EL DEBATE. FRANCO JEFE DEL ESTADO. Rafael Dávila Álvarez. General de División (R.)

Leo en el periódico digital El Debate un denominado «Documental de Historia» cuyo título y contenido «Cómo Franco llegó a convertirse Jefe del Estado» me obliga a escribir algo sobre el tema no para corregir al periódico, algo que no es de mi incumbencia, sino para dar luz sobre este decisivo acontecimiento de la historia de España de acuerdo con los documentos que en los archivos de uno de sus auténticos protagonistas he podido consultar.
En mi libro La guerra civil en el norte editado por La Esfera de los libros abordo esta decisiva cuestión de la Jefatura del Estado de Franco y lo documento, pero hay cierto sector, académico o cercano a ello, que no admite nada sobre la reciente historia de España que no sea de acuerdo con lo que ellos dicen y dirigen, y esto ocurre entre los que se muestran partidarios de un bando y los del otro, creándose un clima en el que la densa niebla que cubre todo lo que se refiere a la Guerra Civil española y sus consecuencias, siga convirtiendo la historia en enfrentamiento ideológico alejado del exigible rigor. Unos y otros han construido un relato sustentado sobre pilares propios que consideran inamovibles y si alguien intenta sustituirlos por otros renovados y más firmes el intruso es señalado como un advenedizo en lugares privados.
El rigor histórico exige que lo que algunos creen irreversible pueda ser revisable y convertible después de nuevas investigaciones que traen la aparición de documentos y que muchos aún permanecen ocultos por temor a aquellos que han convertido la historia en ley y en delito la opinión contraria. También por las limitaciones impuestas por los que pretenden ser juez y parte en sus interpretaciones.
Todo sea por dar una opinión más con todo respeto a los autores de la publicación de El Debate, pero a la vez expresando la confusión que me produce el documental que de entrada se anuncia con una frase exenta de todo rigor por decirlo de una manera suave: «Las palabras del General Yagüe que convencieron a Franco para aceptar el mando único en la guerra». Solo esa frase debería ser suficiente para no ir más allá en los comentarios. Una película mal montada, poco creíble y sin documentar.
El entonces teniente coronel Yagüe ni estaba ni se le esperaba entre aquellos firmes generales que formaban la Junta de Defensa Nacional, con ideas muy claras y que no eran fáciles de doblegar en su criterio de cómo conducir las operaciones militares y la administración de la España nacional.
La Junta de Defensa Nacional (no Junta Nacional de Defensa como con grave error dice el documental) se formó a la muerte del general Sanjurjo y en ningún momento se pensó en Franco como sucesor y cabeza del alzamiento, sino que los nombres que se barajaron fueron los del Infante D. Carlos de Borbón y el del general Severiano Martínez Anido. Nadie habló en aquellos momentos de Franco ni de Cabanellas ni Mola quiso, que bien pudo hacerlo, alzarse con el mando único. La Junta era firme y muy conocedora de la situación tanto dentro como fuera de España y con ella colaboraron un insigne grupo de diplomáticos y personal de la Administración civil excelentes y experimentados en la política interna y exterior de España.
Una vez que se precipitaron los acontecimientos y hubo unión material entre los ejércitos del Norte (Mola) y el Expedicionario (Franco) fue cuando se vio la necesidad del mando único. Hubo efectivamente dos reuniones en Salamanca de los miembros de la Junta de Defensa de la que no formaban parte ni el general Kindelán ni el teniente coronel Yagüe.
