Para ser soldado es necesario que el primer y más fundamental deber sea la disposición permanente para defender a España, incluso con la entrega de la vida cuando fuera necesario. Ser soldado no es un capricho, ni siquiera una afición. Es una vocación cuyo atractivo reside en la virtud: la disposición permanente del alma para las acciones conformes a la ley moral.
Para ser soldado se necesita tener una vida inspirada en el amor a tu patria, en el sacrificio reconfortante de ese espíritu que te lleva a mantenerte en tu puesto de honor cuando el amor a la vida te dice al oído que te separes del peligro. Ese espíritu que unas veces es valor, otras abnegación, entusiasmo por la profesión, siempre afán de esplendor para tu patria.
Para ser soldado se necesita algo de Cervantes, Lope de Vega, Calderón de la Barca, Alonso de Ercilla, el Cabo Noval, Eloy Gonzalo, Juan Maderal Oleaga, (último laureado de las Fuerzas Armadas) y algo de esos millones de héroes incógnitos que dieron y siguen dando su vida por la patria. No son hombres reducidos a la historia sino los forjadores, entre otros muchos españoles, de ese sentimiento de identidad llamado patriotismo. Nadie recuerda lo que cobraron, sino lo que nos dieron sin quedarse nada para ellos.
Para se soldado será el patriotismo tu valor principal, tu deber, y cumplirlo tu íntima satisfacción. Apréndelo pronto: tu patriotismo consiste en amar a España, es decir, cumplir con tu deber siempre. Esa íntima satisfacción del deber cumplido será tu premio y única aspiración.
Para ser soldado se necesita que el honor presida cada una de tus actividades, estando solo o en compañía, sin buscar el elogio o el aplauso. A él ajustarás siempre tu conducta. En la soledad de la noche o con las luces del día debes ser coherente entre lo que debes hacer y lo que haces. El honor será la virtud que te lleve al cumplimiento de tus deberes respecto del prójimo y de ti mismo.
Para ser soldado se necesita que al patriotismo y al honor les acompañe el valor. En la milicia el valor no es bravuconería sino una firme disposición, constante preparación física y moral, para vencer el miedo y llegar más allá incluso de lo que el deber te exige. Tu valor ha de ser sereno sin alardes inútiles, comúnmente innecesarios, has de tender a conservar durante el mayor tiempo y en el más alto grado tu energía moral y física para utilizarlas al máximo y en toda su plenitud en el momento decisivo. Debe adornarse el valor con entendimiento para obrar con sabia destreza y no estrellar su denuedo contra la ignorancia. Valor estoico, y heroico si el combate lo requiere.
Para ser soldado la disciplina será factor de cohesión que regule todas tus relaciones en la milicia. Exigida y exigible para el que obedece y más, si cabe, para el que manda. Respeto y obediencia moral que te lleve a la observancia de las leyes y normas, te distinguirá como buen soldado.
Para ser soldado recorre despacio el camino, con humildad y paciencia. Recuerda que la guerra es el arte a cuya cumbre no se vuela, súbese poco a poco y con discurso de tiempo. Pero no olvides que aquí el esfuerzo y dedicación nunca están de vacaciones.
Ser soldado es más sencillo de lo que puedas pensar, pero solo se consigue si tu corazón alberga alma de soldado, un bello oficio que te descubrirá pronto su tesoro que reside en la camaradería y la fraternidad que forja unidades muy sólidas donde cada miembro se sacrifica individualmente en beneficio del grupo.
Compañerismo, abnegación, solidaridad, amistad, unión y socorro.
Para ser soldado debes saber que aquí nadie es más que otro si no hace y sabe más que el otro.
Para ser soldado hay una regla escrita hace muchos años, no es ley ni reglamento, es pura poesía vivida en la milicia; en los momentos buenos y en los regulares. Lo escribió uno de Infantería, Pedro Calderón de la Barca. Te invito a que lo leas y cuando termines te preguntes ¿Quiero ser soldado?
Hace ya muchos años que se escribió el cómo y el porqué. Si no se dan estas condiciones no hay Ejército, sino otra cosa que yo no sé definir:
Este ejército que ves
vago al yelo y al calor,
la república mejor
y más política es
del mundo, en que nadie espere
que ser preferido pueda
por la nobleza que hereda,
sino por la que él adquiere;
porque aquí a la sangre excede
el lugar que uno se hace
y sin mirar cómo nace
se mira como procede.
Aquí la necesidad
no es infamia; y si es honrado,
pobre y desnudo un soldado
tiene mejor cualidad
que el más galán y lucido;
porque aquí a lo que sospecho
no adorna el vestido el pecho
que el pecho adorna al vestido.
Y así, de modestia llenos,
a los más viejos verás
tratando de ser lo más
y de aparentar lo menos.
Aquí la más principal
hazaña es obedecer,
y el modo cómo ha de ser
es ni pedir ni rehusar.
Aquí, en fin, la cortesía,
el buen trato, la verdad,
la fineza, la lealtad,
el honor, la bizarría,
el crédito, la opinión,
la constancia, la paciencia,
la humildad y la obediencia,
fama, honor y vida son
caudal de pobres soldados;
que en buena o mala fortuna
la milicia no es más que una
religión de hombres honrados.
Pedro Calderón de la Barca (Soldado de la Infantería española)
Rafael Dávila Álvarez. General de División (R.)
Blog: generaldavila.com
9 febrero 2020