Prefiero ir al dentista que entrar en un banco. Dicen que dan un servicio. Sin duda: para el que lo necesite. En muchos casos solo hacen de oficina de cobro y pago. Pero antes de pagar cobran, cobran, cobran siempre, por los siglos de los siglos. Es el canon que aceptamos creyendo que el banco está por encima de todo y de todos.
Cuando éramos jóvenes tenientes cobrábamos en mano; en un sobre venía el dinerito contante y sonante, además de todas las explicaciones de cuentas y descuentos. Era el mejor día del mes.
El día de cobro uno de mis compañeros se sentaba, solo, en una mesa del bar de oficiales, abría ceremoniosamente el sobre y en voz alta empezaba a sacar y contar los billetes mientras calculaba sus gastos domésticos: 100 de luz, 50 de agua, 100 colegios niños, 200 ropa, 100 casa, 300 comer, 200 alquiler…, total que solo me quedan 30 para imprevistos. ¡Qué desastre! En aquel momento había conseguido que todos le prestásemos atención. Llegaba el final que él buscaba: ¡¡Qué soy soltero!!, gritaba mientras recogía todo el dinero que había puesto en montoncitos sobre la mesa. ¡Para mí todo!
Lo de los bancos era para ricos. Nosotros éramos pobres, pero libres.
Decía Romanones que la independencia económica es no tener dinero. No sé no sé.
Pero un día… Llegaron los bancos y se acabó el sobre, la libertad. Había que cobrar por el banco. Elegir una entidad bancaria y… ¡Vaya negocio para unos cuantos! Llegó el control para los vulgares y monótonos de la nómina. ¿Por qué tiene que pasar mi dinero por el banco? Nos preguntábamos.
Una muesca más contra la libertad, por culpa de los que la zarandean, roban, mienten, ocultan, trapichean, evaden, defraudan, delinquen, guindan, mangan, pillan, sisan, desfalcan, expolian, desvalijan, extorsionan, rapiñan, soplan, carmenan, apañan, birlan, atracan, ratean, transfieren, juegan, blanquean, blackquean, enajenan, engañan, corrompen, saquean, estafan, ningunean, mienten, arrancan, quitan, asaltan, ratean, choricean, despojan, choran, trampean, expertos en la ciencia de Caco. Mismo rasero a ellos que a los otros. Todos iguales (?) ante la ley, la justicia, la sanidad… y nunca iguales para la banca. Que nadie se escape de las garras del gran hermano. Cortados por el mismo rasero, el más bajo posible. La educación bancaria se basa en el engaño, a todo. Le llaman lucha por la supervivencia.
Hablaba con el mecánico mientras terminaba de cambiar el aceite al coche… Viene el fontanero a casa…, el de la tele, el mantenimiento de la caldera… ¡Cómo están las cosas! La conversación se repite, todos dicen lo mismo: ¡Se lo llevan crudo estos…!, ¡nos roban…!, ¡no hay quien viva! Pero ninguno de ellos me ofrece una factura. ¿Oiga y el IVA? ¡Ah!, entonces son 50 más.
Un toma y daca. Me tomo por aquí lo que me quitan por allá.
La Administración nos tiene controlados, cada día más, a casi todos, pero no a todos. Sí, pero sin IVA. El que roba a un ladrón…
En aquellos tiempos en los que pasamos del sobre al banco, sin apenas darnos cuenta de lo que se nos venía encima, llegó un compañero contándonos que le habían llamado del banco (“de su banco” como a los banqueros les gusta que digas) para decirle que estaba en números rojos. Al principio, se quedó algo azarado, con la sensación de haber cometido algo grave, hasta que reaccionó y le dijo al amable banquero: ¿Oiga y el mes pasado por estas fechas cómo estaba mi cuenta? Miró sus papeles el banquero. No, señor, el mes pasado tenía usted en esta fecha 500 a su favor. Mi amigo, desconocedor de los trámites bancarios le contestó: Pues ¿por qué no me avisó también?
En fin…, ahora jueces, magistrados, banqueros, en guerra… y el gobierno que los azuza. Amenazas de los del dinero, del nuestro por supuesto. Una sentencia firme ¿se puede volver a sentenciar o revisar solo porque la sentencia ha creado revuelo? Alarma bancaria que no social. ¿Explicaciones del Alto Tribunal? Ninguna. Cualquier grieta por pequeña que sea sirve para que el poder del dinero se cuele como agua… o fuego. El interés no es el 3% o el 4%. Es todo y todo es ciencia y conciencia (s). Dinero, dinero, dinero.
No saber leer, no saber escribir… saber contar. Los tribunales al descubierto, en números rojos. Igual que los bancos. Pedir perdón no es suficiente. Hay que pagar y no precisamente con dinero. En justicia. Nadie entiende nada. Si algo se han llevado que nos lo devuelvan sin trámites engorrosos, sin papeleos, abogados, pérdidas de tiempo, dinero (de nuevo) y paciencia. Eso es lo justo, lo demás es volver a empezar el calvario de siempre contra Goliat.
¿No somos todos iguales?
Rafael Dávila Álvarez. General de División (R.)
Blog: generaldavila.com
28 octubre 2018