LA MONARQUÍA ESPAÑOLA. NO SON DIEZ AÑOS. General de División (R.) Rafael Dávila Álvarez

Rey don Sancho, Rey don Sancho
no digas que no te aviso
que de dentro de Zamora
un alevoso ha salido;
Se llama Bellido Dolfos
hijo de Dolfos Bellido,
cuatro traiciones ha hecho
y con esta serán cinco.
Si gran traidor fuera el padre,
mayor traidor es el hijo;
gritos dan en el real
que a don Sancho han mal herido;
muerto le ha Bellido Dolfos,
gran traición ha cometido;
desque le tuviera muerto
metiose por un postigo,
por las calles de Zamora
va dando voces y gritos:
Tiempo era, doña Urraca,
de cumplir lo prometido.

 

El Día de las Fuerzas Armadas (pasado 7 de junio) el paracaidista que tradicionalmente desciende con la bandera de España lo hizo también con una que representaba el X aniversario del reinado de Felipe VI.

El jefe de la Casa del Rey, Camilo Villarino, junto al alcalde de Madrid, ha presentado en la Plaza de la Armería del Palacio Real la Carrera Popular del X Aniversario.

Supongo que será el broche a un conjunto de actos más bien pobres y sin mayor repercusión del X Aniversario del reinado de Felipe VI. No les puedo decir cual era el objetivo de ello, no lo sé, pero parece más bien un querer sin querer. En mi opinión un error. ¿Olvidar lo anterior?

Lo que nadie dice ni parece que vaya a producirse, que a mi juicio debería convertirse en un acto de Estado, es la celebración de esa fecha mágica y de gran trascendencia para nuestra historia: el Cincuentenario de la proclamación de Don Juan Carlos como Rey de España 1975-2025.

De ello apenas se ha hablado, sino para celebrar una serie de actos partidistas y de enfrentamiento por parte del Gobierno por la muerte del que fue Jefe del Estado, el generalísimo Franco.

Si no recuerdan mal la Corona volvió a España hace cincuenta años. Fue en «Sesión Extraordinaria y Conjunta de las Cortes españolas con el Consejo del Reino celebrada el día 22 de noviembre de 1975 para recibir juramento y proclamar Rey a S. A. R. Don Juan Carlos de Borbón y Borbón«.

Desde mi punto de vista, lo digo con rigor y con la carga que tiene mis palabras por servicio personal y familiar, celebrar los diez años del reinado de Felipe VI ha sido un error que ha pretendido desviar la atención del verdadero sentido que cobra la fecha del 22 de noviembre de 1975 con la llegada al Trono de Don Juan Carlos. Esa es la fecha a celebrar.

La Monarquía española, guste o no, no son diez años, ni siquiera veinticinco, ni cincuenta de reinado, sino miles de años. Pero si queremos recordar y festejar un aniversario de estos últimos años por su enorme carga simbólica deberíamos irnos a los cincuenta años y no a los diez. El protagonista es el Rey Don Juan Carlos y su actual situación eclipsa la historia sin otra razón que no sea la de un partido de desalmados que  quieren volver a 1931 y borrar toda la historia posterior.

No lo tomen a broma. Como comprenderán sentar a estas alturas mi postura ni me va ni me viene. Es solo una cuestión histórica, quizá política, para nuestra tristeza, tan clara y rotunda que hay que tener ojos para ver y oídos para escuchar. Quien los tenga y no tenga miedo.

Nunca había visto, no tiene ningún sentido, la celebración de los diez años de un reinado y más este con la sonora ausencia o mención al Rey de España durante los cuarenta años anteriores: Don Juan Carlos de Borbón. ¿Se trata de olvidar su figura? Mal hecho. Se les volverá en contra.

El Cincuentenario sí sería un buen momento para que un pueblo de buena voluntad, como es el español, entrara en el análisis, la fundamentación de nuestro día de hoy y de mañana, acudir a la intelectualidad, a la historia, a la sabiduría popular, para sustentarnos en lo bueno y corregir nuestros errores.

No para enfrentarnos de nuevo.

No es bueno ocultar la historia que no es ni ha sido de uno, sino del conjunto de los españoles. Hay como un intento absurdo e imposible de borrar años que han servido para sentar las bases de la convivencia y la unidad de España que de manera abrupta y repentina queremos olvidar, acabar con ellos y junto a ello acabar con España.

No le demos más vueltas. El patente y sonoro olvido es solo por y para eso. Construimos hace cincuenta años lo que creíamos una España fuerte, segura y en convivencia, pero aires de revancha trajeron el enfrentamiento, no por voluntad de la mayoría de los españoles, sino provocados por un partido que pide venganza, revancha.

No. No son diez años. No. No a los intentos de un fraude histórico que a ningún lugar nos lleva. Es un error que se volverá contra el que lo intenta.

Debe de volver la historia, que es de todos, buena mala o regular, que así es España, cinco años buenos, cinco malos, diez regulares; que no se vuelva a jugar con la división y la ruptura de España.

