«Sancionarse sancionando» Melitón Cardona (Embajador de España)

Puede afirmarse que una entidad política es satélite de otra cuando obedece automática y acríticamente sus órdenes y cercena voluntariamente su ámbito de soberanía. Así, la Unión Europea ha venido comportándose como satélite de los Estados Unidos en el tema de las sanciones a la Federación rusa por la situación en Crimea, algo que general Chicharro ya señaló en un reciente artículo en estas páginas por el que le felicité.

Hay dos motivos por los que la imposición de tales sanciones constituye un despropósito. El primero consiste en pensar que la Federación rusa renunciará a Crimea para desactivarlas; se necesita desconocer la historia de la Rusia imperial y lo que le costó arrebatarle al imperio otomano, en 1783, aquella península para dar crédito a esa hipótesis descabellada. La segunda es que las sanciones son contraproducentes para los países de la Unión europea pues, como ha explicado el parlamentario austriaco Harald Wiscinsky, son el equivalente «a pegarse un tiro en la propia rodilla».

AFP PHOTO / ALEXANDER NEMENOV

El Instituto austriaco de investigaciones económicas (Das Wirschaftsforschung Institut o WI-FO) ha estudiado las consecuencias de las sanciones y concluido que, en términos de empleo, han representado una pérdida neta de 400.000 puestos de trabajo entre los que se han destruido y los que han dejado de crearse. Además, se han perdido 44.000 millones de euros en exportaciones, el 40% de los cuales únicamente en Alemania. El nuevo gobierno austriaco ya ha anunciado su intención de vetar su renovación, que se produce cada seis meses sin que hasta ahora se haya quebrado la necesaria unanimidad de los estados miembros de la Unión. Creo que es una buena noticia que permitirá que la Federación rusa levante a su vez la prohibición de importaciones de productos agrícolas procedentes de la Unión, lo que será recibido como agua de mayo en Almería, en otras partes de España y en muchas otras de la Unión.

En relación con lo anterior, conviene señalar que la hegemonía indiscutible de Alemania en la Unión europea está tocando a su fin, no sólo porque la era Merkel se está agotando sino también porque la firmeza de los grupos de los países de Visegrad (Polonia, la República checa, Hungría y Eslovaquia) en su oposición a la imposición de cuotas de refugiados parece inquebrantable.

Max Weber explicó la distinción entre la ética de las convicciones y la de la responsabilidad (Gesinnungsethik und Verantwortungsethik). La señora Merkel ha tratado de imponer a sus socios la primera y ha chocado con los que, por fortuna, abogan por la segunda, con el grupo de Visegrad a la cabeza; y es que cuando el pretendido bien de las convicciones introduce el mal de la irresponsabilidad conviene apelar a la ética de la responsabilidad más que nada porque, como antaño solía decirse, «por la caridad entra la peste» y en este caso la peste es la introducción de decenas de miles de personas que ni comparten los mismos valores ni están en modo alguno dispuestos a adoptarlos renunciando a los suyos atávicos. Es muy dudoso que la República federal alemana pueda asimilar la oleada de refugiados que ha acogido, pero es seguro que los países pequeños no estarían en condiciones de hacerlo.

Melitón Cardona (Embajador de España)

Blog. generaldavila.com

26 diciembre 2017

«La inmigración ilegal» Melitón Cardona (Embajador de España)

En lo que va de año han llegado a nuestras costas más de 20.000 inmigrantes ilegales, el doble de los que lo hicieron el año pasado y el registro más alto de los últimos diez. Se acostumbra a tomar ya por normal lo que es una grave anomalía sin que se adopten medidas para ponerle fin.

En lo jurídico, el Profesor Pastor Ridruejo señala en su «Curso de Derecho internacional público» que «no se puede decir que exista hoy una norma positiva en el Derecho internacional que obligue a la admisión de ciudadanos extranjeros en el territorio de un Estado» y en cuanto a la expulsión, «ninguna norma de Derecho internacional la prohíbe». El problema es que las expulsiones se revelan imposibles en los casos en que los inmigrantes destruyen deliberadamente toda traza de su procedencia o no se cuenta con la colaboración de las autoridades de sus países de origen, de manera que si se quiere poner fin a esa anomalía persistente hay que recurrir a medidas más eficaces. Enzensberger afirma que «nadie emigra sin promesa» («ohne Verheißung wandert keiner aus«), de manera que si no se destruye la promesa se dan palos de ciego y no se resuelve el problema, como ha demostrado la experiencia australiana. Ya desde 2013 se prohibió el asentamiento en tierras australianas de inmigrantes llegados ilegalmente por mar desde el Sudeste asiático y se ha venido pagando a Nauru y Papúa Nueva Guinea para que aloje en campamentos a los inmigrantes ilegales. El resultado de tal medida fue que si en 2013 llegaron más de 20.000, a partir de entonces la cifra se ha reducido a cero, asestando así un duro golpe a los traficantes de seres humanos. Si el inmigrante sabe que su destino será ser recluido en una isla sin posibilidad de alcanzar su meta, se abstiene de emprender la costosa y peligrosa aventura de la emigración.

