En cierta ocasión escuché a un eminente jurista decir que la Constitución defiende al individuo, pero que luego las leyes, triste realidad, se encargan de vapulearlo frente al grupo. Me quedé de piedra, nada entendía; me ha costado años descubrir la trampa y ver que la Constitución es un verso suelto para el inacabado poema de la falsa lírica de la vida en común.
Ni casa, ni trabajo, ni enseñanza, ni Ley… ¿Orden? Libertad según y hacia donde se mire. La de algunos. Una ilusión escrita entre abrazos y consensos para dejar el terreno abonado a su interpretación. ¿Pero quién se ha creído Montesquieu que es?
Claro que es por eso que yo siempre estuve convencido que España era indisoluble, es decir que no se puede disolver, que ese era el fundamento de lo escrito en la ley grande, y que las tablas de la ley eran tan claras y rotundas que, por si caso, dijeron «esto es tan importante que hay que guardarlo tan guardado que sea como el Banco de España bajo la protección de la Cibeles». Entonces hicieron un Tribunal Constitucional y como no era suficiente dijeron: que sean los militares quienes la protejan bajo sus cañones y espadas, bajo su vigilancia, rigor y seriedad, ellos que tiene el honor y las armas. Y todos se pusieron a cuidar la Ley de leyes.
Por si alguno tenía dudas redactaron un artículo que decía: «La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles, y reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran y la solidaridad entre todas ellas».
Era mentira. Un verso para que encajase una rima; sin más.
Pero como aquello de las nacionalidades podía desentonar en el poema constitucional, en su lírica manifiesta, y alguno darse cuenta de ello, el más valiente de todos los constituyentes, sabios todos al servicio de los ignorantes, dijo: ¿Dudas? Ya veréis como no hay dudas si enseñamos los cañones; y, entonces, redactaron un nuevo artículo para dejar sentado y bien sentado el anterior; ¡Hala, los soldados, que sean los militares…! Así nacía el artículo 8: «Las Fuerzas Armadas, constituidas por el Ejército de Tierra, la Armada y el Ejército del Aire, tienen como misión garantizar la soberanía e independencia de España, defender su integridad territorial y el ordenamiento constitucional». Dos mentiras en una, ni indisoluble ni hay misión que valga.
El que más tripa tenía dijo: «A ver si te dan un golpe de Estado, quita quita ese artículo», pero el más pillo de los pillos, que entre los sabios los hay, más sabio que los otros, tan inocentes, le contestó, más bien sentenció: «No te preocupes, que escriban lo que quieran; para lo que va a servir… Mira el golpe de Estado se dará ¡vaya que se dará!, pero no por los militares, sino desde las Instituciones, desde la legalidad impuesta por las leyes que apruebe la soberanía popular, que ya sabes…». Yo no sé nada, ¿qué dices?, murmuró uno del fondo, a lo que el pillo le contestó: mira aceptemos lo que ahora conviene que tengamos y luego ya se verá.
Dicho y hecho. Dado el golpe de Estado ahora se legaliza. Los jueces, asustados por el yugo que los atenaza avisan. Cataluña 2017.
«La deslealtad constitucional y el menosprecio a las bases de la convivencia, incluso cuando fueran seguidos de un alzamiento público y tumultuario, no necesariamente violento, no serían susceptibles de tratamiento penal. En otras palabras, la creación de un marco normativo de ruptura territorial que preparara la secesión de una parte del territorio del Estado, incluso acompañada de actos multitudinarios que condujeran a la inobservancia generalizada de las leyes y al incumplimiento de las decisiones gubernativas o jurisdiccionales que intentaran ponerle término, serían ajenas a la intervención del derecho penal».
Vía libre a la independencia, a la desintegración territorial, se acabó la Constitución.
La ley son los dueños de la calle, de la algarabía, de los medios, información y desinformación, los que son jueces y parte, esos a los que España les sobra.
Sobra la Constitución. Ellos son suficientes y ellos han ganado no en las urnas que les alza en el Congreso, sino en la interpretación de la Constitución, un verso suelto al que en su poema les sobra o al menos sitúan donde mejor les rima para su triste canción del final de España, que según dice el verso suelto: patria común de todos los españoles.
A lo que se ve no lo es. Nos han robado España mientras dormimos.
Artículo 2, artículo 8… ¿Para qué tanto papel mojado? Aquí lo que vale y manda es una buena ley que ponga en su sitio a la Ley.
Rafael Dávila Álvarez. General de División (R.)
Blog: generaldavila.com
14 febrero 2023