¡QUE VIENEN LOS ROJOS! Rafael Dávila Álvarez

Rojos eran los rojos que les gustaba que les llamasen rojos, lo sentían y se sentían, con orgullo nacional, rojo y gualda, como dicen en el argot taurino: se gustaban. Hasta escalar en la bono época hasta la cúspide. Lo bono si bono dos veces bono, ¿o no era así? Además de heredar un Consejo de Administración, porque los que eran rojos lo eran, lo malo eran los que ni eran ni dejaban ser que siempre arrimaban el ascua a su sardina y al fin de mes pasaban una factura que ni Iberdrola gas/luz.

No sé que será ser de derechas o de izquierdas, pero nada me gusta que se perciba como que los unos van con los pobres y mullidos y los otros con los ricos y aventajados. Mira por donde siempre me he encontrado que la cosa era al revés y ahora miro y remiro y pasa lo mismo.

Esto de la política no es un evangelio y mal hacen los que quieren predicar con mensajes que nada tiene que ver con su profundo ser y sentir. Porque aquí no hay ni un solo partido que no sea una férrea dictadura. Todo es política y lo militar no es ajeno a ella; y a ello. De lo militar podría hablar como ejemplo.

¿El ejército está politizado? Pues no hace mucho comía con muchos militares y todos muy transparentes, aunque me dio la impresión que esa transparencia alguno la entiende como política y observé cómo nos sentábamos en grupos ¿de opinión?, ¿de afectos?

Afectos hubo que ya no sirven para aquel afecto que te encumbraba. Todo está mediatizado por el interés que tanto te quiere… política de mis entresijos que incluso te hace general (lo más común) o Consejero de administración de una multinacional o nacional..

Fama honor y vida son parece que decía un soldado de la fiel infantería. Aquí todos acabamos mirándonos de reojo. Conmigo o contra mí. No sé qué guerra prefiero si la de verdad o la de las miradas insidiosas y los comentarios en off.

¿Y tú qué eres? Pues ahora se da el caso de tener unos principios y si no les gustan puedo sacar del fondo del cajón otros. Olvidarlos también.

El uniforme de un general debe ser la virtud y solo la virtud.

Si todos hicieran la guerra por convicción no habría guerra (Tolstoy. Guerra y paz). Continúa el diálogo entre el príncipe Andrés y Pedro

—Eso estaría muy bien —Repuso Pedro.

El príncipe sonrió.

—Sí, es posible que estuviera muy bien, pero no ocurrirá nunca.—Bien, entonces, ¿por qué va usted a la guerra?—preguntó Pedro.

—¿Por qué? No lo sé. Es necesario. Además, voy porque… —se detuvo.

—Voy porque la vida que llevo aquí, esta vida, no me satisface.

Joaquín Rodríguez Ortega, Cagancho, la lio parda en Almagro. Aquel día decidió no ofrecer completo su recital de verónicas con su afamado capote de color rojo Cagancho. Un rojo intenso y penetrante de sangre de toro bravo. Tuvo que salir de la plaza acompañado de la guardia civil al querer matar el toro a pinchazos desde el burladero.

En los mapas militares donde plasmábamos los ejercicios tácticos, los colores utilizados eran el rojo y el azul que correspondían a los dos bandos enfrentados. Los buenos éramos los azules. Con «la ley de los rojos» cambiamos el azul por el rosa.

A algunos compis les gustaba el rojo pasión, eran Fernando, Pedro, Manolo, Julio y esos. Por eso cuando había gresca siempre saltaba uno que les gritaba: «Eres más rojo que el capote de Cagancho». Nos echábamos unas risas y fin de fiesta. Hubo que recordarles que marcar el paso era ¡izquierda! ¡derecha!, y así. Perdían el paso, siempre al contrario de la Compañía. Para ellos solo había izquierda o ir a contramano.

Entre rojos y azules había sus matices. El rojo, el rojillo y el encarnao; el azulón, y el engañabaldosas, que nunca sabías cual era la que pisaba. El caso es que convivíamos sin ir a mayores, incluso ahora ya de mayores, ¡sorpresa!, que volvemos a vernos y los rojillos se han hecho de derechas.

Es historia. No son términos que hayan salido de la nada, sino que fue una forma de denominar a los bandos enfrentados en la Guerra Civil española, esa que pretende seguir protagonizando nuestra actualidad ¡con la que está cayendo!

¿Rojos? Ellos así se llamaron. Muchos historiadores siguen utilizando esos términos.

Los rojos se bautizaron; a los nacionales los bautizaron. Unos eran el Gobierno de Madrid, los otros el de Burgos. No eran republicanos contra monárquicos; republicanos eran casi la mayoría después de haber echado de mala manera al Rey Alfonso XIII el año 1931 en unas elecciones municipales que nada tenían que ver con monarquía o República.

Cuando aquellos del Pacto de San Sebastián perdieron las elecciones y ganó la derecha dijeron: ¡No; esto es demasiado!, ¡hasta aquí hemos llegado! No hemos hecho la Revolución roja para que ahora vengan estos con su orden y ley.

El 27 de septiembre de 1934 El Socialista publicó: «Las nubes van cargadas camino de octubre. Repetimos lo que dijimos hace unos meses. ¡Atención al disco rojo! El mes próximo puede ser nuestro octubre. Nos aguardan días de prueba, jornadas duras […] tenemos nuestro ejército a la espera de ser movilizado. Y nuestra política internacional. Y nuestros planes de socialización». Era el octubre rojo y se anunciaba el Ejército Rojo.

Anota Gustavo Bueno: «La guerra preventiva comenzó en 1934».

Julián Marías habla de frivolidad y de la irresponsabilidad máxima del Partido Socialista en octubre de 1934, aprovechada por los catalanistas, que llevó a la destrucción de una democracia eficaz y del concepto mismo de la autonomía regional.

Ellos, los revolucionarios, se definen en el bando dictado por su Comité: el Ejército Rojo.

«HACEMOS SABER: Desde la aparición de este bando queda constituido el Ejército Rojo, pudiendo pertenecer a él todos los trabajadores que estén dispuestos a defender con su sangre los intereses de  nuestra clase proletaria. Este ejército quedará compuesto y se dirigirá en la forma siguiente…».

