SOLDADITO ESPAÑOL General de División (R) Rafael Dávila Álvarez

Soldados españoles en Letonia

Con paso doble marchaban los soldados convertida su aventura en danza popular de aquella guerra que hacía el pueblo con los hijos de sus entrañas: Cuba, Filipinas, África. Al mal tiempo buena cara, con pasodoble incluido, en honor de los que solo volverían muertos en campaña: Soldadito español, soldadito de España

La guerra ya no es algo popular, se ha profesionalizado y así el oficio de soldado se aleja del conjunto social, aunque siga siendo el mismo, con las mismas glorias y penas del pasado, con su grandeza y su enorme pobreza. Hace mucho tiempo que los soldados dejaron de ser algo próximo y conocido. Nadie ya les hace un pasodoble ni su nombre aparece en las portadas. Solo cuando truena; literal. El resto, la guerra, es algo alejado hasta del lenguaje castrense más puro y académico, reducido a melifluos términos más acordes con la hipocresía global: riesgo, amenaza, conflicto, enfrentamiento, adversario, el malo contra el bueno, y un sinfín de términos que eluden la realidad que todo lo engloba: la guerra.

Ahí está. Ahí está.

Evitamos pronunciar lo inevitable: llamar a las cosas por su nombre.

La recién aprobada Estrategia de Seguridad Nacional 2021 recoge, de pasada, la palabra guerra cinco veces; como en un afán de eludirla. El conjunto del documento prioritario de nuestra Defensa es una serie de divagaciones sobre un mundo novelado donde abunda la prosa anglosajona de difícil asimilación; seguramente para confundir al enemigo.

La guerra puede haber variado en sus procedimientos, pero sus honduras responden a los mismos pesares de la condición humana. Miguel de Cervantes: «Calla amigo Sancho, que las cosas de la guerra, más que otras, están sujetas a continua mudanza».

Evaristo San Miguel, general, político e historiador: «Organizar la fuerza armada de tal modo que hallándose siempre pronta a combatir con los enemigos interiores y exteriores del estado, nunca pueda moralmente ponerse encima de las leyes».

Permanentes cambios, enemigos interiores y exteriores: la inevitable guerra que se enmascara de mil formas y cambia su aspecto, su nombre.

La paz, nos dice Spinoza, es «no la ausencia de la guerra, […] Es una virtud, un estado mental, una disposición en pro de la benevolencia, la confianza, la justicia».

La guerra se disfraza en este continuo carnaval. Heráclito de Éfeso afirmaba como postulado fundacional, que «la guerra es el padre y el señor de todas las cosas. Y a unos hace libres y a los otros siervos». Inevitable.

Nos enseña la doctrina militar que «La tradicional frontera entre guerra y paz se difumina dificultando la identificación del final de dichos conflictos con la concepción clásica de victoria o derrota». Ahora ahí está.

Si no entendemos todo esto nunca adivinaremos la guerra del futuro —que puede haber ya estallado— y seguiremos anclados en el pensamiento de guerras pasadas.

Avisaba Clausewitz del peligro de que con un conocimiento imperfecto de los hechos creamos que «exista un desarme artístico del adversario sin causarle demasiadas heridas, y que tal sea la verdadera tendencia del arte de la guerra». Más claro si cabe: «Los errores que se dejan subsistir por benignidad son, precisamente los más perjudiciales».

Indefinición, efectos inconmensurables, inminente peligro. No nos confiemos.

Estos días con motivo del ataque de Rusia a Ucrania es recurrente hablar de despliegues y armamento, pero poco de los soldados que despliegan en el marco de la OTAN.  Heroico pueblo el ucraniano que se une ante la invasión que pretende cortar su libertad. Detrás, en su retaguardia, están los soldados de la OTAN, los de España.

¿Quiénes son esos soldados? Profesionales que se preparan para una trascendental misión por encima de cualquier otra. Dejémonos de eufemismos: la guerra.

La nobleza y grandeza de una nación se mide también por el cuidado de sus tropas, por no abandonar nunca a sus soldados. «El legionario romano juraba que había de servir a la República por tiempo de veinte años, si cumplidos estos continuaba en el servicio voluntariamente le distinguían con el nombre, honor y utilidad de veterano. Si dejaba el servicio le daban su licencia, que llamaban ejautoramentum, y el peculio castrense que le correspondía para que viviese con comodidad el resto de su vida» (Flavio Vegecio Renato, Instituciones Militares).

La preparación de un soldado es cada vez más especializada y requiere una forma de pensar y actuar que nada tiene que ver con otras profesiones. Es el único oficio donde se ofrenda la vida si necesario fuera. Donde el soldado es la pieza decisiva.

Suenan los tambores de guerra. ¿Y nuestros soldados? Inmersos en este cambiante escenario. Allí donde nadie quiere mirar ni pensar, están ellos. Ahora no se trata de pandemia, ni de la lava de un volcán, ni de incendios ni nevadas. Es el frente de guerra. En primera línea.

Los responsables políticos de nuestras Fuerzas Armadas sacan pecho exhibiendo nuestra preparación y adecuadas armas para junto a nuestros aliados hacer frente a cualquier contingencia en Europa o allí donde se nos reclame. Podemos certificar que nuestros soldados poseen una preparación y un espíritu que está entre los mejores del mundo. No hay la menor duda.

La duda surge de un problema lejano del que nadie quiere hacerse responsable y todos miran con recelo.

El planteamiento inicial para la profesionalización de los ejércitos escondió los gravísimos problemas que trajo la supresión del servicio militar obligatorio. En pocos años las unidades quedaron bajo mínimos y en algún caso sin operatividad. Profesionalidad equivalía a temporalidad, sin futuro, ni más salida que la de la puerta del cuartel y un infinito desagradecimiento. Los años de bonanza económica dejaron al descubierto los grandes errores cometidos. Ejércitos vacíos; buques sin tripulaciones, aviones sin volar y armamento sin soldados. Los Cuarteles cerrados y vendidos a precio de saldo.

Pretendíamos tener soldados a bajo precio y corto tiempo. Mano de obra barata y silenciosa. Unos años de esfuerzo, sacrificio y una despedida rápida y sin futuro.

La crisis económica hizo que de nuevo aumentasen las solicitudes para ser soldado. Pero la solución al futuro sigue sin llegar.

En época de crisis no hace mudanza. Cierto. Pero cuando veas las barbas de tu vecino cortar…

Lo único que sigue intacto es su espíritu y disponibilidad. La guerra llama a nuestras puertas y ellos están para recibirla. Son nuestros soldados.

Amós de Escalante nos hizo vibrar con una de las mejores definiciones de nuestro soldado, que merece nuestro recuerdo y compañía en estos momentos de incertidumbre. Aunque no sea con un pasodoble.

«No hay a su duro pie risco vedado;

sueño no ha menester, treguas no quiere;

donde le llevan va; jamás cansado

ni el bien le asombra ni el desdén le hiere:

sumiso, valeroso, resignado

obedece, pelea, triunfa y muere».

Nada impide, sino que exige el recuerdo y reconocimiento a nuestros soldados, pensar en ellos; y su labor aquí y allí, en la guerra.

Rafael Dávila Álvarez. General de División (R.)

P.D. No puedo evitar recordar la irresponsabilidad del que por un puñado de votos dijo: «Sobra el Ministerio de Defensa» y aún tiene la desfachatez de hacerse una foto con ellos en el frente.

Blog: generaldavila.com

10 marzo 2022

DIGNIFICAR EL OFICIO DE SOLDADO: ASIGNATURA PENDIENTE Rafael Dávila Álvarez. General de División (R.)

El oficio de soldado

Dignificar el oficio de soldado. ¿Suena extraño?

Yo comprendo que no sea un tema de interés general. Debería serlo. Los soldados tiene pocos cauces legales para manifestar su precaria situación, pocos altavoces, y tampoco son muchos los oídos dispuestos a escuchar. Ante las distintos comentarios que me llegan debo hacerme eco de la tristeza ante el futuro laboral de estos hombres de honor, valor y servicio callado, eficaces y de absoluta necesidad: los soldados.

El cambio del ejército de reemplazo al profesional se hizo sin pies ni cabeza, de manera precipitada, sin consultar con los que saben: los militares. La frivolidad de la medidas adoptadas, y la precipitación con que se tomaron, hizo que los ejércitos y la Armada (esta de manera más acusada) estuvieran un largo tiempo inoperativos. Demasiado tiempo, el suficiente para desarmarlos, hipotecarlos, e incluso tiempo para vaciar su espíritu. Consecuencias que aún sufrimos. Camino de inventar otra cosa distinta a un Ejército.

