
Vladímir Ilich Uliánov, más conocido por Lenin
Muchas veces la prensa encuentra una palabra para narrar un suceso que, aunque inadecuada por el motivo que sea, adquiere fortuna. A veces, este uso inadecuado no tiene mayor trascendencia que demostrar la ignorancia que, sobre el tema tratado, tiene el que la escribe. Como cuando se emplea «deflagración» como sustitutivo de explosión, o cuando se afirma que los «obuses» comienzan a caer, sin tener en cuenta que deflagración es lo contrario de explosión, o que, si por accidente se cae más de un obús, habría que procesar por negligencia al Capitán que manda la batería.
Otras veces, sin embargo, la «palabra afortunada» si puede tener mayor importancia, cuando define inadecuadamente una actividad delictiva; por ejemplo, cuando para describir al que se mete a sabiendas por dirección contraria en una autopista, se le denomina piloto suicida, Kamikaze o simplemente piloto, en lugar de llamarles loco homicida o asesino. Y en este caso ya no es tan inocuo el adjetivo empleado pues, de alguna forma, a esos individuos se les está dando un cierto toque de valor o romanticismo que, además, puede atraer a más de un inmaduro insensato a emularlos.
Pero sí el uso de una palabra inadecuada ante un hecho delictivo tiene trascendencia, en cualquier clase de lucha ideológica la palabra puede ser y de hecho lo es, una verdadera arma de guerra. Hace ya tiempo, alguien que sabía mucho de estas cosas, dijo que las masas no piensan y que se dejan dominar por las palabras; ese alguien se llamaba Vladímir Ilich Uliánov, más conocido por Lenin. Y aquí ya estamos hablando de utilizar el eufemismo, la media verdad o simplemente la mentira, para lograr unos fines políticos.
Esto lo saben y lo practican los terroristas. Y también lo saben y practican, los políticos en general, los demagogos en particular y los independentistas en especial.
Los terroristas, utilizan la palabra para dignificar su actividad criminal, para darles un toque de legalidad o para ponerse en un pie de igualdad con el estado. Se trata de reforzar la moral de sus militantes, de atraer a sus filas a más activistas y de convencer a la población de lo legítimo de sus acciones y de lo inútil que resulta resistírseles.
Los de ETA fueron consumados maestros; consiguieron que fuera habitual llamar lucha armada al crimen, ejecución al asesinato, detención al secuestro, impuesto revolucionario a la extorsión, rama militar a los pistoleros, comando a la banda, cárcel del pueblo al sucio agujero y así un largo etcétera. Tuvieron en la prensa un aliado inconsciente (a veces), y muchos ciudadanos e incluso las propias fuerzas de seguridad asumieron ese lenguaje. Y sin duda sacaron provecho, y aun hoy lo siguen sacando, como es prueba que, de sus cobardes y delictivos hechos, no sólo no se avergüenzan, sino que se sienten orgullosos, y con ellos, una parte de la población de aquella zona de España.
Hoy el terrorismo yihadista que nos ha declarado la guerra, tiene también su lenguaje y también sus propagadores. Se habla de terrorismo internacional o de estado islámico, en vez de terrorismo yihadista; se dice que este o aquel se ha radicalizado, en vez de que se ha fanatizado; o se repite que un terrorista se ha inmolado en lugar de que se ha suicidado matando; o se dice lobo solitario en lugar de asesino solitario.

Conquista de Granada
Y una vez más, la prensa difunde de forma inconsciente estos términos que favorecen al terrorismo; y otras veces, de forma consciente, se deslegitima a los que luchan contra el terrorismo, lo que es una forma de favorecerlo. Como cuando una conocida periodista afirma en un programa que conduce en TV y, por sí hay dudas repite en un tuit, que la policía asesina a los terroristas de Londres. Aquí sí se emplea la palabra asesinar, como también se emplea habitualmente en cierta prensa y por parte de algún partido, para describir los muertos en un ataque de cualquier ejército en la lucha contra el terrorismo. O cuando se comprende la acción terrorista, buscando culpas propias, como ocurrió desgraciadamente en nuestra Patria, (¡gobierno asesino!) cuando sufrimos el mayor atentado de nuestra historia. En ese sentido, hace unos días, se publicó un ¿estudio?, que afirmaba que el origen del actual terrorismo estaba en la ¡conquista de Granada por los Reyes Católicos!