«Dicho Ejército sería el instrumento necesario de la Revolución, y como núcleo anticipado del mismo se alistaban las milicias juveniles semiuniformadas, que solían desfilar con frecuencia por las calles» (Aproximación histórica a la Guerra Española. Vicente Palacio Atard).

Era la Revolución roja que amparaba Largo Caballero: «Las finalidades concretas de este Ejército serán: sostener la guerra civil que desencadenará la instauración de la dictadura del proletariado, realizar la unificación de este por el exterminio de los núcleos obreros que se nieguen a aceptarla y defender de fronteras afuera, si hace falta, nuestros principios…» (Largo Caballero alocución en Oviedo 15 junio 1936).

Pues sí: Ejército Rojo. Más rojo que el capote de Cagancho.

En el Parlamento Europeo tiene un lio monumental con estas cosas. Torre de Babel. Úrsula von der Leyen ha venido a echarnos una ojeada/bronca y se va roja de pasión.

España no cambia. Siempre es España, lo diga Agamenón o su porquero.

Rafael Dávila Álvarez

Blog: generaldavila.com

6 julio 2023

 

 

LOS PROCESOS ANTIDEMOCRÁTICOS DE LA II REPÚBLICA Rafael Dávila Álvarez. General de División (R.)

Parece ser que el Ministerio de Educación (el del Pensamiento) no quiere que en el Bachillerato se estudien «los procesos antidemocráticos» que experimentó la II República según se mira a la espalda y a la izquierda.

Sigo los deseos de tal ministerio y voy a explicar lo que de democrático tuvo la II República que fue casi nada. Quizá lo más antidemocrático fue su proclamación.

No está de más estudiar la Historia a fondo y no a modo de un Gobierno que impone su pensamiento, por cierto, pagado, el de unos historiadores a sueldo, incluso alguno con el marchamo de intelectual.

Lo publiqué en mi libro La guerra civil en el Norte. El general Dávila, Franco y las batallas que decidieron el conflicto. Creo que a más de uno le vendrá bien refrescar la memoria, aunque sea calificada de antidemocrática lo que da valor al testimonio.

Esto fue lo que ocurrió a no ser que estemos hablando de otra cosa, otra nación y otra memoria. O podría ser que ahora se imponga mentir a la hora de hablar de Historia, que sería otra historia muy actual.

El 14 de abril de 1931 el Rey se marcha, abandona el ejercicio de sus funciones para evitar un supuesto y posiblemente no seguro derramamiento de sangre. No había razón alguna; nadie había depositado en las urnas la forma política del Estado. Solo eran unas elecciones municipales que el Rey ni perdía ni ganaba; él no entraba en juego. Nunca se sometió a referéndum la forma política del Estado. De unas elecciones municipales surgió la República. Alfonso XIII se quedó solo. ¿Dónde están mis leales? No están aquellos cadetes de infantería a los que con tanta frecuencia visitaba en Toledo, en el campamento de la Academia Militar, Los Alijares. Fresco el recuerdo de aquella tienda de campaña en la que durmió el Rey un día ya lejano mientras resonaban en sus oídos las palabras que su director dirigía a los caballeros cadetes: «Conservad en vuestros corazones estos sentimientos de admiración, cariño y adhesión a nuestro Rey, que ellos serán la guía de nuestro proceder en todos momentos [sic], hasta en los más peligrosos de nuestra gloriosa carrera. Dedicad todas vuestras energías, vuestra vida entera, a su gloria, que es la de la Patria […]. Recordad en todo momento que las páginas más gloriosas de nuestra historia las ha escrito la infantería con la punta de sus bayonetas». Otros cadetes, los de la Academia General Militar estaban más lejos: en la Academia General Militar de Zaragoza. Su director, el general de brigada Francisco Franco Bahamonde, había propuesto que la General, como se la conocía, se ubicase en El Escorial. Entonces las cosas podían haber sido distintas: «Si hubiésemos estado en El Escorial acaso habrían podido cambiar algunas cosas. A mí me hubiese sido fácil presentarme el 12 o el 14 de abril de 1931 en Madrid, al frente de los cadetes, e influir, quizá, sobre las circunstancias que determinaron la expatriación de Alfonso XIII». (Franco, Manuel Aznar). Ya antes, muy pocos meses antes, el 12 de diciembre de 1930, el general Franco había plantado cara al golpe de Estado republicano. Un servicio de guerra, al tomar posiciones con sus cadetes en Zaragoza sobre la carretera de Francia para detener a la columna del capitán Fermín Galán, laureado de la Legión, sublevado en Jaca por la República. El desorden e improvisación de la columna de Galán hizo que no pasase de Huesca. Detenida y anulada. Los capitanes Galán y García Hernández fusilados. Era el pronunciamiento militar vanguardia del Comité Revolucionario, que pretendía que los militares fuesen por delante, asegurarse la fuerza. Casares Quiroga, que iba camino de la revolución del capitán —dicen que a detenerla—, se quedó dormido en el hotel de Jaca. Al despertarse ya se había sublevado Galán, que avanzaba hacia Huesca. ¡En nombre del Gobierno Provisional Revolucionario! A partir de ese momento nadie estaba tranquilo. Se había inaugurado una etapa de permanente violencia y desconfianza política y social. Después del fracaso militar y revolucionario, inventaron la excusa de las urnas. Unas elecciones de falsa interpretación y amañados resultados. Al fin, como consecuencia de sucios pactos y manejos, sin razones legales en que sustentarse, llega a España la República, porque el Rey se va. Dicen que para evitar un derramamiento de sangre; nadie dijo lo de supuesto y posiblemente no seguro derramamiento de sangre, que al final, ya sin rey, se produjo. No era el Rey el problema. El 14 de abril Alfonso XIII tiene que abandonar España. Son las hijas de un general y marqués, Gonzalo Queipo de Llano, las primeras en subirse a una camioneta y recorrer las calles de Madrid al grito de viva la República: «En alguno de esos camiones, roncas de gritar y sinceramente convencidas de la gloria de la jornada, iban mis hijas» (Queipo de Llano, en Mis almuerzos con gente importante, José María Pemán, Dopesa, Barcelona, 1970). Mientras se le acaba el tiempo, el Rey tiene aún lucidez para una breve meditación. Aquella dictadura, ¿para qué? No era eso, no era eso. Esto no acabará aquí. Si se queda: ¿habrá guerra? ¿Y si se va? ¿Dónde vas, Alfonso XIII? Ya no hay vuelta atrás. Que se las arreglen ellos. La Guardia Civil se inhibe por orden del general Sanjurjo, José Sanjurjo Sacanell, dos veces laureado, su director. El repentino republicano, marqués del Rif, recuerda sus cuentas pendientes con el que ya es solo don Alfonso: el Toisón de Oro que no le han dado, que si su mujer no es del gusto real. ¿Por qué no le ha nombrado gentilhombre, con acceso directo al despacho real? Esos días abrileños de repúblicas, el general Sanjurjo se convierte en protagonista. Le gusta ser importante. Lo es. África y alguna cosa más le han dado fama y honores que a veces no se corresponden con su inteligencia. El ministro de Estado Alejandro Lerroux le pide que asegure el orden. El general exige para él plenos poderes sobre el Ejército, las Fuerzas de Seguridad y la policía. Lo quiere todo y lo obtiene. (Maximiano García Venero, Madrid Julio 1936, p. 191, en cita del libro de Emilio Esteban-Infantes General Sanjurjo. Un laureado en el penal del Dueso, AHR, Barcelona, 1957). Sobre el marqués del Rif va a recaer el peso de la bienvenida a la República, que necesitaba para colarse en España el aval de un general, a pesar de Azaña, muy a su pesar: «Accedió sin resistencia a prestar a la República, que reconoció, el primero e inestimable concurso de la Guardia Civil de la que era director general. Siguió al frente de ese Instituto, pero muy pronto iniciose una antipatía que le hizo incompatible con Azaña, el cual no se cansaba de manifestar la molestia sentida ante la pretensión de que la República tuviese un patrono o protector y con entorchados» (Niceto Alcalá-Zamora, Mis Memorias, Colección «Espejo de España», Planeta, Barcelona, 1998). Antes de que el Rey se vaya definitivamente, un último intento lleva a Romanones a proponer su abdicación y establecer una regencia de la que fuese titular el infante don Carlos de Borbón Dos-Sicilias, que había sido Capitán General de Sevilla, y en esos momentos Inspector del Ejército. Persona muy considerada, de enorme prestigio entre civiles y militares. Una quimera. Ya era tarde para el apellido Borbón en España. No había vuelta atrás. Desde el 12 de abril de 1931 la calle no deja de gritar. Por ahora solo eso: gritos. Berenguer, ministro de la Guerra, rubrica el final de la escena. Escribe a los capitanes generales la noche del mismo día 12 y les da la orden definitiva: «Que los destinos de la patria siguieran el curso que les impone la voluntad nacional». Está claro: no hay que contar con el Ejército, que nadie mueva un pelotón. Lo que diga Sanjurjo. Nada que hacer. Dejar correr la calle. El Rey no tiene donde apoyarse. Dice que no quiere derramamiento de sangre. ¿Y si resiste? «Dios sabe lo que hubiese ocurrido si Su Majestad resiste; tal vez se hubiese salvado el trono» (Mis Conversaciones con Franco. Francisco Franco Salgado Araujo).

