¡FELIZ CUMPLEAÑOS CAUDILLLO!… MI COMANDANTE. General de División (R.) Rafael Dávila Álvarez

Franco en África

Franco  cumpliría mañana 125 años. ¿A qué no lo parece?

Francisco Paulino Hermenegildo Teódulo Franco Bahamonde nació el 4 de diciembre de 1892.

Franquito. “Allí está Franquito”, solía oírse por los campos de batalla africanos. En Asturias ya siendo comandante le aplican otro diminutivo el Comandantín. Pero Franquito, el Comandantín, tenía poco de diminutivo. El ascenso a teniente fue el único que alcanzó por antigüedad. A partir de ahí las acciones en combate, la guerra, le llevarían hasta el generalato. Ascensos por méritos de guerra.

Decían que casarse con uno del Tercio era como casarse con un torero. A Franco fue precisamente la Legión lo que le obligó a retrasar su boda un par de veces.

Y fue la Legión la que le imprimió carácter; él a su vez dejó el suyo en la historia eterna de la Unidad. Hoy lleva su nombre la I Bandera “Comandante Franco” encuadrada en el Tercio “Gran Capitán” 1º de la Legión.

Ya es historia. Para repasar y seguir analizando con la tranquilidad y el sosiego que dan tantos años de lejanía.

Como la Legión forma una parte muy importante de la vida de Franco les contaré una anécdota que en alguna ocasión anterior ya hice, pero que por sus circunstancias y el inesperado desenlace de la misma a nadie le cansa oírla por segunda vez. Añadiré el final de la historia cosa que anteriormente no hice.

Francisco Franco

Doy fe de los hechos por el testimonio directo del que la vivió.

Creo que pocas personas habrán tenido la osadía, el valor… y el ingenio, de utilizar descaradamente a Franco para su beneficio propio. Y hacerlo con salero y gracia. Algo muy típico del carácter legionario. ¡Ojo!, de un legionario… cualquier cosa.

Había pasado el Caudillo un largo fin de semana cazando en una de una finca de Jaén (Mancha Real) a la que iba habitualmente. De regreso a Madrid se dispuso que el alto técnico se hiciese en un restaurante de Despeñaperros. Todo estaba dispuesto y controlado, incluso se limitaron las paradas al público en ese lugar horas antes de la presencia de Franco.

Al poco tiempo de la llegada se acercó el ayudante de Campo al Caudillo: un hombre insistía en verle. Decía que había sido legionario con Su Excelencia en África y que seguro que en cuanto le viese le reconocería. Quería saludarle. Sus legionarios era un tema importante para el antiguo Jefe de la Legión y no se atrevió el ayudante a dejar pasar aquello por alto sin avisar al Caudillo. Franco no tuvo inconveniente, es más, le reconoció al instante, desde lejos. Me cuentan que fue en el momento en el que abandonaban ya el lugar cuando Franco le hizo un gesto con la mano para que el legionario se sentase con él en el interior del coche. Solos, aunque con las puertas del vehículo abiertas, se quedaron Franco y su antiguo legionario. Fue todo muy breve; no llegó a cinco minutos la charla. El Caudillo se interesó por su vida y se ofreció a echarle una mano si algo necesitaba.

-Nada mi general. Estoy muy bien y yo con poco me conformo. Nada necesito, pero ya que me lo dice excelencia, quisiera pedirle algo para un gran amigo que tengo; como un hermano. Es guardia civil aquí destinado y el hombre está muy decaído porqué es de Melilla y allí tiene a sus padres muy mayores y le gustaría poder echarles una mano. Jamás sabrá que le he dicho esto a SE. porque es muy reglamentario y capaz es de dejar de hablarme.

Franco hizo un gesto con la mano y el ayudante inmediatamente se acercó.

-Pacón toma nota del nombre que te va a dar el legionario y me lo recuerdas mañana.

Al poco tiempo el guardia civil era destinado a Melilla. Extrañado el jefe de la Comandancia del repentino destino, casi impuesto, del guardia le interrogó con extrañeza el día de su presentación.

-¿Pero quién es usted y por qué viene aquí destinado “o enchufado” desde las alturas? Me he enterado que desde la mismísima Casa del Generalísimo se han interesado por su destino.

El pobre Guardia Civil no daba crédito a lo que oía.

-Perdone mi teniente coronel, respondió, nada tengo que ver con Melilla ni yo he pedido este destino. Es más quería presentar un escrito de reclamación porque creo que ha habido un error, pero en Jaén me han dicho que primero me presente aquí y luego ya veríamos.

Mayúscula sorpresa por parte de todos.

Con el tiempo todo se aclaró. El legionario de Franco era un experto cazador furtivo y perseguido de manera permanente por el guardia civil. Se mantenían en la distancia, pero ambos se la tenían guardada. El legionario no se amedrantó y ante la posibilidad de hablar con Franco no dudó en pedir destino para su amigo el guardia civil. Mientras más lejos mejor. A Melilla.

La historia terminó bien ya que el guardia civil encontró al poco tiempo de estar en Melilla, y mientras esperaba la resolución de su caso, a una joven de la que se enamoró por lo que rompió su reclamación quedándose definitivamente en Melilla.

La osadía del legionario llegó más lejos porque el día que vio a su perseguidor hacer las maletas camino de Melilla le escribió una carta a Franco dándole las gracias por haber echado una mano a su amigo que se lo agradecía enormemente. Nada hay mejor para uno mismo que nunca pedir para ti sino para los demás. Esa es la razón por la que esta historia tiene un final feliz. Todos fueron felices y comieron perdices, cazadas por supuesto por el furtivo legionario al que no se escaba ni una.

Legionarios

“Gracias Excelencia. Feliz cumpleaños Caudillo y siempre a sus órdenes mi comandante”, terminaba la carta que se recibió en el Palacio del Pardo un 4 de diciembre de hace ya muchos años. La firmaba un legionario.

General de División (R.) Rafael Dávila Álvarez

Blog: generaldavila.com3 diciembre 2017