Por su parte, los políticos en general, demagogos o no, utilizan la palabra para fortalecer la moral de los suyos y para esconder al resto de la población sus verdaderos objetivos. Se podría escribir un libro sobre el lenguaje político dirigido a distorsionar la realidad. He aquí algunos ejemplos:
- Sin acritud, en lugar de con muy mala intención.
- Memoria histórica, en lugar de sectarismo.
- Laicismo, en lugar de odio a la religión, católica claro.
- Interrupción del embarazo, en lugar de aborto.
- Progresista, en lugar de retrógrado, que es el que pretende retroceder a un pasado fracasado.
- Conservador, en lugar de amoral, que es aquel que no tiene valores.
- Solidaridad, en lugar de hipocresía, que es lo que practican los de «papeles para todos».
- Cambio, en lugar de mantener lo mismo para cambiarse el uno por el otro.
- Tolerancia, en lugar de adhesión al pensamiento único, que es lo único que toleran.
- Gente, en lugar de seguidores disciplinados de las consignas.
- Líder, en lugar de repartidor de prebendas y hacedor de listas.
- Consenso, en lugar de compadreo inconfesable.
- Género, en lugar de sexo.
Los independentistas políticos, al fin y al cabo, hacen lo mismo, con la diferencia que aquí lo que nos estamos jugando es nada menos que la unidad de la Nación Española. Veamos algunos ejemplos y los funestos resultados que han conseguido; y me voy a limitar a los mensajes lanzados, no para favorecer el campo independentista, sino solo algunos de los que tienen como objetivo precisamente, a aquella parte de la población no independentista.
- Cataluña o catalanes, en lugar de políticos independentistas.
- Estado español, en lugar de España.
- España (ahora si se nombra a España) nos roba, en lugar de nos roban algunos de los nuestros.
- Autodeterminación, en lugar de independencia.
- Consulta, o queremos votar, en lugar de referéndum.
- Derecho a decidir, en lugar de soberanía.
- Unilateral, en lugar de ilegal.
- No judicializar la política, en lugar de impunidad.
- Voluntad democrática, en lugar de golpe de estado.
Estas y otras muchas palabras han sido asimiladas por gran parte de la población de Cataluña en particular y por la del resto de España en general. Los resultados están ahí; entre otros, en cualquier encuesta, los partidarios de que se celebre un referéndum en Cataluña, es decir, los partidarios de la no existencia de la soberanía nacional, son mayoría en esa región; y en el resto de España, un partido de ámbito nacional les apoya. En esas mismas encuestas, se ve que la división está entre los partidarios de que sea ilegal o de que sea legal, con lo cual se distrae la atención sobre lo sustancial, que es la propia celebración de un referéndum. Y siguiendo con las encuestas, en Cataluña son también mayoría y en el resto de España no son pocos, los que ven mal que hayan sido condenados los políticos que han delinquido. Y en Cataluña y también en el resto de España, son mayoría los que están convencidos de que hay que cambiar la constitución para contentar a los catalanes.
Es difícil, en un mundo tan mediático y tan mediatizado como el actual, no caer en el lenguaje de los unos y de los otros. Por eso, en principio y por sistema, no debemos utilizar nunca las mismas palabras que utilicen los enemigos de España y las de los que están en guerra contra la civilización occidental. A los que favorecen conscientemente a unos y a otros, la historia los juzgará en espera de que algún día sean juzgados por la jurisdicción penal.
Juan Miguel Mateo Castañeyra
General de División (R.)
Blog: generaldavila.com
10 junio 2017
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