Es imprescindible el traje otoñal, ese que ahora viste España y que da pie a desprenderse de lo viejo y caduco, a meditar bajo el abrazo de la sabiduría o el conocimiento de la tierra que todo hará renacer en la primavera, aún lejana, pero que ya se anticipa en un nuevo horizonte mientras quede una joven sonrisa de tranquilidad. El otoño en Madrid es una estación única de luz horizontal y meditación, la que no deslumbra sino alumbra, trascendente. Los ciclos de vida se muestran tercos, porque son constantes e inapelables. España es una razón inevitable para unos y de plenitud para muchos.
12 de octubre. Día de la Fiesta Nacional. Otoño, pese a quien pese.
Doña Leonor, Princesa de Asturias, vestía el uniforme de gala de Guardiamarina de tercer curso de la Escuela Naval con el Toisón de Oro al cuello y la Gran Cruz de Carlos III cruzando su pecho. Historia.
El otoño queda lejos cuando la esperanza es joven y dispuesta.
Todo es caduco y en ocasiones se hace viejo antes de tiempo. No lo es ni lo uno ni lo otro cuando se trata de vertebrar una nación, que es tan lento como imperturbable quehacer en el que la poliorcética es solo el arte de defender la plaza fuerte de España: La Corona.
Podemos perdernos en la inmensidad de una historia nada fácil, tergiversar los hechos, enfrentarnos y querer destruirnos, pero es inevitable que, vayamos por donde vayamos, siempre nos encontraremos con una gran nación llamada España que lleva mucho tiempo construyéndose desde la Corona y que ha llevado su fe, su sangre y su lengua a todos los rincones del mundo de la mano de sus reyes, bajo cuyo símbolo hemos caminado juntos y diversos, libres y luchadores, aunque a veces haya sido a empujones de unos a otros.
Doña Leonor, Princesa de Asturias -con Vuestro permiso Majestad- este 12 de octubre era un toque de luz que se colaba entre el aguacero (en España siempre hay una nube) y se empeñaba en deslucir aquella batalla de las tropas por el Paseo de la Castellana. Era el paisaje, el horizonte, la mirada al levante cuando todo es poniente, cuando se nubla la vista en el polvoriento camino lleno de trampas y emboscadas.
«Cuando Don Juan Carlos realizó su primera visita a Argentina, alguien preguntó al gran historiador Sánchez Albornoz, viejo republicano azañista residente en Buenos Aires, cómo contemplaba él ese acontecimiento. Don Claudio contestó: ¡Es España, España que viene a la Argentina!» (Carlos Seco Serrano).
La Princesa de Asturias, mi querida Princesa, es el proyecto que aún sigue, en marcha, el de una España grande y querida en todos los rincones del mundo. La Princesa de Asturias, el Capitán en formación, la profunda mirada a sus tropas, la Ordenanza: «Que ni Dios se ofenda ni el prójimo se agrave, obedecer, no turbar orden, ni desamparar lugar». Obedecer para mandar.
Lleva sobre su uniforme la grandeza de la historia forjada a base de generaciones, de paces y guerras, de amores y desamores, de conquistas y derrotas, de ofensivas a defensivas, historia de España.
Nuestra Princesa aprende táctica en las Academias militares y la táctica, bien lo saben los que combaten, está dominada por la virtud, es la pincelada del cuadro, la que acaba por definir la obra final y a su autor. Es el arte de las posiciones, de los campos, de las marchas maniobreras y difíciles.
Alteza, mi querida Princesa, esa es la vida que os espera y no es fácil, manejar las tropas en el campo de batalla o a la vista del enemigo y al alcance de su cañón. Como bien sabréis.
No miréis a poniente, levante os espera y para ello tenéis buenas tropas que son para campo raso, mejor que detrás de los parapetos.
¡Es España, España que viene…!
Rafael Dávila Álvarez. General de División (R.)
Blog: generaldavila.com
21 octubre 2024
