ERES MÁS ROJO QUE EL CAPOTE DE CAGANCHO Rafael Dávila Álvarez

Joaquín Rodríguez Ortega, Cagancho, la lio parda en Almagro. Aquel día decidió no ofrecer completo su recital de verónicas con su afamado capote de color rojo Cagancho. Un rojo intenso y penetrante de sangre de toro bravo. Tuvo que salir de la plaza acompañado de la guardia civil al querer matar el toro a pinchazos desde el burladero.

En los mapas militares donde plasmábamos los ejercicios tácticos, los colores utilizados eran el rojo y el azul que correspondían a los dos bandos enfrentados. Los buenos éramos los azules. Con «la ley de los rojos» cambiamos el azul por el rosa.

A algunos compis les gustaba el rojo pasión, eran Fernando, Pedro, Manolo, Julio y esos. Por eso cuando había gresca siempre saltaba uno que les gritaba: «Eres más rojo que el capote de Cagancho». Nos echábamos unas risas y fin de fiesta. Hubo que recordarles que marcar el paso era ¡izquierda! ¡derecha!, y así. Perdían el paso, siempre al contrario de la Compañía. Para ellos solo había izquierda o ir a contramano.

Entre rojos y azules había sus matices. El rojo, el rojillo y el encarnao; el azulón, y el engañabaldosas, que nunca sabías cual era la que pisaba. El caso es que convivíamos sin ir a mayores, incluso ahora ya de mayores, ¡sorpresa!, que volvemos a vernos y los rojillos se han hecho de derechas.

Ha saltado no sé qué lío en la Escuela de Especialidades de la Estación Naval de la Graña, con destitución del Jefe de Estudios incluida,  porque en una efeméride se ha hecho referencia a alguna batalla de la Guerra Civil y se han referido a rojos y azules.

¿Cuál es el problema? Es historia. No son términos que hayan salido de la nada, sino que fue  una forma de denominar a los bandos enfrentados en la Guerra Civil española, esa que pretende seguir protagonizando nuestra actualidad ¡con la que está cayendo!

¿Rojos? Ellos así se llamaron. Muchos historiadores siguen utilizando esos términos.

Los rojos se bautizaron; a los nacionales los bautizaron. Unos eran el Gobierno de Madrid, los otros el de Burgos. No eran republicanos contra monárquicos; republicanos eran casi la mayoría después de haber echado de mala manera al Rey Alfonso XIII el año 1931 en unas elecciones municipales que nada tenían que ver con monarquía o República.

Cuando aquellos del Pacto de San Sebastián perdieron las elecciones y ganó la derecha dijeron: ¡No; esto es demasiado!, ¡hasta aquí hemos llegado! No hemos hecho la Revolución roja para que ahora vengan estos con su orden y ley.

El 27 de septiembre de 1934 El Socialista publicó: «Las nubes van cargadas camino de octubre. Repetimos lo que dijimos hace unos meses. ¡Atención al disco rojo! El mes próximo puede ser nuestro octubre. Nos aguardan días de prueba, jornadas duras […] tenemos nuestro ejército a la espera de ser movilizado. Y  nuestra política internacional. Y nuestros planes de socialización». Era el octubre rojo y se anunciaba el Ejército Rojo.

Anota Gustavo Bueno: «La guerra preventiva comenzó en 1934».

Julián Marías habla de frivolidad y de la irresponsabilidad máxima del Partido Socialista en octubre de 1934, aprovechada por los catalanistas, que llevó a la destrucción de una democracia eficaz y del concepto mismo de la autonomía regional.

Ellos, los revolucionarios, se definen en el bando dictado por su Comité: el Ejército Rojo.

«HACEMOS SABER: Desde la aparición de este bando queda constituido el Ejército Rojo, pudiendo pertenecer a él todos los trabajadores que estén dispuestos a defender con su sangre los intereses de  nuestra clase proletaria. Este ejército quedará compuesto y se dirigirá en la forma siguiente…».

«Dicho Ejército  sería el instrumento necesario de la Revolución, y como núcleo anticipado del mismo se alistaban las milicias juveniles semiuniformadas, que solían desfilar con frecuencia por las calles» (Aproximación histórica a la Guerra Española. Vicente Palacio Atard).

Era la Revolución roja que amparaba Largo Caballero: «Las finalidades concretas de este Ejército serán: sostener la guerra civil que desencadenará la instauración de la dictadura del proletariado, realizar la unificación de este por el exterminio de los núcleos obreros que se nieguen a aceptarla y defender de fronteras afuera, si hace falta, nuestros principios…» (Largo Caballero alocución en Oviedo 15 junio 1936).

