa y un sinfín de intereses cruzados que incluyeron el de naciones extranjeras. Por el testimonio de algunos de los presentes se ha podido reconstruir lo que sucedió aquellos días en los que Francisco Franco, un general africanista que se había suscrito al golpe a última hora, se hizo con el mando único en Salamanca, pero nunca con la nitidez con la que hoy lo hace el nieto de un testigo y protagonista directo de estos acontecimientos que cambiaron el rumbo de España.

Mientras dure la guerra y más allá

En la guarda del libro

 

El diario del general Fidel Dávila Arrondo, plasmado en el libro de su nieto Rafael Dávila Álvarez ‘La Guerra Civil en el Norte’ (La Esfera de los Libros), desmonta gran parte de lo que tradicionalmente se ha dado por sentado: si Franco salió de la ciudad como jefe de Estado no fue porque así se votara en una junta (está claro, que lo suyo no era votar), sino por lo que ocurrió luego.

«Se habló del tema en la Junta de Defensa Nacional del día 28 de septiembre y entregaron su confianza a Franco, pero realmente no le dieron el mando a nadie y no fueron capaces de ponerse de acuerdo todos esos caracteres tan fuertes y diferentes, muchos de los cuales no se llevaban muy bien. El mando lo seguía teniendo la junta de generales, lo cual es algo que no gustaba en el extranjero», aclara su descendiente, que incluye en su nueva obra estos testimonios inéditos y muchas novedades historiográficas sobre la financiación del ejército sublevado, los intereses internacionales en torno al suministro de combustible y todo lo que ocurrió entre bambalinas. «Mi abuelo tenía la costumbre de ir apuntando día a día lo que le pasaba en la vida», añade el autor de ‘La Guerra Civil en el Norte’ (La Esfera de los Libros).

Cuando Fidel Dávila y Emilio Mola repararon al día siguiente en que, a pesar de todas las conversaciones, la junta no había renunciado a sus atribuciones, empezaron a recopilar uno a uno los votos de los generales, que para ese momento «habían salido con prisas» en direcciones distintas. «Mi abuelo, que tenían un enorme prestigio en el Ejército y fama de sensato tras su paso por África, fue llamándolos, visitándolos individualmente y pudo así lograr que se redactara un decreto para nombrar a Franco jefe del Gobierno y generalísimo», señala Dávila Álvarez, hoy general de división retirado.

La 46 División de El Campesino en la ofensiva del Ebro. Quedó diezmada en Gandesa.

Pero aquello no era suficiente, no para el equipo personal de Franco. Esa misma noche, Nicolás Franco, conocido por sus horarios de búho, llamó a Dávila para expresarle que ser jefe de Gobierno limitaba mucho las posibilidades de su hermano. El africanista ofreció, como opción más avanzada, cambiar lo de jefe de Gobierno por jefe del Estado, un paso trascendental que sorprendió a muchos miembros de la junta a pie cambiada y sin comprender lo que había pasado. « Miguel Cabanellas habló todavía al día siguiente de Franco como jefe del Gobierno, no del Estado», apunta el descendiente de Dávila. El Boletín Oficial del Estado del día 2 de octubre se encargó de aclarar la confusión.

El pánico en el norte

El libro repasa la trayectoria de España y de sus militares desde la salida de Alfonso XIII del país hasta las últimas operaciones de la Guerra Civil en Barcelona, con el foco principal puesto en el frente norte donde Dávila tomó el mando tras la muerte del general Mola en un accidente aéreo. Cuando pasa casi un siglo del estallido de la guerra y muchos mitos se han venido abajo, la pregunta ya no es cómo el bando republicano pudo aguantar tanto tiempo en pie, en una suerte de David contra Goliat, sino cómo la República, con más medios financieros, la industria y las grandes ciudades en su lado de España y una parte importante de las Fuerzas Armadas leales a su causa, pudo dilapidar tan pronto sus ventajas frente a unos militares sublevados que tuvieron que improvisar a la carrera un Estado.

«El bando nacional tenía una cosa fundamental: orden, mando y disciplina. Un sistema de organización que funcionaba tanto en lo administrativo como en los campos de batalla para exprimir lo máximo los recursos tanto materiales como humanos. La diferencia entre los mandos de uno y otro bando es abismal», considera Rafael Dávila Álvarez.

