¡QUE VIENEN LOS ROJOS! Rafael Dávila Álvarez

Rojos eran los rojos que les gustaba que les llamasen rojos, lo sentían y se sentían, con orgullo nacional, rojo y gualda, como dicen en el argot taurino: se gustaban. Hasta escalar en la bono época hasta la cúspide. Lo bono si bono dos veces bono, ¿o no era así? Además de heredar un Consejo de Administración, porque los que eran rojos lo eran, lo malo eran los que ni eran ni dejaban ser que siempre arrimaban el ascua a su sardina y al fin de mes pasaban una factura que ni Iberdrola gas/luz.

No sé que será ser de derechas o de izquierdas, pero nada me gusta que se perciba como que los unos van con los pobres y mullidos y los otros con los ricos y aventajados. Mira por donde siempre me he encontrado que la cosa era al revés y ahora miro y remiro y pasa lo mismo.

Esto de la política no es un evangelio y mal hacen los que quieren predicar con mensajes que nada tiene que ver con su profundo ser y sentir. Porque aquí no hay ni un solo partido que no sea una férrea dictadura. Todo es política y lo militar no es ajeno a ella; y a ello. De lo militar podría hablar como ejemplo.

¿El ejército está politizado? Pues no hace mucho comía con muchos militares y todos muy transparentes, aunque me dio la impresión que esa transparencia alguno la entiende como política y observé cómo nos sentábamos en grupos ¿de opinión?, ¿de afectos?

Afectos hubo que ya no sirven para aquel afecto que te encumbraba. Todo está mediatizado por el interés que tanto te quiere… política de mis entresijos que incluso te hace general (lo más común) o Consejero de administración de una multinacional o nacional..

Fama honor y vida son parece que decía un soldado de la fiel infantería. Aquí todos acabamos mirándonos de reojo. Conmigo o contra mí. No sé qué guerra prefiero si la de verdad o la de las miradas insidiosas y los comentarios en off.

¿Y tú qué eres? Pues ahora se da el caso de tener unos principios y si no les gustan puedo sacar del fondo del cajón otros. Olvidarlos también.

El uniforme de un general debe ser la virtud y solo la virtud.

Si todos hicieran la guerra por convicción no habría guerra (Tolstoy. Guerra y paz). Continúa el diálogo entre el príncipe Andrés y Pedro

—Eso estaría muy bien —Repuso Pedro.

El príncipe sonrió.

—Sí, es posible que estuviera muy bien, pero no ocurrirá nunca.—Bien, entonces, ¿por qué va usted a la guerra?—preguntó Pedro.

—¿Por qué? No lo sé. Es necesario. Además, voy porque… —se detuvo.

—Voy porque la vida que llevo aquí, esta vida, no me satisface.

Joaquín Rodríguez Ortega, Cagancho, la lio parda en Almagro. Aquel día decidió no ofrecer completo su recital de verónicas con su afamado capote de color rojo Cagancho. Un rojo intenso y penetrante de sangre de toro bravo. Tuvo que salir de la plaza acompañado de la guardia civil al querer matar el toro a pinchazos desde el burladero.

En los mapas militares donde plasmábamos los ejercicios tácticos, los colores utilizados eran el rojo y el azul que correspondían a los dos bandos enfrentados. Los buenos éramos los azules. Con «la ley de los rojos» cambiamos el azul por el rosa.

A algunos compis les gustaba el rojo pasión, eran Fernando, Pedro, Manolo, Julio y esos. Por eso cuando había gresca siempre saltaba uno que les gritaba: «Eres más rojo que el capote de Cagancho». Nos echábamos unas risas y fin de fiesta. Hubo que recordarles que marcar el paso era ¡izquierda! ¡derecha!, y así. Perdían el paso, siempre al contrario de la Compañía. Para ellos solo había izquierda o ir a contramano.

Entre rojos y azules había sus matices. El rojo, el rojillo y el encarnao; el azulón, y el engañabaldosas, que nunca sabías cual era la que pisaba. El caso es que convivíamos sin ir a mayores, incluso ahora ya de mayores, ¡sorpresa!, que volvemos a vernos y los rojillos se han hecho de derechas.