Pues sí: Ejército Rojo. Más rojo que el capote de Cagancho.

En esta historia nada como el vocabulario náutico.

Borriquete: Vela que se pone sobre el trinquete con tiempos duros para que sirva en caso de rifarse este.

Tiempos duros donde necesario es poner el borriquete; no todos. No para los que responden a la otra acepción que el diccionario asigna a la palabra.

Borriquete: asno.

Rafael Dávila Álvarez

5 enero 2021

Blog: generaldavila.com

EL CALLEJERO DE MADRID. CALLE DEL GENERAL MILLÁN-ASTRAY. (Os debemos todo, pero no os daremos nada) General de División (R.) Rafael Dávila Álvarez

El callejero de Madrid es un libro de historia al aire libre, de la no escrita en los rigurosos manuales. Como casi todas las ciudades y pueblos de España tiene su calle Mayor. En la de la capital ha quedado todo lo bueno y malo de los aconteceres de este mundo. Todo se sucedía o se reproducía en los mentideros, verdad y mentira, la vida en la calle, compartida y contada, mientras se aplaudía el festejo del día o se rezaba a un santo popular, sin importar mucho lo que se celebraba o lo que se pedía, cualquier pretexto era bueno.

Lo mismo se bailaba en la Plaza Mayor que se atentaba contra sus Reyes.

Lo mismo tocan a gloria las campanas de San Andrés, que  doblan a muerto  marcando un soneto de pies quebrados las de San Ginés (como lo describe su párroco). La última vez que sonaron las milagrosas en la espadaña de San Pedro el Viejo, el de Jesús el Pobre, fue el 2 de mayo de 1808, cuando aún había madrileños de oído fino.

El ruido y las prisas han roto el silencio de las campanas. Hay tanto ruido que no se oye nada. Madrid no se ve solo mirando, hay que escucharlo, pasearlo con todos los andares y sentidos (cuidado con el olfato), deprisa no se ve, despacio ya no se puede, te arrastran mareas humanas que no miran al cielo madrileño ni al nombre de sus calles. En Madrid nadie mira nada, nunca al cielo, casi nadie es de Madrid, se nota porque todos llevan un plano, y terminan preguntando… ¿La calle del Codo?, y le señalan el burger más cercano.

La capital, fiel a sí misma, que Madrid es de todos y de nadie, ha resistido el paso de sus regidores, pero no aguanta el manoseo impúdico de los que ni la ven ni la sienten, mientras meten sus narices en su callejero, que ni pisan ni conocen. El mejor alcalde, el Rey.

En primavera Madrid es de sol y sombra, depende de la hora, la edad y procedencia.

Madrid calle Mayor

De la Almudena a Sol, por la calle Mayor, en su mediodía, tienes las dos cosas.

Decidí pasear por el lado de la sombra cuando sin darme cuenta no andaba, desfilaba… –Banderita tú eres roja, banderita tú eres gualda- Las Corsarias inundaban el cielo de Madrid, ¿de dónde venía esa música? Pensé en algún local cercano de donde pudiese salir la marcha española, militar, pero estaba en la calle, en el aire, sin procedencia concreta, sin origen y sin disminuir o aumentar su sonido mientras andaba. De Las Corsarias pasó a oírse Soldadito español, Los Voluntarios… No podía ser. Llegando a la Puerta del Sol descubrí la razón. La calle Mayor inundada de altavoces se preparaba para el 2 de mayo con el desfile de las tropas de Artillería, música del cielo, sin origen aparente hasta que vi a un joven manejando aquella megafonía desde una furgoneta que llevaba la matrícula ET. del Ejército de Tierra. Ya estaba todo claro. El Regimiento de Transmisiones nº 22 inundaba el Madrid de siempre con la música castiza de sus soldados mientras instalaba todo el sistema de altavoces para el día 2. Saludé y felicité a uno de los que lo instalaba, por la oportunidad de la música, ese día, sin que a nadie le extrañara, por las caras contentas, dependientes en las puertas de las tiendas, un grupo de orientales grababan pegados a un altavoz, algún viandante bromeaba marchando al paso militar…, la música daba sonido festivo al día. Lo único que desencajaba era que al margen de la matrícula de la furgoneta, ET., nadie podía saber que aquellos muchachos que alegraban el día eran soldados de España. Iban con un mono azul oscuro y sin ninguna identificación como militares. ¿Por qué? No lo sé y no me gustó. El centro de Madrid era militar esa mañana, sonaba su música, pero sin identificar.