Las dos se realizaron en el aeródromo de San Fernando, situado en la finca del ganadero Pérez Tabernero, a 32 kilómetros de Salamanca en el término municipal de Matilla de los Campos. En ella se autorizó la presencia del general Kindelán a pesar de no ser miembro de la Junta. Se trataron los siguientes temas como se demuestra en la correspondencia posterior a la reunión entre los generales Dávila y Orgaz (Documentado en La guerra civil en el Norte):
-El Movimiento y su porvenir.
-La unión de los ejércitos del Norte y Sur.
-La necesidad de establecer un Mando único.
-El problema de la toma de Madrid y desviarse o no a liberar Toledo y su Alcázar.
-Los servicios de retaguardia.
Desde luego allí no se tomó ninguna decisión firme sobre el mando único que quedó en simples palabras y propuestas. Insisto en que Yagüe ni estaba ni se le esperaba.
El día 28 de septiembre se celebró el segundo Pleno de la Junta en el mismo lugar y con los mismos protagonistas. Se volvieron a tocar los temas del futuro de la guerra, de la unión de los ejércitos y la necesidad del Mando único. Hubo discusiones y no un único criterio sobre ello por lo que se pasó a realizar una votación en la que empezó a votar Kindelán, por ser el general más moderno y no participar en ella los coroneles. Aprobada la moción relativa a nombrar Generalísimo de los ejércitos se pasó a decidir la persona que ostentase tal cargo, que recayó en el general don Francisco Franco Bahamonde, que lo aceptó, decretándose por tanto el mando único para las operaciones militares, que se ejercitaría por el general Franco, sin que ello afectase a las atribuciones y función de la Junta de Defensa Nacional. Allí no se le dio el poder, todo el poder a Franco. La historia es increíblemente distinta a la que se cuenta y se da por cierta.
La decisión del mando único a Franco fue decidida por la Junta pero exclusivamente como mando único militar, como jefe de los ejércitos en operaciones, pero concederle el mando civil, la Jefatura del Estado, fue producto de una serie de circunstancias que se originaron fuera de la reunión en asamblea de la Junta como relato de acuerdo con los documentos del protagonista de este asunto y de otros claves en el desarrollo de la Guerra Civil: el general Fidel Dávila Arrondo.
Lo que pasó ya finalizada la reunión de la Junta dista mucho de lo que repiten tantos y tantos que lo descubren una y otra vez incluso diciendo que es una novedad histórica.
Los generales salieron de la Junta sin darle a Franco el verdadero poder ya que estaba limitado por la Junta de Defensa por lo que el Mando militar de Franco no tenía libertad de actuación siempre mediatizado por ella.
Además se creaba un grave problema ya que la Entidad Estatal no estaba reconocida por ningún Gobierno extranjero y por informaciones oficiosas se sabía que algunos gobiernos deseaban desapareciese el cariz de Pronunciamiento militar que significaba el regir al País una Junta de generales. Esta situación fue captada por el general Dávila que se la expuso a Mola y estos a Franco que aceptó que la Junta declinase sus poderes en él nombrándole Jefe del Gobierno.
«Lo que decidáis los miembros de la Junta yo lo acato» dijo Franco.
Todo ocurrió cuando ya los miembros de la Junta se habían ido a sus destinos o estaban a punto de hacerlo por lo que se emprendió una difícil y ardua tarea para volver a reunir a sus miembros o tener su voto positivo.
La historia final y como se nombró a Franco Jefe del Estado sustituyéndolo por el nombramiento inicial de Jefe del Gobierno del Estado español es tan increíble como cierta. Lo narré en La guerra civil en el norte, pero ¿para qué? Ya no hay marcha atrás y mejor que se cuente en tecnicolor.
Rafael Dávila Álvarez. General de División (R.)

