Termino de leer una de las muchas biografías que se escriben de los protagonistas de nuestra última Guerra Civil. Es reciente y aporta pocas o ninguna novedad. Insiste en las descalificaciones por lo que me temo que nada va a cambiar la historia que seguirá llena de repeticiones, copiarse unos a otros, con los mismos errores de origen, se postule de un lado o de otro; independientes, frías y desapasionadas hay pocas.
Sería bueno trabajar la verdad y dar explicaciones documentadas, con objetividad, y evitar los juicios que pretenden volver a enfrentar a unos contra otros, esta vez manejando la sintaxis que como nos recuerda el profesor Albiac en su origen helénico significa «la orden de la tropa para entrar en el combate». Bienvenido ese orden si se hace desde el respeto al conocimiento que debe ser desapasionado y por encima de todo honrado.
No voy a promocionar esta biografía porque creo que no la volveré a leer y cuando un libro no se lee una segunda vez es que no mereció leerlo la primera. Esbozaré que se trata de la biografía de un general franquista del que según los papeles que dejó escritos, que ahora sacan sus familiares, Franco era como militar un inútil; a la par que sus compañeros de armas. Pocos se libran del juicio fatal. Eso ahora; entonces no desveló su forma de pensar lo que significa que debió sufrir lo suyo.
Tengo en mis manos unos documentos que ilustran la época, el momento, y que pueden arrojar luz.
Finalizada la guerra la proximidad a los militares era algo buscado y deseado por razones de conveniencia y de seguridad. Aunque el poder de estos era relativamente escaso a excepción del generalato, en su proximidad se podían conseguir influencias y prestigio en la administración. La guerra en los campos de batalla había terminado y empezaba la guerra de despachos, de la influencia, y para ello era bueno haber lucido estrellas en el uniforme o tener buena relación con los que todavía las lucían. Con estrellas en la bocamanga algunos vislumbraron el momento para dedicarse al próspero negocio de la política.
Dentro del Ejército la situación no pasó desapercibida, especialmente entre los capitanes que en sus boletines de información denunciaban la situación al ver que se ponían los intereses militares en manos de manejos e influencias políticas. Mensualmente los Coroneles de los Regimientos tenían la obligación de remitir a los Capitanes Generales de cada Región Militar un “INFORME RESERVADO” con la opinión de la oficialidad. Los boletines eran confeccionados fundamentalmente con la opinión de los capitanes, empero de gran prestigio y desde donde más conocimiento se tenía del sentir y pensar del conjunto de la Unidad. El resumen de los informes lo confeccionaba el Ministro quien evaluaba su contenido y lo trasladaba si existían indicios preocupantes al Jefe del Estado. En el año 1940 uno de estos informes creó una cierta inquietud ya que corrió un Boletín de Información de los capitanes con el lema “LOS MILITARES GANAMOS A LA PATRIA; TENEMOS LA OBLIGACIÓN DE IMPEDIR QUE LOS POLÍTICOS LA PIERDAN UNA VEZ MÁS”. El boletín, surgido en Melilla, dio lugar a la apertura de una causa (número 278 de 1940) instruida contra los capitanes de Infantería — y —. En la carta con la que se dirigían a sus compañeros decían “Que la unión de los militares combatientes, debe estar sobre todo y contra todo”… “Los militares ganamos a la Patria, tenemos la obligación de impedir que los políticos la pierdan una vez más”… “Unánime sentir de los Capitanes, que ven con estupor, asombro e indignación, que por quienes menos méritos guerreros tienen se lanzan a los españoles por los peligrosos caminos de una sorda y callada guerra política, amparada por los nombres de Dios y de España, y basada en un macabro reparto del número de nuestros sagrados muertos”.
En la investigación abierta por el Mando se llegó a la conclusión que el boletín era una muestra de la más alta ideología Patria y que todo él se extendía dentro de la disciplina y del más exaltado amor a la Profesión. Pero…
“Todo ello, se concluye, es perfectamente entendible y justo, pero siempre que el referido escrito, no sea base para posteriores trabajos que en algún momento pudiesen llegar a apartarse de los límites que siempre nos impone la Disciplina y el Deber (Juntas de Defensa o situación análoga); pero expuestos por una sola vez, con el máximo respeto, con el ideal perpetuo de Dios y España y bajo el mando de Franco, constituye una síntesis profunda, del estado latente de nuestro sentir, entristecido por las realidades que señala y con el pensamiento fijo en los altos destinos de nuestra Patria”.
Fueron años difíciles donde se introdujo un enemigo de mayor peligro que el combate a cañonazos: la desconfianza.
Este enemigo duró demasiados años, tantos que su peor consecuencia fue precisamente esa. El tiempo perdido.
General de División (R.) Rafael Dávila Álvarez
Blog: generaldavila.com
2 agosto 2019