La recuperación es lenta y el futuro muy incierto. Se resume o tiene su paradigma en el soldado que a los 45 años se encuentra en la calle sin oficio ni beneficio. El ministerio de Defensa es consciente del problema y se lucha por buscar una solución que sabemos no es fácil. Se está en ello y toman medidas, a todas luces insuficientes, aunque se les facilite el acceso a otros cuerpos y se les forme para reintegrarse en la vida civil. No es suficiente. La inseguridad vive con ellos.

La sociedad española está obligada a buscar una solución. Las hay. ¿Qué son difíciles y que el tema de la edad hace que no puedan permanecer siempre como soldados? Es discutible. Lo hemos explicado por activa y por pasiva y dadas las cifras y datos sobre la cantidad de puestos de trabajo que hay en los ministerios, en concreto el de Defensa, y en algunas unidades donde la edad no es determinante, está claro que existen lugares y procedimientos para ubicarlos. Lo que no parece muy alentador para un hombre de servicio, de servicio de riesgo mal pagado, es que ahora le aplaudan cuando se juega la vida, por ser el primero ante el máximo riesgo y luego tener que mirar a la guardia civil o a la policía, para poder ingresar en ellas y asegurarse el futuro porque en su ejército no tiene sitio. Vamos que le echan. Cualquier empleado público tiene su futuro asegurado; menos los soldados.

Soldados al paro

Es un empleo seguro (laboral) el de guardia civil o el de policía, nacional o municipal, también el de bombero, pero no lo es el de soldado, ni de armas ni de emergencias. El primero el soldado de armas, lo tiene más difícil porque su oficio ha sido empuñar un arma y encuadrase en una unidad para el combate. Futuro desasegurado.

Todavía sigo sin entender como nadie ha dado un paso al frente para solucionar el tema de la profesionalidad combinada con un voluntariado y a la vez devolver a su lugar a aquellas escalas tan necesarias como era la de la Legión que tan excelentes resultados dio.

Algún ministro, muy de la tropa, muy militar él,  se cargó el futuro y las ilusiones y los demás solo asentaron el edificio mal construido, en ruinas. Claro que ahora estamos más por la destrucción de España y con ello la de los del artículo 8, a los que hay que dar otra misión y dedicarlos a las tareas domésticas para después de halagarlos unos años mandarlos a la cola del paro.

Aquí la más principal hazaña es obedecer: ni pedir ni rehusar.

¿Otros lo harán? Muchos pensamos; otros decimos. Nadie hace.

Podría darse el caso, hipotético, digo yo, que España, la del futuro que se ha empezado a construir, no necesite soldados, sino que haya que seguir la teoría del actual presidente del Gobierno y suprimir el ministerio de Defensa para dar paso al de Emergencias. Sí. Estamos muy necesitados. Estamos ante una verdadera emergencia nacional.

Rafael Dávila Álvarez. General de División (R.)

Blog: generaldavila.com

20 octubre 2021

SOLO QUIERO QUE ME CUBRAN CON LA BANDERA DE ESPAÑA… (General de División Rafael Dávila Álvarez)

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Batalla de Castillejos. Arenga el general Prim a los voluntarios catalanes:

‹‹Soldados podéis abandonar esas mochilas porque son vuestras, pero no podéis abandonar esta Bandera porque es de la Patria››.

Es el bagaje del alma de soldado. Es necesaria una percha, anaqueles que soporten tantos relatos escritos en las páginas de los humildes pergaminos de los soldados, pobres y honrados, pobres por honrados, que han dejado escrito en esa Bandera el amor que abrazado al dolor se convirtió en rojo y gualda. En aquellas guerras de África del XIX, nuestros soldados, catalanes, extremeños o castellanos, del Regimiento de Córdoba o del Saboya, infantería de León,  Arapiles o Simancas, del batallón de Navarra o de Chiclana, españoles de cada rincón, empezaban a llevar una bandera que servía para tapar el equipo colocado en el vasar o percha de los dormitorios. En el combate aquella diminuta bandera de 60×80 iba guardada en la mochila, recámara del soldado, el alma y la vida a la espalda, caminando con la Patria a cuestas. Pañuelo cubre-perchas que ayer cubría sus enseres privados, luego su posición señalaba, más tarde cubrirá su cara cuando le echen una palada de tierra sobre su cuerpo que el deber se ha llevado.

Se hizo reglamentario para los de la cuarta región militar, Cataluña,  en 1904. ¿Sería en recuerdo a la arenga del general Prim? ‹‹No podéis abandonar esta Bandera…››. Al poco tiempo la Real Orden se hizo extensiva a todos los cuerpos del Ejército. Pero pasó el tiempo y también los combates. Se olvidó la bandera. La mochila empezó a rellenarse con inservibles utensilios que vaciaron de contenido el alma del soldado. El pañuelo cubre-perchas fue olvidado. Algo del alma de soldado se fue con ello.

Hubo un día en que se cantaba:

‹‹El día que yo me muera

si estoy lejos de mi Patria,

solo quiero que me cubran

con la Bandera de España››.

Fue olvidado.

Era el último uso del inicialmente llamado pañuelo cubre-perchas. No era un pañuelo, era la Bandera de España. Cubrían con ella el rostro de nuestros muertos en campaña. Luego, a paladas, la tierra los tapaba.

‹‹Solo quiero que me cubran

con la Bandera de España››.

El olvido es virtud en esta tierra roja y amarilla como su Enseña. Pero no hay quien detenga cada primavera el florecer de los jaramagos y amapolas que tiñen de bandera los campos de España.

62aLos sentimientos de un pueblo se izan sobre el asta de la enseña como los colores que adornan su paisaje. Cuando eso no ocurre cualquier cosa puede suceder, normalmente desaparecer como nación. Nunca pueden caer los colores de tu patria. Siempre a la vista. El cornetín y la bandera ponen orden en el alma del soldado. Un soldado solo existe y se encuentra definido si detrás hay una bandera. Sin bandera no hay soldado, ni ejército, ni nación.

La historia de la diminuta bandera de percha o de mochila parece que se recupera. Aún no ha sido recogido reglamentariamente. Desde aquí pedimos que se regule y se reglamente su uso. No hay suficiente tejido para confeccionar la historia de España y de su Bandera. Esta historia no está confeccionada con tinta y papel ni con fibras de tela. Está hecha a base de vidas y sangre derramada. Quedó resumida un día en un trozo de tela de 60×80. Recuperarla no puede ser cosa de la iniciativa privada. Todos los soldados deben de tener su bandera, de percha o de mochila, llámenla como quieran, es la Bandera de España.

Puedes tener una vida de riquezas lleno. Puedes heredar tronos y privilegios. Puedes vestir distinguidas libreas. Pero llevar en tu mochila la Bandera… Explícalo tú, soldado, explica lo que sientes cuando antes de dormir, cuando estás reventado que jamás cansado, abres tu mochila y se desparrama el rojo y gualda allí guardado. Cuando abres tu mochila y antes de escribir la carta, antes del destino que la vida te ha dado, y el recuerdo a los que te esperan, antes de a ellos empezar a dedicarles ese poco tiempo que te queda, el tiempo más delicado, salta de tu mochila, entre lo más amado, tu alma de soldado, la Bandera de España, un trozo de tu vida, de los tuyos, lo más amado.

Díselo tú, soldado, a los que nunca han sentido, a los que nunca han amado.1362849818_0

Habla de tu Bandera, de lo que por ella siente tu alma de soldado.

General de División (R.) Rafael Dávila Álvarez

Blog: generaldavila.com

4 abril 2021

 

 

 

LAS CORSARIAS:https://youtu.be/CHJydNqMgPM

LA ARMADA ESPAÑOLA EN DIQUE SECO. ESPAÑA DESARMADA, DESEMBARCADA Y DESAIRADA Rafael Dávila Álvarez. General de División (R.)

El buque de asalto anfibio Castilla (L-52). Foto Armada española

A los militares no se les quiere escuchar y eso que no paran de hablar. Sin palabras también es posible comunicarse. Por ejemplo cuando se rompe un barco de guerra en plena operación militar. Ha hablado el barco (que conste en acta) y ha dicho: «Hasta aquí he llegado».

