ENTRE SICOFANTES ANDA EL JUEGO. Rafael Dávila Álvarez

Que un policía, o dos, o más, también no policías, lo sepan todo de todos, está mal, muy mal. Para la sociedad en la que se ha(n) movido peor, y para quien(es) se lo ha(n) permitido será costoso dormir sin encomendarse al secreto de las comunicaciones, ese que existe solo para el que no las usa.

A mi me dieron el mejor de los consejos: «Ni ocultes, ni te ocultes». Es mejor. Se necesita una habilidad cuestionable para ver y oír dónde nadie ve ni oye más allá de la normalidad.

Siempre hay alguien que tira de la cuerda y cierra las mallas de una red, de la «divina red» (en Sunzi, El arte de la guerra). A la hora de vaciar la red hay que desechar a los sicofantes. Hoy es difícil pescar porque el mar muda a mal y está lleno de ellos. «Los hay cuyo único deseo es aprovecharse de los periodos turbulentos para ampliar su poder personal. Los hay de doble faz, inconstantes y pérfidos, que siempre esperan ver de dónde sopla el viento» (Sunzi). Todos conocemos a alguno. Incluso se visten de honorables y nunca pueden ya a abandonar su estatus de dignidad y poder. Hasta alguno le (se) cree relevante; de los más.

El daño hecho es el de la duda. De todo(s). Con la cantidad de dudas que albergamos y ahora se enrosca como honorable(s), guardián(es) de la caja de los secretos. Habrá que buscar nuevas palabras para calificar dado que el adjetivo se convierte en nombre y se hace común y propio.

Sunzi dedica su último capítulo del Arte de la Guerra a la utilización de los agentes secretos. Siempre me intrigó el tema y hasta yo mismo los he sufrido. Me enteré ya tarde. Lo desvelaré algún día, dónde y cómo fue su fracaso.

Recuerdo la división que de los agentes hace el maestro de los Reinos Combatientes. Hay unos muy especiales: los agentes liquidables.

«Chan Yu: Reinando nuestra dinastía, el jefe de estado mayor T´sao perdonó un día la vida a un condenado, le hizo tragar una bolita de cera y lo envió a los Tanguts. A su llegada, el falso monje fue apresado. Habló a sus captores de la bolita de cera, que al poco tiempo expulsó entre sus excrementos. Abierta la bolita los Tanguts leyeron una carta dirigida por el jefe de estado mayor T´sao a su director de planificación estratégica. El jefe de los bárbaros fuera de sí, mandó ejecutar a dicho ministro y al espía. Este es el procedimiento. Pero los agentes liquidables se pueden emplear de otras formas. En ocasiones envío emisarios al enemigo para formar la paz y, a continuación, ataco».

De lo que se deduce que, además de no fiarte ni de tu sombra, hay que vigilar los excrementos, que suele ser el lugar donde mejor se guardan los secretos. A pesar de la honorable vestimenta todos acaban sentados en el mismo sitio.

Alguien se metió el dedo pulgar en la boca (*) equivocadamente (?) y, entonces, Caperucita se encontró con el lobo, que era un agente flotante, inteligente, dotado, prudente y capaz de abrirse camino… entre excrementos. ¿Es que los hay? Por el olor los descubriréis.

Colorín colorado que nos enseña Chang Yu.

(*)Los sicofantes (acusadores) en la antigua Grecia se metían el dedo pulgar en la boca para señalar al culpable.

Rafael Dávila Álvarez.

Blog: generaldavila.com

20 enero 2021