Termina la semana dedicada a las Fuerzas Armadas. Ayer fue el momento cumbre de la celebración: el Día de las Fuerzas Armadas. En Logroño presidió SM. El Rey y, como es costumbre, sin la presencia del Presidente del Gobierno. Esta fea y mala educación no acabo de entenderla y es preciso que alguien de su Gabinete, de su protocolo, cuyo jefe creo que fue militar, debiera explicar. Los militares estarían encantados de que su presidente se acercara a ellos y no solo en las fechas navideñas en las que las circunstancias le obligan.

Están los políticos, todos, inmersos en sus cosas que no son las nuestras como para preocuparse de los soldaditos. Venga rapidito, desfile, que es un coñazo, y sigamos deshaciendo España.

Nosotros, soldados, nos limitamos a decir: Sin novedad. Misión cumplida.

Quisiera unirme a la alegría del día de ayer, pero no puedo. No puedo ni creo que nadie que ame a España pueda. Nos quedamos en el agradecimiento a los soldados por su ejemplo en el cumplimiento, como la mayoría de los españoles en el suyo. Pero los que realmente deberían marcar la traza, la dirección y el camino, con autoridad y responsabilidad, no nos proporcionan el optimismo del que deberíamos hacer gala el Día de las Fuerzas Armadas. Celebrar el Día de las Fuerzas Armadas es estar al lado de los que tienen como misión garantizar la soberanía e independencia de España, defender su integridad territorial y el ordenamiento constitucional. Y ya saben cómo están las cosas.

Esa es nuestra triste mirada de soldado y de español. A día de hoy así están las cosas. Aquí en España; no hace falta irse a las lejanas misiones.

Antes de este Día de las FAS, hace muy pocos días,  hubo una exposición grave y contundente del JEMAD ante la Comisión de Defensa del Congreso. ¿De qué ha servido? Poco hay que celebrar viendo el panorama que nos asola.

General de División (R.) Rafael Dávila Álvarez

Blog: generaldavila.com

27 mayo 2018