Si la palabra no fuese interrogación no sería necesaria. Todo estaría claro y además sería bello, a pesar de que en mi criterio lo más hermoso que tiene la vida es la permanente duda que nos acompaña. Es en definitiva el equivalente a la libertad. La palabra es su expresión. De ahí que todos quieran tener el uso de la palabra. Dominar con su posesión.
El mundo se constituye sobre lo incierto, mar de dudas donde se maneja el ser humano en constante marejada haciendo frente a las tormentas que traen los dogmatismos que cercenan directamente la posibilidad de cambiar de rumbo, es decir de palabra, cuyo uso limitado y en una única dirección la convierte en un ídolo dorado al no permitir que entre ellas se interroguen.
Por eso existen los ladrones de palabras. Es el peor de los robos y el mayor ataque a lo que mantiene vivo el mañana del hombre: la libertad.
No hay arma que llegue tan lejos, tan fuerte, tan vital y mortal. Es toda ella poder. Los hombres quieren ser dueños de la palabra justa con la que vencer al miedo, inconscientes de que no existe, aunque conocedores de que siempre hay una palabra que puede arrastrar al conjunto con el engaño. Es un arma que requiere sabiduría y maldad en su manejo si es para lograr el objetivo de la posesión. Decir malo o bueno no es decir nada. Lo que importa es quien lo dice y la bandera que porta. Eso en política da lugar a los «-ismo: forma sustantivos que suelen significar “doctrina”, “sistema”, “escuela” o “movimiento”».
El que consigue robar una palabra y con ella transmitir un código que invite a un idílico paraíso o transmita una pasión irresistible, dominará el arma.
La primera palabra escrita está en la Ilíada: «la cólera (resentimiento) -¡que mal haya!…». Ahora sin la categoría de Homero alguien intenta escribir una obra que empieza así: «el progresismo…», como fueron otras doctrinas perversas y engañosas.
El Menelao actual, al que un día le robaron la cartera (no lo olvida), pretende que todos vayamos a su lado, en su defensa, y se hace líder del progresismo, un invento que nada dice y se concreta en la teoría moderna del comunismo, «pa asá una vaca», populista, gamberro, agresivo, violento, ciudad sin ley; sobre todo engañoso y que pretende convertirse en una religión a base de robar la palabra de otros textos.
El progresismo de Menelao todo lo promete y no da nada. Es presidir una democracia controlada por demagogos e ineptos muy adecuados para plagiar sistemas y no aceptar derrotas.
¡Cuidado! Todo lo invaden. Penetran entre las rendijas. Cuando abres el salón de tu casa, cuando coges un libro de tu biblioteca, cuando haces un nombramiento en tu negocio o empresa, cuando vas a la compra, cuando en el cine…, o en el gimnasio…, allí está el progresista dando consejos, que ha entrado en tu casa como si fuese una letal dosis de inteligencia artificial. Su belleza es tan efímera como una amapola y por tanto el truco para dominar está en el elevado número que crece en las cunetas, unas rojas otras blancas, todas de mortal belleza. Están por todas partes y mutan en las estaciones de amapola a flor de invierno.
Su devocionario o doctrina está en los constantes mensajes de obligado cumplimiento: el BOE. La bondad y legalidad de su doctrina no puede ser puesta en duda ya que tienen sus propios interpretadores del mensaje y un tribunal decisorio que determina si esa doctrina se ajusta o no a la de la grandeza de su elíseo.
Conmigo o contra mi. Si es necesario hacen como que se van. Vuelven.
«Erguido sin piedad en medio del recinto, el caballo vomita guerreros y Sinón victorioso, insolente, incendios provoca […]. Te espera un largo exilio y arar la vasta llanura del mar…» (Eneida. Virgilo).
Será la penúltima de las trampas; cuando veamos que hasta allí han logrado penetrar, dominar el símbolo, ya no habrá tiempo para rectificar (Troya arderá), y la única salvación será no esperar salvación alguna.
Los ejércitos también están contaminados por el progresismo. Hace ya mucho tiempo que por ello se pierden las guerras.
«Porque desde que los romanos se aficionaron a los placeres, empezó la ruina de mi patria».
Cuidado con el «Gran progresista». Le daré un consejo que a mi me dio Hobbes: «Los pactos sin espada son solo palabras».
Rafael Dávila Álvarez. General de División (R.)
22 enero 2024
Blog:generaldavila.com