Artículo publicado con anterioridad en el blog, pero conveniente repetir para sonreír este domingo, a pesar de la poca gracia que tienen los acontecimientos que estamos viviendo. Se lo dice un cojonario.
El peor efecto colateral de cualquier crisis es la pérdida del sentido del humor, tan necesario para vivir entre tanto ramplón y tramposo. Para conocer a los causantes de nuestra tristeza no es suficiente el nombre o apellido. Su auténtica personalidad y proceder se revela utilizando el transparente e irónico mote. Es un ejercicio de humor y rentabilidad comunicativa, síntesis de sabiduría popular, que deberíamos recuperar para desenmascarar a muchos de los que pretenden ejemplarizar desde la vida pública.
Las academias militares, centros de supervivencia, donde un profesor sin mote es un don nadie, siempre fueron escuelas en este difícil arte. Allí estaba el Culo con Botas, mote que no requiere explicación, junto a una pareja inseparable, el Masca y el Tanca; ya saben, intercambiables, tan ca… como el Masca, o más ca… que el Tanca. Grandiosos eran el Veraneante, que nada hacía ni sabía y el Bikini que enseñaba todo menos lo fundamental. Alguno se jactaba de su mote, lo que no es muy recomendable. <<Me llaman el Remacho por mi porte y valentía>>; un compañero le hizo ver la cruda realidad, <<te llaman el Remache porque eres bajito y cabezón>>. Aquel día arrestó a más de media Compañía. Era muy amigo del Mafeito, que solía decir, <<Caballeros, mafeito (arresto) a seis a la vez>>.
Como les decía, deberíamos recuperar el ingenioso arte del mote. El Sacabuches, el Arrugas, el Combustible (de apellido Resino Grasa)… Pero nada como aquél mote, el Engañabaldosas, que identificaba a un curtido profesor del que se decía que “va como va, más no como debe”. ¡Sublime!
Sobrenombres, apodos, motes, constituyen una precisión identificativa y una caricatura lingüística que estamos perdiendo y que sería muy útil, con el debido respeto, utilizar en las redes sociales. Es un discurso sintético muy rentable para la economía del lenguaje y que genera lazos convivenciales además de representar una de las producciones lingüísticas de más creatividad.
Me falta recordar algún mote… ¿Como llamábamos a aquel que decía una cosa y hacía la contraria? ¡Uf! me falla la memoria. Seguro que a ustedes se les ocurre enseguida porque lo sufren a diario. Hoy nuestra triste política es una fuente inagotable para poner motes. Sin gracia, claro, que estos personajes no tienen ninguna. Porque el mote no es un insulto, sino sabiduría; y claro…
Mandando la Legión, una de mis ingeniosas nietas dijo en el colegio que su abuelo era “cojonario”. Acertó, aunque tuvimos que dar explicaciones escolares. A la hora de ponerte mote mejor es que te lo ponga alguien que te quiere.
General de División (R.) Rafael Dávila Álvarez
Blog: generaldavila.com
19 enero 2020
A las órdenes de V.E., mi General.
Más que un apodo, que es algo muy serio y personal, y contiene en realidad más afecto que crítica o intención de ofensa, a estos, como son tantos, les irían mejor títulos de películas, como «Forajidos de Leyenda». «Alí Ba Ba y los cuarenta ladrones», u otros de los muchos que existen.
Porque en en realidad son una banda, y no de música precisamente.
¡¡¡Viva España!!!
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Estoy de acuerdo con nuestro Director, de vez en cuando conviene conservar el sentido del humor. Yo no puedo opinar de este tema pues puedo salir trasquilado, fui cuatro años, más o menos, profesor de la AGM de Zaragoza. Ruego a mis ex alumnos que no destapen cosas “graciosas”.
Los motes, vivencias y todas las bromas, se olvidan. Siempre cuando al cabo de los años se encuentran un ex y un ex alumno, la relación es fabulosa.