El fundador de la Legión general Millán-Astray

Madrid pierde su identidad cuando entre unos y otros roban su esencia y su historia. El Ayuntamiento de Madrid ha comenzado a cambiar las 52 placas del callejero que molestaban a estos señores que dicen regir la ciudad. Tiempo les ha faltado para lanzarse con la hoz y el martillo a segar la historia; en cuanto han visto teñirse de rojo las cunetas con las amapolas de primavera. Alergia a la historia. El primer rótulo callejero en caer ha sido General Millán-Astray. Es como apagar la música militar, para siempre, hacer ruido que tape la incultura moral, echar tierra sobre el mar para ocultarlo. Por sus obras los conoceréis. El fundador de la Legión, general Millán-Astray no movería un dedo por defender que una calle llevara su nombre. Es más, estoy seguro que lo prohibiría, tajantemente. Lo que no podría, lo que nadie podría ocultar, minimizar o rechazar, es su obra. Por muchas calles que quiten su nombre. Por muchas órdenes que se cursasen, nadie podría olvidar que un hombre, un soldado español, Millán-Astray, con la ayuda de su Rey, Alfonso XIII, iba a crear una unidad única y sin igual: La Legión española. Cualquier nación del mundo estaría cantando sus glorias y abriendo las páginas de su historia militar.

No voy a darle ni un renglón a la regidora de Madrid. Solo deseo que termine pronto su regir. Lo que me preocupa, lo de las calles es incultura de hoy, cultura para mañana, que volverá el pasado y el hoy será un mal recuerdo, lo preocupante es que nadie responsable, de la Legión, de la historia militar, de la cultura militar, encabece el homenaje que se debe, por lo que dio aquel soldado, legionario, que sigue vivo en las unidades, al creador de la que hoy es la más conocida y nombrada unidad del Ejército español. ¿Habrá que evitar el nombre de Millán-Astray cuando se hable de la Legión española?

No me preocupa nada, pero nada, que cambien los nombres de las calles. Aumentará la fama y el honor de los nombres borrados. Lo que me preocupa es la ingratitud, el olvido, el silencio que se levanta vergonzoso entre tanto ruido. Que los que tenemos que hablar no hablemos. Que los que hemos vestido esa camisa verde no estemos unidos, no en la defensa de una calle más o menos, sino en la defensa de un nombre, de una obra.

Es por eso y no por unas placas en la pared por lo que las campanas marcan sonetos de pies quebrados y la música militar suena sin procedencia clara por las calles de Madrid, como escondiendo su origen.

Es la obra de un gran hombre, la Legión, el espíritu de los legionarios, los sencillos y entregados legionarios, los grandes hombres: << Para los hombres pequeños, los mausoleos. Para los grandes hombres, una piedra y un  nombre>>.

Una piedra, a veces ni siquiera un nombre, es el mausoleo de la mayor parte de los soldados que han dado su vida por España.

La Legión a sus muertos

<<Os debemos todo, pero no os daremos nada>>. Que iba a ser así, lo sabíamos todos.

General de división (R.) Rafael Dávila Álvarez

Blog: generaldavila.com

28 abril 2018

 

EL CRISTO DE MENA, LA II REPÚBLICA Y EL JEFE DE LA LEGIÓN General de División (R.) Rafael Dávila Álvarez

Coronel Juan José de Liniers y Muguiro

‹‹Gracias por la lealtad de que siempre me habéis dado pruebas y por la certeza que tengo de que seguiréis siempre siendo un modelo de disciplina››.

Estas irónicas palabras estaban incluidas en el mensaje de despedida que el Rey Alfonso XIII dirigió el 14 de abril a los militares.

No hay la menor duda de que la proclamación de la República se hizo de manera arbitraria y como consecuencia de unas elecciones municipales que nada tenía  que ver con un cambio de Régimen. Nunca hubo una victoria en las urnas ni una Constitución votada por el pueblo. La legitimidad brilló por su ausencia, pero el Pacto de San Sebastián había conseguido su objetivo: derrocar al Rey. Los de la legitimidad todavía andan buscando como respaldarla e intentando convencer de lo que nunca ocurrió.

Después vino lo peor. La Ley de la Defensa de la República (auténtica ley mordaza), la violencia en las calles, dirigida de manera especial contra la Iglesia Católica, la agitación permanente… Un mal comienzo que nada bueno presagiaba. ‹‹ ¡No es esto, no es esto!››, ¿lo recuerdan?, pero era ya tarde.

