Cada día hay un nuevo motivo para asustarse y que a todo el que tiene un mínimo de sensatez preocupa y ocupa alrededor de esta guerra tan sucia cómo las bombas que ahora nos anuncian: ¡Bombas sucias! Un pleonasmo en guerra.
Ninguna es limpia, pero esa denominación no es baldía ni fruto de la información periodística. El que ha mencionado el nombre sabe de lo que habla.
Es un viejo y amenazante peligro cuyo potencial riesgo mantiene a todas las naciones en alerta ya que se trata de posibles artefactos que podría manejar el terrorismo internacional. Su rastreo y posible seguimiento está muy avanzado y es difícil que se cuelen por cualquier rendija. Podría ocurrir, pero las posibilidades son mínimas por la extrema vigilancia que se lleva y en estos momentos de guerra con mayor diligencia.
Todo esto empezó, como es lógico, a raíz de la energía nuclear que, como todo, ofrece por un lado dar un salto cualitativo en el bienestar, ciencia y tecnología del futuro, y por otro darlo hacia la destrucción del presente, pasado y futuro.
Pero veamos muy esquemáticamente que es eso de una bomba sucia.
¿Cómo empezó esa denominación y cuándo? Las alertas aparecieron junto a los conflictos de baja intensidad extendidos por todo el mundo y en los que los grupos terroristas hacían aparición como verdaderos enjambres, plaga bíblica, capaz de matar con cualquier arma, procedimiento y lugar sin más objetivo que la desestabilización, el miedo e imponer un clima de terror allí donde ponían el dedo en el mapa. Aún el gran público no tiene muy claro a dónde se llega si tiramos de ese hilo del terrorismo. Puede que en la cima del poder nacional y de sus servicios de Inteligencia se sepa más y mejor. Todo o casi todo.
Esos lugares, muchos no tan lejanos de nosotros, donde la desestabilización inundó los centros de poder de terroristas bien armados, pagados y enredados (redes) fueron objeto de un especial seguimiento por los servicios de Inteligencia de todas las naciones. Cualquier cosa podría ocurrir porque el mal suele adelantarse a cualquier circunstancia y cuando llega suele ser tarde para el bien. Es preciso hasta introducirse en el eje del mal para hacer el bien.
En estas circunstancias era de esperar que el terrorismo hiciese uso de eso que pasó a denominarse «Bomba sucia».
Para entendernos sin retórica: «la bomba atómica de los pobres», como se la bautizó.
¿Cómo se fabricaban y de dónde salían?
Todo empezaba con el robo en un hospital o centro médico de una bomba de cobalto de las utilizadas en medicina para radioterapia a la que se le adhería una cantidad suficiente de explosivo para hacerla detonar por cualquier procedimiento a distancia de los muchos conocidos.
Repito que no era fácil hacerse con una bomba de cobalto utilizada en los hospitales; están todas controladas, y con seguimiento, pero en aquellos lugares donde la violencia y la guerra han roto con los sistemas de seguridad, control, y los terroristas se han hecho con el poder, no era difícil hacerse con ellas. Todos ustedes saben de qué lugares hablo.
Esa fue la base de su construcción y en esto consiste en breves palabras lo que es una bomba sucia y el riesgo que entraña su explosión que, sin ser una bomba nuclear clásica, produce efectos radioactivos por dispersión radiológica y su contaminación viaja con el viento y la lluvia. Además del efecto de su detonación y radioactivo infunden terror por abrir las puertas a una acción nuclear de consecuencias fatales: una bomba nuclear ¿limpia? ¿Cuál sería el siguiente paso? Limpieza total.
El lenguaje puede llegar a ser malvado.
Hace unos días el Jefe de Estado Mayor de la Defensa en la Mesa del Congreso de los Diputados hablaba del Sahel y nos recordaba el descontrol allí existente donde se trafica con personas, materiales, drogas y armas; donde está instalado el crimen organizado y es el lugar de libre movimiento del mal, siendo una verdadera amenaza para el mundo y en concreto para Europa. Todo control es poco y de hecho el esfuerzo que se lleva a cabo puede que nos haya librado en más de una ocasión de los frutos de la cosecha del mal que allí se siembra y crece cada día con más fuerza.
Es indudable que no podemos estar muy tranquilos ante una guerra, la invasión de Ucrania, que cada día nos ofrece una novedad más cercana a un final bélico fatal y cierra herméticamente las puertas a la vía diplomática.
Un armisticio es necesario; que dé paso a las conversaciones de paz. Aunque sabemos que no es el «estilo Putin», que gusta hacer la guerra y la diplomacia a la vez, inseparables y groseras; ambas.
Todo es sucio. No solo las bombas, también los que juegan sucio y no deciden nada bueno.
Una bomba sucia desgraciadamente está al alcance de cualquiera y su uso forma parte de lo probable y posible. A eso habría que añadir que puede ser colocada en cualquier lugar del mundo en un simple contenedor que viaja por un medio de transporte comercial. Los servicios de Inteligencia están siempre en alerta y no es fácil que se les cuele. Pero…
Pero el riesgo existe. Hoy más que ayer y menos que mañana.
En esta guerra injusta y cruel todavía no lo hemos visto todo y podría dar en breve un giro inesperado.
El azar y la fricción.
Rafael Dávila Álvarez. General de División (R.)
Blog: generaldavila.com
27 octubre 2022