Mandar soldados, mandar sobre los que tienen como primer y fundamental deber defender a España incluso con la entrega de la vida, no admite experimentos gaseosos sobre la formación y preparación de los que mandan. Mandar no es dar órdenes ni aplicar leyes y reglamentos sino estudiar, conocer y aplicar, todo ello desde la honradez intelectual y el ejemplo. No es servirse sino servir desde el espíritu de entrega a un objetivo y un ideal, España y los españoles
Mandar es también decir siempre la verdad, a los de arriba y a los de abajo.
Es preocupante la doctrina militar que hoy se predica en los ejércitos occidentales toda ella basada en la inundación de terminología y, lo que es peor, procedimientos anglosajones. Se habla en inglés y se piensa igual, lo que es peor. Por ello se pierden las guerras. Se confunde vencer con el poder, el arte con las bombas y el mando con el liderazgo. Asusta oír ciertas conferencias impartidas desde centros militares (¡españoles!) donde se abren cátedras de liderazgo y no de mando. Asusta que se infundan ideas que confunden y señalan las divisas de mando como una potestas alejada de la auctoritas. Como si las estrellas las regalasen, como si esto fuese un sindicato de líderes sin más, que protestan más y mejor. Que arrastran. En la vida militar nadie arrastra ni se arrastra. Se manda y se obedece. Se cumple con el deber. Claro que ese es un lenguaje desconocido para la invasión bárbara. Sin duda alguno quisiera un líder para mandar su compañía, pero yo prefiero a mi Capitán, con sus virtudes y defectos, que procede de Aquiles, Ulises, Áyax, y se perfeccionó en Flandes o en Zaragoza.
Si la preparación técnica es importante más lo es la formación moral. El espíritu de un soldado no se forja con leyes y reglamentos sino fomentando las virtudes históricas y permanentes como el amor a la Patria, el honor, la disciplina y el valor.
Un soldado no vive exclusivamente por un salario, que gana con sangre, sudor y lágrimas, sino por el sustento moral que le lleva al sacrificio y que recibe de la sociedad a la que sirve y de las Instituciones que la gobiernan y dirigen. Ellos deben ser su ejemplo, apoyo y respaldo moral. Sí no, es preferible cambiar su primer y fundamental deber por otro y así no engañar a nadie.
¿La política se preocupa y ocupa de las armas o de los que con ellas nos defienden?
En las próximas elecciones del domingo día 23 de este mes de julio cada partido se centra en su peculiar propuesta en materia de Defensa, que casi es unánime en invertir en armas, en las Fuerzas Armadas como generadoras de una industria más que de la Defensa y sus protagonistas uniformados, es decir interesa el negocio de las armas, y ningún partido toca la esencia del oficio, lo que más se espera: la Enseñanza Militar (actualmente una aberración en manos caprichosas ¿ideológicas?), la Cultura de Defensa en la sociedad, el mandato constitucional de formar parte de la Defensa (Art. 30: Los españoles tienen el derecho y el deber de defender a España) y el futuro profesional de la tropa.
Alguien debe preocuparse y ocuparse de atender las necesidades de nuestros soldados y darles forma con leyes y reglamentos adecuados y a la altura del servicio que prestan a la Nación. En el plazo de 20 años la política de personal de las Fuerzas Armadas ha estado regulada por tres leyes (1989-1999-2007), a las que hay que añadir la regulación de nuevas Reales Ordenanzas y la Ley de Derechos y Deberes. Para tan corto tiempo es mucho cambio, sobre todo cuando este no es de procedimiento, sino que afecta a la esencia de la vocación, a su motivación y a las expectativas de futuro de todos y cada uno de los que visten el uniforme; y lo más grave, a sus familias, base y sustento de esta profesión de las Armas.
Siempre la polémica ha rodeado las distintas legislaciones. La última, la Ley de la Carrera Militar, hace ya años, trajo el desencanto entre los que ejercen el oficio de las armas. La polémica y los recursos envejecieron en los tribunales mientras se llevan al retiro las consecuencias del tiempo perdido entre comisiones y falsas promesas.
El sistema de ascensos y escalas cercenó las expectativas de carrera.
El nuevo modelo de enseñanza para los oficiales abre interrogantes y dudas de su eficacia. Poco de historia militar, de humanidades y tradiciones, claves de la formación militar, mientras se crea algo indefinido entre soldado e ingeniero. Ingeniería del alma es la necesaria para cumplir su primer deber de soldado.
Los suboficiales siguen sin tener un tratamiento acorde con sus capacidades y prestigio, y se les priva de la merecida promoción y de sus legítimas expectativas. Hay una enorme deuda con ellos y no se les reconoce su valía y preparación. Son la clave, la infraestructura de nuestros ejércitos.
La tropa sigue con su permanente temporalidad y escasas perspectivas de dignificar su profesión y facilitar su reinserción en la vida civil. Su temporalidad debe ser resuelta asegurando, sin la menor incertidumbre, su futuro estable.
Hay cosas que no exigen comisiones ni sindicatos o juntas de gorriones. Cumplir con su deber y obedecer hasta morir debe tener una obligada respuesta, una exigencia y responsable compromiso, entre los que mandan desde ese Ministerio de Defensa, y hacerlo antes de que se suprima, o veamos materializada alguna otra brillante idea de las que, como consecuencia de la falta de liderazgo, ahora circulan por los medios.
Porque lo que se percibe es desamparo y poca valoración de unos profesionales, que amén de jugarse la vida, han renunciado a sus derechos ciudadanos en beneficio de España.
“…con las armas se defienden las repúblicas, se conservan los reinos, se guardan las ciudades, se aseguran los caminos, se despejan los mares de corsarios…”, amigo Sancho (ez).
Algunos prefieren hacerlo sin ver ni un solo uniforme por sus cercanías. Es decir: suprimir el ministerio de Defensa para lo que siempre contará con los apoyos tan próximos y conocidos.
Porque es conveniente recordar que las elecciones son también para la Defensa de España, garantizar su soberanía e independencia, defender su integridad territorial y el ordenamiento constitucional. Algo que es obligación de todos.
Pero en cabeza están los soldados y su protagonismo requiere que el que gobierna, y el que no, se acuerden de ellos.
Rafael Dávila Álvarez. General de División (R.)
20 julio 2023
Blog: generaldavila.com