PRIGOZHIN UN REBELDE AL QUE LE GUSTABA SER GENERAL Rafael Dávila Álvarez. General de División (R.)

En estos momentos la rebelde y extraña aventura del grupo mercenario llamado Wagner encabezado por Prigozhin parece haber terminado. Sabemos los hechos y su relato, sin más, pero nada de sus razones y objetivos finales. Puede que todo sea más sencillo de lo imaginado o de una complejidad aturdidora. Un episodio más que se suma al misterio de la voladura del gaseoducto de Nord Stream, de los ataques al Kremlin o de la voladura de la presa de Kajovkha por poner solo algunas de las hipótesis impensables, pero ejecutadas con dirección política y precisión militar, con sorpresa, siempre con inexplicable decisión y supuestas consecuencias; todas iban a ser apocalípticas y definitivas. Nada ha cambiado en el escenario de la guerra, sino los muertos en el frente que cada vez son más, que se suman en cantidades incontables, que lo mismo da uno que mil: simple estadística.

Ustedes querrán saber lo que ocurre hoy, ahora, en Rusia: yo también. Les aseguro que antes de que ocurriese el simulacro de rebelión armada del grupo mercenario Wagner dirigido por Prigozhin preparaba un artículo cuyo título llevaría el nombre: El misterio de la guerra en Ucrania. Lo hay. Era impensable una guerra de estas características, que se parece a todas y a ninguna, pero que tiene un trasfondo único: muchos intereses. Todos los analistas dan nombres de países interesados, en que acabe o no, y Ucrania es la pizarra donde escriben con sangre. La guerra continúa sin que haya un solo paso hacia la paz y el entendimiento. No se entiende. Hay muchas cosas que no sabemos. Creo que hasta se vislumbra cuando puede haber un cambio de tendencia y empezar a hablar de paz. Esperemos que se llegue a tiempo. Antes de que se desvele lo innombrable.

Prigozhin no es Jenofonte ni conduce a los diez mil. Putin no es Ciro. Alejandro no aparece. Los ejércitos se enfrentan sin tener claro si habrá un día final, con o sin victoria, ¿después qué?, ¿mereció la pena?

Wagner y otros grupos de su estilo son un ejemplo de lo que el dinero logra en mentes que no asimilan el poder y los confunde, los ilumina hasta creerse capaces de hacer guerra y paz. Prigozhin, como otros muchos, desearía con todas sus fuerzas que los generales rusos se dirigiesen a él con un «A sus órdenes». Algo así es capaz de colmar los mayores deseos de algunos hombres. Es frecuente y trae malas consecuencias como la historia nos demuestra.

Sin saber qué es lo que ha ocurrido en las interioridades del Kremlin y entre esa estrecha relación Putin-Prigozhin-Lukashenko algo anuncia que si esto acaba así y acaba aquí es que empezó ahí y acaba ahí y así. Perdonen el fácil juego de palabras. Es decir: todo queda en casa. Tú te montas una tienda de perritos calientes en Bielorrusia y Wagner pasa a llamarse Chaikovski, que se constituirá en reserva del mando situada en Melitopol para interpretar El Cascanueces allí donde la presión enemiga sea más fuerte. La opción llevaría tiempo fraguándose, porque los que saben de la guerra no admiten injerencias ni que el cabo mande los Cuerpos de Ejército a no ser que la quieran perder. Podría dar resultado.

La razonable pregunta de si ha sido una rebeldía en toda regla es conveniente hacérsela. Entonces. ¿Qué pretendía?, ¿una audiencia con Putin o con el ministro de Defensa después de más de mil kilómetros de marcha por carretera? ¿Levantar al resto de unidades y al pueblo ruso? ¿Se retiraron antes de llegar al objetivo los apoyos que tenía prometidos? ¿Por qué nadie los intentó detener? ¿Qué hacía Wagner en Rostov sede del mando y Estado mayor de la Fuerzas de la Operación Especial Rusa sin que se les pusiese oposición alguna?

De ser una rebelión la cuestión no admite dudas. En términos militares, y más en guerra, una acción de este tipo —aún siendo «Modelo Prigozhin» que se estudiará en las academias militares— debería acabar con un Consejo de Guerra por rebeldía y traición del cabecilla y que el grupo Wagner desapareciese.

Nos cuentan que el corazón de Prigozhin se ablandó al oír la voz de Alexandr Lukashenko susurrarle al oído el dolor de la Gran Patria Rusa y quizá nombrarle el Discurso fúnebre de Pericles. El corazón roto por el dolor hizo que ordenase desde su elevado puesto de mando la retirada a los cuarteles «según el plan previsto».

Nadie nos ilustrará con la verdad, pero, ¡fíjense qué cosas!, fue el republicano y peor gobernante, escritor aburrido, Manuel Azaña, el que mejor definió la rebelión, o la aventura, de este ruso que quería armarla en Rusia porque le gustaba ser general.

