FELIZ NAVIDAD Rafael Dávila Álvarez. General de División (R.)

Nacimiento: Caravaggio

FELIZ NAVIDAD. La expresión más sencilla y llena de significado para millones de personas y conocida por el mundo entero; hasta en el más recóndito rincón de la tierra llega el día, el de la Navidad.

Ahora quieren acabar con su auténtico significado; y lo están consiguiendo. Lo que importa es la intención y esto es intencionado, malintencionado, rozando lo grotesco. En la enseñanza pública ha desaparecido toda referencia a la Navidad. Es una fiesta, pero no es Navidad. Los ayuntamientos pelean por ver quién de ellos impone con más fuerza una nueva fiesta profana y de ridículo sentido. Luchan por el adorno más alejado de la tradición de estrellas, ángeles y belenes. En unos años no quedará el más mínimo vestigio del tradicional Belén de San Francisco de Asís y, lo que es peor, de la preciosa Navidad que relata San Lucas, la de los ángeles, los pastores, el misterio del nacimiento de Jesús. Una Navidad de hombres sencillos, pastores, gente del campo, artesanos de la vida, los que miran al Cielo como esperanza y consuelo, los que creen que pueden ocurrir prodigios. ¡Que algún día ellos, en su humildad, tendrán acceso al prodigio! Ese es el secreto: creer. Creer que es posible que anden los ángeles entre nosotros y que cada niño que nace o se engendra es una Navidad y no un estorbo, y que todos tenemos que echar una mano, como en aquel portal, y llevarle cada uno lo que pueda, al que nace y al que muere, es decir a todos, y entre esos todos a los más necesitados de creer. En aquel portal  no había nada, nada regalaban, nada vendían, a nadie rechazaban, pobreza y humildad, un niño que seguramente lloraba. Era un lugar olvidado, en un lugar lleno de gente que se empadronaba, iban y venían sin parar mucho en aquello de un niño que nacía. Ángeles, pastores, gente del campo. Nada ni nadie importante, un lugar alejado, temporal, de paso; de estrellas que interesaron a unos magos de oriente. Puede que fuesen, como hombres sabios, detrás del misterio que en la introducción a su libro Jesús de Nazaret nos recuerda el Papa Benedicto XVI, Joseph Ratzinger. <<Se relata en el Libro del Éxodo. Allí se nos narra la petición que Moisés hace a Dios: “Déjame ver tu gloria” (Ex 33,18). La petición no es atendida: “Mi rostro no lo puedes ver” (33,20). A Moisés se le pone en un lugar cercano a Dios, en la hendidura de una roca, sobre la que pasará Dios con su gloria. Mientras pasa Dios le cubre con su mano y solo al final la retira: “Podrás ver mi espalda, pero mi rostro no lo verás” (33,23)>>.

Este es el misterio que solo queda desvelado la noche de la Navidad. Ya se puede ver el rostro y por ahora, esta noche de Navidad, es el rostro de un niño nacido en un Portal, entre estrellas y pastores.

La Navidad es eso, y solo eso, ni más ni menos que eso. Ver el rostro. Se te permite entrar en la nube de su cercanía y hablar con Él como con un amigo. Si no puedes hablar todavía, espera, espera: a que vaya creciendo ese niño al que <<se le otorgará ver real e inmediatamente el rostro de Dios, y por ello, poder hablar basándose en que lo ve plenamente y no solo después de haberlo visto de espaldas>>.

Pueden ocurrir prodigios; y ocurrirán.

FELIZ NAVIDAD

Rafael Dávila Álvarez. General de División (R.)

24 diciembre 2018

Blog: generaldavila.com