Lo anterior puede parecer muy drástico e incluso cruel, pero ya analizó Max Weber la distinción entre la ética de la convicción y la de la responsabilidad (Gesinnungsethik v. Verantvortungsethik): sin la segunda, la primera es ineficaz cuando no contraproducente. En su libro «Perspectivas de guerra civil«, Hans Magnus Enzensberger denunció ese sentimiento de «omnipotencia moral» que pretende hacernos creer que Europa es capaz de resolver todos los problemas del mundo. El desmantelamiento del asentamiento ilegal de Calais ofreció imágenes que, curiosamente, la prensa europea se guardó de comentar. A mí me llamaron la atención dos cosas: en primer lugar, la calidad de las maletas y equipaje de los desalojados y, en segundo, la de los teléfonos móviles de última generación de que disponían.

Con honrosas excepciones –el Grupo Visegrád, Dinamarca y pocas más– los países europeos muestran una actitud absurda y contraproducente ante el fenómeno de la inmigración ilegal, hasta el punto de que, en muchos casos, las políticas que aplican no hacen sino acentuar el efecto llamada de quienes consideran mucho más cómodo y rentable asentarse en países prósperos que contribuir a la prosperidad de los suyos de origen (la Federación alemana de Empresarios ha calculado que un tal Ghazia A., refugiado sirio, recibe del Gobierno alemán 360.000 euros al año con los que alimentar a sus cuatro esposas y 23 hijos; en estas condiciones, a ver quién le anima a trabajar). El buenismo de los de los «papeles para todos», el negocio «humanitario» de las ONGs y el despropósito de la señora Merkel (la inmigración preocupaba a uno de cada cinco alemanes hace dos años y medio; ahora, a cuatro de cinco) van en la dirección contraria a los verdaderos intereses de los ciudadanos europeos. Luego se quejan de la proliferación de «populismos de derecha» (los de izquierda les vienen bien) y de la «desafección de los ciudadanos por la clase política».

Melitón Cardona (Embajador de España)

Blog: generaldavila.com

23 noviembre 2017

 

 

 

Letrados iletrados ante un golpe de Estado (Melitón Cardona. Embajador de España)

El gran pensador colombiano Nicolás Gómez Dávila advirtió que «para detestar las revoluciones, el hombre inteligente no espera a que empiecen las matanzas». De manera análoga, pienso que para evitar los golpes de Estado el gobernante inteligente no debe esperar a que empiecen los estragos.

La actitud del Gobierno de la Nación ante el golpe de Estado catalanista ha sido un despropósito de principio a fin: diagnóstico erróneo, titubeos incomprensibles, demoras inexplicables, intervención torpe y contraproducente y, al final, tarde y mal, activación del artículo 155 de la Constitución en términos de dudosa constitucionalidad en mi modesta opinión, que sin duda lo es.

Como ha señalado el pensador francés François Jullien en una entrevista en el periódico Libération, produce consternación el hecho de que la clase política actual ya no lea. Lo ha dicho en un país cuyo presidente de la República sabe latín, griego e inglés y acostumbra a leer filosofía. El nuestro ignora esos tres idiomas y sus lecturas parecen ser limitadas; si estuviera familiarizado con la obra de Max Weber, en especial con «Politik als Beruf» («La política como vocación») comprendería la importancia vital que para el Estado tiene el monopolio de la fuerza física legítima y si se hubiera molestado en leer a Carl Schmitt (que no fue un ciclista alemán del siglo pasado) hubiera aprendido que soberano es «quien decide sobre el estado de excepción», algo que hubiera permitido evitar el bochornoso espectáculo de un cuerpo policial básicamente inepto y desleal burlando, sin disparar un solo tiro, la acción de una policía moderna y supuestamente eficaz.

Cuando se parte de un diagnóstico erróneo se aplica una terapéutica necesariamente ineficaz y si, para colmo, se hace con dosis altas de galbana, titubeo e inseguridad, el resultado es más que previsible. Yo estoy de acuerdo con los apologistas del presidente del Gobierno en lo de su manejo magistral de los tiempos… que deja pasar, instalado en un confortable nirvana monclovita. Si la situación a la que nos ha conducido su desidia no fuera más dramática de lo que la gente piensa, diría que es el resultado de una auténtica astracanada en el sentido literal del término recogido por la Real Academia, a saber, «acción y comportamiento públicos disparatados y ridículos».

Con la excepción de 1808, nunca han estado los gobernantes españoles más alejados del sentir popular. Nuestro Rey se lo ha recordado inequívocamente en dos ocasiones y, por lo visto hasta ahora, en vano. Por cierto y aprovechando la ocasión, aunque la Constitución, en su artículo 56, establece que «El Rey es el Jefe del Estado«, también señala en el mismo artículo que «su título es el de Rey de España«, de manera que resulta ridículo referirse a Él como «Jefe del Estado», un título que, históricamente, únicamente ha sido utilizado en España por el general Franco.

A muchos colegas extranjeros les resulta incomprensible la actuación del Gobierno español ante el golpe de Estado perpetrado por una combinación de partidos políticos burgueses en alianza con radicales cuya finalidad es destruirlos. A mí también.

Melitón Cardona. Embajador de España

Blog: generaldavila.com

2 noviembre 2017