En noviembre la XXXIV promoción celebró los cuarenta año de salida, entre ellos había desde un Tte. General hasta lo que sea y todo fueron abrazos y compañerismo. El Ejército nos marca para toda la vida, y además para bien.🇪🇸🇪🇸🇪🇸
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No solo en las Academias Militares se ponen motes. De mi paso por el Ejército recuerdo al comandante Papá Pitufo (era de corta estatura), al capitán Diablillo de Tasmania (era un bonachón, pero poco agraciado físicamente), al teniente Caballo Loco (era de Caballería y bastante impulsivo), al subteniente Copito de Nieve (tenía el pelo blanco)… Incluso había soldados rasos con su propio mote: Rantamplán, el Toncomóvil, etc.
De este último (un soldado muy despistado) recuerdo una anécdota graciosa. Preguntó por él el capitán Diablillo de Tasmania y un soldado le respondió que quizás estaba haciendo orden cerrado. El capitán respondió:
-Pero si hoy no toca orden cerrado.
Y el soldado le respondió:
-Ya mi capitán, pero ese es capaz de estar haciendo orden cerrado él solo.
Es bueno sonreir de vez en cuando, aunque maldita la gracia de algunas cosas que estamos viendo en España.
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Sublime artículo mi General.
Efectivamente, recuerdo a mis profesores de la AGA (la Cueva, en el argot del cadete) por sus apodos, todos llenos de ingenio y de humor satírico, imprescindible para alcanzar el efecto y fin deseado.
Al mal tiempo, buena cara!!!
Un fuerte abrazo marcial, mi General.
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Pues un dato curioso que me viene a la mente, mi General, es que eso de los motes debe ser una costumbre casi exclusivamente masculina, y aplicable casi siempre a hombres. Sólo en los pueblos, y antiguamente, había algunas mujeres que tenían motes, pero normalmente eran por pertenecer a alguna familia que ya los poseía y recuerdo concretamente a una a la que llamaban «la cosaca» pero era porque en sus ascendientes había un ruso (o eso se decía) y a la familia la llamaban «los cosacos».
Pero es una costumbre prácticamente desaparecida, sobre todo porque era necesario ingenio y gracia para inventarlos y el ingenio va desapareciendo desgraciadamente sustituido por los insultos directos sobre todo en las famosas redes sociales, aparte de que ya no se puede utilizar el humor porque inmediatamente siempre hay alguien que se da por aludido y se va directamente al juzgado a denunciar.
!Con lo bueno y saludable que resulta poder reírse de uno mismo! Una pena
No se si su nieta dijo aquello de cojonario por ingenio o por inocencia, pero hay que reconocer que es genial y bastante explícito dicho sea de paso. Puede que fuera su subconsciente. Los niños a veces dicen cosas que nos sorprenden porque encierran verdades de la que ni ellos mismos son capaces de decirnos de dónde les vino esa idea,¿Será cierto aquello de que sólo los niños y los borrachos dicen la verdad?
Saludos
Margarita Alvarez-Ossorio
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Muy necesario, en los tiempos que corren, mantener el sentido del humor.
Gracias General Dávila.
Un saludo a todos,
Pedro Dalmau
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Buenos días, todos. Cuando mi nieta de 7 años se refiere a nosotros por escrito, y en español, es estanounidense, pone Awela y Awelo. Ahorra una letra, y da utilidad a la W, cosa que en España casi no hacemos.
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Siento no poder aprobar su comentario porque no se deben hacer imputaciones a nadie, sea quien sea sin pruebas. Ni a unos ni a otros. Lo siento, pero es lo justo.
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Dentro de esa relación de motes, que los cadetes ponían a la «protice», yo recuerdo haber oído el caso de uno -desde luego no era de mi época de cadete y no se si realmente existió o es una leyenda académica- que se jactaba de ser el único «proto» que no tenía mote…. y añadía ufano: En cambio tengo el honor de que mi caballo sea el único que si lo tiene: Es conocido como «el caballo del H… P…»
Sea o no verdad, evidencia el humor -y la resignación- con la que en el ejército se suelen admitir los apodos o alias.
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Y esta curiosa anécdota me ha llevado, por asociación de ideas, a preguntarme: Si aquel caballo tenía mote ¿Por qué no puede tenerlo un escaño?
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