Es historia. No son términos que hayan salido de la nada, sino que fue una forma de denominar a los bandos enfrentados en la Guerra Civil española, esa que pretende seguir protagonizando nuestra actualidad ¡con la que está cayendo!

¿Rojos? Ellos así se llamaron. Muchos historiadores siguen utilizando esos términos.

Los rojos se bautizaron; a los nacionales los bautizaron. Unos eran el Gobierno de Madrid, los otros el de Burgos. No eran republicanos contra monárquicos; republicanos eran casi la mayoría después de haber echado de mala manera al Rey Alfonso XIII el año 1931 en unas elecciones municipales que nada tenían que ver con monarquía o República.

Cuando aquellos del Pacto de San Sebastián perdieron las elecciones y ganó la derecha dijeron: ¡No; esto es demasiado!, ¡hasta aquí hemos llegado! No hemos hecho la Revolución roja para que ahora vengan estos con su orden y ley.

El 27 de septiembre de 1934 El Socialista publicó: «Las nubes van cargadas camino de octubre. Repetimos lo que dijimos hace unos meses. ¡Atención al disco rojo! El mes próximo puede ser nuestro octubre. Nos aguardan días de prueba, jornadas duras […] tenemos nuestro ejército a la espera de ser movilizado. Y nuestra política internacional. Y nuestros planes de socialización». Era el octubre rojo y se anunciaba el Ejército Rojo.

Anota Gustavo Bueno: «La guerra preventiva comenzó en 1934».

Julián Marías habla de frivolidad y de la irresponsabilidad máxima del Partido Socialista en octubre de 1934, aprovechada por los catalanistas, que llevó a la destrucción de una democracia eficaz y del concepto mismo de la autonomía regional.

Ellos, los revolucionarios, se definen en el bando dictado por su Comité: el Ejército Rojo.

«HACEMOS SABER: Desde la aparición de este bando queda constituido el Ejército Rojo, pudiendo pertenecer a él todos los trabajadores que estén dispuestos a defender con su sangre los intereses de  nuestra clase proletaria. Este ejército quedará compuesto y se dirigirá en la forma siguiente…».

«Dicho Ejército sería el instrumento necesario de la Revolución, y como núcleo anticipado del mismo se alistaban las milicias juveniles semiuniformadas, que solían desfilar con frecuencia por las calles» (Aproximación histórica a la Guerra Española. Vicente Palacio Atard).

Era la Revolución roja que amparaba Largo Caballero: «Las finalidades concretas de este Ejército serán: sostener la guerra civil que desencadenará la instauración de la dictadura del proletariado, realizar la unificación de este por el exterminio de los núcleos obreros que se nieguen a aceptarla y defender de fronteras afuera, si hace falta, nuestros principios…» (Largo Caballero alocución en Oviedo 15 junio 1936).

Pues sí: Ejército Rojo. Más rojo que el capote de Cagancho.

En el Parlamento Europeo tiene un lio monumental con estas cosas. Torre de Babel. Úrsula von der Leyen ha venido a echarnos una ojeada/bronca y se va roja de pasión.

España no cambia. Siempre es España, lo diga Agamenón o su porquero.

Rafael Dávila Álvarez

Blog: generaldavila.com

6 julio 2023

 

 

ERES MÁS ROJO QUE EL CAPOTE DE CAGANCHO Rafael Dávila Álvarez

Joaquín Rodríguez Ortega, Cagancho, la lio parda en Almagro. Aquel día decidió no ofrecer completo su recital de verónicas con su afamado capote de color rojo Cagancho. Un rojo intenso y penetrante de sangre de toro bravo. Tuvo que salir de la plaza acompañado de la guardia civil al querer matar el toro a pinchazos desde el burladero.

En los mapas militares donde plasmábamos los ejercicios tácticos, los colores utilizados eran el rojo y el azul que correspondían a los dos bandos enfrentados. Los buenos éramos los azules. Con «la ley de los rojos» cambiamos el azul por el rosa.

