A CULO PAJARERO ¿QUIÉN ES EL GALLO? Rafael Dávila Álvarez. General de División (R.)

He contado alguna vez lo sucedido a uno de mis bisabuelos, sevillano, inteligente y buen narrador de historias. Esta era una de sus favoritas a la que ponía un acento especial.

Iba de Madrid a Sevilla y en Despeñaperros hizo el alto técnico en un hotelito, cuya situación he localizado, convertido ahora en un merendero o algo así.

Antes de entrar al comedor y con la elegancia que le distinguía preguntó a la recepcionista del hotel por los aseos. Esta, a la vez que le señalaba una rústica puerta de madera, le entregó una cañita de aproximadamente un metro de longitud. Mi bisabuelo, aunque algo sorprendido por el ofrecimiento, prefirió no hacer preguntas y aceptarla con la misma naturalidad que a él se la habían ofrecido. Fue al abrir aquel portalón cuando rápidamente se percató del porqué del utensilio. El supuesto aseo de caballeros era un gallinero donde multitud de gallinas picoteaban alrededor de un fornido y arrogante gallo. Ponerse de cuclillas a calzón caído en aquel lugar expuesto a los ataques de las hambrientas gallinas, incluso someterse a la chulería del gallo del corral, requería, sin la menor duda, el uso de aquel utensilio para mantener a raya a cualquier gallina que osase acercarse por la peligrosa retaguardia que quedaba a culo pajarero. Mi bisabuelo, al ver el panorama se desinfló y para hacer algo de tiempo se entretuvo unos minutos sacudiéndole unos cañazos al chulo del gallo.

Se abría la puerta del Parlamento para la sesión de control al Gobierno. Al entrar todos recibían de un ujier correctamente uniformado una caña de un metro aproximadamente; en algunos antiguos lugares llamada el estupidómetro porque medía en centímetros el grado de estupidez del usuario. A algún diputado han tenido que explicarles su mecanismo combinado y otros muchos la llevaban de casa, pero muy larga, demasiado, tanto como la nariz de Pinocho. Evito dar nombres.

La sesión de control se ha convertido en un penoso ataque a España en la figura de su símbolo y exponente más fuerte: la Corona.

En estos momentos comprendemos al Rey y debemos estar cerca de su segura firmeza que convertirá en realidad integradora para el futuro y en cada día más ganas de luchar por España.

Recuerdo las palabras de Don Juan Carlos en Covadonga cuando le imponía a su hijo, hoy Rey de España, la Cruz de la Victoria como Príncipe de Asturias:

<<Esa cruz significa también tu cruz. Tu cruz de Rey. La que debes llevar con honra y nobleza, como exige la Corona. Ni un minuto de descanso, ni el temblor de un desfallecimiento, ni una duda en el servicio a los españoles y a sus destinos. En esa obra bien hecha y en esa voluntad de superación, yo quiero que tú, Príncipe de Asturias, te sientas entrañablemente crucificado>>.

No va a ser fácil doblegar a los españoles por mucho que este temporal presidente y los actores que hoy han querido convertir el Parlamento en un gallinero se empeñen. A cañazo limpio se han insultado, amenazado, y descubierto sus vergüenzas, a culo pajarero, un triste espectáculo digno de la ironía de Berlanga: Todos a la cárcel.

Me repito; sí. Ya lo he contado. Pero tiene propósito. Escribe Ángel González en sus Glosas a Heráclito:

Nada es lo mismo.

Nada permanece.

Menos la historia y la morcilla de mi tierra:

se hacen las dos con sangre, se repiten.

Y el gallo del corral negó lo evidente tantas veces como fuese necesario para no ser descubierta su traición. Aunque tenía el estupidómetro de mayor tamaño y quedaba a culo pajarero con las vergüenzas al aire.

En la sesión de control.

Rafael Dávila Álvarez. General de División (R.)