‹‹Un acto revolucionario, una resolución oportuna y útil, no califican para mandar. Si el ranchero impide que su batallón se subleve o el buzo de un acorazado logra que la oficialidad no se pase al enemigo con el barco, déseles un premio, pero no me hagan coronel al ranchero ni almirante al buzo. No sabrán serlo. Perderemos el batallón y el barco›› (Azaña. La velada en Benicarló). Todo por hacer general a un empresario o algo así y darle el mando. Es más frecuente de lo que podamos pensar.

¿Cómo se verá afectado el frente de guerra? Esa será la señal, el rastro de lo sucedido.

¿Derrumbarse desde el Kremlin a Kiev o desde Jerson a Moscú?

¿Mantenerse con firmeza en las posiciones y derrotar la ofensiva ucraniana?

Occidente guarda silencio. La reacción de Ucrania se espera más que nunca.

Será la señal de los tiempos: guerra y paz.

Rafael Dávila Álvarez. General de División (R.)

Blog: generaldavila.com

26 junio 2023

 

SER ANTIMILITARISTA ES SER CONSTITUCIONALISTA. PERDIMOS EL BATALLÓN Y EL BARCO… Rafael Dávila Álvarez General de División (R.)

Soldados españoles en Irak

‹‹Dirigir una fuerza armada requiere enseñanzas previas. Cuando faltan cuadros de mando será ineludible improvisarlos. Pero no debe adoptarse la improvisación como método permanente y, sobre todo, no debe creerse que se ha logrado improvisar nada útil cubriendo los mandos con personas señaladas en la acción política, ignorantes de los rudimentos del oficio. Ellos mismos, cegados por su improvisación personal se niegan a aprender. Un acto revolucionario, una resolución oportuna y útil, no califican para mandar››. (Azaña. La Velada en Benicarló)

Dejándose la vida…

Nos estamos volviendo locos o hay muy mala intención en las palabras de este militante de Podemos que un día varios irresponsables lo elevaron a la categoría de Jefe del Estado Mayor de la Defensa. Responsabilidad también tuvieron los que no corrigieron su falta cuando siendo nada más y nada menos que miembro de la Reales y Militares Órdenes de San Fernando y San Hermenegildo hizo unas declaraciones políticas antes de haber pasado al retiro. Una falta que cometida por cualquier otro le hubiese costado su cese inmediato y la propuesta para ser dado de baja de la R. y M. Orden de San Hermenegildo y retirada la Gran Cruz de la Orden. En cualquier caso si esa fue su opción allá él y sus consecuencias. Pero lo que no es admisible es que venga a dar lecciones de milicia y comportamiento, aunque solo sea por respeto a los que de uniforme se juegan día a día la vida en delicadas misiones solo por cumplir con la misión que la Patria les otorga. Y lo hacen como militares. Dice que ‹‹ser antimilitarista es ser constitucionalista››. Es un insulto. No creo que haya mucho interés en escuchar a este militante de Podemos  hablar sobre milicia cuando ya hemos visto cual era su meta y vocación. Militarista, antimilitarista, constitucionalista… trasnochado, decimonónico, un discurso que pretende llamar la atención una vez más. Esta es la política al uso de ciertos personajes que no dan para más. Su opción política le trae al pairo a la mayoría, pero la imagen y declaraciones que hace le desvinculan moralmente de toda relación con los ejércitos. Ser militar es un honor, ser soldado es un oficio que ennoblece y eleva a la persona a la categoría mayor que se puede alcanzar, el servicio a los demás, sean quienes sean. No es lo más apropiado alzarse como un intelectual de la milicia para decir sandeces con intención de ocupar unos minutos en los medios. Tuvo su tiempo, su momento y lo desperdició. Cuando pudo hacer y conseguir para sus soldados. Cuando tenía responsabilidad, un duro y sacrificado trabajo por hacer. Cuando tuvo que ser un militar de los pies a la cabeza y ponerse con gallardía al frente de su misión. Cuando la Patria le dio su confianza. Cuando sus hombres esperaban de su determinación. Aquel era su momento y no el de ahora. Ya ha pasado el tiempo para lo militar. Lo dejó mal y desarreglado.

La Velada en Benicarló

Es mejor volver al principio. Con Azaña, que lo explica muy bien en boca de Blanchart, comandante de Infantería, en su novela La velada en Benicarló.

‹‹Un acto revolucionario, una resolución oportuna y útil, no califican para mandar. Si el ranchero impide que su batallón se subleve o el buzo de un acorazado logra que la oficialidad no se pase al enemigo con el barco, déseles un premio, pero no me hagan coronel al ranchero ni almirante al buzo. No sabrán serlo. Perderemos el batallón y el barco››.

Creo que está claro y no necesito seguir desarrollando este desagradable artículo. Ignorantes de los rudimentos del oficio… militar. A pesar de él y a pesar de otros no hemos perdido ni el batallón ni el barco. Ha sido gracias a los militares, a los soldados a los que ofende.

Rafael Dávila Álvarez General de División (R.)

Blog: generaldavila.com

12 julio 2017