El maestro José era el zapatero más afamado de la ciudad de Sevilla.
Llegar a maestro es saltar por encima del oficio, alcanzar la dignidad del respeto, máxime cuando el título es un documento jurídico estampado por el pueblo llano.
Desde Portugal andaba lord Wellington, un maniático del calzado, con unas cómodas botas inglesas, ya viejas y desgastadas, hechas por Hobby, su zapatero de la calle St. James en Londres. Al llegar a Sevilla, después de la campaña portuguesa y tras su paso por Madrid, llamó a José y le encargó un par de botas como las que, ya envejecidas, él llevaba.
-‹‹No se las voy a hacer iguales, señor; las haré mejores››, contestó con cierto orgullo el maestro José.
Sorprendido Wellington del desparpajo, adivinando cierta fanfarronería, le replicó.
-‹‹Pero, hombre, si no se trata de eso. No quiero botas de lujo, elegantes para vestir, sino botas que sean cómodas para andar. Hágamelas iguales››.
-‹‹Iguales, no. Serán mejores››.
El general se impacientó ante la firmeza del maestro José y le soltó como si de un reproche se tratase:
-‹‹Mire, hágamelas como usted quiera››… ¡Estos españoles!
No pasó mucho tiempo, cuando recibía el lord las impecables botas que encantaban a la vista. Al verlas pensó que la belleza iría contra la comodidad:
-‹‹Seguro que me harán daño››.
Se las puso lord Wellington y tuvo que admitir que eran más bonitas, nuevas y hasta más cómodas que sus viejas botas. Sin duda eran mejores.
-‹‹Estas dos peluconas en pago a su trabajo espero que le bastarán. Pero ahora quisiera que me hiciese media docena de botas iguales a esta››.
-‹‹ ¡Quia, señor! He trabajado durante dos semanas. Ahora con las dos peluconas tengo bastante para un mes o más. ¡Qué voy a trabajar mientras tanto!››.
No son como nosotros ni como el resto de los europeos. Son buenos soldados, superan a todos. Orgullosos y fanfarrones, cuando se arrojan a la batalla valen por tres y como más de tres trabajan. Nadie les supera en lealtad. Pero no son como nosotros. Pensaba lord Wellington, vizconde de Talavera de la Reina, sobre los humildes españoles.
Pudo el maestro José de Sevilla crear un imperio con aquellas botas que le hizo al lord de las Wellington boots, hoy un diseño famoso y usado en el mundo entero. Pero era español: ¡Ca, señor…! ¡Qué voy a trabajar!
Aquello sorprendió al lord británico. Nunca nos entendió.
Estos días ha saltado a primera página de todos los diarios una noticia que debería ser un homenaje a la tan insistente ‹‹marca España››.
Amancio Ortega, entre León, Tolosa y La Coruña, recorrido a pie y sin dinero, golpe a golpe, verso a verso, es el hombre más rico del mundo.
El maestro de Arteixo, infantería de la calle, la que se hace cada mañana en el esfuerzo de la honrada madrugada, es el más rico del mundo.
A pie y sin un ochavo en los bolsillos, calado hasta los huesos y con el estómago vacío, anda la infantería española. Amos del mundo y sin dinero izaron la bandera donde les dio la gana. Lo decía Don Camilo, el gallego universal.
-‹‹Seguro que me harán daño››.
–‹‹Ca, señor… ¡Qué voy a trabajar!››.
No entendió el lord, grande de España, lo grande que son los españoles y la ventaja que le sacaba en las batallas de la vida el maestro José de Sevilla. Era el más rico del mundo con sus dos peluconas. Sin título alguno más allá del otorgado por el pueblo: maestro José.
Ahora el de Arteixo es el hombre más rico del mundo. Poco le importa el título. Jamás se preocupó del dinero sino de los que no lo tenían. Y en esas está. En silencio honrado, con humilde inteligencia, con el favor de sus empleados, con el fervor de quien le conoce y también de los que no.
Un imperio de sueños impregnado de trabajo, primoroso trabajo. Soñar y seguir soñando hasta el final, aunque dos peluconas te hagan rico por un mes, por toda una vida, nunca dejar de soñar, ir más allá.
Él, que ha hecho grande a España, solo tiene un título: Amancio Ortega.