Blog: generaldavila.com

1 octubre 2020

 

 

 

PONGA UN CAGANER EN SU NACIMIENTO. General de División (R.)Rafael Dávila Álvarez

Quim Torra y Pedro Sánchez ya tiene caganer

Todos los años, con paciencia y dedicación, pongo el nacimiento en casa con la principal finalidad de transmitir a mis nietos esa tradición a la que conforme pasan los años más valor le doy. Espero que a ellos les ocurra lo mismo y que en el futuro no se conformen con los virtuales adornos o las luces que proyecten desde las pantallas táctiles de sus ordenadores.

Nunca debería faltar el ritual de extraer las figuritas que llevan un año envueltas en papel, comprobar las que se han roto, buscar el musgo, la tierra, el serrín; simular con el corcho las montañas, el cielo con papel y las nubes de algodón, mientras el agua corre por un río de papel de plata arrugada. Un conjunto de desproporcionados tamaños, imposibles perspectivas, anacronismos y contrastes; así es el nacimiento que aceptan las mentes de los más pequeños que todavía entienden la metáfora del paisaje. Tampoco falta el Castillo de Herodes donde se esconde el malo que nos perseguirá ya para siempre.

Recientemente se ha incorporado a nuestro nacimiento una figurita que yo desconocía ya que nunca estuvo en el que en mi niñez se montaba en casa. Figurita que al principio rechacé al pensar que no venía a cuento, pero las risas de picardía de mis nietos me hicieron aceptarla, y esconderla por el belén convirtiendo su búsqueda en un motivo de entretenimiento. Habrán adivinado que hablo del caganer, figura que según leo tiene sus orígenes a finales del siglo XVIII y que se ha convertido en tradición indispensable en los belenes catalanes. Nos dicen, y así lo entiendo yo, que no es una grosería ya que es una de las muchas metáforas del nacimiento. Esta en concreto significa el abono de la tierra para hacerla fecunda. Por eso se considera el caganer un símbolo de salud, prosperidad y felicidad para el año entrante. La figurita en cuestión, los recuerdos y la utilización práctica del abono, me han traído a la memoria una anécdota que tenía olvidada y que oí a mi madre siendo niño.

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Contaba mi bisabuelo que bajando hacia Sevilla hizo un alto técnico en un hotelito de Despeñaperros. Antes de almorzar y con la elegancia que le distinguía preguntó a la recepcionista del hotel por los aseos. Esta, a la vez que le señalaba una rústica puerta de madera, le entregó una cañita de aproximadamente un metro de longitud. Mi bisabuelo, aunque algo sorprendido por el ofrecimiento, prefirió no hacer preguntas y aceptarla con la misma naturalidad que a él se la habían ofrecido. Fue al abrir aquel portalón cuando rápidamente se percató del porqué del utensilio. El supuesto aseo de caballeros era un gallinero donde multitud de gallinas picoteaban alrededor de un fornido y arrogante gallo. Ponerse de cuclillas a calzón caído en aquel lugar expuesto a los ataques de las hambrientas gallinas, incluso someterse a la chulería del gallo del corral, requería, sin la menor duda, el uso de aquel utensilio para mantener a raya a cualquier gallina que osase acercarse por la peligrosa retaguardia que quedaba a culo pajarero. Mi bisabuelo, al ver el panorama se desinfló y para hacer algo de tiempo se entretuvo unos minutos sacudiéndole unos cañazos al chulo del gallo. Por si alguno está interesado, todavía existe el hotelito, aunque ahora el gallinero es un hermoso comedor de tres tenedores.

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Mira por donde la figura del caganer es más corriente de lo que nos parecía aunque, visto lo visto, este año entre mis nietos y yo hemos tomado la decisión de ponerle una caña en la mano del caganer no vaya a ser que se nos ponga chulo un pollo del corral. Porque cuando un pollo se quiere hacer gallo, y entiéndanlo como mejor les parezca, hay que tener cuidado ya que dice el refrán que no es buen año cuando el pollo pica al gallo.

Este viernes en Barcelona hemos visto con claridad quien era el gallo y quien el caganer. Iba con la varita en la mano.

Rafael Dávila Álvarez. General de División (R.)

Blog: generaldavila.com