LA INMACULADA CONCEPCIÓN Y SUS SOLDADOS: LOS DE ESPAÑA General de División (R.) Rafael Dávila Álvarez

La inmaculada Concepción Patrona de España y de su Infantería

Los Tercios españoles fueron las mejores unidades militares del mundo. Todavía se recuerdan y estudian sus hechos de Armas en las más prestigiosas Academias Militares. Era la Infantería del Rey Católico, universal y única. ¡Ay, si hubiésemos sido más!

Ya se hablaba del Rey de España como un Rey universal. Y al mundo asombraba el carácter y la forma de ser de aquella infantería española.

Formaban parte de ejércitos multinacionales con alemanes, valones, italianos, españoles…; ellos eran el núcleo duro: veteranos españoles de los Tercios españoles, temidos y admirados por el resto. Sin duda constituían la organización más avanzada del momento. Destacada era la Compañía al mando del Capitán, modelo en el que se miraban sus hombres y a la que él daba personalidad, que <<quien ordena lo que no hace, deshace lo que ordena>>. Hombres de todos los tipos y clases donde nadie era más que otro, si no hacía más que el otro. El viejo principio de la meritocracia se llevaba a rajatabla como estímulo y buen gobierno. Siempre fue un honor servir al rey combatiendo a pie en la infantería. Porque el soldado español de los Tercios de Flandes no servía a cualquiera que le pagase, aunque exigía su soldada, sino que la lealtad al rey y la fe católica eran los principios que le impulsaban al sacrificio. El honor y honra, la reputación, eran los resortes morales que les daban energía y valor.

A estos soldados de España fue a los que en forma de imagen se les apareció la Virgen María en el momento crítico en el que se vislumbraba la derrota y la muerte. En una tablilla de vivos colores, con el azul inmaculado, la Virgen les indicaba su protección, estaba a su lado. Desde aquel día fue Patrona de los Tercios, más tarde Patrona de la Infantería y Patrona de España, de todos los españoles, que a la postre infantes somos todos de caminos y peregrinajes.

Estos hombres de hace más de 500 años tienen sus continuadores hoy por el mundo entero. No tengo la menor duda de que a diario nuestra Virgen Inmaculada, Patrona de España, se sigue apareciendo a nuestros soldados en sus momentos de soledad y desesperanza. En los momentos inesperados en los que ves sufrir más que sufres. Allí cuando ves lo que nunca hubieses querido ver ni contar. Cuando el caminar de infante te lleva por caminos llenos de encrucijadas de violencia y odios que surgen ante la inanición de las almas. Sin alimento a sus vidas. Caminos de permanente supervivencia, de miedo al no saber si habrá un nuevo amanecer. Caminos que, sin remedio, todos, terminan siempre en el sufrimiento, sin ningún otro horizonte para aquellas personas a las que proteges. Sufres por ellos, nunca por ti. Por lo que ves y sientes. Sufres hasta por el honor de ser soldado que te permite llevar una ráfaga de esperanza en medio de un mundo que hasta eso ha perdido. Es un honor estar allí entre los honorables huérfanos del privilegio de ser niños o ancianos, de haber nacido entre bombas y cañonazos, sin saber casi lo que es ternura, el regazo o la canción de cuna. Necesidades del alma que algunos nunca conocerán si no es por la mano de un soldado que acaricia sus entrañas casi sin poder expresar más allá de una sonrisa.

Allí está la Inmaculada. Cada mañana, aurora de la mañana, estrella del horizonte, azul y rojo, y en el negro desesperanza. En cada soldado español, en cada infante de aquellos caminos, está la Virgen caminante.

¿No puedes hacer nada Señora?, clamas al Cielo. Te acuerdas del milagro, de la necesidad; que aquello termine. Que vuelvan a helarse las aguas del odio y del sufrimiento. Que aparezca su azul manto en una tablilla de esperanza, que alguien la desentierre y alce a los cielos.

Sin duda está la Virgen Inmaculada entre aquellos nuestros soldados que caminan con su patronazgo. Que nunca falte la fe. O lo habremos perdido todo, Habremos perdido la noticia y su difusión, la esperanza y la verdad, la gloria infinita de ser soldado español.