No es lord, ni duque. Nada que ver con conde, vizconde, barón o señorío. No es grande de España. ¿Ustedes lo entienden? Convendría repasar títulos y titulaciones. Quién corresponda.
Lord Wellington se llevó de España casi todo, aunque el mejor tesoro fue el par de botas hecho por el maestro José. Por dos peluconas.
El maestro de Arteixo con dos patacones y mucha ilusión se ha hecho el hombre más rico del mundo. Su título es universal. Va junto a su obra.
‹‹No son como nosotros ni como el resto de los europeos››, decía el titulado lord Wellington. Yo no lo sé, pero cuando veo a españoles como Don Amancio Ortega, mire milord, me gusta como somos.
Ahí están sus botas, las españolas. Quédese con ellas. Que usted las ande bien. Ahora las hace ZARA.
Para marca España, ya saben, y para títulos, uno: Amancio Ortega. Supera al lord y no solo en dinero. ¡Estos españoles!
-‹‹No se las voy a hacer iguales, señor; las haré mejores››.
¡Ay si quisiéramos!
General de División (R.) Rafael Dávila Álvarez
Blog: generaldavila.com
En Gran Bretaña ya le habrian dado un titulo nobiliario que se ha ganado a fuerza de hacer bien su trabajo
En España veremos
Como los antiguos titulos nobiliarios concedidos a los hombres por sus hazañas, este hombre se ha ganado a pulso el suyo
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“Son buenos soldados, superan a todos. Orgullosos y fanfarrones, cuando se arrojan a la batalla valen por tres y como más de tres trabajan. Nadie les supera en lealtad. Pensaba lord Wellington, vizconde de Talavera de la Reina, sobre los humildes españoles”.
‹‹No son como nosotros ni como el resto de los europeos››, decía el titulado lord Wellington. Yo no lo sé, pero cuando veo a españoles como Don Amancio Ortega, mire milord, me gusta como somos.
Ahí están sus botas, las españolas. Quédese con ellas. Que usted las ande bien. Ahora las hace ZARA. Para marca España, ya saben, y para títulos, uno: Amancio Ortega. Supera al lord y no solo en dinero. ¡Estos españoles!
-‹‹No se las voy a hacer iguales, señor; las haré mejores››. ¡Ay si quisiéramos!
Frases emotivas de mi querido General Dávila que lo resume todo: “orgullo de ser español” que está ligado al “Patriotismo”.
Orgullo es la palabra más adecuada para definir el sentimiento de satisfacción que los españoles tenemos cuando tomamos conciencia de la inmensa herencia histórica y cultural que hemos recibido por haber nacido en España. Por eso, decir que estamos orgullosos de ser españoles significa que nos alegra la herencia que hemos recibido y ser compatriotas de los demás españoles que hoy compartimos un proyecto común. Y, al decirlo, estamos expresando el compromiso de legar a los españoles del futuro una Patria mejor que la que recibimos. Porque el orgullo de ser español sólo cobra todo su sentido si lo ligamos al patriotismo, esa virtud cívica fundamental.
Ser español es ser entre los hombres
un guardián celoso del deber;
es tener en la frente
como una estrella brillante el ayer.
Ser español es ver en tus hermanos
un apretado bosque de ilusión,
fuertes ramas creciendo hacia el cielo,
vivos los nidos en el corazón.
Ser español es ver sobre la tierra
una inquietud constante por la fe;
es llevar el trabajo
como una gloria del campo al taller.
Ser español es ver tu camarada
como un ejemplo digno de imitar;
siempre tus brazos prestos al esfuerzo
fijos tus ojos en un más allá.
Y todo ello por un proyecto, ideal común, histórico de España:
El proyecto histórico de España es un ideal de perfección al que cada cual debe aspirar sin descanso si quiere ser español. Es un ideal común con los demás pueblos de Occidente, muy difícil y duro de llevar y de encarnarlo cada cual con su propia vida. Como todo lo que tiene que ver con lo más sustantivo del hombre, es algo que no se elige, sino que se acepta. Se elige serle o no fiel. Nace en lo más hondo del alma, lugar al que sólo las razones más radicales del “corazón” tienen acceso.
Pero ¿cómo nació ese proyecto?