Es el final de la Monarquía: «Quiero apartarme de cuanto sea lanzar unos compatriotas contra otros en fratricida guerra civil… Suspendo deliberadamente el ejercicio del poder real y me aparto de España». Se acabó el Reino de España, que ahora es la República española. Rumbo a Cartagena. La guerra que vino no fue como consecuencia de la marcha del Rey sino por los que en un ruin pacto (Pacto de San Sebastián) traicionaron el curso de la historia y amañaron a su gusto unas elecciones para montar su República, que no supieron encauzar ni dirigir. Ni la Monarquía ni la República eran culpables. Solo la incompetencia de unos dirigentes demasiado complacientes; con su escasa sabiduría gobernante se llevaron por delante la Monarquía y detrás de ella la República. Habrá que admitir la consabida frase: «La República la trajeron los monárquicos y, después, la perdieron los republicanos».

¿Podría repetirse la historia? Todo indica en esa dirección.

Dávila Álvarez, Rafael. La Guerra Civil en el norte (Spanish Edition). LA ESFERA DE LOS LIBROS, S.L.

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27 enero 2021

 

 

 

EL CRISTO DE MENA, LA II REPÚBLICA Y EL JEFE DE LA LEGIÓN General de División (R.) Rafael Dávila Álvarez

Coronel Juan José de Liniers y Muguiro

‹‹Gracias por la lealtad de que siempre me habéis dado pruebas y por la certeza que tengo de que seguiréis siempre siendo un modelo de disciplina››.

Estas irónicas palabras estaban incluidas en el mensaje de despedida que el Rey Alfonso XIII dirigió el 14 de abril a los militares.

No hay la menor duda de que la proclamación de la República se hizo de manera arbitraria y como consecuencia de unas elecciones municipales que nada tenía  que ver con un cambio de Régimen. Nunca hubo una victoria en las urnas ni una Constitución votada por el pueblo. La legitimidad brilló por su ausencia, pero el Pacto de San Sebastián había conseguido su objetivo: derrocar al Rey. Los de la legitimidad todavía andan buscando como respaldarla e intentando convencer de lo que nunca ocurrió.

Después vino lo peor. La Ley de la Defensa de la República (auténtica ley mordaza), la violencia en las calles, dirigida de manera especial contra la Iglesia Católica, la agitación permanente… Un mal comienzo que nada bueno presagiaba. ‹‹ ¡No es esto, no es esto!››, ¿lo recuerdan?, pero era ya tarde.

No hubo muchos defensores de Alfonso XIII ni él tampoco los requirió, pero sí que hubo militares que desde el primer momento vieron que su sitio no era aquel y prefirieron dejar las filas del Ejército. Entre ellos estaba el Jefe de la Legión.

