¿DESPUÉS DE LA DESILUSIÓN QUE VENDRÁ? Rafael Dávila Álvarez. General de División (R.)

«La guerra en la que no queríamos creer ha estallado, y nos ha traído la… desilusión» (Sigmund Freud, Consideraciones actuales sobre la guerra y la muerte, 1915).

«¿Hay una manera de liberar a los seres humanos de la fatalidad de la guerra?». Le preguntaba Einstein a Freud en el verano de 1932. Einstein reconocía que la habitual orientación de su pensamiento no le permitía formarse una idea acerca de las profundidades del querer y sentir humanos y confía en Freud para que le ayude a resolver el mayor problema que se plantea la sociedad. Las profundidades de la sencilla inteligencia del sabio no le permitieron conocer el alma humana, allí donde radicaba la contestación a su interrogante. Ello incluso le lleva a anticiparse a la respuesta aludiendo a «que los Estados creen una autoridad legislativa y judicial para la solución de todos los conflictos que surjan entre ellos».

La correspondencia entre los dos sabios recogida en esa joya de la humanidad ¿Por qué la guerra? es de lo mejor que se ha escrito sobre el interior del fenómeno guerra.

Freud duda de que haya una definitiva respuesta y, en mi escasez, llego a pensar que sabe que no hay una solución. En su análisis recuerda la situación original en la que dominaba el mayor poder, la violencia bruta que se vio reforzada y sustituida por el empleo de las herramientas: armas y habilidad. Dice Freud que la superioridad intelectual comienza ya a desplazar a la fuerza muscular bruta, pero el objetivo final de la lucha sigue siendo el mismo: eliminar al enemigo, matarle.

Al fin se pasó de la violencia al derecho, al poder de la comunidad, y de alguna manera se supera la violencia por la cesión del poder a una unidad más amplia. Pero la desigual distribución del poder entre sus miembros crea conflictos de intereses e incluso ocurre que las leyes hechas por y para los dominantes conceden pocos derechos a los dominados. Por tanto unos manejarán la fuerza y otros serán incitados constantemente a la violencia, incluso se da el oxímoron: pacífica violencia.

No le queda más remedio a Freud que sacar a relucir la teoría de las pulsiones: «conservar y unir (eróticas)—destruir y matar(de destrucción)». Siempre en una se da algo de la contraria. Es la vida. El mejor ejemplo es la Ilíada. Pocas diferencias. «Por consiguiente, parece que el intento de sustituir el poder real por el poder de las ideas está condenado por el momento al fracaso» y sentencia: «El ser viviente protege en cierta manera su propia vida destruyendo la vida ajena».

Freud deja a Einstein en silencio. No volverán a hablar del tema. Queda abierta una esperanza que se frustra cada día: «La esperanza de que estos dos factores —la actitud cultural y el fundado temor a las consecuencias de la guerra futura— pongan fin a los conflictos bélicos en un plazo limitado no sea utópica».

Einstein y Freud no llegan a soluciones. Se les había adelantado Pascal:

«Guerra intestina del hombre entre la razón y las pasiones.

Si no hubiera más que la razón sin pasiones.

Si no hubiera más que las pasiones sin razón.

Pero, al haber lo uno y lo otro, no puede estar sin guerra, no pudiendo tener paz con lo uno más que teniendo guerra con lo otro.

Así, está siempre dividido y en contradicción consigo mismo» (L621/B412. Pascal. Pensamientos. Gabriel Albiac).

Estaba roto el cerrojo de la puerta cuando entró el presidente y oyó a Einstein y Freud hablar de cosas raras que él no entendía.

Ellos al verle le preguntaron. ¿Por qué? Incluso llegaron a decir: «La ley es mejor que el desorden»; pero el hereje supo hacer ver su herejía como la más pura de las ortodoxias.

Einstein y Freud en el ¿Por qué la guerra? olvidaron estudiar los efectos de poner al mando a un tonlisto, situación de la que solo se puede salir pidiendo la gracia al cielo para que del estiércol sepan levantarse los pobres y de los tontos haga discretos. No cayeron en que ahí estaba el problema y la solución.

Hemos cedido el poder a uno de estos últimos indiscretos o tonlisto.

Y el plasma dictó sentencia. En 4 minutos se aprobó una nueva Constitución televisada y aceptada sin remedio. Con forma, conforme y con firma; que no conforma a nadie.

Son eso: un grito y una consigna. Nada más; ni menos.

¿Después de la desilusión qué vendrá? Desde luego no la solución.

Rafael Dávila Álvarez. General de División (R.)

Blog: generaldavila.com

24 junio 2021