Si eres retirado y hablas: mal; y que por qué no hablaste antes (pues mire lo hice donde debía por respetar la ley). Si te callas: peor. Si te afilias, ya retirado, ¡qué cosas! Si hablas y dices lo que no quieren oír, pues corre el escalafón y tú quedas fatal, como poco patriota; o a lo mejor te premian y a Estados Unidos o cosas así. Que uno ya no sabe lo que hacer. Puede que lo más adecuado sea cantar, quizá con los ingredientes del rap: contenido, ritmo y entrega. Voy a intentarlo antes de callar para siempre.

No hace ni una semana que publicaba un artículo en el que exponía las dificultades de los ejércitos y la Armada para sobrevivir con el escaso presupuesto asignado. Una enfermedad muy antigua que alguien pensó que con los nuevos tiempos, la aprobación de la Constitución de 1978 así como de las Directivas de Defensa Nacional, y otros papeles mojados, iba todo a cambiar para convertirnos en unos ejércitos capaces de poner a España en el sitio internacional que le corresponde.

Pero no. Llegó la ideología y desvistió un santo para vestir a otro. Así España quedó desarmada, desembarcada y desairada.

Que nuestras Fuerzas Armadas son un ejemplo para el mundo, admiradas y envidiadas por muchos otros ejércitos es también muy antiguo y conocido. El soldado español, nuestro único embajador en estas cosas de la guerra, sigue siendo lo más valorado y aún hay quien dice que se lo den, aunque sea desnudo y desarmado que ya se encargará él del resto.

No sé si nuestros gobernantes han caído en la cuenta de que una cosa son unas Fuerzas Armadas para andar por casa y otra una Fuerza con carácter y peso internacional que se corresponda con la situación y misión de su nación en el contexto geoestratégico mundial, que por cierto, no es un problema de exclusividad militar, sino que esa estructura y peso de sus ejércitos es el que permite adentrarse con firmeza en el panorama diplomático, económico y de decisión. Ese es el quid, los que deciden: ¿Cuántas Divisiones tiene…? ¿Lo recuerdan?  Pues les recuerdo que nuestro presupuesto está en la cola de los que integran la OTAN y sin preverse cambios en el futuro.

Miren, todo es muy sencillo. Solo es necesario disponer de capacidades materiales y personal motivado o también personal motivado y capacidades materiales.

Parece que nadie, entre los que pueden y deben, está por la labor.

Desde el año 2008 los ejércitos y la Armada no hacen sino perder capacidades de manera alarmante.

Los recursos de las Fuerzas Armadas provienen de los Presupuestos Generales del Estado y de los créditos de Mantenimiento de la Paz. Cada vez más los ejércitos se están financiando con los créditos de Mantenimiento de la Paz lo que supone una permanente incertidumbre ya que nunca se sabe cuando los vas a recibir, cuánto dinero vas a percibir y en qué se pueden gastar. Después de 30 años de experiencia en estas misiones bien se podrían incorporar a los Presupuestos Generales del Estado (excepto lo que sea expresamente necesario para contingencias) y así disponer de unos presupuestos que cubran las necesidades sin angustias ni permanentes zozobras en materiales y calidad de vida.

La situación nuestra es la contraria: aumentan las necesidades a la vez que se envejecen los ejércitos en sus dos grandes aspectos: personal y materiales, siendo la atención al personal la principal asignatura pendiente, ya que es reflejo de todo lo demás.

La calidad de vida del soldado es una de las claves de la eficacia de un Ejército y para ello es necesario repasar sus retribuciones, atender al apoyo de la movilidad geográfica y a las infraestructuras que le permitan desarrollar una vida adecuada y que responda a su disponibilidad permanente y sacrificio. Las inversiones en infraestructuras para la calidad de vida se han reducido en un 50% desde el año 2008 algo inexplicable y que incide de manera directa en la motivación.

En resumen es necesario que sinteticemos y olvidemos la palabrería técnica o confusa y nos centremos en el verdadero problema:

—Personal motivado

—Capacidades Materiales

No debemos pasar por alto el tema del envejecimiento de la tropa que va unido a la obligatoriedad para una gran mayoría de tener que dejar el servicio al cumplir la edad de 45 años, dos problemas íntimamente relacionados y sin resolver a los que podemos calificar de imprevisión y precariedad. La edad media actual en la tropa en el Ejército de Tierra es de 34`2 años y la pretensión es que sea de 30 años. ¿Cómo lo van a conseguir? Porque ese es uno de los motivos principales de motivación. No se explicó o se dijo la verdad desde aquel electoral y frívolo mensaje: «Se acabó la mili» y ahora lo estamos pagando. Difícil papeleta que juega una baza importantísima en mantener una moral de victoria.

¿Cuál es el principal obstáculo para tener unas Fuerzas Armadas en condiciones operativas, ilusionadas y eficaces?: económico.

Llevamos tiempo pidiendo una Ley de Financiación de las Fuerzas Armadas que las dote de un presupuesto estable que permita realizar inversiones plurianuales y evite trabajar siempre en el corto plazo. En definitiva unos presupuestos suficientes, previsibles y estables.

Llevamos más de una década de restricciones y esto no puede seguir así porque además de estar en juego nuestra seguridad y defensa, la de España, hay muchos hombres que arriesgan a diario su vida en instrucción, adiestramiento y misiones reales con muchas deficiencias en sus capacidades y ello provocado por desatención en el factor principal: el económico. Supone un irresponsable riesgo.

Acabamos de ver que el buque de asalto anfibio Castilla (L-52), uno de los más avanzados de la Armada, que desde el pasado mes de enero se encuentra liderando la Operación Atalanta de la Unión Europea en misión de mantener la seguridad en las aguas del Golfo de Adén y Somalia, ha tenido que abandonar la misión debido a una avería.

No es mi intención achacar esa avería a nada relacionado con el mantenimiento y sostenibilidad del buque. Puede que no tenga nada que ver o puede que sí. Los expertos y usuarios tendrán la respuesta.

Sí es el momento de recoger lo expuesto recientemente por el Almirante 2º Jefe del Estado Mayor de la Armada. De estas declaraciones no hace ni un mes.

«Los recursos recibidos por la Armada han evolucionado negativamente desde el 2008. El Capítulo 2 (créditos que aseguran la formación y la utilización) se han reducido un 13% y los del Capítulo 6 (sostenimiento e infraestructuras) un 35% lo que ha provocado un aumento de horas de funcionamiento de los equipos y sistemas entre los ciclos de mantenimiento y una disminución del stock de repuestos disponibles».

«Lo más grave ha sido el recorte en la obtención y renovación. Al principio de la década anterior la Armada contaba con 77 barcos y 11 años después ha habido 23 bajas y solo 7 altas, lo que hace que haya un déficit de 16 buques. Si estimamos que la vida media de un buque es de 35 años, para reponer esos 77 buques la tasa de reposición debería ser de 2´2 barcos por año y a duras penas alcanza el 0´6 anual».

El envejecimiento de la flota es evidente con una media de 27 años, próxima al límite de su vida media o en su último tercio de vida.

Decía el Almirante que al envejecimiento se une la falta de financiación para reponer o restaurar sistemas obsoletos y la descapitalización en repuestos y pertrechos.

En una gráfica expresión: «Sin el mantenimiento adecuado y continúo podemos tener un montón de hierro en valor militar, eso sí, de la mejor calidad».

Algo parecido, las mismas vulnerabilidades presenta el Ejército del Aire que tiempo tendremos de analizar.

Es urgente mantener las capacidades de nuestros ejércitos y Armada. Renovar las unidades, modernizar otras e invertir en el sostenimiento de las que están en activo. El tiempo apremia y urgente es que nos digan la verdad antes de quedar desarmados, desembarcados y desairados.

A lo largo de la exposición hemos planteado que el principal obstáculo para tener unas Fuerzas Armadas en condiciones operativas, ilusionadas y eficaces era el económico. ¿Acertaremos? ¿No será el ideológico?

Convendría ponerse de acuerdo en qué es España y cómo se la defiende.

El resto se nos daría por añadidura.

Resulta que los cañones, los barcos y los aviones también hablan y están en aquello de jamás decir que están cansados hasta caer reventados. Como sus hombres.

Como la canción de Alaska y Dinarama : ¿A quién le importa lo que yo digo…?

Rafael Dávila Álvarez. General de División (R.)

Blog: generaldavila.com

12 abril 2021

 

 

 

 

ÁCRATA DE DERECHAS Rafael Dávila Álvarez

Mi amigo es soldado. Por lo menos general (lo más común), que a lo mejor es más. De los de trinchera, aunque él a veces me dice que mejor de alambrada, la trinchera es solo un paso momentáneo para apretarse el correaje, calmar el resuello y preparar las granadas de mano. Momento cumbre el del asalto. Olvidado.