‘La Guerra Civil en el Norte’ recupera un informe del general Vicente Rojo, jefe de Estado Mayor del Ejército Popular de la República, hablando en términos catastróficos de las unidades y del pánico que se respiraba en sus filas. El republicano no veía posible el repliegue estratégico y solo contemplaba aferrarse al terreno y defenderlo palmo a palmo, cosa que sabía no iba a suceder. «La opinión generalizada de que el general Rojo era un magnífico general no está justificada. Era un buen oficial del estado mayor, pero a lo largo de toda la guerra solo perdió batallas y hasta la contienda. Lo que sí se aprecia es su lucidez en los informes», argumenta Dávila Álvarez, quien recuerda que, a pesar de la rivalidad con su abuelo, la familia del republicano envió una carta de afecto y admiración con motivo del fallecimiento del general.

Otra de las novedades documentales de esta obra de la Guerra Civil, pensada para entretener, divulgar y ofrecer material nuevo a los historiadores, está en las tensiones que vivió Franco, fuera de foco, con sus colaboradores más estrechos. «En un momento dado, Franco se quejó de que sus generales llegaban tarde al frente. Un documento sugería que los oficiales debía ir más acelerados y más tempranos a sus puestos de mando», expone el autor en una anécdota, al gusto de Gila, que reviste importancia para romper con el mito del ejército completamente cohesionado y sin margen para debatir las opiniones distintas. El propio Dávila discrepó abiertamente de la orden de Franco de conquistar Valencia en vez de ir directamente a Cataluña, desde donde no paraba de entrar armamento y efectivos republicanos. «¡Pero mi general es que me vas a mandar a comer naranjas!», se quejó Dávila, medio en broma, medio en serio, a Franco.

Se calcula que hay más de 35.000 libros que tratan o mencionan algún aspecto de la Guerra Civil, uno de los episodios históricos que más interés sigue despertando hoy dentro y fuera del país. ¿Es necesario otro libro más, en este caso sobre el frente norte? Sí para Dávila Álvarez, que defiende que «hay que olvidar la guerra desde el punto de vista del enfrentamiento, pero tenemos la obligación de conocer la verdad, porque olvidar no puede significar no conocer». Profundizar, argumentar y ofrecer documentos son las señas de identidad de su libro.

ABC 3 de junio 2021 por César Cervera

Blog: generaldavila.com

4 junio 2021

SEMANA SANTA CASTRENSE General de División (R.) Rafael Dávila Álvarez

Legionarios portando a hombros al Cristo de la Buena Muerte en Málaga

¡Guiones y banderines de la Legión, rindan honores a nuestros muertos!

Es la voz de mando del Jefe de la formación legionaria. Es el recuerdo al legionario de todos los tiempos. Tiene la Legión especial rito para dar tierra a sus hijos y para recordarlos en sus formaciones. Los muertos de la Legión, los legionarios novios de la muerte, son inmortales. ¡Qué difícil explicarlo! Tanto como comprenderlo y asimilarlo. Siempre presentes. No da miedo pronunciar la palabra: muertos de la Legión. Es la rotundidad del lenguaje legionario. La muerte es familiar, forma parte del combate y de la historia de la Legión.

La muerte en los soldados no se toma con frivolidad ni es un reto arrogante o temerario. Se es muy consciente, en silencio y en los adentros, en los sentimientos, que en cualquier momento puede ocurrir. Ante el hecho, el más trascendente de la vida: dignidad.

Es una temporalidad que pasa, aunque deje imborrable huella cuando es el compañero el que se va. Eterno recuerdo porque  la muerte es vida y ejemplo que a todos, cada uno en su único momento, nos llegará.

La Semana Santa da comienzo

¡Guiones y banderines rindan honores a nuestros muertos!

La Semana Santa da comienzo. Es momento de reflexión y dolor. Un paréntesis necesario. ¿Se celebra la muerte? Sería un eterno fracaso. Es el necesario tránsito del dolor, del sufrimiento y entrega por los demás, a la victoria sobre esa temporalidad llamada muerte.

La Semana Santa mucho tiene que ver con la entrega y sacrificio, con los soldados de España; tanto que es el espíritu que define su quehacer diario. La entrega y el sacrificio por los demás.

La muerte no es el final

La muerte no es el final, cantamos en un profundo rezo por nuestros compañeros muertos. Es el canto que abre el camino, el paso siguiente hacia la eternidad. Esperanza: ‹‹Cuando, Señor resucitaste, todos vencimos contigo, nos regalaste la vida, como en Betania al amigo››

Rodean los pasos y tronos los soldados. Cientos van por ellos escoltados. Firmes y pensando en centinelas, vigilias en noches compartidas.

