Tener un amigo es un tesoro. Es costumbre española que el amigo, no pocas veces, se confunda con el conseguidor. Don Jacinto Benavente lo puso en boca de Crispín en Los Intereses Creados: <<Mejor que crear afectos es crear intereses>>.
En los años cincuenta no había casi coches en España y los que había eran de importación lo que requería una licencia especial y numerosos trámites burocráticos para conseguir un flamante Ford, Citroën o Fiat. Pero, como casi siempre, quedaba el recurso del amigo, en aquellos momentos, en este caso concreto, el amigo debía ser el mismísimo ministro. Para conseguir ser poseedor de una de aquellas maravillas automovilísticas era imprescindible, además de dinero, tener un papel firmado por el ministro del ramo y si no, no había coche. El ministro de Comercio, el de la firma necesaria, era don Manuel Arburúa, Manolo para los amigos. Como es lógico el ingenio español que todo conoce y a todo bautiza, no dejó de hacerlo con los coches de aquella época:¡Gracias Manolo! Así llamaron a los vehículos que entonces circulaban por España. No creo que nadie tuviese en aquellos momentos más amigos que el señor ministro Arburúa. Franco debió de tener mucha gente alrededor, pero amigos creo que pocos, eso sí alrededor hubo muchos intereses, aunque no era fácil sacar provecho del Palacio del Pardo. Cuando menos te lo esperabas un motorista aparecía en tu casa con un sobre que dentro llevaba el agradecimiento por los servicios prestados.
Pero sé que hubo alguien, un humilde legionario, que fue más astuto que aquellos visitantes del Pardo y se llevó al Caudillo al huerto con astucia y elegancia. ¡Lo que no haga un legionario…!
Venía Franco de una cacería celebrada en alguna finca de Jaén cuando se realizó un alto técnico en conocida venta de Despeñaperros. El despliegue de curiosos y las medidas de seguridad no impidieron a un viejo legionario acercarse hasta el ayudante del Caudillo para expresarle sus deseos de saludar a su antiguo jefe de la Legión. El ayudante, antiguo legionario también, cuando ya Franco iba a meterse en el coche y emprender de nuevo el viaje se acercó a comentarle el hecho mientras señalaba al legionario que esperaba discretamente apartado. Franco lo reconoció de inmediato, incluso recordó su nombre, y con un gesto de la mano le invitó a acercarse.
(El propio ayudante me contó esta historia).
-No podía creerme lo que veía: Franco indicaba al legionario que entrase en el vehículo y los dos sentados en la parte posterior charlaron durante unos minutos.
Algunos recuerdos de aquellos tiempos, miradas de entrañables aventuras y riesgos africanos, nombres y empleos casi olvidados, muy pocos minutos, pero contaba el ayudante que se veía a Franco feliz con aquel hombre que avivaba sus recuerdos legionarios. Terminaba la conversación, había que despedirse.
-¿Te va bien la vida, necesitas algo?
-Nada mi general. Se lo agradezco mucho. No se moleste por mí. Estoy bien, no me puedo quejar, pero ya que Vuecencia me lo ofrece me gustaría pedirle algo para un amigo. Si no fuese por la amistad…
-Dime, dime, no te cortes; ¿es un familiar…?
-No mi general. Se trata de un guardia civil aquí destinado y que es de Melilla donde tiene a toda su familia. Se encuentra muy solo tan lejos de ellos y ya sabe lo difícil que están las cosas para poder traérselos a vivir aquí, porque además sus padres son muy mayores.
Franco sin dudarlo llamó al ayudante y le hizo tomar nota del nombre del guardia civil. En menos de dos meses aquel número de la benemérita estaba presentándose al Jefe de la Comandancia de la Guardia Civil de Melilla.
-¿Pero tú quién eres que desde El Pardo han dado orden de tu destino a Melilla?
-No soy nadie mi teniente coronel, yo estaba feliz en mi destino en Santa Elena y de repente me he visto aquí destinado sin yo pedirlo.
-¿Pero qué me dices? ¿No tienes aquí a tu familia?
-Yo mi teniente coronel es la primera vez que piso Melilla, que no sabía ni donde estaba.
Al final la historia quedó descubierta. El legionario era un furtivo sin remedio al que aquel guardia civil llevaba persiguiendo noche y día sin dejarle en paz. La solución era mandarlo mientras más lejos mejor.
Y entre legionarios…
Les he contado esta historia varias veces, pero creo que conviene recordarla cuando vemos que aquí, a lo que se ve y se oye, no se gobierna sino que el Gobierno, el que gobierna, se ha convertido en una agencia de colocación.
Furtivos de la política que colocan y descolocan para sus particulares cacerías.
Gobiernan no para llevar adelante el proyecto llamado España sino para crear intereses: los suyos.
Furtivos de la política. El resto, a los que vigilan, lejos, mientras más lejos los manden, mejor.
Si es posible, si les queda aún memoria sin manipular, recuerden como son las cacerías de ahora: ministro, juez y parte. Aquel día quedó escrito todo sobre nuestra reciente historia. Vendrán días de gloria… Como aquellos.
El tiempo inapelable.
<<Muchos los portatirsos, pero pocos los bacantes>>.
Que más da si ya hasta la memoria hemos perdido: manipulada.
General de División (R.) Rafael Dávila Álvarez
Blog: generaldavila.com
12 agosto 2018