Iglesia de Santo Domingo en Málaga 1931

Mandaba en aquellos días la unidad más emblemática del Ejército español, la Legión, el coronel don Juan José de Liniers y Muguiro, que había sido jefe fundador de la V bandera ‹‹Gonzalo Fernández de Córdoba›› el 1 de noviembre de 1921.

En el momento de la proclamación de la II República el coronel Liniers se encontraba en Madrid en el curso de ascenso a general. El día 15 se entera de la marcha de S.M. el Rey y no tardó ni un momento en tomar su decisión. Puso un telegrama al ministro de defensa Azaña comunicándole su dimisión como Jefe de la Legión y pidiéndole el pase al retiro. El ministro le contestó de inmediato y con gran indignación. Le decía que la petición la cursase por el conducto reglamentario desde su lugar de destino y residencia, Riffien, donde se encontraba su unidad la Legión.

El coronel Liniers tenía muy clara su decisión y volvió a enviar otro telegrama al ministro, esta vez diciéndole que así lo haría, pediría el retiro desde su unidad. No quedó ahí la comunicación sino que le expresaba que la  despedida sería ante sus legionarios formados y dando los vivas reglamentarios hasta entonces:

¡Viva España! ¡Viva el Rey! ¡Viva la Legión!

‹‹Le aseguro señor ministro que serán contestados con el mayor entusiasmo por todos los legionarios››.

Recibido el telegrama y sin soltarlo de la mano el ministro concedía el retiro inmediato al Jefe de la Legión.

El coronel don Juan José de Liniers y Muguiro tuvo el honor de ser el primero en la historia en acompañar al Cristo de la Buena Muerte con el inicial desembarco de la Legión y posterior desfile por las calles de Málaga. Así se inicia el vínculo entre la Legión y su protector:  el Cristo de la Buena Muerte.

Cristo de Mena

La quema de conventos y destrucción del Cristo de Mena

La llegada de la II República iba a terminar con los desfiles procesionales. El 11 y 12 de mayo de 1931 ardían todos los templos de Málaga. El Cristo de la Buena Muerte, el de Mena, fue quemado con saña. Con el Cristo legionario fueron destruidas 15 tallas de Pedro Mena.

El coronel Liniers fue el primero y el último que, junto a sus legionarios, dio escolta y desfiló con el Cristo de Mena, el de La Buena Muerte y Ánimas. El año 1930 se realizó el primer desembarco y la Legión desfiló, con su Coronel al frente, dando escolta al Cristo recién alistado, al Cristo Legionario, el de Mena.

El año siguiente, 1931, es protagonista del cartel de la Semana Santa de Málaga. Pero el ambiente es distinto. El aire está denso y ya se vislumbra una primavera roja de odio y dolor. Unos aplauden, otros gritan y silban. Como «escandalizantes y provocadoras» califican algunos medios las imágenes procesionales.  Un mes más tarde, el 12 de mayo de 1931, el infierno de odio y fuego que asola a España, a la España cristiana y católica, llega a Málaga, a Mena, y el Cristo Crucificado, el de la Buena Muerte, el de los legionarios, es arrojado a la hoguera. Los pequeños demonios bailan a su alrededor. Creen haber culminado su obra. ¡No! No han quemado al Cristo de Mena, solo fue una madera lo que ardió. El Cristo refugiado en tantos corazones no se perdió. El Cristo como buen legionario aceptó el reto y supo esperar. Se oyó un grito desgarrador: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?». Era un rezo, una oración, un  lamento que fue escuchado, el que convierte la muerte en Resurrección. Por eso es el Cristo de la Buena Muerte, por eso le rezan y protegen los legionarios. Aquí está de nuevo la Legión, aquí están para rezarte estos soldados, Caballeros que cantan ser novios de la muerte sabiendo que allí estás Tú, esperándonos en nuestro cielo legionario. No abandonar jamás a un hombre…

Los que habéis hecho este desfile procesional bajo la imagen del Cristo legionario sabéis de lo que os hablo y del significado de mis palabras.

No está de más terminar este recuerdo, como pedía despedirse el coronel Liniers, con los gritos reglamentarios:

Cartel de la Semana Santa de Málaga en 1931

¡Viva España! ¡Viva el Rey! ¡Viva la Legión!

¡Viva el Cristo legionario de la Buena Muerte!

General de División (R.) Rafael Dávila Álvarez

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Se publicó el13 abril 2017

ERES MÁS ROJO QUE EL CAPOTE DE CAGANCHO Rafael Dávila Álvarez

Joaquín Rodríguez Ortega, Cagancho, la lio parda en Almagro. Aquel día decidió no ofrecer completo su recital de verónicas con su afamado capote de color rojo Cagancho. Un rojo intenso y penetrante de sangre de toro bravo. Tuvo que salir de la plaza acompañado de la guardia civil al querer matar el toro a pinchazos desde el burladero.

En los mapas militares donde plasmábamos los ejercicios tácticos, los colores utilizados eran el rojo y el azul que correspondían a los dos bandos enfrentados. Los buenos éramos los azules. Con «la ley de los rojos» cambiamos el azul por el rosa.

A algunos compis les gustaba el rojo pasión, eran Fernando, Pedro, Manolo, Julio y esos. Por eso cuando había gresca siempre saltaba uno que les gritaba: «Eres más rojo que el capote de Cagancho». Nos echábamos unas risas y fin de fiesta. Hubo que recordarles que marcar el paso era ¡izquierda! ¡derecha!, y así. Perdían el paso, siempre al contrario de la Compañía. Para ellos solo había izquierda o ir a contramano.

Entre rojos y azules había sus matices. El rojo, el rojillo y el encarnao; el azulón, y el engañabaldosas, que nunca sabías cual era la que pisaba. El caso es que convivíamos sin ir a mayores, incluso ahora ya de mayores, ¡sorpresa!, que volvemos a vernos y los rojillos se han hecho de derechas.

Ha saltado no sé qué lío en la Escuela de Especialidades de la Estación Naval de la Graña, con destitución del Jefe de Estudios incluida,  porque en una efeméride se ha hecho referencia a alguna batalla de la Guerra Civil y se han referido a rojos y azules.