8 de diciembre de 2017. 8 de diciembre de 1585. Seguimos en permanente oración, españoles, soldados, todos infantes. A la Virgen Inmaculada, Virgen caminante:

<<Haz que no perdamos el sentido de nuestro camino terrenal:
la suave luz de la fe ilumine nuestros días,
la fuerza consoladora de la esperanza dirija nuestros pasos,
el calor contagioso del amor anime nuestro corazón,
los ojos de todos nosotros permanezcan fijos, allí, en Dios, donde está la verdadera alegría.

¡Tú eres la Toda Hermosa, oh María!
Escucha nuestra oración, atiende nuestra súplica:
se Tú en nosotros la belleza del amor misericordioso de Dios en Jesús,
que esta belleza divina nos salve a nosotros, a nuestra ciudad, al mundo entero. Amén”>> (Papa Francisco).

General de División (R.) Rafael Dávila Álvarez

Blog: generaldavila.com

8 diciembre 2017 Día de la Inmaculada Concepción

UN REGALO EL DÍA DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN (En recuerdo a Manolo, un gran soldado de Infantería) General de División (R.) Rafael Dávila Álvarez

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La Inmaculada Concepción, Patrona de España y de su Infantería

Las historias del Cielo no suelen ser muy populares, pero en la vida militar, horas de estrellas y centinelas, cuando las esperadas auroras, entre soldados se cuentan muchas de estas historias que luego quedan ocultas en los rincones de los cuerpos de guardia o sobre las piedras solitarias donde la vigilancia descansaba al amparo del alba. Recuerdo especialmente una que siempre he desvelado con cautela. Hoy vuelvo a hacerlo. Puede que, aprovechando esta fiesta grande de la Infantería española, la festividad de Nuestra Patrona la Inmaculada Concepción, haya llegado el momento. Ella nos protege. Verán que sencillo es estar a su lado y buscar su amparo.

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Puerta del Cielo

Dicen que allí en el Cielo, un día estaba San Pedro muy preocupado. Iba y venía sin saber qué hacer. Recorría sin parar los accesos al Cielo y examinaba los registros de entrada. No le salían las cuentas. Se le colaba gente. Ante la duda y extrañeza se acercó al Señor, Jesús.

-Señor, estoy muy preocupado. Se me escapa el control del Cielo. Reviso a diario sus entradas porque noto que está entrando más gente de lo habitual. Cuando estaba recorriendo el límite celestial me he encontrado con un agujero por donde sin comprobación alguna se está colando mucha gente. Algunos son soldados de Infantería. En la distancia se les ve el uniforme y brillar en sus cuellos la corneta.

-Pedro ¿Estás seguro de lo que dices? Sí que es cierto que últimamente me he encontrado con más soldados de lo habitual.

¿Qué has hecho? ¿Has mandado arreglarlo?

-No, Señor, quería antes consultarlo contigo porque es todo muy extraño.

El agujero está en un lugar bastante apartado, aquel por donde surge cada día la aurora. Algo que me ha extrañado mucho es ver que hay colgado a la entrada del agujero un rosario.

-¿Cómo dices Pedro? ¿Un rosario?

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El santo Rosario entre tus dedos siempre rezando…

-Sí, Señor, un rosario. Da la impresión que alguien lo ha colocado intencionadamente como una señal para indicar el hueco por donde colarse en el Cielo.

– ¡Pero hombre, Pedro! ¡Ya está claro! ¿Cómo no te has dado cuenta?

-No os entiendo, Señor. ¿Sabes quién ha sido?

– Claro, Pedro. No lo toques, ni tapes el hueco. Déjalo como está y mira para otro lado.

Eso son cosas de mi madre.

Lepanto 7 de octubre de 1571. Las tropas embarcadas antes de la batalla rezan el rosario. Pio V ha encomendado a la flota española a la Santísima Virgen. Intercesora la Virgen. La de Infantería. La Señora de El Santo Rosario. ¡Dios te Salve, María!

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El milagro de Empel

No será la primera vez. 1585. La Virgen Infante vuelve catorce años después a interceder por los soldados en la isla de Bommel. Se quedará definitivamente entre nosotros. Nuestra Patrona. La de la fiel Infantería, la de a pie, caminante de todos los tiempos, veredas y caminos.

Todos los que hemos mandado conservamos una amistad especial con alguno de los que fueros soldados nuestros. Indefinible, profunda y eterna.

