EL LLEGAR TARDE A SU OBLIGACIÓN, AUNQUE SEA DE MINUTOS… Rafael Dávila Álvarez. General de División (R.)

Dicen las Reales Ordenanzas para las Fuerzas Armadas, Capítulo I dedicado a los principios básicos del militar, en concreto al Espíritu militar, en su artículo 14:

«El militar cuyo propio honor y espíritu no le estimulen a obrar siempre bien, vale muy poco para el servicio; el llegar tarde a su obligación, aunque sea de minutos; el excusarse con males imaginarios o supuestos de las fatigas que le corresponden; el contentarse regularmente con hacer lo preciso de su deber, sin que su propia voluntad adelante cosa alguna, y el hablar pocas veces de la profesión militar, son pruebas de gran desidia e ineptitud para la carrera de las armas».

Pocas palabras y toda una voluminosa lección en la que la palabra militar del texto bien podría (o debería) ser sustituida por la de servidor público.

El protocolo es tan sencillo como exigente. Solo trata de ordenar un sencillo proceso de comunicación para entenderse. Simple corrección, educación y respeto. Quien rompe el protocolo ofende. Mientras más elevado es el rango mayor la ofensa que puede incluso traer consecuencias muy graves como la historia nos muestra. No se puede ser gobernante sin ser fiel y correcto cumplidor del protocolo. Ser educado en definitiva.

12 de octubre es el día de la Hispanidad, oficialmente Día de la Fiesta Nacional, cuando desde lo nacional se ha destrozado la Nación, se ha roto la convivencia entre españoles, lo festivo no existe ni se distingue el día de la noche; después de reventar la Ley y la justicia de la Nación y mientras se patean sus símbolos en aras a la libertad de los facciosos que pretenden imponer su discurso violento. ¿De qué Fiesta Nacional hablamos?

Todo pasa y nada queda, dijo Ángel González en sus Glosas a Heráclito.

Nada es lo mismo, nada

permanece.

Menos

la Historia y la morcilla de mi tierra:

se hacen las dos con sangre, se repiten.

Alguno se cree que este es su pueblo y no España. Un día lo fue todo; no será nada, porque todo pasa y nada queda…

Explicar el 12 de octubre, el Día de la Fiesta Nacional, con un Gobierno en las antípodas de lo nacional, de la unidad de España, vendido al independentismo y a la más negra y reciente historia del terror en España, con los enemigos de la Hispanidad, del idioma español, del sentido de la justicia: es imposible.

Conozco muy en profundidad los protocolos ceremoniales de actos como el desfile del 12 de octubre, que he organizado algún que otro año; he participado, otros muchos, desde dentro, en caravanas reales, en actos trascendentes, donde no puede haber fallo; y no lo hay. Hay precisión matemática que no puede romperse sino por accidente o mala voluntad de uno de los participantes.

«La verdad es la verdad, dígala Agamenón o su porquero», dice un conocido texto de Machado

Leo en Ciropedia de Jenofonte, libro de cabecera de cualquier soldado, que al hombre de confianza debes situarlo a tu izquierda para que te proteja ese lado que es donde está el corazón. ¿Será algo de eso? Es uno de los primeros textos donde se demuestra que el protocolo tiene una razón de ser.

«Cuando llegaron los invitados al banquete, no hizo sentar a cada uno tal como estaba, sino que al que estimaba más, a su izquierda (porque un posible asesino intentaría alcanzarle en el corazón, por tanto, lo más seguro es tener a la izquierda al hombre de más confianza), pensando que este sitio es más apropiado para las agresiones que la derecha; al segundo en su estima, a la derecha; al tercero, de nuevo a la izquierda, y al cuarto de nuevo a la derecha -y así sucesivamente, si es que eran más-. Dejar en claro cuál era su estima por cada uno, esto a él le parecía bueno, porque donde los hombres creen que el que sobresale no va a ser proclamado ni a recibir recompensas, es evidente que entonces no muestran entre ellos afán de competir; en cambio, donde el mejor queda claro que es el que obtiene más ventajas, entonces es evidente que todos están muy dispuestos a rivalizar. Ciro de esta manera dejaba en claro quiénes eran los mejores ante sus ojos, comenzando desde el lugar que ocupaban a su lado, sentados o de pie. Sin embargo no asignaba el orden de los asientos a perpetuidad, sino que hizo usual el promocionar a un asiento más honroso por medio de nobles acciones, y si alguien flojeaba, el retroceder a un asiento menos honroso. Era un pundonor para él que el que ocupaba el asiento de honor quedase claro ante todos que era objeto de muchísimas atenciones de su parte. Estas costumbres instituidas en época de Ciro, hemos comprobado que permanecen igual todavía en nuestros tiempos».

Ante la humillación «deberíamos danzar la danza persa». Por su efecto apotropaico.

No es la primera vez que los más ofenden a los menos. Que los menos van siendo más y que la nación se empobrece y clama por la justicia contra los que ofrecen el vómito de su ideología como alimento de supervivencia.

«Habría que preguntarse desde cuándo empieza a deslizarse en la mente de los españoles la idea de la radical discordia que condujo a la guerra. Y entiendo por discordia no la discrepancia, ni el enfrentamiento, ni siquiera la lucha, sino la voluntad de no convivir, la consideración del “otro” como inaceptable, intolerable, insoportable. Creo que el primer germen surgió con el lamentable episodio de la quema de conventos el 11 de mayo de 1931, cuando la República no había cumplido aún un mes» (Julián Marías. La Guerra Civil. ¿Cómo pudo ocurrir?).

Sir Douglas Haig, Mariscal de Campo del Ejército británico combatió en la Batalla de Somme durante la I Guerra Mundial; nunca se aproximaba a sus soldados. Su Estado Mayor le recomendó hacerlo para estimular a sus decaídos soldados. Se acercó a uno de ellos y le preguntó: —¿Dónde empezó usted la guerra? El soldado no lo dudó:

—Yo no empecé esta guerra, señor; creo que fue el Kaiser.

Sin duda había llegado tarde y obtuvo la respuesta adecuada.

Más claro no puedo ser.

Rafael Dávila Álvarez. General de División (R.)

Blog: generaldavila.com

17 octubre 2022