¿Cuál es el problema? Es historia. No son términos que hayan salido de la nada, sino que fue  una forma de denominar a los bandos enfrentados en la Guerra Civil española, esa que pretende seguir protagonizando nuestra actualidad ¡con la que está cayendo!

¿Rojos? Ellos así se llamaron. Muchos historiadores siguen utilizando esos términos.

Los rojos se bautizaron; a los nacionales los bautizaron. Unos eran el Gobierno de Madrid, los otros el de Burgos. No eran republicanos contra monárquicos; republicanos eran casi la mayoría después de haber echado de mala manera al Rey Alfonso XIII el año 1931 en unas elecciones municipales que nada tenían que ver con monarquía o República.

Cuando aquellos del Pacto de San Sebastián perdieron las elecciones y ganó la derecha dijeron: ¡No; esto es demasiado!, ¡hasta aquí hemos llegado! No hemos hecho la Revolución roja para que ahora vengan estos con su orden y ley.

El 27 de septiembre de 1934 El Socialista publicó: «Las nubes van cargadas camino de octubre. Repetimos lo que dijimos hace unos meses. ¡Atención al disco rojo! El mes próximo puede ser nuestro octubre. Nos aguardan días de prueba, jornadas duras […] tenemos nuestro ejército a la espera de ser movilizado. Y  nuestra política internacional. Y nuestros planes de socialización». Era el octubre rojo y se anunciaba el Ejército Rojo.

Anota Gustavo Bueno: «La guerra preventiva comenzó en 1934».

Julián Marías habla de frivolidad y de la irresponsabilidad máxima del Partido Socialista en octubre de 1934, aprovechada por los catalanistas, que llevó a la destrucción de una democracia eficaz y del concepto mismo de la autonomía regional.

Ellos, los revolucionarios, se definen en el bando dictado por su Comité: el Ejército Rojo.

«HACEMOS SABER: Desde la aparición de este bando queda constituido el Ejército Rojo, pudiendo pertenecer a él todos los trabajadores que estén dispuestos a defender con su sangre los intereses de  nuestra clase proletaria. Este ejército quedará compuesto y se dirigirá en la forma siguiente…».

«Dicho Ejército  sería el instrumento necesario de la Revolución, y como núcleo anticipado del mismo se alistaban las milicias juveniles semiuniformadas, que solían desfilar con frecuencia por las calles» (Aproximación histórica a la Guerra Española. Vicente Palacio Atard).

Era la Revolución roja que amparaba Largo Caballero: «Las finalidades concretas de este Ejército serán: sostener la guerra civil que desencadenará la instauración de la dictadura del proletariado, realizar la unificación de este por el exterminio de los núcleos obreros que se nieguen a aceptarla y defender de fronteras afuera, si hace falta, nuestros principios…» (Largo Caballero alocución en Oviedo 15 junio 1936).

Pues sí: Ejército Rojo. Más rojo que el capote de Cagancho.

En esta historia nada como el vocabulario náutico.

Borriquete: Vela que se pone sobre el trinquete con tiempos duros para que sirva en caso de rifarse este.

Tiempos duros donde necesario es poner el borriquete; no todos. No para los que responden a la otra acepción que el diccionario asigna a la palabra.

Borriquete: asno.

Rafael Dávila Álvarez

5 enero 2021

Blog: generaldavila.com

EL PACTO QUE ACABÓ CON LA MONARQUÍA General de División (R.) Rafael Dávila Álvarez

Bandera del Gobierno Republicano Español en el exilio (Museo das Mariñas, Betanzos). Foto: Alfredo Erias.

El 17 de agosto de 1930 se reunieron en San Sebastián los elementos revolucionarios para perfeccionar un pacto cuya finalidad era derrocar al Rey e implantar la República. La nota oficiosa fue redactada por Indalecio Prieto y reflejaba poco más que la materialidad del lugar y los asistentes a la misma:

<<En el domicilio social de la Unión Republicana, bajo la presidencia de D. Fernando Sasiaín, se han reunido esta tarde los señores Lerroux y Azaña, por la Alianza Republicana; Marcelino Domingo, Álvaro de Albornoz y Ángel Galarza, por el partido republicano socialista; Niceto Alcalá Zamora y Miguel Maura, por la derecha liberal; Manuel Carrasco Formiguera, por Acció Catalana; Matías Mallol y Bosch, por Acció Republicana de Cataluña; Jaime Aguadé, por el Estat Catalá; Santiago Casares Quiroga, por la Federación Republicana Gallega, y otras entidades que, junto con el partido federal español, que por esperar acuerdos de su próximo Congreso no pudo enviar ningún representante, integran la totalidad de los elementos republicanos del país. También fueron invitados, con carácter personal, D. Felipe Sánchez Román, don Eduardo Ortega Gasset, D. Indalecio Prieto y D. Gregorio Marañón, que no pudo asistir por hallarse ausente de España>>. En octubre se sumaron el PSOE y la UGT.

Era el conocido como Pacto de San Sebastián. Un acuerdo que daba paso a la República que vería la luz en menos de un año: 14 de abril de 1931.

De aquella reunión nació el programa, el comité revolucionario y el comité militar. La monarquía tenía las horas contadas. Nadie hizo nada por evitarlo.

Al toque de Diana del día 12 de diciembre, se pronunció la guarnición de Jaca. La sublevación militar se adelantó por  el impetuoso capitán Galán: <<Si nosotros no empezamos no se lanzarán nunca>>.

El Comité Revolucionario quería un golpe militar, pero a su tiempo. Casares Quiroga viaja a Jaca para intentar contener a Galán, pero al llegar se queda dormido en el hotel. Cuando se despierta, el capitán ya se ha sublevado y va camino de Huesca. Como un sueño. Todo en nombre del Gobierno Provisional Revolucionario: un golpe de Estado militar en toda regla. Es ley; para ellos.

A partir de ese momento nadie estaba tranquilo. Se había inaugurado una etapa de permanente violencia y desconfianza política y social. Los políticos, después del fracaso militar y revolucionario, inventaron la escusa de las urnas. Probemos con las municipales. Jugaron con pólvora. Unas elecciones falsas, de falsa interpretación y amañados resultados. Al fin, como consecuencia de sucios pactos y manejos, sin razones legales en que sustentarse, llega a España la República, porque el Rey se va. Dicen que para evitar un derramamiento de sangre. Nadie ha dicho: un supuesto y posiblemente no seguro derramamiento de sangre que, al final, ya sin rey, se produjo. No era el rey el problema.

