
José de La Peña Acebal, boxeador y Legionario, El León de la Legión, campeón de España de los pesos welter (1932). Fusilado en Paracuellos del Jarama.
En la Legión las rencillas personales no solían hacerse públicas y se guardaban para el aniversario fundacional de la Legión, cuando se montaba un ring en cada Tercio donde los que se la tenían guardada podían subir y resolver en el cuadrilátero, a guantazos, sus diferencias. El boxeo es una dura disciplina y si no estás entrenado acabas roto al primer asalto, como de hecho les ocurría a los enfrentados legionarios que finalizaban hermanados en un eterno abrazo de cansancio del que costaba trabajo separarlos.
En la Ilíada hartos de luchar deciden que los ofendidos y provocadores de la guerra, Paris y Menelao, se enfrenten en lucha abierta, cara a cara, pero Afrodita protege al cobarde Paris cuando está en las últimas y se lo lleva envuelto en una espesa niebla.
Bueno sería rememorar viejos tiempos y en el gran teatro de la vida, un campo de futbol como el Santiago Bernabéu, por ejemplo, nuestros llamados líderes políticos (agresivos y faltones)) dirimiesen sus diferencias a calzón quitado, allí en amplio espacio deportivo, por si alguno huye en veloz carrera, en lugar de transmitirnos cada día la dosis de violencia que a su juicio es conveniente para mantenerse en el poder. El riesgo evidente; lo es para nosotros y más para los que exponemos sin temor nuestras opiniones. Ellos se ríen en nuestra cara. Ya dijo uno de esos agresivos personajes que les conviene que haya tensión. La tensión es hostilidad latente y la agresividad es la tendencia a actuar o responder violentamente. Ya sabemos de qué tensión hablaba. Esa a la que le sigue el indulto o la otra que es peor; ya saben los resultados. Todo lo arreglan con apaños bajo la mesa.
Hace unos días sufrí una agresión que no fue a más, pero pudo. Simplemente un empujón por la espalda sin previo aviso que casi me tira al suelo (esa era la intención) si no es porque uno se mantiene en forma. Lo que vino después no tiene importancia más allá del lloriqueo de un cobarde pidiendo perdón al verse cara a cara. Fue intencionado, intuyo las razones, habrá que tener cuidado porque el ambiente es de agresividad y los culpables de esa crispación tienen nombre y apellidos. Señalar con el dedo es una incorrección. Es tan evidente que no es necesario. Son imitadores de los que se insultan, se agreden con la mirada, con el gesto y con las palabras. Contagiosa agresividad.
Voy a tener que tomar precauciones. Es necesario. La cobardía suele venir por la espalda por lo que a partir de ahora llevaré la pluma cargada y dispararé sintaxis en todas las direcciones. Caiga quien caiga bajo un borrón de tinta. Daré vueltas como un molino de viento sacudiendo en 360 grados.
Aunque ya sé que los cobardes no esperarán a subirse al ring; mandarán a un lacayo y nunca se presentarán al cara a cara.
Afrodita es voluble y poco fiable. Es solo un aviso para aquellos que se protegen en la densa niebla de la corrupción moral, los cuales <<luego verán mucho fango y mierda que fluye eternamente…>> (Aristófanes, Ranas 146…).
Rafael Dávila Álvarez
27 mayo 2024
Blog: generaldavila.com