MIENTRAS CREEMOS AMARLA, ESPAÑA SE NOS MUERE EN LOS BRAZOS. Rafael Dávila Álvarez

Observo algo que me llama la atención y que preocupa. Digo que preocupa. Entiéndanme, no digo que me preocupa, solo me llama la atención y lo cuento. Hablo y escucho a distintos sectores políticos, de aquí y de allá, que me da igual. Lo único que me limita y aleja es la proximidad a la delincuencia política, que la hay, y abundante. España es la única política que conozco.

En uno de esos sectores, de derechas de toda la vida, te señalan y resulta que si no eres de un cierto partido de la derecha, nuevo, reciente, incluso ganador, dicen que moderno, pletórico, de himnos y semblanzas, vamos en una palabra el futuro de España, te miran con cara rara, como si hubieses traicionado a la propia España. No es suficiente ser de derechas. O conmigo o contra mí.

Claro que preocupa, de la misma manera que a un separatista le preocuparía que la llamada derecha se dejase de desavenencias y se mantuviese unida; se les acabaría el chollo, por lo que están con la izquierda a muerte, sea la que sea y venga quien venga. Incluso Illa les vale.

La política no es un estrecho cajón de ideas, sino un amplio margen de entendimiento bajo una Ley, la Constitución, y eso implica aceptar el reto del pensamiento tangente al de uno, o paralelo, que sin penetrar roza o acaricia, depende, para mantener un espacio amplio que no permita romper con el avance histórico que a España le corresponde. Vemos con verdadera alarma —preocupación en aumento— que en dos recientes gobiernos de izquierdas, el de J. L. R. Zapatero y el de P. Sánchez, con el desastroso paréntesis del tibio M. Rajoy (caso aparte que el PP debería juzgar políticamente), todo va a peor y en trance está España de desaparecer como nación, aunque en un equilibrio hasta ahora desconocido pretenda P. Sánchez mantener el Estado, que no sabemos qué entiende él por eso.

Volviendo al principio, la misma derecha, de amplio espectro, que durante años mantuvo el tipo y logró grandes avances en la España social y económica, resulta que ahora se divide enemistados entre ellos, se lanzan a la guerra de guerrillas y nos muestran que eso es lo que queda de la unidad de los partidos que defienden la Ley como norma fundamental de hacer política. En algún momento llegamos a pensar que los nuevos pesoesocialistas estaban también  dispuestos a aceptar la Ley y no admitirían los pasos en falso camino de la ruptura de España y la introducción del comunismo chavista, pero ya hemos visto que era un espejismo y que su programa es simplemente de mantenimiento del estatus, de las prebendas, agencia de colocación, y odio pretérito, presente y futuro a la idea de España, que les suena a nación de héroes, conquistas y azote del comunismo estaliniano y demás variedades y especies. En definitiva, el pesoesocialista es uno más de los que nunca defendería a España si ello le supone perder el plato de lentejas.

En esta situación resulta que el PP, Ciudadanos y Vox se echan al monte a guerrear entre ellos, a lucirse al trote de su caballo blanco, a la dialéctica de trincheras, incluso al duelo apadrinado.

En España, que funciona muy bien lo del eslogan, hay quien se cree todo lo que le cuentan y se juzga antes de la instrucción previa, y el PP acaba de ser juzgado por él mismo, por los que eran los suyos, cuando, sin nombrar juez instructor, se sentencian sin dar la más mínima explicación. Convendría que analicen a su gabinete de comunicación y lo envíen a reciclarse para establecer, o restablecer, la frecuencia audible y entendible de sus pretensiones. Siempre fue el Partido Popular un amplio espectro de pensamiento, como lo es España, pero sin dejar de ser, sentir y darse a conocer, sin máscaras ni antifaces. ¿Qué es ahora? Convendría que lo diesen a conocer.

Puede que esté ahí la explicación. He intentado entender las razones por las que te miran raro en ese sector del que les hablo cuando no eres de esa derecha que se da ganadora (hoy por hoy), cuando defiendes la necesidad de aunar fuerzas en defensa de España en unos momentos de tanta gravedad, tanto que se nos muere España en los brazos. Nadie me da las razones. Oigo no sé qué de Rajoy, de traiciones, de cesiones, de corrupción, pero nadie ahonda en lo serio: que es la nación. Lo de Rajoy es agua pasada que no mueve molino y si el PP le quita la militancia por su actitud el día de su cobarde fracaso, el de la moción de censura, sería más valiente y resolutivo que lo de cambiar de sede; pero hasta ahí llega ese pasado. ¿Corrupción? Tendremos que denunciar a los chapuzas que no te hacen la factura y encima presumen.

Luego llegan los reproches, los asaltos cuerpo a cuerpo, incluso los insultos, y lo que realmente hace daño: reducir el grupo, no crecer, no trabajar juntos dentro de una España unida y común.

Si el resultado es una fragmentación de partidos que dicen defender la unidad de España, de su historia, de sus tradiciones y de sus peculiaridades: España se nos muere en los brazos.

Algún día llegará: España muerta. El análisis previo avisa de lo que viene, y todo indica que la muerte llega por las derechas que todas quieren ser «el héroe» de su propia derrota y morir en esas alabanzas.

Tres en uno es sobrenatural y en estos momentos inasumible.

Mientras creemos amarla, España se nos muere en los brazos.

Luego no me digas que no te aviso…

«-Si por tus amores pena,
¡oh, malhaya su cantar!,
y porque nunca los goce
yo le mandaré matar.
-Si le manda matar, madre
juntos nos han de enterrar.
Él murió a la media noche,
ella a los gallos cantar;
a ella como hija de reyes
la entierran en el altar,
a él como hijo de conde
unos pasos más atrás.
De ella nació un rosal blanco,
de él nació un espino albar;
crece el uno, crece el otro,
los dos se van a juntar;
las ramitas que se alcanzan
fuertes abrazos se dan,
y las que no se alcanzaban
no dejan de suspirar.
La reina, llena de envidia,
ambos los mandó cortar;
el galán que los cortaba
no cesaba de llorar;
della naciera una garza,
dél un fuerte gavilán
juntos vuelan por el cielo,
juntos vuelan a la par».

Yo le mandaré matar. Juntos nos han de enterrar… Del rosal blanco y del espino albar.

Dice la copla: No me quieras tanto, quiéreme mejor.

Rafael Dávila Álvarez

Blog: generaldavila.com