Aquel 14 de abril son las hijas de un general y marqués, Gonzalo Queipo de Llano, las primeras en subirse a una camioneta y recorrer las calles de Madrid gritando viva la República: <<en alguno de esos camiones, roncas de gritar y sinceramente convencidas de la gloria de la jornada, iban mis hijas>>. Lo que son las cosas.

Dice el Rey a los soldados: <<Cumplid siempre con vuestro deber, que yo no he de olvidar jamás el mío…>>.

¿Y si el Rey resiste? La pregunta hoy es más evidente y sabemos la respuesta.

El Rey se marcha, abandona el ejercicio de sus funciones para evitar un supuesto y posiblemente no seguro derramamiento de sangre.

No había razón alguna; nadie había depositado en las urnas la forma política del Estado. No eran para eso las elecciones. Solo eran unas elecciones municipales que el Rey ni perdía ni ganaba; él no jugaba. El Rey Alfonso no había triunfado ni perdido. No se le había consultado nada a la República ni a la Monarquía, a nadie le habían preguntado su preferencia.

Nunca se sometió a referéndum la forma política del Estado. Conviene tenerlo muy en cuenta. Eran solo unas elecciones municipales: las del 12 de abril de 1931.

Éibar proclama la República

El 14 de abril, a las seis de la madrugada, Éibar proclama la República.

En Cataluña a las dos menos veinte de la tarde Luis Companys (Esquerra Catalana) iza la bandera tricolor en el Ayuntamiento de Barcelona. Maciá desde la Diputación Provincial se pronunciaba por la República Catalana, e invitaba a todos los pueblos de España a unírsele en una federación.

El reinado de Alfonso XIII termina como empezó, con un mensaje a los mismos que dirigió sus primeras palabras el día de su juramento como Rey de España. Al Ejército español y a la Marina de guerra: <<Manifestaros mi gratitud por la lealtad que siempre me habéis demostrado…>>. ¿Qué les quiere decir? ¿Ironía? Alguno se sonroja.

Ya nadie escucha. Nadie le escucha. Ya no es el rey. España ya no es monárquica. No se sabe muy bien lo que es. La confusión es generalizada.

Durante la travesía al destierro pide el rey un último deseo: que se le entregue la bandera de España que ondea en el barco, el crucero Príncipe Alfonso, que le lleva de Cartagena a Marsella, y que manda el capitán de navío Manuel Fernández Piña. El comandante no se atreve a cumplir los deseos del rey; consulta con el almirante José Rivera Álvarez de Canero, ministro de Marina, que, aunque cesado, acompaña al Rey en la travesía; no se atreve a tomar una decisión por lo que consulta con Azaña para que lo autorice. ¿Dónde estará aquella bandera? Tampoco autorizan al Rey a comunicarse con el exterior ni siquiera para saber de su familia (Carta a sus hermanos del comandante del buque publicada en ABC de 7 noviembre 1973 por Jesús Juan Garcés). A las cinco y media de la mañana desembarcaba Don Alfonso en Marsella y en el crucero español se izaba la bandera republicana. No hubo honores, hubo alguna lágrima, respeto mutuo, <<Jamás me han mirado en un barco con más respeto que ahora en este>>, dice el rey. Es bueno mirar a los soldados en todo momento; e interpretar con acierto su mirada.

El Buque de guerra «Príncipe Alfonso» en el que el Rey abandona España

El <<Príncipe Alfonso>>, el buque, regresa a España siendo ya  republicano. Adoptaría el nombre de <<Libertad>> y terminaría sus años de mar con el nombre de <<Galicia>>. Cosas de por donde soplen los vientos.

Se acabó la Corona. <<Nos regalaron el poder>> dice Miguel Maura, ministro de Gobernación.

Solo la incompetencia de unos dirigentes demasiado complacientes, con su escasa sabiduría gobernante, se llevaron por delante la monarquía y detrás de ella la república. Habrá que admitir la consabida frase: <<La República la trajeron los monárquicos y, después, la perdieron los republicanos>>.

La bandera oficial del Gobierno de la II República en el exilio aún se conserva. En el Museo das Mariñas de Betanzos (La Coruña).

Es la historia. Unos la desconocen y otros, que se aprovechan de la ignorancia, en cuanto pueden la repiten.

General de División (R.) Rafael Dávila Álvarez

Blog: generaldavila.com

Banquete ofrecido por el Gobierno a los participantes en el «Pacto de San Sebastián». De izq. a dcha: (sentados): Santiago Casares Quiroga, Marcelino Domingo Sanjuán, Alejandro Lerroux, Alcalá Zamora, Manuel Azaña, Fernando de los Rios y Jaume Aiguader; (de pie): Carrasco i Formiguera, Eduardo Ortega y Gasset, Luis Nicolau d’Olwer, Rafael Sánchez Guerra, Álvaro de Albornoz, Fernando Sasiáin, Angel Galarza, Diego Martinez Barrio y Matías Mallol Bosch. Madrid, 22 de agosto de 1931

16 diciembre 2019

TODO ESTÁ CONSUMADO General de División (R.) Rafael Dávila Álvarez

Pedro Sánchez: el candidato

Cuando se consumó la exhumación de los restos de Franco de la Basílica del Valle de los Caídos, confundimos el gesto.

¡Que si la ley de memoria!, ¡que hay que ver!, ¡que a lo que hemos llegado!, ¡parece mentira!, ¡esto es la guerra!, ¡el valle no se toca!… ¡Ya!

Es triste recordar aquello del muerto al hoyo y el vivo… Simplemente es. Ahí está, ahí está.

No nos dimos cuenta que Franco era una escusa, simplemente el gesto, la señal de lo que vendría detrás. Mal agüero, y hasta me atreví a recordar el canto XII de la Ilíada:

<<y llevaba apresada entre sus uñas una roja serpiente color sangre…>>

Ahora se van descubriendo. Ellos y los otros. Casi todo.