Blog: generaldavila.com

4 febrero 2024

REUNIÓN DE SALAMANCA: FRANCO NO FUE ELEGIDO JEFE DEL ESTADO NI NOMBRADO GENERALÍSIMO
«A renglón seguido hizo el general Franco manifestaciones propias del caso y designó personal para cargas que implicaba la nueva modalidad castrense terminando con ello la reunión y trasladándose el personal al comedor de la casa donde estaba preparado el almuerzo.
Terminado este un tanto avanzada la tarde comenzó el desfile de los vocales hacia sus respectivas residencias produciéndome ello extrañeza y contrariedad pues apreciaba no se había desarrollado en la reunión de la mañana la trascendente misión que la Junta debía afrontar en relación con la representación y facultades que el gobierno de la Nación imponía y muy singularmente cual consecuencia de la decisión recaída en la reunión de este día; pretendí por ello retrasar a los compañeros y continuar la sesión para zanjar el asunto, pero el ambiente y marcha iniciada no se prestaba a ello por lo que expuse a Mola cuan preciso e inaplazable era tratar con toda urgencia el tema ya que, aparte la imperiosa necesidad de que el Mando militar tuviera absoluta libertad de actuación sin riesgo de las trabas, impedimento o rémoras inherentes a actuación de la Junta de Defensa, era muy de tener en cuenta que nuestra Entidad Estatal no estaba reconocida por ningún Gobierno extranjero y por informaciones oficiosas que hasta nosotros habíanse deslizado, algunos de tales gobiernos deseaban desapareciese el cariz de Pronunciamiento militar que significaba el regir al País una Junta de generales. Mostrose Mola conforme asintiendo a la consecuencia de que debiera la Junta declinar sus poderes en el general Franco nombrándole Jefe del Gobierno que él constituiría con elementos y organización no afectados por la tara que al Estado del momento se achacaba y, por ende, que convenía someterlo a la consideración de Franco cual hicimos inmediatamente reuniéndonos los tres en el patinillo de la finca donde aislados se trató el asunto concretamente y con pocas palabras contestando él sin dilación alguna se hallaba dispuesto a asumir el cargo y pechar con la papeleta si se tomase tal decisión. Obtenida pues su conformidad asumí la tarea de llevar a vías de hecho lo expuesto emprendiendo inmediatamente el regreso a Burgos acompañado del coronel Montaner a quien expuse detalladamente, durante el viaje, toda la gestión anterior y tarea que me incumbía para ponerlo sin dilación en conocimiento de los demás vocales de la Junta demandándole sobre la marcha su voto. Montaner dio en el acto su plena conformidad y voto afirmativo. Llegados a Burgos, pasadas las 22 horas, encontré en nuestra Sala-Despacho de la Junta a Cabanellas y Gil Yuste por lo que pude exponerles sin pérdida de tiempo y detalladamente las consideraciones expuestas al general Franco y réplica obtenida, y terminé recabando de ambos su aquiescencia para llevar a vía de hecho la solución que se consideraba forzosa e inaplazable. Cabanellas dio rotunda negativa y Gil Yuste hizo presente no haberse considerado por la Junta el aspecto que traía a colación cosa que de haberlo estimado conveniente no hubiera dejado de tener en cuenta al deliberar aquella mañana y acordar el nombramiento de Franco cual Jefe Supremo del Mando Militar, así pues le parecía un tanto anormal el planteamiento sin que de momento formulase juicio en firme acerca del particular. Lo avanzado de la hora y vicisitudes del día no eran propicios para proseguir gestiones que dejé para el día siguiente en cuya mañana llamé por teléfono al coronel Moreno Calderón quien apenas esbozado motivo de la conferencia dijo, cual si tuviera conocimiento del hecho, que habíamos de atenernos a lo concreto y específicamente deliberado en la Junta, le repliqué en el acto haber muy contundentes razones y motivos para lo que habíale insinuado cual le expondría dentro de breves horas pues me trasladaba seguidamente a Valladolid cual hice poniéndole de relieve con todo detalle cuan ineludible era adoptar la resolución que se trataba, previamente me hizo saber Moreno Calderón le había enterado telefónicamente Queipo de Llano de que estaba tramándose la decisión de que se trata lo cual él se oponía terminantemente considerando nulo lo que se hiciere al margen de lo acordado en la reunión de la Junta de Defensa. Explicado cual antes se expresa los fundamentos originarios de la propuesta mostrose Moreno Calderón de acuerdo con la realidad de lo mismos y sus consiguientes derivaciones así pues otorgaba su voto afirmativo para la solución de nombrar a Franco Jefe del Gobierno. Contando pues con tal voto así como conocer el pensamiento de Orgaz, tiempo atrás héchome presente por él mismo, más el voto de Mola al que había de considerar unidos los de Saliquet y Ponte (que era Mola encargado de recabar y de ser disconformes me lo hubiera dado a conocer
