Un discurso real importante. Melitón Cardona. Embajador de España

Por si no fuera suficientemente conocido el bajísimo nivel intelectual y moral de nuestra clase política, la lectura de la mayoría de sus reacciones al discurso navideño del Rey nos lo ha vuelto a confirmar,desde la inane afirmación de Pablo Iglesias, que cree haber percibido en él una rectificación del de Felipe VI en octubre del año pasado, a las de los okupas de la Moncloa, que aseguran que el mensaje del monarca «sintoniza con su postura». Ambas afirmaciones son radicalmente falsas y demuestran a las claras que el contenido del mensaje real les ha pillado descolocados, en particular a ese gobierno de arbitristas que tuvo ocasión de conocerlo de antemano y lo autorizó sin percatarse de que, básicamente, era una enmienda a la totalidad a su reintroducción del «rencor y el resentimiento»(sic en el discurso) que inició ese siniestro personaje llamado Rodríguez y ha confirmado el doctor cum fraude especializado en proyectos de exhumación de restos mortales para casos de «extraordinaria y urgente necesidad» de los que prevé el artículo 86 de la Constitución.

En cuanto a la aseveración de Torra de que en Cataluña el verdadero problema no es «de convivencia sino de democracia y justicia», no está mal en quien ha pulverizado la posibilidad de convivencia de la comunidad autónoma que desgobierna y considera democrático que un 47% de los votantes (en el mejor de los casos) deba imponer su proyecto al 53% restante, tal vez porque, para él, el voto de un racista nacionalista ha de valer el doble que el de los demás, con lo que su supremacismo provinciano resulta tener el soporte del 94% del electorado y … al cuerno la molesta aritmética.

Al insistir en la necesidad de convivencia pacífica y respeto a la legalidad, el Rey ha descalificado expresamente esa querencia maniquea tan nuestra que, llevada a su extremo,ha solido desembocar en guerras civiles.

No es de extrañar que los esfuerzos de los radicales de viejo y nuevo cuño se centren en deslegitimar los dos últimos bastiones de la defensa del régimen constitucional: la Corona y el Poder judicial.

Melitón Cardona. Embajador de España

26 diciembre 2018

Blog: generaldavila.com

5 pensamientos en “Un discurso real importante. Melitón Cardona. Embajador de España

  1. Muy buenas las consideraciones sobre el discurso de S. M. Que les ha pillado con el paso cambiado es indudable.
    A ver si el Año que va a empezar es mejor que este que dejamos atrás.
    ¡¡ VIVA EL REY !!

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  2. Excmo. Sr. Embajador. Mi General:

    Si se tratase solamente del «coeficiente intelectual» de esta partida que ha colocado donde está, y lo mantiene hoy por hoy, a quien «okupa» la Moncloa, estaríamos salvados y no habría nada grave de qué preocuparse, porque caerían (ya deberían haberlo hecho), todos ellos y su protegido, por efecto de la fuerza de gravedad, como la manzana de Newton. Pero parece que cantan al ritmo que les marca una batuta superior que sí tiene asesores inteligentes y medios que saben utilizar. Y eso ya es más difícil de combatir y desmontar

    Eso de que, a falta de argumentos y palabras, salgan ahora diciendo que «el mensaje sintoníza con su postura», además de ser una solemne estupidez típica de un cerebro de mosquito como el del «jefe accidental», es una táctica de diversión propia de la escuela marxista, que lo único que ha producido desde su fundación ha sido graduados en el arte de la manipulación y la mentira como arma política. Es una forma sibilina y subliminal de hacer creer, para mentecatos, claro, que ellos son los que tienen razón.

    Modestamente.

    ¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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  3. El Rey, nuestro Rey Felipe VI, reina pero no gobierna. Y esta labor de nuestro Rey la realiza perfectamente. Hay algunos tramposos, como Torra, que son partidarios de que los árbitros de la política, como nuestro Rey, no controlen sus sectarias y arbitrarias decisiones.
    En sus repúblicas los árbitros gobiernan y no pueden protegernos a todos (a unos y a otros), velando por el cumplimiento del reglamento. Les expulsarían de su partido si lo hiciesen.
    Los presidentes electos de sus imaginarias repúblicas no reinan. Con la excusa electoral del procedimiento, los árbitros deberían jugar en los partidos, tendrían que estar afiliados para ejercer la política, gobernando aunque fuese sin experiencia, sin tener ninguna experiencia de gobierno.
    ¿Se imaginan ustedes un partido de futbol entre el Barcelona y el Madrid, donde el arbitro fuese designado por uno u otro equipo, según el numero de simpatizantes presentes en el campo de futbol? ¿Alguien podría quejarse de que el arbitro no hubiese sido elegido por los clubs?
    Según esta gente los Presidentes de su república no han de reinar, solo han de competir jugando a un futbol político, adquiriendo así una brevísima experiencia durante el corto período del ejercicio en el poder de su partido.
    El interés de España les importa un pimiento porque a ellos, también en la política y en el futbol, el deporte que de verdad les gusta es insultar al arbitro.

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  4. Con la venia:
    «Las reglas son de todos y para todos»
    Esta es, a mi juicio, la idea más importante en el mensaje de S.M el rey Felipe VI. Y creo que es nuestra mayor necesidad en tanto en cuanto es nuestra principal carencia. España está al borde de ser un estado fallido por la falta de igualdad de todos ante la Ley: Bolinaga vs Zaplana; Bárcenas vs Pujol (padre), etc (y podría seguir hasta demostrar que no son las excepciones, sino la regla). Se suele decir que «allá van leyes do quieren reyes», y los reyes en esta ocasión son trileros, escamoteadores, falsarios, tahures y embaucadores; es decir, los políticos. España levantará cabeza el día que dejemos de ser súbditos de la dictadura partitocrática y volvamos a ser hombres libres iguales ante ley.
    Feliz Navidad a todos.

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  5. En su día voté NO a la actual Constitución porque «no me olía bien lo de las autonomías» (como así ha sido) Establecidas éstas, la acato plenamente. Y S.M. el rey ha vuelto a confirmar lo ya dicho anteriormente, aunque les pese a esta caterva de ambiguos malintencionados. Tenemos un gran rey g.a D. Siempre a tus órdenes, mi General.

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