Manolo es uno de esos casos que a mí me ha acompañado hasta que, no hace mucho tiempo, se fue al lugar de donde venía. En el Cielo de los soldados está Manolo. Se coló por aquel roto del Cielo que conocía como nadie.

No es necesario saber mucho sobre Manolo. Solo desvelaré el regalo que me hizo. Lo hago con la misma cautela que he revelado el hueco por donde se entra en el Cielo.

Manolo antes de venir a verme siempre me llamaba para que le ayudase a llegar al lugar donde vivo. Se perdía, así que yo le esperaba en una rotonda de entrada para guiarle hasta la puerta de mi casa.

Aquel día era un 8 de diciembre, festividad de Nuestra Señora la Inmaculada Concepción. No hablamos de muchas cosas. Estar juntos un rato era suficiente. La humildad y la eficacia, como el honor y la honra suelen ser mudos.

Muda será siempre nuestra conversación a pesar de que Manolo pudo contar y contar.

Aquel día, antes de despedirse con la ternura de su habitual abrazo, me dijo:

-Mi general, hoy como es la Inmaculada Concepción, nuestra Patrona, le traigo un regalo.

-Tú dirás, Manolo. Ya veré si te lo acepto.

-No va a tener más remedio, mi general. Desde hoy y para siempre tiene usted un Rosario que a diario rezaré por usted. No le faltará ninguno de los días en los que Dios me mantenga vivo. Se lo rezaré a las seis de la mañana que es la hora a la que me levanto todos los días.

No supe que contestar. Tampoco a dónde mirar. Todavía las formas se resistían a romperse y pretendían mantener la firmeza de carácter y la compostura de la educación militar. No pude. Las lágrimas hicieron acto de presencia. Nunca, jamás, había recibido un regalo como ese. No era un regalo, era el camino del Cielo, el hueco señalado por donde se cuelan, a pesar de todo, los soldados.

¡Son cosas de mi madre! Recordé.

Manolo murió. No para mí. Noto cada día su Rosario. A las 6 de la mañana, a diario. Desde entonces me eché un Rosario al bolsillo y entre los dedos anda siempre rezando. Solo quiero que en su momento me indique el hueco señalado. ¿Manolo será ese tu regalo?

Nada ha cambiado desde Lepanto, Empel, navegando o volando, siempre caminando con nosotros los soldados.

Hoy es su día, el día de nuestra Patrona, Virgen Inmaculada de los que a pie caminamos, infantería española que todavía reza.

Fue aquel día, hace ya unos años, cuando Manolo, un soldado, me regaló el arma invencible de todos los tiempos: Su Santísimo Rosario.

8 de diciembre de 2016. Son las seis de la mañana. Manolo está en ese hueco que se abre al Cielo. Rezando su Rosario.

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El Milagro de Empel (Obra de Augusto Ferrer Dalmau)

¡Dios te Salve, María!

General de División (R.) Rafael Dávila Álvarez

La devoción a la Virgen María de la Infantería española tiene su orígen en este periodo en las advocaciones del Rosario y la Purísima Concepción.

Las Reales Ordenanzas  de Carlos III harían de precepto el rezo del rosario por compañías.

El Milagro de Empel propagó en la Infantería española la devoción a la Purísima.

Enlace a artículos publicados en años anteriores en la Festividad de Nuestra Patrona la Inmaculada Concepción

¡AVISPA! ¡ALCORNOQUE! ¡FUEGO, MOVIMIENTO Y CHOQUE! ¡IN-FAN-TE-RÍ-A! (General de División Rafael Dávila Álvarez)

¡AVISPA! ¡ALCORNOQUE! ¡FUEGO, MOVIMIENTO Y CHOQUE! ¡IN-FAN-TE-RÍ-A! (General de División Rafael Dávila Álvarez)

LA INMACULADA MADRE DE LOS INFANTES (Dedicado a los desconocidos infantes de todos los tiempos)

LA INMACULADA MADRE DE LOS INFANTES (Dedicado a los desconocidos infantes de todos los tiempos)

LA INFANTERÍA ESPAÑOLA Y SU PATRONA “LA INMACULADA CONCEPCIÓN”

LA INFANTERÍA ESPAÑOLA Y SU PATRONA “LA INMACULADA CONCEPCIÓN”. General de División (R.) Rafael Dávila Álvarez