A algunos compis les gustaba el rojo pasión, eran Fernando, Pedro, Manolo, Julio y esos. Por eso cuando había gresca siempre saltaba uno que les gritaba: «Eres más rojo que el capote de Cagancho». Nos echábamos unas risas y fin de fiesta. Hubo que recordarles que marcar el paso era ¡izquierda! ¡derecha!, y así. Perdían el paso, siempre al contrario de la Compañía. Para ellos solo había izquierda o ir a contramano.

Entre rojos y azules había sus matices. El rojo, el rojillo y el encarnao; el azulón, y el engañabaldosas, que nunca sabías cual era la que pisaba. El caso es que convivíamos sin ir a mayores, incluso ahora ya de mayores, ¡sorpresa!, que volvemos a vernos y los rojillos se han hecho de derechas.

Ha saltado no sé qué lío en la Escuela de Especialidades de la Estación Naval de la Graña, con destitución del Jefe de Estudios incluida,  porque en una efeméride se ha hecho referencia a alguna batalla de la Guerra Civil y se han referido a rojos y azules.

¿Cuál es el problema? Es historia. No son términos que hayan salido de la nada, sino que fue  una forma de denominar a los bandos enfrentados en la Guerra Civil española, esa que pretende seguir protagonizando nuestra actualidad ¡con la que está cayendo!

¿Rojos? Ellos así se llamaron. Muchos historiadores siguen utilizando esos términos.

Los rojos se bautizaron; a los nacionales los bautizaron. Unos eran el Gobierno de Madrid, los otros el de Burgos. No eran republicanos contra monárquicos; republicanos eran casi la mayoría después de haber echado de mala manera al Rey Alfonso XIII el año 1931 en unas elecciones municipales que nada tenían que ver con monarquía o República.

Cuando aquellos del Pacto de San Sebastián perdieron las elecciones y ganó la derecha dijeron: ¡No; esto es demasiado!, ¡hasta aquí hemos llegado! No hemos hecho la Revolución roja para que ahora vengan estos con su orden y ley.

El 27 de septiembre de 1934 El Socialista publicó: «Las nubes van cargadas camino de octubre. Repetimos lo que dijimos hace unos meses. ¡Atención al disco rojo! El mes próximo puede ser nuestro octubre. Nos aguardan días de prueba, jornadas duras […] tenemos nuestro ejército a la espera de ser movilizado. Y  nuestra política internacional. Y nuestros planes de socialización». Era el octubre rojo y se anunciaba el Ejército Rojo.

Anota Gustavo Bueno: «La guerra preventiva comenzó en 1934».

Julián Marías habla de frivolidad y de la irresponsabilidad máxima del Partido Socialista en octubre de 1934, aprovechada por los catalanistas, que llevó a la destrucción de una democracia eficaz y del concepto mismo de la autonomía regional.

Ellos, los revolucionarios, se definen en el bando dictado por su Comité: el Ejército Rojo.

«HACEMOS SABER: Desde la aparición de este bando queda constituido el Ejército Rojo, pudiendo pertenecer a él todos los trabajadores que estén dispuestos a defender con su sangre los intereses de  nuestra clase proletaria. Este ejército quedará compuesto y se dirigirá en la forma siguiente…».

«Dicho Ejército  sería el instrumento necesario de la Revolución, y como núcleo anticipado del mismo se alistaban las milicias juveniles semiuniformadas, que solían desfilar con frecuencia por las calles» (Aproximación histórica a la Guerra Española. Vicente Palacio Atard).

Era la Revolución roja que amparaba Largo Caballero: «Las finalidades concretas de este Ejército serán: sostener la guerra civil que desencadenará la instauración de la dictadura del proletariado, realizar la unificación de este por el exterminio de los núcleos obreros que se nieguen a aceptarla y defender de fronteras afuera, si hace falta, nuestros principios…» (Largo Caballero alocución en Oviedo 15 junio 1936).

Pues sí: Ejército Rojo. Más rojo que el capote de Cagancho.

En esta historia nada como el vocabulario náutico.

Borriquete: Vela que se pone sobre el trinquete con tiempos duros para que sirva en caso de rifarse este.

Tiempos duros donde necesario es poner el borriquete; no todos. No para los que responden a la otra acepción que el diccionario asigna a la palabra.

Borriquete: asno.

Rafael Dávila Álvarez

5 enero 2021

Blog: generaldavila.com