Estos son meses de guerra. Puede que sean los calores del verano la abundancia de luz y las noches tan cortas.
Julio siempre me trae a la memoria Annual. Vamos camino del centenario de aquello que se definió como “El Desastre”. Todas las guerras lo son .Vencedores y vencidos, da igual, todos pierden.
Hoy se ha quedado mi recuerdo en los campos de Brunete. Otro día les contaré que andaba yo buscando por allí.
No es difícil perderse por esos lugares cercanos a Madrid que tanto nos suenan, de pasada diría. Pero si dejas el asfalto y sales al campo abierto todo resulta más sencillo.
Quijorna, Brunete, Boadilla, Pozuelo, las Rozas…más al sur Villaverde, Leganés, Móstoles, Villaviciosa…
Me he detenido por aquellos lugares que tienen nombre de batalla, la de Brunete. Era un nombre desconocido hasta que llegó la guerra; he paseado por sus campos entre el trigo y la cebada, ya con el olor de la siega. Las pocas encinas que se ven no pasan de carrasca. Alguna perdiz ha hecho exhibición de sus perdigones ignorando mi pasar cansino. Muy cerca de mi cabeza ha volado una pareja de aguiluchos cenizos. Se ve Madrid alborotado a lo lejos y aquí, casi escondida, la rutina que podría ser la de hace cien años.
En 1937 el llamado Ejército rojo español se reorganiza con los criterios de los asesores militares rusos. Grandes unidades, mucha gente y escasos mandos profesionales. Hay que probar esa nueva máquina militar ya constituida en Ejército Popular; escasos de moral y sobrados de enfrentamientos, necesitan una gran victoria sobre el campo de batalla. Desde el punto de vista militar es urgente paralizar las operaciones del Ejército nacional en el Norte y aliviar la presión sobre Madrid. Es el momento de demostrarse poseedores de un poder militar capaz de pasar a la ofensiva y dar el golpe definitivo al Ejército nacional en las mismas puertas de Madrid.
Así, sobre los mapas de guerra, aparece Brunete.
La idea de maniobra parece sencilla y realizable. Dos ataques concéntricos y simultáneos, uno, el principal, en dirección a Brunete y Móstoles para cortar la carretera de Extremadura, y otro secundario, en el sector de Villaverde-Usera, para interceptar las de Andalucía y Toledo. El mando de todas las fuerzas lo asume personalmente el nuevo ministro de Defensa Nacional Indalecio Prieto, asistido por el Coronel Vicente Rojo. El Ejército de Maniobra queda a las órdenes del general Miaja.
Ataques de diversión, secreto en la preparación y sorpresa. Todo un plan de Escuela de Estado Mayor al que sigue una desastrosa ejecución.
En la noche del 5 al 6 de julio, el Ejército de Maniobra logra infiltrarse entre las posiciones nacionales del sector comprendido entre Navalagamella y Villanueva del Pardillo ocupando al amanecer el pueblo de Brunete. El ataque se produce con seis Divisiones provistas de toda clase de elementos y con superioridad aérea, mientras que los nacionales sólo disponen en dicho sector de cuatro unidades tipo Batallón, seis piezas de artillería y trece cañones contracarro de pequeño calibre. A última hora, cuando se percatan de la ofensiva, se refuerzan las posiciones con un Tabor de Regulares y otro de Tiradores de Ifni. En Brunete sólo quedaban secciones sanitarias y la organización defensiva del sector se reducía a unos cuantos centros de resistencia ocupando los pueblos y alturas dominantes.
Pero el ataque del ejército rojo se frustra después del éxito inicial. Sorprendidos del mismo, los jefes de las unidades atacantes dudan sobre la dirección ulterior de su avance. La inquietud se apodera de ellos cuando ven la enorme resistencia de las pequeñas guarniciones nacionales que han quedado cercadas a retaguardia. Confusión, indecisión, irresolución; en definitiva, nadie manda porque no se sabe mandar.
El mando nacional se aprovecha de la situación, se refuerza con la llegada de nuevas unidades y crea al sur de Brunete posiciones para taponar la brecha mientras recurre a las reservas que contrarresten la maniobra del enemigo. El ataque secundario del ejército rojo en Villaverde-Usera fracasa de un modo rotundo.
En un espacio de unos 13 Kilómetros de ancho por 12 de profundidad, entre el río Perales, al Oeste, y el Guadarrama, al este, más de 90.000 combatientes rojos llegan a enfrentarse durante cerca de tres semanas de encarnizada lucha, con unos 60.000 nacionales.
Llegó la contraofensiva nacional pero hubo tenaz resistencia. El día 20 de julio después de duros combates, se alcanzaba la línea del Guadarrama mientras los rojos intentaban contrarrestar la maniobra nacional, atacando sin resultado por Las Rozas y Robledo de Chavela. Todavía se luchó encarnizadamente por Brunete que resistió hasta el último momento.
Al final una sangría de vidas que no condujo a ningún resultado. Breve batalla la de Brunete pero terrible Batalla de Brunete con cerca de 40.000 bajas.
Los campos de Brunete, aquellos de la guerra, están ahora sobrecogedoramente solitarios. Allí han quedado los de un bando y los del otro. En el fondo eran los mismos, en un bando y en el otro.
El siglo XX representa la época más sangrienta de la historia. El siglo XXI parece querer emularle
De la historia se aprende con humildad y nunca debe servir para transmitir los recuerdos del odio. La memoria de las conmemoraciones no debe ser un repaso de reproches. Todos saben lo que se hizo mal… aunque se repite.
Sobrecogen los campos de Brunete cuando uno los recorre envuelto en la memoria del respetuoso silencio, sin leyes que obliguen a encender de nuevo viejos rencores.
La tumba de los grandes hombres sigue siendo la tierra entera. De ellos nos habla no sólo una inscripción sobre sus lápidas; su nombre está grabado no en un monumento, sino, sin palabras, en el espíritu de cada hombre.
Rafael Dávila Álvarez
Blog: generaldavila.com
4 agosto 2020