Me ha sorprendido que al hablar de esto y aquello, que viene a ser lo que ocurre en España, diga que él ya ha encontrado su definición para lo que le quede de vida. De sopetón me suelta: «He llegado a la conclusión de que soy ácrata, de derechas, pero ácrata». La reflexión es obligada para poder entrar en el juego, si es que lo es, y decir algo oportuno; o inoportuno.

El no a la autoridad parece lo más alejado del sentimiento militar y es por lo que debo pensar en lo que mi amigo dice.

Recuerdo a Gustavo Bueno al citar a Epicuro en su libro El mito de la Cultura: «Toma tu barco y huye, hombre feliz, a vela desplegada, de cualquier forma de cultura».

No sé si esto de la cultura es algo convertido en una ideología, y podría, entonces, ser que la autoridad sea ideológica y por eso discutible. Una forma más de imposición en el engaño que deja muy claro Platón cuando nos avisa que para el beneficio de los hombres, es frecuentemente necesario engañarlos. Lo sabía hace tiempo y cuando llega un cierto momento tan descarado dices: se acabó.

Dice mi amigo: «ácrata de derechas». Ni a él ni a mi nos gusta que nos engañen.

Claro, que alguno se asustará y, confundido, puede pensar en otra cosa que nada tiene que ver con el tema del que hablamos.

La edad juega malas pasadas, o buenas, y te hace adivinar un horizonte final demasiado cercano lo que te obliga a ir despacio para retrasarlo todo lo posible, a la vez que evitas mirar atrás porque el pasado es la caja de misterios abierta, al descubierto muchas farsas y no apetece dilucidar cuales son unas y otras. No está mal morir en el engaño, el que así lo quiera.

Mientras más leyes y más autoridad, más ácratas, que no es que lo sean, sino que buscan respirar de manera automática, por el simple cambio de presiones, y no por el respirador de la política; y de la autoridad sin tenerla.

Dice mi amigo que somos demasiados y no hay para todos y no todos valen para lo mismo, pero todos dicen ser iguales y no todos lo son.

Al final ha habido un cierto entendimiento en eso de ácratas, pero no hemos llegado a tener muy claro lo de derechas.

Y me viene a la memoria: «Pues dos cosas tenemos que llorar los españoles: la una, lo que de nuestras cosas no se ha escrito, y lo otro, que hasta ahora lo que se ha escrito ha sido tan malo, que viven contentas con su olvido las cosas a que no se han atrevido nuestros cronistas, escarmentadas de que las profanan y no las celebran. Y así, por castigo, ha permitido Dios todas estas calamidades, para que con nosotros acabe nuestra memoria» (España defendida. Quevedo).

Creíamos que era el paraíso y hemos topado con el Apocalipsis que tanto, al parecer, nos gusta.

Se acabaron los afectos en política. Todo era una farsa y contento vive aquello que permanece oculto.

Cada día entiendo más a Tácito: «Antaño sufrimos a causa de nuestros vicios; hoy sufrimos a causa de nuestras leyes»; y también entiendo a mi amigo que dice ser ácrata de derechas.

Menos autoridad y más educación. Me voy haciendo ácrata por y de la edad.

Hablamos con un médico, también amigo, y resulta que eso puede ser algo producido por obedecer a tanto inútil. Que no tiene cura por ahora. Dice que leer puede aliviar algo el mal.

Rafael Dávila Álvarez

Blog: generaldavila.com

15 febrero 2021

 

 

PARA SER SOLDADO SE NECESITA Rafael Dávila Álvarez. General de División (R.)

Para ser soldado es necesario que el primer y más fundamental deber sea la disposición permanente para defender a España, incluso con la entrega de la vida cuando fuera necesario. Ser soldado no es un capricho, ni siquiera una afición. Es una vocación cuyo atractivo reside en la virtud: la disposición permanente del alma para las acciones conformes a la ley moral.

Para ser soldado se necesita tener una vida inspirada en el amor a tu patria, en el sacrificio reconfortante de ese espíritu que te lleva a mantenerte en tu puesto de honor cuando el amor a la vida te dice al oído que te separes del peligro. Ese espíritu que unas veces es valor, otras abnegación, entusiasmo por la profesión, siempre afán de esplendor para tu patria.

Para ser soldado se necesita algo de Cervantes, Lope de Vega, Calderón de la Barca, Alonso de Ercilla, el Cabo Noval, Eloy Gonzalo, Juan Maderal Oleaga, (último laureado de las Fuerzas Armadas) y algo de esos millones de héroes incógnitos que dieron y siguen dando su vida por la patria. No son hombres reducidos a la historia sino los forjadores, entre otros muchos españoles, de ese sentimiento de identidad llamado patriotismo. Nadie recuerda lo que cobraron, sino lo que nos dieron sin quedarse nada para ellos.

Para se soldado será el patriotismo tu valor principal, tu deber, y cumplirlo tu íntima satisfacción. Apréndelo pronto: tu patriotismo consiste en amar a España, es decir, cumplir con tu deber siempre. Esa íntima satisfacción del deber cumplido será tu premio y única aspiración.

Para ser soldado se necesita que el honor presida cada una de tus actividades, estando solo o en compañía, sin buscar el elogio o el aplauso. A él ajustarás siempre tu conducta. En la soledad de la noche o con las luces del día debes ser coherente entre lo que debes hacer y lo que haces. El honor será la virtud que te lleve al cumplimiento de tus deberes respecto del prójimo y de ti mismo.

Para ser soldado se necesita que al patriotismo y al honor les acompañe el valor. En la milicia el valor no es bravuconería sino una firme disposición, constante preparación física y moral, para vencer el miedo y llegar más allá incluso de lo que el deber te exige. Tu valor ha de ser sereno sin alardes inútiles, comúnmente innecesarios, has de tender a conservar durante el mayor tiempo y en el más alto grado tu energía moral y física para utilizarlas al máximo y en toda su plenitud en el momento decisivo. Debe adornarse el valor con entendimiento para obrar con sabia destreza y no estrellar su denuedo contra la ignorancia. Valor estoico, y heroico si el combate lo requiere.

Para  ser soldado la disciplina será factor de cohesión que regule todas tus relaciones en la milicia. Exigida y exigible para el que obedece y más, si cabe, para el que manda. Respeto y obediencia moral que te lleve a la observancia de las leyes y normas, te distinguirá como buen soldado.

Para ser soldado recorre despacio el camino, con humildad y paciencia. Recuerda que la guerra es el arte a cuya cumbre no se vuela, súbese poco a poco y con discurso de tiempo. Pero no olvides que aquí el esfuerzo y dedicación nunca están de vacaciones.

Ser soldado es más sencillo de lo que puedas pensar, pero solo se consigue si tu corazón alberga alma de soldado, un bello oficio que te descubrirá pronto su tesoro que reside en la camaradería y la fraternidad que forja unidades muy sólidas donde cada miembro se sacrifica individualmente en beneficio del grupo.

Compañerismo, abnegación, solidaridad, amistad, unión y socorro.

Para ser soldado debes saber que aquí nadie es más que otro si no hace y sabe más que el otro.

Para ser soldado hay una regla escrita hace muchos años, no es ley ni reglamento, es pura poesía vivida en la milicia; en los momentos buenos y en los regulares. Lo escribió uno de Infantería, Pedro Calderón de la Barca. Te invito a que lo leas y cuando termines te preguntes ¿Quiero ser soldado?

Hace ya muchos años que se escribió el cómo y el porqué. Si no se dan estas condiciones no hay Ejército, sino otra cosa que yo no sé definir:

Este ejército que ves
vago al yelo y al calor,
la república mejor
y más política es
del mundo, en que nadie espere
que ser preferido pueda
por la nobleza que hereda,
sino por la que él adquiere;
porque aquí a la sangre excede
el lugar que uno se hace
y sin mirar cómo nace
se mira como procede.

Aquí la necesidad
no es infamia; y si es honrado,
pobre y desnudo un soldado
tiene mejor cualidad
que el más galán y lucido;
porque aquí a lo que sospecho
no adorna el vestido el pecho
que el pecho adorna al vestido.

Y así, de modestia llenos,
a los más viejos verás
tratando de ser lo más
y de aparentar lo menos.