“El proyecto histórico de España nació como una modulación de la gran empresa romana, de la constitución de Romania”. Por eso ha sido posible trasplantarlo en otros hemisferios, es inteligible a las demás naciones que comparten las mismas raíces e ideales que España, y es un factor esencial del enriquecimiento mutuo, de paz verdadera y duradera entre ellas. “La articulación del mundo depende en lo fundamental de ese sistema de las proyecciones de las diversas fracciones de la humanidad, sobre todo de aquellas que están en presencia y conviven con mayor o menor intimidad, en un escenario histórico común”.
Ser lo que tenemos que ser, lo que somos en potencia al menos, no es sólo una exigencia de plenitud y autenticidad personales, sino un deber moral para con el prójimo. De paso, evitaremos que el mundo se convierta en un hormiguero amorfo, insolidario y sin sentido.
Por todo lo anterior manifiesto mi “orgullo de ser español” y gritar con todas mis fuerzas: ¡¡¡ VIVA ESPAÑA !!!
Pedro Motas
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«Ser español… «¡Qué buen nos lo cuentas querido Pedro! ¡Gracias una vez más!
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Buenos días, General Dávila. Un magnífico artículo sobre la base de una magnífica anécdota. Poco podría hacer un General -y cualquier soldado- sin unas buenas botas. Grandes, en España, ha habido y hay muchísimos, que hay quien lleva la grandeza en papel, pero a la mayoría se le supone por el mero hecho de llevarla como español de nacimiento, que es tanto carga para emulación como suerte de poder lucirla . Así, siendo español, hay que empeñarse mucho en ser o parecer pequeño, dejándose llevar por la costumbre tan española de la queja de lo propio, para asombro de los foráneos (recordaremos aquella frase del Canciller Bismarck en referencia al empeño de España en destruirse a sí misma ) y para aprovechamiento de sus enemigos, hasta el punto de que fuera de España se acabe conmemorando más gestas españolas que dentro. Esto me recuerda a un antiguo amigo, que solía quejarse de su familia hasta el punto de ser “cargante” pero….¡líbrese el oyente de darle la razón!, pues su familia era “sagrada”; un español “de los de antes”, claro está, que a la familia únicamente la menta uno mismo y sólo hasta donde uno quiera. Según parece, muchos españoles consienten que otros “le tomen la palabra” e, incluso, se prestan a complacer a los que les animan a hablar mal de la familia, que es su patrimonio, porque ya no la reconocen. Creo que a los españoles nos pasa algo parecido a los que han pensado (hasta épocas recientes) que nuestro Planeta, por su magnitud, de modo natural (en la actualidad podríamos denominarlo “automático”) podría absorberlo todo, y que por mucho que se gastara todavía quedaría suficiente. De vez en cuando hay que volver a recordar de qué palo estamos hechos, y recordárselo a otros en sus costas (de costilla).
En cuanto a mi paisano D. Amancio Ortega, que sería encumbrado en cualquier otro país (recuérdese el título de “Sir” concedido a personas de éxito en la Gran Bretaña), en reconocimiento a sus méritos como trabajador, como proveedor de trabajo y como mecenas, aquí lleva la “medalla”, tan española, de la calumnia producto de la envidia (el país de “la zancadilla”); como D. Amancio es español, ya sabe “lo que hay”, no le sorprenderá en nada y obrará por conciencia más que en espera de reconocimiento (como tantos otros españoles, de toda época), pues no hay otra forma de “profesar” como español que en conciencia, no por premios ni en espera de aplausos; ya le echarán de menos, cuando toque, lo que espero que sea dentro de muchos años.
Reciba un abrazo.
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Agradecimiento es poco. Siempre sus palabras son un complemento necesario. Gracias, muchas gracias. General Dávila.
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Reblogueó esto en yagovelis.
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Me quedo con el Ay si quisiéramos… en que pena de País nos estamos convirtiendo.
Como ciudadano y como Reservista Voluntario(otra figura desaprovechada) cada dia reconozco menos a esta España nuestra.
Un saludo
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«ay si quisiéramos»………¡¡.Nooo¡¡ QUEREMOS;por eso somos el mejor PAIS del mundo;teneis que visitar San Agustin de La Florida. EEUU y, el CASTILLO DE SAN MARCOS,os convencerá.QUE ORGULLO SER ESPAÑOL.
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