Resulta que iban a ganar, pero no ganaron. Lo que no están dispuestos es a perder. Nunca lo sufrieron.

El gesto es lo que significa, es el aviso de lo que con él trae. Los restos de Franco se los llevaron a otra parte. Entre las condiciones: el olvido de la derrota -por ley- y  vuelta a empezar. No era solo vencer a Franco. Un mensaje que creo no necesita más explicaciones. Obviedad.

-Si hemos sido capaces de esto. No sabéis lo que os espera.

Se cerró todo aquello y lo que aquello trajo. Hasta la Navidad; convertida en acto pagano. Volvamos a los inicios y empecemos de nuevo. A los tiempos, no del futuro, no, sino a aquellos anteriores a la derrota. Desde ahí comencemos lo que no supimos ganar con honor. La calle es nuestra. Una vez más. Constituyámonos con aquella Constitución y la ley de defensa de nuestra República.

El Pacto no se llama de San Sebastián, pero nombre tiene.

¿Que la derecha defenderá…? , ¿qué? Como entonces y como ahora. Su parcelita.

¿Presidente? Lo habrá. Hasta Puigdemont podría, que prepara su regreso. O Pujol donde todo empezó de nuevo. Por ahora el que tenemos les ha servido. En bandeja de plata; grabada.

Nosotros, todos, sigamos mirando hacia aquel lugar donde nada se ve.

¡Hechos probados!, dice uno. ¡Discrepamos! dice el otro. Y así.

<<La realidad puede más que la realeza>>, dijo Sánchez-Guerra.

<<Antes de que el sol se ponga>>, conminó Alcalá Zamora.

Todo está consumado. Solo hacen faltan unas municipales.

General de División (R.) Rafael Dávila Álvarez

Blog: generaldavila.com

12 diciembre 2019

 

LA BANDERA DE ESPAÑA AMENAZADA General de División (R.) Rafael Dávila Álvarez

Los que leen este blog habrán comprobado que huimos de los alarmismos, de dar pie a las falsas conspiraciones o de alentar viejos rencores. Nos limitamos a analizar la historia y la actualidad, a defender, con cierta vehemencia sí, a España y a sus Fuerzas Armadas.Todo ello con el argumento de autoridad de muchos años de servicio en puestos de alta responsabilidad; fruto también de haber visto y leído alguna que otra cosa.

Si de algo nos sentimos satisfechos en estos años, en los que a diario hemos dado la cara, es de contar con ustedes, con su animosa lectura. Hay otro logro del que nos enorgullecemos: haber conseguido durante mucho tiempo que España se engalanara con su Bandera. Aquel movimiento de Banderas, aquella alegría roja y amarilla en los balcones, ventanas, edificios, tiendas, restaurantes, bares, camisetas, pulseras…, alegría del corazón, salió de este blog y fue seguida con verdadero fervor y pasión por España.

Ahora una ráfaga de desaliento lleva a verla hecha jirones, descolorida, como avergonzada, aunque  sigue en muchos lugares colgada y espero que lo esté en los corazones.

No nos desanimemos ni transmitamos aflicción. Abramos los ojos y estemos muy atentos.

Las cosas no ocurren porque sí; hay una explicación, aunque nadie la explique. Hay truco detrás de todo lo que vemos y vivimos en España.

El plan está trazado y para ello han colocado un Gobierno con mentes no muy dotadas (¿o no?), fáciles de manejar, manipular, y que atiendan a sus intereses. Ni alarmismos ni conspiraciones. Realidades obvias.

España troceada, interesa, si no es de una manera será de otra, independencia y si no federalismo, que a un paso estamos de una cosa o, si no, de la otra.

Está a la vista de todos, que es la mejor de manera de no verlo. ¿Quién (es) está detrás de todo esto? La contestación está en los manuales de historia.

De un tiempo a esta parte observo una proliferación de extrañas banderas. España ya no se reconoce. Viajas al norte, sur, este y oeste y compruebas una España multicolor que en lugar de definir difumina y ensombrece la unidad que representa.

Años de asimilar la Bandera de España a tiempos pretéritos no ha sido un capricho, ni elección popular, sino intención que viene determinada, intencionada.

Extrañas intenciones y sigo recordando aquello: <<A España no la va a conocer ni la madre que la parió>>. Ya es irreconocible. ¿O no?

Se reconoce en aquel pretérito de la España Federal o independentista, golpes de Estado incluidos. En aquella expulsión violenta y condena a la Monarquía. En aquella II República que se impuso por la violencia de la calle, sin votación, un Golpe de Estado con urnas municipales por medio. De la chistera de aquellos magos de las urnas, con los polvos del Pacto de San Sebastián, llegó la República; o lo que aquello fuese. Se la reconoce en el golpe de Estado de 1934, cuando no permitieron gobernar si no eran ellos. Pronto quedó claro el problema de la ilegalidad que con el tiempo se convirtió en otro de legitimidad.

¡Que suene el himno de Riego! Que no falte una nueva bandera. Fue lo primero, decretado el 27 de abril. La República ya tenía su nueva bandera, el símbolo, ¡que no falten los símbolos!, inventada sobre la marcha, sin rigurosidad, ni historia. ¡Qué más da! Remiendo de paño nuevo en vestido viejo.

Ni la madre que la parió. A mí me parece que la voy reconociendo. Habrá más pasos, poco a poco, como entonces, y, entonces la reconoceremos, antaño era.

Lo primero fue la bandera y el himno. Ahora puede ser lo último, pero el orden de los factores no altera el producto.

No sé porque viendo acontecimientos recientes, la dispersión de banderas, la prohibición de banderas, veo, veo… ¿Qué ves?

Por lo pronto, en el horizonte de acontecimientos, veo la bandera de España amenazada. Entre otras muchas cosas.

Nunca en la historia de España ha existido tanto peligro de disolución de España como el de ahora.

Para que lo entiendan: Terrorismo e independentismo se dan la mano, caminan juntos hacia el mismo objetivo: destruir España. Con el consentimiento de los partidos políticos. En ese abrazo traidor pronto se llevarán puesta la bandera. Es cuestión de tiempo y de que a ustedes les importe un pimiento.