inmediatamente) se reunía ya la mayoría absoluta de la Junta, sin embargo era de desear y más aún consideraba lo obligado de reforzar el acuerdo uniendo a tales votos los de Gil Yuste y Cabanellas, así pues regresado a Burgos acto seguido de la entrevista con Moreno Calderón, celebro una reunión con ambos insistiendo en el tema con los puntos de vista que lo imponían sin género de duda alguna mostrando Gil Yuste conforme en que se plasmase tal acuerdo de la Junta nombrar a Franco (independientemente de su cargo de Jefe Supremo de las Fuerzas) Jefe del Gobierno del Estado Español, y persistiendo Cabanellas en su manifestación de lo improcedente del acto que se propugnaba dejando él al margen los argumentos que se aducían y cuya valoración no negaba; hube de hacerle presente cuan terminante era la mayoría absoluta de votos afirmativos patentizados y cuán capital transcendencia y significación tenía el que no hubiera de llegarse a la decisión con la constancia del voto en contra de la Presidencia accediendo últimamente a que el acuerdo fuera el de nombrar a Franco Jefe del Gobierno del Estado Español. Tan luego dio Cabanellas su conformidad avisose al Sr. Yangüas Messía (que colaboraba cual Asesor en la Junta de Defensa) pasase al Salón donde teníamos el Despacho los Vocales de la Junta y en la cual se acababa de celebrar la entrevista y dándole conocimiento del acuerdo y decisión a que había llegado la Junta se le encomendó redactase la disposición legislativa procedente encareciéndole la conveniencia de hacerlo sobre la marcha por lo que permanecimos los cuatro en el despacho hasta quedar plasmada la disposición que aquella misma noche queríamos dar a conocer al País en la sesión oficial de la Radio Nacional a la que se avisó quedaba diferida la hora de tal emisión.
Redactada aprobada y difundida por Radio la disposición aludida enviose al Boletín la diligenciada copia correspondiente para su publicación en el ejemplar a publicarse en la mañana inmediata considerando por tanto finiquitado el asunto, pero en la madrugada de este día despertome llamada telefónica producida por Nicolás Franco quien desde Salamanca me hace saber no se encontraba acertada la disposición, precisábase mayor libertad de acción y por tanto de atribuciones que las compartidas a la concreción de Jefe de Gobierno replicándole yo que quedaría resuelto el punto pues se suprimirían del texto del articulado las palabras “del Gobierno” y quedaría cual nombramiento el de “Jefe del Estado Español”. Quise ponerlo en conocimiento de los compañeros de la Junta radicantes en Burgos pero el tiempo apremiaba la imprenta llevaba tirados ya unos cuantos bastantes ejemplares y habían sido remesados ya paquetes a las localidades fuera de Burgos de dificultosa interceptación así que decido motu propio ordenar la rectificación cual se llevó a efecto. Esta es la causa por la que aparte lo que la transcripción de la emisión radiada pueda exhibirse algún que otro ejemplar en el que aparezca el nombramiento de Jefe del Gobierno del Estado Español».
Los vocales de la Junta de Defensa Nacional a los que directamente el general Dávila pudo consultar la designación de Franco como presidente del Gobierno de España le mostraron su parecer de que él mismo asumiese ese cargo «porque él era el único aceptado por todos los generales y jefes del Ejército». Dávila se negó argumentando su edad de 58 años y el ser desconocido por la mayoría del pueblo, con la ineludible precisión de necesitarse una persona joven para regir los destinos de España y, al propio tiempo, de prestigio, por lo que abocó en todo momento por el general Franco a quien en definitiva en su consulta había obtenido la mayoría de votos, incluido el suyo propio. Hubo en ese nombramiento del general Franco reticencias del presidente, general Cabanellas, de algún otro vocal y rechazo absoluto del general Queipo de Llano.
La iniciativa del general Dávila constituyó realmente un cambio de escenario porque en la reunión de Salamanca, como hemos visto, la votación se limitó a decretar el Mando Único para las operaciones militares por el general Franco sin que ello afectase a las atribuciones y función de la Junta de Defensa. Posteriormente Dávila propone el hecho de la jefatura del Gobierno de la Nación obteniendo, fuera ya de la reunión en pleno de la Junta, el consenso de los vocales, pero nunca se había hablado de la Jefatura del Estado sino del Gobierno, matiz de enorme trascendencia ya que era elevar a Franco al máximo cargo de la nación. ¿Cómo es posible que se modificase el texto legal acordado sin que nadie alegase nada? Nadie replicó a la modificación del texto; ningún miembro de la Junta puso el menor reparo cuando la modificación ya estaba hecha. Solo se explica por elevado prestigio del que gozaba el general Dávila entre sus compañeros de la Junta que callaron sus posibles reticencias y acataron tan inopinada decisión. Tampoco conviene olvidar el párrafo del decreto que dice textualmente: «…se nombra Jefe del Gobierno del Estado español al Excmo. Sr. General de División D. Francisco Franco Bahamonde, quien asumirá todos los poderes del nuevo Estado». ¿Hay alguna diferencia entre decir «asumirá todos los poderes del Estado», o «se nombra Jefe del Estado»?
¿Qué movió al general Dávila a atender la indicación de Nicolás Franco? Conozco la respuesta que dará el general Dávila: «Con Franco nos salvamos; sin Franco nos hundimos»; lo esencial era la unidad en el mando político y militar y en aquellos momentos las circunstancias lo imponían.
(Del libro La guerra civil en el norte, editado por la Esfera de los libros).