No hubo muchos defensores de Alfonso XIII ni él tampoco los requirió, pero sí que hubo militares que desde el primer momento vieron que su sitio no era aquel y prefirieron dejar las filas del Ejército. Entre ellos estaba el Jefe de la Legión.

Iglesia de Santo Domingo en Málaga 1931

Mandaba en aquellos días la unidad más emblemática del Ejército español, la Legión, el coronel don Juan José de Liniers y Muguiro, que había sido jefe fundador de la V bandera ‹‹Gonzalo Fernández de Córdoba›› el 1 de noviembre de 1921.

En el momento de la proclamación de la II República el coronel Liniers se encontraba en Madrid en el curso de ascenso a general. El día 15 se entera de la marcha de S.M. el Rey y no tardó ni un momento en tomar su decisión. Puso un telegrama al ministro de defensa Azaña comunicándole su dimisión como Jefe de la Legión y pidiéndole el pase al retiro. El ministro le contestó de inmediato y con gran indignación. Le decía que la petición la cursase por el conducto reglamentario desde su lugar de destino y residencia, Riffien, donde se encontraba su unidad la Legión.

El coronel Liniers tenía muy clara su decisión y volvió a enviar otro telegrama al ministro, esta vez diciéndole que así lo haría, pediría el retiro desde su unidad. No quedó ahí la comunicación sino que le expresaba que la  despedida sería ante sus legionarios formados y dando los vivas reglamentarios hasta entonces:

¡Viva España! ¡Viva el Rey! ¡Viva la Legión!

‹‹Le aseguro señor ministro que serán contestados con el mayor entusiasmo por todos los legionarios››.

Recibido el telegrama y sin soltarlo de la mano el ministro concedía el retiro inmediato al Jefe de la Legión.

El coronel don Juan José de Liniers y Muguiro tuvo el honor de ser el primero en la historia en acompañar al Cristo de la Buena Muerte con el inicial desembarco de la Legión y posterior desfile por las calles de Málaga. Así se inicia el vínculo entre la Legión y su protector:  el Cristo de la Buena Muerte.

Cristo de Mena

La quema de conventos y destrucción del Cristo de Mena

La llegada de la II República iba a terminar con los desfiles procesionales. El 11 y 12 de mayo de 1931 ardían todos los templos de Málaga. El Cristo de la Buena Muerte, el de Mena, fue quemado con saña. Con el Cristo legionario fueron destruidas 15 tallas de Pedro Mena.

El coronel Liniers fue el primero y el último que, junto a sus legionarios, dio escolta y desfiló con el Cristo de Mena, el de La Buena Muerte y Ánimas. El año 1930 se realizó el primer desembarco y la Legión desfiló, con su Coronel al frente, dando escolta al Cristo recién alistado, al Cristo Legionario, el de Mena.

El año siguiente, 1931, es protagonista del cartel de la Semana Santa de Málaga. Pero el ambiente es distinto. El aire está denso y ya se vislumbra una primavera roja de odio y dolor. Unos aplauden, otros gritan y silban. Como «escandalizantes y provocadoras» califican algunos medios las imágenes procesionales.  Un mes más tarde, el 12 de mayo de 1931, el infierno de odio y fuego que asola a España, a la España cristiana y católica, llega a Málaga, a Mena, y el Cristo Crucificado, el de la Buena Muerte, el de los legionarios, es arrojado a la hoguera. Los pequeños demonios bailan a su alrededor. Creen haber culminado su obra. ¡No! No han quemado al Cristo de Mena, solo fue una madera lo que ardió. El Cristo refugiado en tantos corazones no se perdió. El Cristo como buen legionario aceptó el reto y supo esperar. Se oyó un grito desgarrador: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?». Era un rezo, una oración, un  lamento que fue escuchado, el que convierte la muerte en Resurrección. Por eso es el Cristo de la Buena Muerte, por eso le rezan y protegen los legionarios. Aquí está de nuevo la Legión, aquí están para rezarte estos soldados, Caballeros que cantan ser novios de la muerte sabiendo que allí estás Tú, esperándonos en nuestro cielo legionario. No abandonar jamás a un hombre…

Los que habéis hecho este desfile procesional bajo la imagen del Cristo legionario sabéis de lo que os hablo y del significado de mis palabras.

No está de más terminar este recuerdo, como pedía despedirse el coronel Liniers, con los gritos reglamentarios:

Cartel de la Semana Santa de Málaga en 1931

¡Viva España! ¡Viva el Rey! ¡Viva la Legión!

¡Viva el Cristo legionario de la Buena Muerte!

General de División (R.) Rafael Dávila Álvarez

Blog: generaldavila.com

13 abril 2017