General de División (R.) Rafael Dávila Álvarez

Blog: generaldavila.com

28 octubre 2019

EL CRISTO DE MENA, LA II REPÚBLICA Y EL JEFE DE LA LEGIÓN General de División (R.) Rafael Dávila Álvarez

Coronel Juan José de Liniers y Muguiro

‹‹Gracias por la lealtad de que siempre me habéis dado pruebas y por la certeza que tengo de que seguiréis siempre siendo un modelo de disciplina››.

Estas irónicas palabras estaban incluidas en el mensaje de despedida que el Rey Alfonso XIII dirigió el 14 de abril a los militares.

No hay la menor duda de que la proclamación de la República se hizo de manera arbitraria y como consecuencia de unas elecciones municipales que nada tenía  que ver con un cambio de Régimen. Nunca hubo una victoria en las urnas ni una Constitución votada por el pueblo. La legitimidad brilló por su ausencia, pero el Pacto de San Sebastián había conseguido su objetivo: derrocar al Rey. Los de la legitimidad todavía andan buscando como respaldarla e intentando convencer de lo que nunca ocurrió.

Después vino lo peor. La Ley de la Defensa de la República (auténtica ley mordaza), la violencia en las calles, dirigida de manera especial contra la Iglesia Católica, la agitación permanente… Un mal comienzo que nada bueno presagiaba. ‹‹ ¡No es esto, no es esto!››, ¿lo recuerdan?, pero era ya tarde.

No hubo muchos defensores de Alfonso XIII ni él tampoco los requirió, pero sí que hubo militares que desde el primer momento vieron que su sitio no era aquel y prefirieron dejar las filas del Ejército. Entre ellos estaba el Jefe de la Legión.

Iglesia de Santo Domingo en Málaga 1931

Mandaba en aquellos días la unidad más emblemática del Ejército español, la Legión, el coronel don Juan José de Liniers y Muguiro, que había sido jefe fundador de la V bandera ‹‹Gonzalo Fernández de Córdoba›› el 1 de noviembre de 1921.

En el momento de la proclamación de la II República el coronel Liniers se encontraba en Madrid en el curso de ascenso a general. El día 15 se entera de la marcha de S.M. el Rey y no tardó ni un momento en tomar su decisión. Puso un telegrama al ministro de defensa Azaña comunicándole su dimisión como Jefe de la Legión y pidiéndole el pase al retiro. El ministro le contestó de inmediato y con gran indignación. Le decía que la petición la cursase por el conducto reglamentario desde su lugar de destino y residencia, Riffien, donde se encontraba su unidad la Legión.

El coronel Liniers tenía muy clara su decisión y volvió a enviar otro telegrama al ministro, esta vez diciéndole que así lo haría, pediría el retiro desde su unidad. No quedó ahí la comunicación sino que le expresaba que la  despedida sería ante sus legionarios formados y dando los vivas reglamentarios hasta entonces:

¡Viva España! ¡Viva el Rey! ¡Viva la Legión!

‹‹Le aseguro señor ministro que serán contestados con el mayor entusiasmo por todos los legionarios››.

Recibido el telegrama y sin soltarlo de la mano el ministro concedía el retiro inmediato al Jefe de la Legión.

El coronel don Juan José de Liniers y Muguiro tuvo el honor de ser el primero en la historia en acompañar al Cristo de la Buena Muerte con el inicial desembarco de la Legión y posterior desfile por las calles de Málaga. Así se inicia el vínculo entre la Legión y su protector:  el Cristo de la Buena Muerte.

Cristo de Mena

La quema de conventos y destrucción del Cristo de Mena

La llegada de la II República iba a terminar con los desfiles procesionales. El 11 y 12 de mayo de 1931 ardían todos los templos de Málaga. El Cristo de la Buena Muerte, el de Mena, fue quemado con saña. Con el Cristo legionario fueron destruidas 15 tallas de Pedro Mena.

El coronel Liniers fue el primero y el último que, junto a sus legionarios, dio escolta y desfiló con el Cristo de Mena, el de La Buena Muerte y Ánimas. El año 1930 se realizó el primer desembarco y la Legión desfiló, con su Coronel al frente, dando escolta al Cristo recién alistado, al Cristo Legionario, el de Mena.

El año siguiente, 1931, es protagonista del cartel de la Semana Santa de Málaga. Pero el ambiente es distinto. El aire está denso y ya se vislumbra una primavera roja de odio y dolor. Unos aplauden, otros gritan y silban. Como «escandalizantes y provocadoras» califican algunos medios las imágenes procesionales.  Un mes más tarde, el 12 de mayo de 1931, el infierno de odio y fuego que asola a España, a la España cristiana y católica, llega a Málaga, a Mena, y el Cristo Crucificado, el de la Buena Muerte, el de los legionarios, es arrojado a la hoguera. Los pequeños demonios bailan a su alrededor. Creen haber culminado su obra. ¡No! No han quemado al Cristo de Mena, solo fue una madera lo que ardió. El Cristo refugiado en tantos corazones no se perdió. El Cristo como buen legionario aceptó el reto y supo esperar. Se oyó un grito desgarrador: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?». Era un rezo, una oración, un  lamento que fue escuchado, el que convierte la muerte en Resurrección. Por eso es el Cristo de la Buena Muerte, por eso le rezan y protegen los legionarios. Aquí está de nuevo la Legión, aquí están para rezarte estos soldados, Caballeros que cantan ser novios de la muerte sabiendo que allí estás Tú, esperándonos en nuestro cielo legionario. No abandonar jamás a un hombre…

Los que habéis hecho este desfile procesional bajo la imagen del Cristo legionario sabéis de lo que os hablo y del significado de mis palabras.

No está de más terminar este recuerdo, como pedía despedirse el coronel Liniers, con los gritos reglamentarios:

Cartel de la Semana Santa de Málaga en 1931

¡Viva España! ¡Viva el Rey! ¡Viva la Legión!

¡Viva el Cristo legionario de la Buena Muerte!

General de División (R.) Rafael Dávila Álvarez

Blog: generaldavila.com

13 abril 2017