Aquel hombre que decía ser Hijo de Dios pasó sus últimas horas entre ellos, entre soldados. Azotado y vigilado. Cuando murió, el Centurión, el capitán, dio la voz de alarma que conmocionó al mundo hasta nuestros días:

¡Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios! No hubo más pregón. Era la consigna, el santo y seña, que recorrería cualquier posición, cualquier rincón. Lo había dicho el capitán cuando Jesús murió.

También en el momento de la Resurrección, vigilando el sepulcro, estaban los soldados. El paso de la muerte a la vida, el tránsito, vigilado y pregonado por los soldados. Ahora se entiende mejor todo este misterio. La mística enraizada en la tropa con su capitán al frente. Venía de lejos aquella fe comentada, desde el día en el que un centurión fue sorprendido por su fe:

‹‹Jamás vi tanta fe en Israel››.

Resuena desde entonces, desde aquella fe lejana y heredada, la pena que nos alcanza por un hermano perdido. Es cuando el adiós dolorido busca en la Fe su esperanza. Empezamos a comprender. Desde entonces en su palabra confiamos.

La muerte no es tan horrible como parece porque la muerte no es el final. Por eso hay un Cristo Legionario, de la Buena Muerte. Por eso hay fe en los soldados. Por eso cantamos y rezamos:

‹‹En tu palabra confiamos

con la certeza que Tú

ya le has devuelto la vida,

ya le has devuelto a la luz››.

El morir en el combate es el mayor honor

Testigos del tránsito entre la muerte y la vida fueron los soldados. Testigos de la Resurrección. La muerte en los soldados no se toma con frivolidad ni es un reto arrogante o temerario. Es la Fe en que La Muerte no es el Final

‹‹Tú nos dijiste que la muerte

no es el final del camino

que aunque morimos no somos,

carne de un ciego destino››.

Ahora se entiende que El morir en el combate es el mayor honor. No se muere más que una vez. La muerte llega sin dolor y el morir no es tan horrible como parece. Lo más horrible es vivir siendo un cobarde.

‹‹Si así mi vida concluyo

Y así la muerte me espera

Aquí me tiene por suyo;

Ni la llamo ni la huyo;

Puede venir cuando quiera››.

General de División (R.) Rafael Dávila Álvarez

Blog: generaldavila.com

Fue publicado el 10 abril 2017

LA ACADEMIA DE LAS CIENCIAS Y LAS ARTES MILITARES General de División (R.) Rafael Dávila Álvarez

Me entero de soslayo de la puesta en marcha de la Academia de las Ciencias y las Artes Militares. Una gran noticia en el ámbito militar y civil que inicia su andadura algo desapercibida, reducida al área de algunos interesados, y de la que esperamos mayor difusión en todas las escalas y graduaciones y no ceñirse a un sector en concreto. Para ello lo primero es darse a conocer, no solo en el mundo civil, y a ello queremos contribuir con sumo gusto. Es una iniciativa que merece apoyo.

Scire, Cognoscere, Invenire es el lema elegido y de entrada me despista ya que no veo la razón de empezar con un latinajo cuando nuestra actual lengua dice tanto o más sin tener que recurrir ni siquiera al griego —puede que hubiese sido más atinado empezar con un hexámetro de la Ilíada que es una entera biblioteca en palabras de Borges —.

Cualquier Academia debe ser un centro de participación y difusión, no una mera tertulia literaria ni una reunión más o menos amplia de amigos, sino, en este caso, constituirse como clave para la Cultura de Defensa tan manipulada y mal difundida. Un instrumento de «utilidad colectiva» que tenga el apoyo de todos y mantenga la prudente distancia de lo oficial, necesario para la libertad, y más si esta oficialidad es partidista como desgraciadamente tan acostumbrados estamos. Veo con alegría que por ahí parece ser que va a caminar la Academia de la Ciencias y las Artes Militares; lo compruebo en su página Web (un tanto recargada) donde rebosa Ciencia y quizá falte algo de Arte (militar por supuesto).

Nuestra historia militar es la historia de la Nación, muy rica en hallazgos culturales más allá incluso de las teorías de las armas y del desarrollo de las batallas. Nuestros grandes poetas del Siglo de Oro fueron en su mayoría soldados en los Tercios de Flandes. No todas las naciones tiene semejantes antepasados.