Aquí la más principal
hazaña es obedecer,
y el modo cómo ha de ser
es ni pedir ni rehusar.

Aquí, en fin, la cortesía,
el buen trato, la verdad,
la fineza, la lealtad,
el honor, la bizarría,
el crédito, la opinión,
la constancia, la paciencia,
la humildad y la obediencia,
fama, honor y vida son
caudal de pobres soldados;
que en buena o mala fortuna
la milicia no es más que una
religión de hombres honrados.

Pedro Calderón de la Barca (Soldado de la Infantería española)

Rafael Dávila Álvarez. General de División (R.)

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9 febrero 2020

TRADICIONES MILITARES E INTENCIONES. UNA REFLEXIÓN (General de División Rafael Dávila Álvarez)

Coronela (1)Preocupa tanta legislación en la milicia. Leyes y decretos para tan humilde y duro oficio, el de soldado, se unen a la permanente incertidumbre de los cambios orgánicos, verdadero quebradero de cabeza que nunca parece estabilizarse. Es la modernidad, dicen. Disposiciones todas que poco o nada tienen que ver con el espíritu militar conservado gracias a una larga tradición y protegido por los valores morales que han logrado mantenerse por encima del paso de los tiempos. Menos mal que por ahora, mal que bien, se mantienen. El amor a la Patria, el culto al honor, al valor frente al enemigo y la disciplina en todo, valores recogidos en las Ordenanzas Militares desde hace siglos, han sido la ley y la razón del comportamiento militar. Es el tesoro que guardamos.

Nadie duda de la continua necesidad de adaptación a los tiempos. Nuevos procedimientos son necesarios para hacer frente a desconocidas formas de guerra y enfrentamiento en nuevas dimensiones, aunque convenga no olvidar que la razón de ser de los ejércitos sigue siendo la lucha armada justificándose sus existencia en la defensa de la sociedad y de la Patria. Eso requiere una legislación de naturaleza moral, algo que solo la tradición escribe en los pliegos internos del alma y que se hereda de generación en generación.

Siempre fueros las Reales Ordenanzas el compendio de los principios éticos y reglas de comportamiento del militar español y siguen siéndolo a pesar del escaso valor que tienen para nuestros legisladores a tenor de la regulación que le han dado. No sé, quizás haya sido mejor para no confundirse con el entramado de tan dispersas disposiciones. Cuando uno se ve perdido en el laberinto legal recurre con más fuerza a los, para algunos, decimonónicos principios morales. Siempre fueron un buen refugio. Gracias a ellos los ejércitos mantienen intacta su fortaleza moral, la de sus convicciones, su dimensión espiritual y patriótica. Un oficio como este, épico, vocacional y de riesgo, solo se rige por las leyes del espíritu. Quien no sepa interpretar lo que intento decir es mejor que se dedique a otra cosa, siempre que esa otra cosa no sea organizar la milicia.

Me surge la duda sobre la intencionalidad de algunos cambios; no parecen tan inocentes y necesarios como predican. Se rompen vínculos, se desorienta y quedamos enredados en la duda.

Hay un mandato moral en nuestro código ético, en las Ordenanzas, que obliga a conservar y transmitir el historial, tradiciones y símbolos de tu unidad para perpetuar su recuerdo, contribuir a fomentar su espíritu y reforzar las virtudes militares de sus componentes, como herederos y depositarios de una gloriosa tradición militar. Los símbolos fortalecen la voluntad, exaltan los sentimientos e impulsan al sacrificio. Representan todo. Conviene no olvidar el estilo de los viejos reglamentos: «Llegado el instante del asalto, el escalón de fuego, con los oficiales a su altura y enardecidos sus hombres con gritos de guerra y con el canto del himno de su Regimiento, se lanzarán a la carrera a través de las brechas abiertas…». Símbolos, códigos prodigiosos y extraños, gritos de guerra, arengas que arrastran más que palabras; sobrecogedor desafío, un resorte que hace revivir el espíritu de los ejércitos de todos los tiempos, de la tradicional dedicación al servicio y al sacrificio.

El sentimiento de Unidad crea lazos eternos que perduran a través de los tiempos y forja unidades muy sólidas cuyos miembros se sacrifican individualmente en beneficio del grupo. Esa es la clave en la que se sustenta la moral y el espíritu de las auténticas, históricas y heroicas unidades.

El nombre, el lema, el himno, el guion, la hermandad, el servicio, la fraternidad… Sí, códigos prodigiosos capaces de hermanar en su síntesis a todos los hombres y luchar juntos hasta la muerte por un común ideal. Son los vínculos que los hermanan para siempre. La disgregación se manifiesta cuando se suprimen y con ello las relaciones entre sus miembros.

Son la esencia de nuestra milicia y todos debemos ser responsables de mantenerlos pensando en que somos más efímeros y menos importantes que aquellos que nos precedieron.

Las tradiciones son una herencia moral reflejada en nuestras Reales Ordenanzas y grabadas en el alma de un soldado. Las intenciones quedan en las leyes y órdenes ministeriales que nos regulan y organizan.

Una cosa son las tradiciones y otra las intenciones. A menudo nada que ver las unas con las otras.

Requiere una reflexión.

General de División Rafael Dávila Álvarez (R)

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7 febrero 2021

KILROY WAS HERE. UN SOLDADO ESTUVO AQUÍ Rafael Dávila Álvarez. General de División (R.)

James J. Kilroy trabajaba en los años cuarenta como supervisor en un astillero en Quincy (Massachusetts). Su responsabilidad era revisar los remaches de las planchas de acero utilizadas en la construcción de barcos. Las marcaba con una tiza que en ocasiones se borraba por lo que la plancha le era devuelta y no contabilizada. Su sueldo dependía del número de planchas que revisaba, así que el inteligente James decidió, con gran sentido del humor, resolver el problema de una vez por todas.

En cada plancha de acero revisada grabó con pintura la frase: Kilroy was here, a lo que añadió un misterioso dibujo con un hombre de prominente nariz asomado a lo que parece una tapia. Muchos de aquellos barcos fueron utilizados para el transporte de tropas en la II Guerra Mundial lo que hizo que el mensaje fuese visto y leído por miles de soldados. A lo largo de la contienda aquél grafiti, Kilroy was here, fue apareciendo por todos los lugares adonde los combates habían llevado a las tropas aliadas. Se veía en paredes, trincheras, armas, vehículos, incluso en los escritos oficiales de los Cuarteles Generales. Dicen que un Stalin extrañado se lo encontró en la pared del baño que utilizó en la Conferencia de Potsdam.

Pero, ¿quién era Kilroy? Ya no era el supervisor de planchas de acero sino un misterioso personaje que se adelantaba a las tropas aliadas en su avance. Nadie sabía quién era Kilroy pero todos se sentían Kilroy. Dejó de tener nombre y nacionalidad para ser simplemente el soldado que iba en vanguardia, en primera línea, con la bandera de todos izada; fue el servicio y la victoria. Aquel nombre empezó a transmitir tranquilidad, esperanza y cómplices miradas entre los soldados. Kilroy was here era una inyección de moral. El primero en llegar y el último en abandonar la posición. Símbolo de la victoria, del coraje, del orgullo de unos hombres que lejos de casa luchaban por una cultura, una patria, una civilización. Kilroy se universaliza, es el nombre de todos, del soldado que en cualquier rincón del mundo lucha por la libertad.

Da lo mismo el nombre: simplemente un soldado. Todos estos personajes que desprecian a los soldados, que los miran con recelo por decir alto y claro que España es soberana, que darán su vida por ello y por su integridad territorial y el ordenamiento constitucional, que lo han jurado al besar su bandera, tendrían que poner en la puerta de su casa: «Un soldado estuvo aquí».

Un soldado  ha estado aquí para defender la libertad. En ello están, estamos los de la R. de retirados, y están millones de españoles que son la infantería de la Patria.

No ha llegado todavía el momento de retirarse.

La lucha no ha terminado. Más bien acaba de empezar.

Un soldado estuvo, está y estará aquí.

General de División (R.) Rafael Dávila Álvarez

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4 febrero 2021

 

UN NUEVO TÍTULO DE NOBLEZA: 240.000 DEL ALA Rafael Dávila Álvarez

En euros es un buen sueldo, aunque sea al año.

Los abrazos: <<lo que este tiene que saber>>. Le rodea un silencio inicial, es dueño de la palabra. Nadie pregunta en su presencia, por si acaso.

Que te sonría será bueno, ¿o no?: ¿Sabrá lo de?