Alguien debía decirlo. ¡Vaya! Entre tanto cobardica me ha tocado a mi. Anda que no hay otros para agradecer. Lo haré por tantos que guardan silencios cobardes y ahora reniegan después de haber tenido que pasar por el neurocirujano tras doblar tanto la columna en reverencias inversoras ante Su Majestad el Rey. ¡El Rey! El de la Constitución aprobada por los españoles en 1978. No miremos para otro lado, no juguemos con la Corona. Porque si la memoria no me falla allí empezó todo, incluidos los pelotas de turno que vieron que el que a buen árbol se arrima…

Todos se acercaban, llena estaba España de salvadores patrios que ahora viven escondidos, pero con buenas rentas y secretos incontables. Todo se sabrá. Los había que buscaban fortuna y los que  buscaban un título, sí, un título que no un titular. Allí se intercambiaban los puros amén de otras dádivas, pero era la fluida relación Zarzuela-Moncloa la que por encima de todo y de todos supo mantener la unidad de España y olvidar frustraciones del pasado que a ningún lugar nos conducían. No nos hagamos daño. Así empezó España a andar.

Un Rey Don Juan Carlos que supo ver con claridad lo que detrás de la niebla se escondía. Cometió un error: creer que en España te puedes fiar del primer pelota que se te acerca. Le ocurrió a su padre y a su abuelo, víctimas de los más cercanos. Puede seguir ocurriendo. Para ser traidor hay que conocer muy bien el terreno por donde te mueves. Aquellos, aún vivos, lo pisaban con fuerza y aplomo.

¡Qué coincidencias! Los diez años del reinado de Don Felipe se juntan con los cincuenta del Rey Don Juan Carlos. Los próximos son los mismos, las mismas intenciones. Un alevoso salía, cuando otro entraba. Lo han visto mis ojos. Nos hemos dado las manos.

No son diez años. Son la Historia de España. Toda la historia.

General de División (R.) Rafael Dávila Álvarez

Blog: generaldavila.com

11 junio 2025

PEDRO SÁNCHEZ EN LA PALMA ECLIPSA AL REY Rafael Dávila Álvarez. General de División (R.)

Imagen: La Razón

Isla de La Palma

Una vez más el presidente del Gobierno ha querido sustituir la figura del Rey por la de su ego inabarcable e insufrible. Responde con exactitud a la frivolidad de un Gobierno que declara a través de su portavoza por un día, la ministra de Industria, Comercio y Turismo, Reyes Maroto: «Desde Turespaña y desde las embajadas vamos a dar toda la información para que la isla (de La Palma) se convierta en un reclamo para los turistas que quieran ver este espectáculo tan maravilloso de la naturaleza con prudencia, porque ahora mismo lo que nos preocupa es la seguridad de ciudadanos y turistas».

Ahora, señora ministra, no es necesaria información turística, ¡qué vergüenza¡, sino apoyo material y moral y poner en marcha todos los mecanismo disponibles para solventar los problemas que crea un volcán en erupción. Ustedes, su gobierno, saben mucho de eso, pero no es el momento, como le decía, de hacer bromas con la tragedia.

Las puertas del infierno se abran. Todo sea por el turismo y en su nombre.

Diógenes de Sinope: «Apártate un poco, que me quitas el Sol».

Ese es el resumen de la actitud de este pequeño presidente a pesar de su estatura en centímetros. Se mira el dedo con el que tapa al astro rey.

El Rey

Al Rey que es el Jefe del Estado, también, el que debería, con permiso de Moncloa, haber pisado la isla de la Palma como si toda España estuviese allí prestando su apoyo moral y solidaridad. El símbolo es el Rey y no el presidente de un Gobierno que representa solo una opción política y que su misión es dejar y permitir que todos trabajen con la eficacia debida y poner los medios adecuados para ello.

Es el Rey el que lleva el consuelo y la representación de España. El presidente, si quiere y sabe, también, unos pasos detrás, sin tapar el Sol que no es todo suyo. España. Sin entretener.

El Rey ha trasladado «un mensaje de ánimo» para los ciudadanos de la isla de La Palma ante la erupción del volcán de Cumbre Vieja: «Especialmente para todos aquellos que están sufriendo la evacuación de sus hogares» y agradecido a los que de verdad trabajan sin descanso: «Quiero mostrar el agradecimiento a todo el personal de los servicios de emergencia y protección civil por su esfuerzo y su ayuda para garantizar la seguridad de la población y en la medida de lo posible minimizar los daños materiales».

Es muy fácil jugar con las palabras y provocar hilaridad, pero esto va en serio y el presidente del Gobierno no está en su sitio, lo que es grave, ni deja estar a cada cual en el suyo, que es peligroso.

Simple recuerdo. No es una fábula, que algunos así entienden la historia:

Waterloo

Iba a dar comienzo la batalla de Waterloo. El general Uxbrideg, segundo de Wellington, fue a la tienda del general español Miguel Ricardo de Álava y Esquivel, persona de confianza de Wellington y miembro de su Estado Mayor, a preguntarle qué deberían hacer. Álava le acompañó a entrevistarse con el Duque que, después de mirar fíjamente y con complicidad al general español, puso la mano en el hombro de Uxbridge y le dijo: «Una cosa es segura, que suceda lo que suceda, usted y yo cumpliremos con nuestro deber». Sonrió el vitoriano general español y se despidió de Wellington acompañando a Uxbridge hasta que se perdió su caballo entre las tropas.

Todo estaba dicho. Cada uno en su lugar y en el momento debido. Todos caben. No es necesario empujarse. Solo cumplir cada uno con su deber y permitir a cada cual que lo cumpla, sin extorsionar.

Los resultados de una gestión —y de un gobierno— se miden por el baremo del honor, criterio duro y exigente que acaba descubriéndose.

El tiempo perdona, pero erosiona la mentira, y saca a relucir la verdad.

Leo en la novela de un amigo: «La vanidad cuadra bien a los débiles», concluyendo que rara vez los mejores están al mando.

Rafael Dávila Álvarez

Blog: generaldavila.com

21 septiembre 2021