No pretendo asustarles, pero las evidencias son contundentes y nos presentan un empeoramiento de la situación en Ucrania que puede acabar con una confrontación en Europa y ¿por qué no? en el mundo. Los signos son preocupantes y entre todos ellos destacan dos: la ausencia de acercamiento para un diálogo que siente unas mínimas base de negociación pacífica y el envío masivo de armas, cada vez más potentes, a Ucrania por parte de los países de la OTAN. Lo que nadie quiere podría ser lo que ocurra.
Desde un principio dejé clara mi opinión sobre el desarrollo de la guerra, los objetivos y la posible solución. Se han ido cumpliendo estrictamente, pero no se ha hecho nada para una posible solución.
El hecho real de que Putin está deshonrado y su ejército desprestigiado ante el mundo libre es una evidencia que añade más riesgo, si cabe, a la situación.
Poner por su parte fin a la guerra en esa situación supondría que el mandatario ruso sería juzgado como genocida además de ser acusado por su propia nación y acabar sus días de manera trágica. Lo evitará a toda costa y si tiene que llevarse al mundo por delante, lo hará.
¿Qué hacer? ¿Cómo poner fin a esta guerra o al menos alcanzar un alto el fuego que permita una negociación de mínimos?
Es difícil encontrar la solución, sin que ambas partes cedan unos mínimos aceptables, pero sobre todo la clave está en que el honor y el valor del pueblo de Ucrania mostrado con su lucha ejemplar por la libertad no se vean empañados por una negociación que suene a derrota.
Para buscar esas posibles vías de negociación hay que saber, conocer y deducir lo que la historia nos enseña y disponer de asesores equilibrados y alejados de toda decisión visceral y temporal y, por supuesto, que la Inteligencia (política, militar y diplomática) trabaje sin descanso en esa zona gris donde se hablan incluso los enemigos más acérrimos.
La teoría de «escalar para desescalar» tiene sus límites y es como el aviso del lobo. Llega un momento en el que el lobo mata a las ovejas y al pastor nadie le hace caso.
Rusia, como dijimos desde el principio, quiere las orillas del mar de Azov y del Mar Negro. Las tendrá y para ello no dudará en Odessa con la ayuda desde Transnistria. Pero ahí no terminará la guerra. Ucrania será un depósito de armamento y seguirán durante mucho tiempo las escaramuzas y la guerra latente, los muertos y la tragedia ensombrecerán al mundo mientras Putin mira al Báltico donde se juega la baza de guerra definitiva y que puede conducirnos a lo fatal.
A todo esto es sospechosa la actitud de muchas naciones democráticas que silencian la situación y solo observan los acontecimientos sin denunciarlos ni apoyarlos. Una actitud tibia que solo ayuda al agresor y que en nada favorece esa necesaria negociación para el alto el fuego.
Nos faltan muchos datos para poder entender que es lo que ha ocurrido y más para adivinar lo que ocurrirá.
Un analista lo primero que debe observar son los signos de los tiempos para apoyar su análisis y ofrecer argumentada su visión.
Siento no ser analista, pero he visto la primera golondrina. Claro que eso no significa que haya llegado la primavera. Junto a la diminuta golondrina se escuchaban rayos y truenos que presagiaban la tormenta. Claro que eso tampoco tiene que ser indefectiblemente la guerra.
La palabra y la inteligencia serán los que nos digan qué nos espera. Por encima de todo debe prevalecer el honor y la valentía: «Si los sujetos de un cuerpo político no recurren a las armas porque el terror los paraliza, debe de hablarse más de ausencia de guerra que de paz» (Spinoza). La valentía debe conjugarse con la inteligencia.
Los signos de los tiempos son malos para todo (s).
Rafael Dávila Álvarez. General de División (R.)
Blog: generaldavila.com
28 abril 2022