Al militar no se le ha permitido en los últimos años teorizar en demasía ya que una negra sombra amenazaba vigilante cualquier declaración suya y, sabiendo que el arte y la ciencia se usan a menudo para enmascarar pensamientos demasiados libres y directos, solo entendibles para algunos, como flechas de Apolo, se les ha tenido observados y señalados hasta parecer, malintencionadamente, que son analfabetos de la ciencia y del arte.

Ojalá esa tendencia se rompa y esta Academia sea un paso adelante en el pensamiento militar, en el conocimiento y el descubrimiento de quienes su saber y conocer esconden, permanecen mudos, incluso impávidos ante ello.

Echo de menos una puesta de largo que reúna todas estas condiciones, presentación pública y sonora, cual cañonazo artillero.

No vean en mis palabras acerada espada, sino alegría y felicitación por tan buena iniciativa y mi disposición permanente para entrar en la lucha intelectual.

Hay que hacer el camino entre todos porque es evidente que a nadie basta nunca aquello que domina de un modo absoluto.

Vida y guerra son lo mismo, ciencia y arte que se combinan en la milicia para hacer posible, con la geometría del combate y la aritmética de la moral, el delicado arte de saber conducir la paz y la guerra.

Nuevos tiempos nos esperan. Hagámosle frente desde la perspectiva del que está atento al fuego y a la maniobra, de los que siguen vigilantes para adivinar lo que hay al otro lado de la colina.

Habrá controversia de si el arte de la guerra es una ciencia o es sólo un arte primitivo. No nos equivocaremos si de todo ello hablamos, que buena falta hace, y  dejamos, pues, a «la guerra como: arte para vencer con la ciencia». Sin olvidar que el lenguaje militar del que manda no debe deslumbrar al que obedece, sino que lo nuestro ahora y siempre es la arenga con su poder de atracción y arrojo.

El estilo militar es sobrio, elegante y decisivo; esa palabra militar oportuna y breve que logra lo que otros para ello requieren de un discurso.

Ciencia o Arte. Villamartín dijo: «No basta el conocimiento de la ciencia de la guerra para ser gran general, como no bastan las reglas de la versificación para ser gran poeta».

Felicitaciones y sea todo por España y sus ejércitos.

General de División (R.) Rafael Dávila Álvarez

Blog: generaldavila.com

25 marzo 2021

CORREOS. CUANDO LAS CARTAS NO LLEGAN Rafael Dávila Álvarez. General de División (R.)

De nombre oficial Sociedad Estatal Correos y Telégrafos, cien por cien pública y presidida por un amiguete del presidente del Gobierno, que así funciona lo uno y lo otro.

Nada hay (había) tan personal y sagrado como la correspondencia que hasta la Constitución protege (art. 18).

Cualquier envío; una carta es tan delicada como la intimidad de dos personas. Claro que hoy eso es un cuento de niños, ¿intimidad? ¿cuando los ataques diarios del agitprop llegan a tu más profunda recámara y es prácticamente imposible elegir la vida en soledad familiar?

Algunos seguimos usando el buzón de casa, el depósito de la carta con su sello, preferible al correo electrónico para ciertas comunicaciones. Abrir esa casita de noticias es todo un ritual.

Hay una gran empresa que se ha hecho amo y señor de envíos de todo tipo y me resistía a hacer uso de ella. Siempre he sido de carta, sobre y sello. Me pasa algo parecido con el periódico de papel, hay algo que me lleva a no abandonarlo.

El caso es que ni el domingo, ni los sábados, abro el buzón, pero a partir de ahora  tampoco los lunes, ni los martes, ni los miércoles… Aquí no aparece nadie.

Llevo 15 días esperando la que me envían por correo que es importante; también un libro que he pedido, y me dicen enviado por «correo exprés»; hace un mes. Me llegan en ocasiones cartas y recibos dirigidos a calles y nombres que nada tiene que ver con el mío o dirección. Unos se echan la culpa a otros. Que si hay atasco de correspondencia, que somos pocos, que no hay medios, que si la pandemia.

Como justificante solo nos queda la palabra y un sello. Es decir que pagar se ha debido pagar por un servicio no realizado. Todos se lavan las manos.

Lo normal siempre —en este caso ni les cuento— es echar la culpa al mensajero. Nadie repara en la ausencia de inspección y trabajo bien hecho; La verdad profunda de todo esto es que les importa un bledo. Pero la culpa la tenemos nosotros que hemos llegado a un estado de aceptación —de todo— que para sí quisieran los estoicos. Esta dependencia de lo mal o bien que otros hacen y todos pagamos es lo que nos caracteriza: sumisión.

