18 DE JULIO DE 1936: UN TENIENTE DE LA LEGIÓN INICIA EL ALZAMIENTO (Del libro: La guerra civil en el norte.. El general Dávila, Franco y las campañas que decidieron el conflicto. La Esfera de los libros)

A las 1600 horas del 17 de julio de 1936, en la Comisión de Límites de Melilla, se encontraban reunidos los máximos representantes del alzamiento en la ciudad. Ante la llegada de las Fuerzas de Asalto enviadas por el general Manuel Romerales Quintero, que sospechaba desde hacía días que se produjese un posible levantamiento, el teniente de la Legión, Julio de La Torre Galán, llama a sus legionarios:

— ¿Representación de la Legión?… ¿eres el sargento Sousa?… Soy el teniente la Torre. ¡Rápido, con todos los legionarios que tengas a la Comisión de Límites!

Los sitiadores al ver llegar a los legionarios se rinden y se unen al alzamiento que acaba de comenzar en España y cuya chispa se enciende en Melilla con un pelotón de la Legión.

Por la noche de este día ya en Madrid se comenta que algo ha pasado en Melilla; se habla, en voz baja, pero corre por toda la ciudad que la Legión y los Regulares se han alzado contra el Gobierno. Los ministros tratan de quitar importancia a la cosa. Al fin y al cabo solo saben que en Melilla hay una insurrección militar que, por el momento, no se ha extendido.

Hay gran inquietud y algo de desconcierto en todas las Guarniciones.

El día 18 el General Mola da la orden al Coronel Solchaga de que por la mañana temprano del día 19 declarase el estado de guerra. Mola aguantó las presiones que desde distintos lugares le hacían para que declarase el alzamiento. Mola observa las reacciones, sin precipitarse, tranquilidad, metódica visión del conjunto, coordinación y mando. Probablemente el general Mola está viendo como se mueven las piezas de su ajedrez. Es para él muy importante ver si al empezar la partida alguna pieza se queda en el cajón. Aquella transición entre la noche del 18 al 19 de julio de 1936 fueron una prueba. ¿O una hábil maniobra para ver la reacción del Gobierno de Madrid? Seguramente las dos cosas.

Desde el día 17 hay un pequeño compás de espera hasta el día 19 cuando ya es público el alzamiento.  Mola soporta la tensión, Franco actúa con irritante lentitud, el resto también está expectante.

¿Qué esperaba Mola? ¿Qué esperaba Franco? Las tropas africanas ya habían dado el paso al frente. ¿Ellos?

El alzamiento se inicia en Melilla y, simultáneamente, en todas las guarniciones españolas del norte de África. ¿Casualidad, oportunidad, un aviso?

Puede que el levantamiento en Melilla no fuese tan casual como a simple vista parece. Cuenta el general Kindelán (ABC, Sevilla, 18 de julio 1961) que en uno de sus viajes a Pamplona, Mola le encargó que advirtiera a Yagüe que los generales Sanjurjo, Franco, Goded, Fanjul, Queipo y otros habían delegado en él la fijación del día del Alzamiento  y por tanto él dejaba a Yagüe en libertad para elegir hora y fecha dentro de un periodo de ocho días, del día 15 al 23 de julio, y que deberían ser simultáneos los de Tetuán, Melilla, Ceuta y Larache. Según Kindelán el mismo día de la iniciación deberían comunicárselo en telegrama cifrado que enviaría a tercera persona con cualquier texto y lo único que habríamos de tener en cuenta era el número de letras del nombre y el de las del apellido. El primero sería la hora, el segundo el día. Así se hizo y el telegrama se firmaba con un ficticio nombre y apellido que sumadas las letras, eran el día y la hora del alzamiento. Llegado el momento Kindelán no pudo recibir el telegrama por estar ausente y lo hicieron Valentín Galarza, Paco Herrera y Carlos Salamanca que comunicaron con Mola. Debería ser Yagüe el que iniciase el alzamiento, pero al tener que intervenir una sección del Tercio en defensa de los impulsivos oficiales en Melilla reunidos, rodeados en la casa de la Comisión Geográfica por Guardias de Asalto, hizo inaplazable la hora. Eran las cuatro de la tarde del día 17 de julio de 1936, una hora antes de lo previsto.

No hubo vacilaciones en ninguna de las plazas de soberanía ni del Protectorado. La población indígena a la que las autoridades de la República habían ignorado se puso del lado de los alzados.

El príncipe Muley El Hassan, el gran Visir, Sidi Ahmed Ben Hach Abdelkrim, incluso el kaid beni urriaguel Solimán el Jatavi, ofrecieron su apoyo a Franco aquella noche del 17 de julio. Este último le remitió un mensaje poético:

« ¡Por la gloria de Dios! ¡Por la fuerza y el poderío que residen en Él! Al glorioso héroe, tan afortunado de mano, alma y corazón, al general Franco. ¡Que las bendiciones divinas sean sobre ti y los que contigo combaten en la buena senda!».

Un avión Focker enviado por el Gobierno de Madrid sobrevuela el barrio moro de Tetuán y lanza varias bombas que causan trece muertos y provoca la indignación de la población. Fueron momentos de enorme riesgo para el alzamiento en aquellas tierras. Tuvo que ser el venerable Gran Visir Sidi Hamed Ganmia el que valerosamente se dirigió a la manifestación musulmana para convencerles que aquello era obra solo de los españoles sin Dios y que para castigarles llegaría Franco.

La Junta de Defensa de Burgos le concedió la Cruz Laureada de San Fernando que el propio Franco le impondría.

Decía el Decreto de concesión:

«…En la tarde del 18 de julio de 1936, un avión pirata bombardeó el barrio moro de Tetuán, alcanzando dos mezquitas y causando quince muertos indígenas. El estupor, el pánico, la indignación se apoderó del pueblo musulmán. Las gentes, que poblaron las calles, iniciaron manifestaciones tumultuosas y la muchedumbre, aturdida y presa del terror, intentó invadir la Plaza de España, para dirigirse a la Alta Comisaría. Por razones de orden moral no era conveniente emplear la fuerza y, por otra parte, la autoridad del jefe que interinamente actuaba en Tetuán, hubiera sido precaria cuando el Alzamiento Nacional, estaba todavía en sus comienzos. En estas gravísimas circunstancias se recurrió a las autoridades marroquíes, encontrando el apoyo más decidido y activo en el Gran Visir Ahmed Ganmia, el cual, a pesar de sus setenta y seis años y deficiente salud, acudió a Tetuán desde su casa de campo, se lanzó a caballo por las calles, y con gran riesgo de su vida, de su prestigio y de su cargo, contuvo por completo la explosión popular, aquietando los ánimos, reduciendo a los exaltados y consiguiendo que todos regresasen pacíficamente a sus casas. Tal actuación representa un acto de extraordinario valor, de capital importancia para el éxito del Movimiento Nacional, al salvarle de las dificultades interiores que en la zona se crearía de haber tenido que emplear las armas para restablecer la tranquilidad en la ocasión referida…».

Es reseñable que las maniobras de Llano Amarillo pusieron en contacto a muchos mandos del Ejército y que Yagüe llevó la voz cantante. al día siguiente escribía a Mola y de su misiva es reveladora la frase: «Solo necesitamos mando y barcos».

Terminaba su carta repitiéndolo: «Mando, barcos y ¡adelante! ¡Viva España!»

Del libro: La guerra civil en el norte. El general Dávila, Franco y las campañas que decidieron el conflicto. La Esfera de los libros.

Rafael Dávila Álvarez. General de División (R.)

Blog: generaldavila.com

18 julio 2021