Dicen nuestros marinos vigilantes de la proa de su buque. Dicen los centinelas que esperan el alba. Dicen en la absoluta oscuridad de la noche en la mar o en tierra. El momento más oscuro es ese instante que precede al amanecer, cuando se espera la aurora. Son momentos en los que aparecen los sensores de la supervivencia del hombre, los más elementales, de los que dependes tú, pero aún más, de los que dependen los tuyos que duermen. Dios quiera que nuestros centinelas no se queden dormidos en lo más oscuro. Es una reacción que se da entre los cobardes, que no es otra cosa que el equivalente a irresponsables. Los códigos de guerra castigan con el fusilamiento al centinela que se duerme frente al enemigo.
<<La noche comienza ya y será bueno obedecerla>>. Esta puede ser una larga noche silenciosa. No debería. No nos atreveremos ante la oscuridad; el miedo nos abraza y nos contiene. Nos jugamos, como el centinela, no lo tuyo, sino lo de los nuestros. Eso es lo único que me hace estar vigilante en este momento de negrura. Por mi me echaría a dormir, ¡¿qué más me da ya la luz que la oscuridad?! Estamos en el oscuro apogeo de la noche, en el silencio de la noche oscura, aún podemos escuchar la palabra, no la de ellos que se mueven silenciosos en la oscuridad, sino la del centinela que avisa de su presencia. ¡Qué no se duerman los centinelas!
¿Cómo va la noche centinela?
<<Guardia, ¿qué de la noche? Guardia, ¿qué de la noche?
El guardia respondió: La mañana viene, y después la noche; preguntad si queréis, preguntad; volved, venid >> (Isaias XXI; 11-12).
Volved, venid, preguntad. Ese es el ciclo.
Entramos en la negrura de la noche que es un indicador del pronto amanecer.
Previsible lo que nos encontraremos en el campo de batalla, porque <<anduvieron en la oscuridad de la noche, como dos leones, por el campo, donde tanta carnicería se había hecho, pisando cadáveres, armas y denegrida sangre>> (Ilíada, Canto diez).
Muchos se quedarán en el camino si abandonan la vigilancia y las armas. El amanecer está pronto, pero la noche no es quietud para lobos hambrientos. Es el momento de leer con detenida explicación la consigna de cada puesto. Estar atentos a los relevos, al santo y seña, vigilantes.
Hemos elegido a nuestros centinelas. Tiene las órdenes claras y tajantes. Conocen su misión y deben cumplir su deber. Si no lo hacen son reos de la pena máxima.
Y no volverá a amanecer, aunque sea de día y nos traspasen los rayos del sol. Si se durmiesen.
General de División (R.) Rafael Dávila Álvarez
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