La carta que usted escriba no llegará a su destino y si llega, es tan tarde, que el contenido nada tendrá que ver con lo que usted escribió.

Solo protesta quien sabe que está amparado y que su nombre no será grabado en los archivos profundos.

No interesa la letra, no escriba cartas privadas, se ha terminado el correo íntimo entre dos. Será tarde. O no llega o lo hará con otras palabras ya pasadas.

Todo empieza cuando las cartas no llegan. No echemos la culpa a los funcionarios. Revisemos el sistema que requiere modernización. Activarlo.

«Arrasado el jardín, profanados los cálices y las aras, entraron a caballo los hunos en la biblioteca monástica y rompieron los libros incomprensibles y los vituperaron y los quemaron, acaso temerosos de que las letras encubrieran blasfemias contra su dios, que era una cimitarra de hierro. Ardieron palimpsetos y códices…» (Los Teólogos. Borges).

Así estamos y seguiremos, en la pura especulación… Absortos, casi no percibimos el mundo físico.

Cuando lo lean, ni el presidente del Gobierno ni su amigo, el de Correos, entenderán nada, pero comerán perdices y nadie les dará con un canto en las narices.

Mañana empiezo a solicitar los servicios de la empresa privada. Esa tan famosa que, aunque sea cara, es segura, y te permites el lujo de recurrir y ganar cuando la razón te ampara.

Esta carta, con sobre y sello, va dirigida a la Moncloa y a su amigo el de Correos. No llegará.

Rafael Dávila Álvarez. General de División (R.)

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21 febrero 2021

 

 

 

 

QUIQUE SAN FRANCISCO ¡ADIÓS LEGIONARIO! General de División (R.) Rafael Dávila Álvarez

España lamenta el adiós de Enrique San Francisco, Caballero Legionario, una gran persona. Solo por los buenos ratos que nos ha hecho pasar le debemos nuestro recuerdo y oración. Su tristeza en la mirada la convirtió en la alegría de su sonrisa. Una vida nada fácil a la que se enfrentó con una mueca, no perdiéndole nunca la cara. Al que no le guste es que no sabe vivir.

Llevamos demasiadas muertes encima en estos tiempos y el dolor se nos ha presentado como de sorpresa para recordarnos que no podemos perder ni un instante en complicarnos la existencia a base de ser broncos y molestos como cada día nos demuestra esta rara convivencia que la política nos está enseñando. Por ello, cuando se nos va un hombre que supo poner sonrisa a la cara triste de la vida es de agradecer.

Quique San Francisco, además, quizá por eso, fue legionario, es decir un Caballero de la milicia y de la vida. Algo que nunca ocultó en tiempos como los que vivimos en los que ese oficio no vende en las alfombras rojas. Estuvo en el Regimiento Canarias 50, y fue Caballero legionario. Disparaba al corazón sonrisas a doquier y nunca le faltaba el cariño de la palabra amable con el raro componente de sincera, algo poco habitual en estos nuestros tiempos.

Me hubiese gustado conocer y convivir con aquel pelotón que encuadraba al cabo San Francisco. Vivir la alegría legionaria con quien sabía enfrentarse a la vida con el valor del humor y compartir lo bueno como juramento entre hombres que esperan que en cualquier esquina puede ocurrir eso. Sí: la muerte compañero.

Llegó para el cabo San Francisco, nobleza y firmeza, sin esconder nada, porque nos enseñó que de nada debe avergonzarse el hombre que reparte sonrisas a cambio de nada, generosidad legionaria que entrega lo mejor que tiene, y que nada malo se guarda, porque él es simplemente legionario; lo que significa todo para y por los demás.

Adiós legionario, te esperan ya; va siendo momento para el descanso, deja tu arma un rato, coge la cerveza de tu mano y sonríele a este aburrido mundo del que ya te despides. Ahí os quedáis, aquí nos quedamos. Más solos cuando se va un hombre bueno y de los de la cabeza de la vida, que jamás se escondió.

Se os dijo:

«Amparo encontraréis, cariño, una familia, os ofrece olvidos, honores, glorias, os enorgulleceréis de ser legionarios, podréis ganar galones, alcanzar estrellas; pero, a cambio de esto, lo tenéis que dar todo sin pedir nada; los sacrificios han de ser constantes; se os exige obedecer las órdenes militares ciegamente. Los puestos más duros y de mayor peligro serán para vosotros; combatiréis siempre y moriréis muchos, quizá todos. Entrad gozosos, sed felices y que Dios conceda a cada uno lo que venga buscando, si ha de ser para su bien».