Del abrazafarolas al abrazasecretos, y quien no maneja, por delante o por detrás, por dentro, o por el medio, la cocina o kitchen, la despensa, la nevera, o el frutal —siempre en inglés o en romano—, no es nadie.

Los militares siempre han sido pobres, exceptuando aquellos que por familia, suya o política, hayan heredado un buen título económico. La riqueza está (ba) en la añoranza. Ahora en el Consejo de Administración.

Los hay, civiles y militares, con y sin título o graduación, procedentes de los injertos sobre el árbol del socialismo que fructificaban en billetes de 500 euros hasta que los retiraron y hubo que injertar —fidelidad—en otras ramas. Del injerto salieron frutos codiciados: Ley de Memoria Histórica y, ahora, tras sucesivos injertos, renovados frutos, la de Memoria Democrática, todo para desmemoriados.

Dicen que les fue muy mal y es hora del <<ahora me toca a mí>>. Esta nueva ley acabará con los títulos de la(s) etapa(s) anterior(es), que no podrá(n) mencionarse si la cárcel quieres rehuir. Suprimidos los de aquella nobleza, que ya no obliga, hoy se reparten títulos nuevos, más y mejores.

El de marqués ahora se llama 240.000 euros y solo has de sentarte en un consejo de administración, sonreír y mantener el secreto:

—Aquí estoy yo; que sé lo que sé; más lo que tú crees que sé; yo soy el que soy, incluso yo soy.

Conozco a uno, funcionario, que antes se llamaba soldado, que cobraba más dietas al mes que días tiene el calendario.

  • ¡Oiga que febrero solo tiene 28 días! Y se las apañaba para contar viajes a muy lejos donde se confundía un día con el otro, por eso de las horas, y sumaba 31.

¿A quién le oí decir que el dinero hace mayores lealtades que las de la sangre? Los silencios son clamores cuando aparece la traición, que se practica cuando te retiran del tronco del injerto. ¿Quién dijo lo del enemigo al ombligo?

Los títulos nobiliarios, de más a menos, son: Duque, Marqués, Conde, Vizconde, Barón, Señor y Grandeza personal. Este último, como su propio nombre indica, personal e intransferible. ¿Hay mayor título que el de grandeza personal? ¿Es necesario que te lo conceda alguien? ¿Quién es alguien para dártelo?

La equiparación actual es más práctica. Entre el millón y los 200.000 del ala. Ser Duque de nada sirve, mejor es el millón y el Consejo de Administración. El que se proclama nuevo Jefe del Estado los concede vía telefónica, que es su BOE.

¿Grandeza personal? Queda fuera de la ley.

La ceremonia avergonzaría: Cobertura de Grandes.

Desde Alfonso XIII no se han repetido. ¿Quién se atreve en los actuales momentos?

De ella tendríamos que recuperar el final, cuando el Rey le decía al grande en cuestión: <<Cubríos y hablad>>.

Sé de algún grande, de estos de ahora, que diría: Cubierto estoy Majestad (el solomillo a cubierto), hablar no debo. Vuestra Majestad bien lo sabe.

Desde que empezó esta democracia, en España, todo, absolutamente todo, ha girado sobre los secretos y el dinero, sobre el dinero y sus secretos; y así no hay democracia que resista ni grande que con el título se atreva, si no es con gran desvergüenza. Claro que el título económico, estos nuevos, son otra cosa con la que se pueden comprar grandezas; hasta personales, incluso voluntades.

Son los amos de la luz, que la encienden y apagan a su antojo.

En un lugar de la Mancha Babieca hablaba con Rocinante:

—Metafísico estáis. A lo que Rocinante contestó.
—Es que no como.

Estamos en una so(u)ciedad muerta de hambre.

Rafael Dávila Álvarez

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16 septiembre 2020

 

EL OFICIO DE LAS ARMAS. Rafael Dávila Álvarez. General de División (R.)

2012071027afganista_intMandar soldados, mandar sobre los que tienen como primer y fundamental deber defender a España incluso con la entrega de la vida, no admite experimentos gaseosos sobre la formación y preparación de los que mandan. Mandar no es dar órdenes ni aplicar leyes y reglamentos sino liderar desde el ejemplo. No es servirse sino servir desde el espíritu de entrega a un objetivo y un ideal, España y los españoles

Mandar es también decir siempre la verdad, a los de arriba y a los de abajo.

Si la preparación técnica es importante más lo es la formación moral. El espíritu de un soldado no se forja con leyes y reglamentos sino fomentando las virtudes históricas y permanentes como el amor a la Patria, el honor, la disciplina y el valor.

Un soldado no vive exclusivamente por un salario, que gana con sangre, sudor y lágrimas, sino por el sustento moral que le lleva al sacrificio y que recibe de la sociedad a la que sirve y de las Instituciones que la gobiernan y dirigen. Ellos deben ser su ejemplo, apoyo y respaldo moral. Sí no, es preferible cambiar su primer y fundamental deber por otro y así no engañar a nadie.Cartel_p

Alguien debe preocuparse y ocuparse de atender las necesidades de nuestros soldados y darles forma con leyes y reglamentos. En el plazo de 20 años la política de personal de las Fuerzas Armadas ha estado regulada por tres leyes (1989-1999-2007), a las que hay que añadir la regulación de  nuevas Reales Ordenanzas y la Ley de Derechos y Deberes. Para tan corto tiempo es mucho cambio, sobre todo cuando este no es de procedimiento, sino que afecta  a la esencia de la vocación, a su motivación y a las expectativas de futuro de todos y cada uno de los que visten el uniforme; y lo más grave, a sus familias, base y sustento de esta profesión de las Armas.

Siempre la polémica ha rodeado las distintas legislaciones. La Ley de la Carrera Militar trajo el desencanto entre los que ejercen el oficio de las armas. La polémica y los recursos envejecieron en los tribunales mientras se sufren las consecuencias del tiempo perdido entre comisiones y  falsas promesas.

El sistema de ascensos y escalas cercenó las expectativas de carrera, enrarecido el tradicional compañerismo y dañado la esencia de cualquier cambio, la motivación.

El nuevo modelo de enseñanza para los oficiales abre interrogantes y dudas de su eficacia. Poco de historia militar, de humanidades y tradiciones, claves de la formación  militar, mientras se crea algo indefinido entre soldado e ingeniero. Ingeniería del alma es la necesaria para cumplir su primer deber de soldado.

Los suboficiales siguen sin tener un tratamiento acorde con sus capacidades y prestigio, y se les priva de la merecida promoción y  de sus legítimas expectativas. Hay una enorme deuda con ellos y no se les reconoce su valía y preparación. Son la clave, la infraestructura de nuestros ejércitos.

La tropa sigue con su permanente temporalidad y escasas perspectivas de dignificar su profesión y facilitar su reinserción en la vida civil. Su temporalidad debe ser resuelta asegurando, sin la menor incertidumbre, su futuro estable.

Hay cosas que no exigen comisiones ni sindicatos o juntas de gorriones. Cumplir con su deber y 4ac2106a482cef3d60707b537abb0869_extras_albumes_0obedecer hasta morir debe tener una obligada respuesta, una exigencia y responsable compromiso,  entre los que mandan desde ese Ministerio de Defensa, y hacerlo antes de que se suprima, o veamos materializada alguna otra brillante idea de las que, como consecuencia de la falta de liderazgo, ahora circulan por los medios.

Porque lo que se percibe es desamparo y poca valoración de unos profesionales, que amén de jugarse la vida, han renunciado a sus derechos ciudadanos en beneficio de España.

“…con las armas se defienden las repúblicas, se conservan los reinos, se guardan las ciudades, se aseguran los caminos, se despejan los mares de corsarios…”, amigo Sancho.VELAZQUEZ---LA-RENDICION-DE-BREDA-O-LAS-LANZAS

Rafael Dávila Álvarez. General de División (R.)

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6 agosto 2020

 

SERVILISMO. SERVIR O QUE SE SIRVAN DE TI General de División (R.) Rafael Dávila Álvarez

La palabra servicio es compleja, admite numerosas acepciones, diversas y cambiantes; desde hacer el servicio, a hacer un flaco servicio; desde servicio de inteligencia, a orinal; desde estar de servicio, a estar al servicio de alguien.

Parece que siempre hay quien sirve y quien es servido. Antes era frecuente: <<para servir a Dios y a usted>>; <<servidor suyo>>; <<a su servicio>>. El servicio remunerado no es servicio, sino eso: un trabajo por el que te pagan.