No sé cómo lo ves y cómo te ha ido. Cuéntalo allí arriba donde hoy habrá un poco de fiesta. No hay límite ya para el número de reunidos: sois legión. Es inevitable la fiesta entre legionarios y más sabiendo que ha llegado Quique San Francisco.

Ríete de todo y de todos y vaya contigo mi abrazo legionario.

General de División (R.) Rafael Dávila Álvarez 

Blog: generaldavila.com

2 marzo 2021

LA POLÍTICA Y EL TIRANO Rafael Dávila Álvarez. General de División (R.)

Étienne de La Boétie escribe, mediados del siglo XVI, Discurso de la servidumbre voluntaria o el contra uno: «En tener varios señores no veo ningún bien; que uno, sin más, sea el amo, y que uno sólo sea el rey».

Así empieza; con Homero: «Esto dice Ulises en Homero (Iliada, Libro II, vs. 204–205)…».

Uno solo sea el amo. Hay interpretaciones.

La Boétie: «Lo único que los hombres no desean es la libertad, y no por otra razón que ésta: porque, si la deseasen, la obtendrían».

En Diccionario de Adioses encuentro la cita del maestro Gabriel Albiac: «La libertad, los hombres no la desean… Su enfermedad es el placer de ser siervos». La claridad de La Boétie puede que no guste demasiado; rotundo, aclara todo. Todo. Y vemos que es así.

La política solo tiene un nombre: dominación. Dominantes son también los que están a la espera de ocupar el puesto, o no, pero, mientras lo logran, o no, forman parte de la especie. Dentro de la política de un partido se es casta. Sea el que sea. Puro despotismo: «Autoridad absoluta no limitada por leyes; también abuso de autoridad, poder o fuerza en el trato con las demás personas», nos dice el Diccionario de la RAE.

El resto somos dominados y formamos parte de su rebaño encerrado en el redil. Rediles o naciones que nos abren, más o menos, sus puertas al amanecer. Vigilados por el perro pastor, bien educado de fidelidades pagadas. Nunca le faltará un plato con pienso. Ahora de asesor, incluso de embajador o general. Ya  saben.

La política es un juego que no admite moderación ni humanidad. Nada de sentimentalismo. Al dominante y al dominado les separa un abismo insoslayable.  Metafísica.

Ante ellos se presenta una auténtica lucha armada invisible. Podría llamarse guerra defensiva individual, porque el hombre desde que nace está defendiéndose de lo que le rodea y le oprime, desde el hambre, la enfermedad, hasta su propio crecimiento, todo es una guerra permanente. Es por ello que, cansado, se deja dominar en busca de no tener que preocuparse del todo.

Esa relación de servidumbre es la que existe entre los políticos y nosotros los dominados que, como si fuese —que lo es—  la guerra, se asemeja a la de vencedor y vencido. Desde la política administran la fuerza que les da su condición y se escudan en ella para no ser administrados. Y hacer su justicia.

Pretender hablar de política justa es hablar de guerra justa. No existe, porque no hay justicia cuando el fin es que el otro cumpla mi voluntad y renuncie a la suya. Que es el fin de la política. Por la Ley o por la fuerza, es decir las armas. Simplemente eso, sin más, y sin menos, ni bueno ni malo, y hay que aprender a estar en ese campo de batalla en el que te plantas desde el nacimiento. Destruir al enemigo en la guerra. Alrededor de morir se  desarrolla vida. ¿Cuál es la diferencia?

La política y la guerra son lo mismo. Entre el militar y el político abundan las diferencias desde al menos el siglo XVII. Fue la política la que adivinó que su mejor instrumento de poder era la guerra y la utilizó para sus fines.

Hemos evolucionado hacia la catábasis. Lo avisó el mensajero en Orestes: «Porque así es la casta. Los heraldos saltan siempre del lado de los afortunados. Amigo de ellos es todo el que tiene poder y ocupa cargos en la ciudad».

De lo que no me cabe la menor dudad es que llevamos bien esto de vivir bajo la tiranía, en el placer de ser siervos de este (os) señor (es).

«Los bueyes mismos bajo el peso del yugo gimen, y los pájaros en la jaula lloran». Nosotros: bla, bla bla.

Rafael Dávila Álvarez. General de División (R.)

Blog: generaldavila.com

12 noviembre 2020

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