Sin ánimo de entrar en la filosofía del jamón, que según el maestro Gustavo Bueno es la del hostelero andaluz: <<Mi filosofía es jamón, jamón y jamón>>, quisiera entender la del servicio.

La filosofía de un soldado es el servicio al conjunto, a la patria, estar de servicio es servir a la unidad, a los tuyos; como la del policía, el bombero o el médico de urgencias.

El soldado además está a las órdenes de… No a su servicio, sino a la orden del conjunto, cuya guía es la ley, el deber de cumplir con lo establecido.

El matiz es importante, porque el que ordena no puede hacerlo a su capricho, ni a su particular criterio, menos a su filosófica doctrina o creencia, sino sometido a la ley que rige al conjunto, al orden y la disciplina.

Esto, tan sencillo y fácil de entender, queda roto cuando el que sirve empieza a descubrir que se están sirviendo de él. La forma más fácil de comprenderlo, de darse cuenta, es ver que tu servicio no es para todos, un bien para el conjunto, sino según el patrón, el interés de un grupo concreto; no de la generalidad y que, por tanto, se conculca la Ley, los principios; y el orden establecido.

El mayor ejemplo de servicio debería ser el prestado por aquellos que se dedican al quehacer político. Me preocupa que no entendamos: <<Que de arriba se imponga la fuerza y de abajo surja la sumisión>>. El peligro de convertir una sociedad en esclava es patente; sin ella enterarse. Ocurre en numerosas ocasiones y Estados, hoy, ahora.

Decía Ortega y Gasset que la claridad es la cortesía del filósofo. Se comprende que entre estos servidores llamados políticos escasea la cortesía, son poco claros o, quizá, formen parte de la filosofía con la que ironizaba el maestro: jamón, jamón y jamón.

<<Pa asá una vaca>>, definición sublime e inmejorable de la filosofía política.

No cabe la menor duda de que <<hay que esmerarse en no ridiculizar ni lamentar las acciones humanas, sino entenderlas>>, como propugnaba Spinoza en su Tratado político. Cuántas veces lo he intentado, cuántas veces quedo más confundido.

Los que deberían servir, no sirven: se sirven de ti. Aprendieron, sin haber leído -ni torta- que son el monopolio del poder y que no hay tal sin máquina de imposición del miedo. Jamás lo leyeron en Maquiavelo, lo cual significa que el florentino era un verdadero sabio; y que nada ha cambiado.

Claro que el miedo va por barrios. Flaco servicio.

No lo duden: se sirven de usted; de nosotros. Consentirlo es una forma cómoda de vivir que entra dentro del relativismo o si lo prefieren del servilismo.

Si es ese el sentido de la vida sigamos camino del monopolio del poder. Allí se encontrarán con sorpresas.

Cuando llegamos a esta situación todo está perdido. El honor entre otras cosas. En recuerdo a Mozart: <<Si el emperador me quiere, que me pague, pues sólo el honor de estar con él no me alcanza>>.

General de División (R.) Rafael Dávila Álvarez

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3 febrero 2020

PONGA UN MILITAR EN SU PARTIDO. YO ME OFREZCO General de División (R.) Rafael Dávila Álvarez

En algún momento escribimos un artículo que parecía un anuncio, una oferta: ponga un militar en su mesa. Ya saben: bodas y bautizos. Una especie de esmoquin de alquiler, un uniforme militar con el personaje dentro.

Para una boda, un bautizo -cosas así-, que prestigian el evento, le dan categoría y mola cantidad. ¿Que quieres un general de uniforme de diario?: tanto; ¿que lo quieres de uniforme de gala?: tanto más; de etiqueta con condecoraciones y faja la cosa sube un poco, como si lo quieres de testigo que es lo más caro.

-Sí, es un tío lejano de mi marido, pero muy querido en casa. Es general… Con esa explicación quedas muy bien y se comentará que tienes un tío muy importante en la familia.

En una boda queda de tronío sentar a un general con sus entorchados en la mesa principal.

Pero aquello no tuvo éxito y cerramos la empresa.

Ahora la cosa va de partidos políticos. Buscan militares para sus listas. Habrá que ofrecerse. Mientras más rango mejor. Que tenga éxito no lo sé. Además hay que andarse con cuidado. Tenemos el ejemplo de que cuando un partido político te quiere para exhibirte como la antítesis del militar, lo opuesto al ser militar, pasa lo que pasa, que no te vota nadie. Te llevan de un lado para otro a ver si cuela, pero nada. Que la gente tonta no es. Un militar está para representar lo que es y no lo contrario. Tenemos recientes pruebas en España del fracaso que eso supone.

El estadounidense general Mattis, un tipo duro, general de los Marines, era ministro de Defensa con Trump. Claro que el general leía a Marco Aurelio, siempre llevaba consigo Las Meditaciones, y debió meditar su marcha de la política cuando vio que aquello era peor que la guerra. Firmeza en sus creencias. La política es tentadora, pero un soldado tiene principios…; y fin.

A mí también se me insinuaron desde un conocido partido político. Fue en aquellos momentos cuando me di cuenta de mi valía y la gran carrera política que tenía por delante. Ocurrió cuando las elecciones municipales; las últimas. La oferta fue tentadora. Todavía no sé como la rechacé. Me dijeron que me daría prestigio a mí y a la lista de candidatos del partido. Lo del prestigio me sonó raro. Un soldado solo gana prestigio en las batallas. Pero en fin la vida es batalla y pensé en ello. El prestigio para el partido y para mí consistía en ir el último en la lista de los candidatos en un ayuntamiento importante próximo a Madrid; repito, el último, ese que, aunque ganen, a él no le queda hueco. ¡Uf! Pensé en mi prestigio y vi que aquello no era lo mío, siempre me gustó ir en vanguardia. A pesar de eso que dicen: los últimos serán los primeros. Yo no lo veo. Les hice la contraoferta de ir de candidato a presidente del Gobierno que me parecía más sencillo, o un puestecito en Europa, o asesor de…, que se paga bien. Pero no; yo estaba llamado a ser el último de la lista. Así que la cosa no cuajó y desde aquel día he visto que tenían razón y mi prestigio está por los suelos; el del partido casi, casi tanto como el mío. ¡¿Cómo pude renunciar a aquel puesto de tanto prestigio?! La verdad es que el partido político en cuestión no ha vuelto a levantar cabeza en ese ayuntamiento. Yo tampoco. Puede que si hubiese aceptado ellos hubiesen ganado las elecciones y yo prestigio. No he vuelto a ser tentado por ningún partido y ya que lo siento. Han debido pensar que soy un desagradecido y que me creo alguien. Estoy triste y desconsolado porque hoy en día si eres general y ningún partido político se interesa por ti es que no eres nadie. En fin a ver si después de este articulo alguno lo lee y todavía tengo hueco en alguna lista sin necesidad de ser el último de la misma. Es que lo del último me da que no lo voy a aceptar.

Bueno, y si no siempre me queda el consuelo de decir aquello: <<Haga usted como yo y no se meta en política>>,  que atribuían a Franco.

Mejor me quedo como estoy, y más si voy a ser el último de la lista, aunque me queda la duda. ¿Será verdad que los últimos serán los primeros? Como les decía hace unos días, la guerra es la continuación de la política por otros medios. No sé muy bien que quería decir Clausewitz, pero por ahora prefiero la guerra que es más noble.

Heráclito decía que el oráculo de Delfos ni dice, ni oculta, sino da señales. Le he consultado. Sigo esperando la señal. Mientras, si hay algún interesado en mi persona para su partido político puede ponerse en contacto conmigo. No es seguro que acepte, pero me harán feliz por un rato.

La oferta está hecha. Gracias.

General de División (R.) Rafael Dávila Álvarez

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7 enero 2019

LA BANDERA EN ALTO. HASTA CON LA BOCA. TOQUE DE RETRETA General de División (R.) Rafael Dávila Álvarez

Seguimos con la llamada que desde este blog hacemos para que desde sus balcones y ventanas muestren la Bandera de España con motivo del Patrón de nuestra Nación, Santiago Apóstol. Una señal de unidad y amor a la Patria, una necesidad vital en estos momentos de zozobra y sin rumbo.

La bandera siempre fue el símbolo que representaba los sentimientos del soldado y era el abanderado un veterano de confianza que convertido en alférez daría su vida antes de rendir su enseña. Nunca la bandera se puso en manos de quien no hubiese acreditado el valor y el honor suficiente para llevarla.  Enseña de guerra, señal para atacar o retirarse, signo distintivo que entre el humo de la batalla debería permanecer flameante y enhiesta como muestra de ir venciendo. Famoso fue el linaje de los Aldana y entre ellos Juan de Dios Aldana, que portaba el estandarte en una mano mientras con la otra combatía con su espada. Perdida la mano de la espada siguió en primera línea flameando su bandera hasta que perdida la otra mano recogió la enseña con los sangrientos muñones de sus brazos manteniéndola en alto con su boca hasta caer acribillado a estocadas.

Icemos, mostremos, luzcamos nuestra bandera con valor y honor, y mientras el desafío de romper la Nación continúe, no arríen Bandera. Mantengámosla en alto hasta con los dientes, aunque caigamos acribillados a estocadas otro habrá que la recogerá.

General de División (R.) Rafael Dávila Álvarez

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19 julio 2018

SANTIAGO APÓSTOL

VOLVED A SACAR LAS BANDERAS

MARGARITA ROBLES: NUEVA MINISTRA DE DEFENSA. LA UNIDAD DE ESPAÑA. VISUS MILITIS. General de División (R.) Rafael Dávila Álvarez

La nueva ministra de Defensa toma posesión de su cargo

Nuestra mirada se dirige hoy hacia el Paseo de la Castellana, número 109, sede del Ministerio de Defensa del Reino de España. ¡Lo hemos hecho tantas veces! Con miradas de esperanza y las más con frustración.

Vuelve la palabra, promesas que el tiempo convierte en palabrería. Las palabras no son inocentes, nunca. Son todo o pueden no ser nada. Juzgan a quien las pronuncia. Te consagran y elevan, o caes en el descrédito.

Hubo un puedo prometer y prometo. Nadie puede prometer y no cumplir. A veces es mejor no creer en ninguna promesa.

Margarita Robles .Nueva ministra de Defensa

Nada hace más daño a un soldado que la alabanza meliflua. Parco en palabras, vista al horizonte militar, el frívolo elogio no forma parte de la  fortaleza de un soldado. Tan herméticos como el paisaje, llevan redactadas en sus caras las crónicas de guerra y ven pasar los acontecimientos; con cierta indiferencia hacia las escenificaciones. No se prestan al juego mediático y huyen de los discursos que no se corresponden con el ejemplo; los versos de Calderón forman y conforman su forma de ser.

La palabra actual es: Preocupación. Con la que miran al edificio de Castellana y a su nueva inquilina. Mira y escucha centinela, alerta está.

Charles de Gaulle visitó España en viaje de descanso allá por los años setenta. Se alojó en Toledo, Cigarral Los Dolores, propiedad de la familia Marañón. Gregorio Marañón Moya nos contó la entrevista que con él mantuvo. Al hablarle de Napoleón el general no dudó en responder:

<<…Mire usted, una cosa son los soldados y otra cosa son los hombres. Napoleón fue un genio para los soldados. Pero ignoró a los hombres. Ni los conoció ni le interesaron. Ese fue su gran error>>.

De Gaulle quiso decir lo que dijo y algo más. Su crítica iba dirigida a quien no creía nada más que en él. No hay distancia ni distinción entre soldado y hombre. Para ser soldado hay que ser hombre honrado.

Más frecuente es el error contrario. Ignorar a los soldados. Ni conocerlos ni interesarle.

Preocupación. Por la unidad de España. Por encima de todas las demás que son muchas y variadas. Habrá que seguir con la mirada y el oído atentos.

¡Bienvenida!, señora ministra de Defensa. Ya sabe que su puesto está al frente de la milicia, que no es más que una religión de hombres honrados, en la que nadie espera que ser preferido pueda por la nobleza que hereda, sino por la que él adquiere.

Le damos la bienvenida y le deseamos que su actuación sea lo mejor para España y sus Fuerzas Armadas, que equivale a decir para todos los españoles.

Por encima de todo: La unidad de España.

Principal reto al que usted junto al resto del Gobierno se enfrenta.

General de División (R.) Rafael Dávila Álvarez

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10 junio 2018

LA PRENDA DE CABEZA EN LOS EJÉRCITOS DE ESPAÑA General de División (R.) Rafael Dávila Álvarez

Enredado en mi cabeza

<<Los rojos no usaban sombrero>>. Pocos saben a lo que me refiero con esa frase. Divertido si no fuese porque en muchas ocasiones un simple sombrero sobre la cabeza era tu condena.

Resulta que al comienzo de la Guerra Civil, en el Madrid del desorden y el paseo,  llevar sombrero o corbata te podía costar caro: que te diesen el paseo. Eran prendas que se asimilaban a los señoritos burgueses o explotadores de los obreros como eran definidos por anarquistas y comunistas. <<…mientras en la calle no se vean monteras la revolución será nuestra>>, se anunciaba desde Solidaridad Obrera.

Los rojos no usaban sombrero

No serían uno ni dos los que sufrieron prisión y algo más por el simple hecho de llevar sombrero.

Como era lógico el gremio de sombrereros protestó porque aquello suponía su ruina. Pero llevar sombrero caló entre la gente de la calle como una prenda detestable usada por gente bien. Tal fue así que al finalizar la Guerra Civil una sombrerería muy conocida de Madrid, Brave, abrió sus puertas al público con el eslogan: <<Los rojos no usaban sombreros>>.  Aumentó de manera considerable el número de ventas. Al finalizar la Guerra Civil había en Madrid unas cuarenta sombrererías. Hoy no quedan más de doce.

En la vida militar no existe el término sombrero para definir a la prenda que sobre la cabeza se lleva sino algo mucho más generalizado aplicable a casi cualquier cosa que se lleve sobre la testa: prenda de cabeza. Sombrero militar, ros, gorra de plato, gorra de montaña, gorro, gorrillo, chambergo, gorro Lepanto, tarbuch, teresiana, chapiri, boina, casco, tricornio, bicornio, gorro isabelino, gorro de montaña, gorro ruso o ushanka…, en fin diversidad de nombres y modelos que cualquiera de ellos encaja como prenda de cabeza.

El chambergo, la capelina o sombrero de ala ancha, utilizados por nuestros Tercios, eran prendas muy acordes con la moda de la época. Protegían del sol, cubrían el rostro y protegía en los combates. El morrión fue el casco emblemático de nuestros Tercios, además de capacetes y borgoñetas. Prendas todas de útil protección en los combates.

Como parte del uniforme militar la prenda de cabeza no surge hasta el siglo XVII cuando se impone en los ejércitos para diferenciarse entre ellos y del resto de ciudadanos.

Era fácil por la prenda de cabeza distinguirse en combate y distinguir a la unidad que cada uno pertenecía. De ahí todo lo demás. Además de su sentido de protección en invierno, verano, o en combate, de distinguirse y ser distinguido, la prenda de cabeza es orgullo de pertenencia, historia, disciplina y clara expresión de pertenecer a una fuerza militar. Muchas veces, más que el uniforme, la prenda de cabeza define y marca, aunque son dos prendas íntimamente unidas, que hacen un inseparable conjunto. Por ello un soldado debe ir cubierto siempre, al menos casi siempre. Ya saben que cuando va armado no debe quitarse la prenda de cabeza ni en interiores. Descubrirse parece como relajarse, dejar la actividad, desprenderte de algo esencial para el cumplimiento de tu misión.

No sé si ustedes lo habrán notado. De un tiempo a esta parte el uso de la prenda de cabeza en los Ejércitos y Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado es cada vez menos visible. En cuanto hay ocasión nos desprendemos de ella. Vamos que se la quitan a la primera de cambio. Y la cosa cambia. Un soldado lo es con la cabeza cubierta… y con correaje. Pero las modas, que dicen más funcionales, cómodas e igualitarias, nos traen la de descubrirse  en cuanto se tiene la más mínima oportunidad.

Y no hay necesidad de ello; ante nada ni nadie. Tampoco descocarse.

Un soldado saluda y esa es suficiente norma de respeto. Es una muestra de disciplina, afecto y respeto a todos.

Para quitarse el sombrero

Es el significado del saludo militar que nuestro Ejército, lo hace con la cabeza cubierta, con la prenda de cabeza.

Por cierto los soldados, la tropa, no tiene reglamentada la gorra en el uniforme de paseo sino la boina. Ellos reivindican la gorra como prenda de cabeza como la llevan oficiales y suboficiales. Y tienen toda la razón.

General de División (R.) Rafael Dávila Álvarez

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9 febrero 2018