Gran historia de la Guerra Civil. Publicado en Libertad Digital por Agapito Maestre

Con todo mi agradecimiento dejo constancia en el blog del artículo publicado ayer 26 de mayo 2021 en Libertad Digital por mi admirado Agapito Maestre.

No eludo lo bueno, tampoco lo malo, que todo debe ser admitido y asimilado, pero cuando es bueno lo que te dice un catedrático y maestro la cosa se pone seria y se trasforma en responsabilidad. ¡Gracias maestro!

Publicado en Libertad Digital del día 26 mayo 2021

Por Agapito Maestre

Gran historia de la Guerra Civil

Un hombre de armas y letras ha escrito un gran libro. Rafael Dávila Álvarez, general de división retirado, ha compuesto un magistral ensayo de memoria e historia, de investigación y crítica, de batallas militares y estrategias de guerra. Y, sobre todo, narra con el alma de Heródoto y la objetividad de Tucídides la guerra más terrible del siglo veinte. La guerra de España. Levanta acta con ojos de lechuza de un suceso trágico que nadie debería utilizar en la arena electoral: la Guerra Civil. Jamás flaquea la escritura de Dávila, porque su voluntad de verdad está muy por cima de afirmaciones de servicio a causas ideológicas. Estamos ante un hombre firme con un principio claro: la Nación no se negocia.

La mirada limpia del general Dávila al acontecimiento más horrible de la historia reciente de España nos permite leer y reconstruir un pasado que, por desgracia, algunos tratan de presentarlo como presente. Gracias a la inteligencia de Rafael Dávila, ese pasado, que se obstina en no querer pasar, se convierte para sus lectores en una materia delicada y digna de ser escudriñada y pensada con mucha atención. De esta historia todavía hay mucho que aprender. Aprendamos, sí, para no repetir sus errores. La historia como maestra de la vida es la lección más deliciosa que nos transmite de principio a fin este libro de historia, de genuina historia, aunque la modestia del autor nos lo presenta como materiales para seguir pensando la terrible tragedia.

Muchas son las aportaciones de este libro al conocimiento de la historia de la Guerra Civil, pero yo destacaría en esta crónica de urgencia, mientras llega la hora del recuento de un libro de 431 páginas, un acercamiento sin prejuicios ni faramalla ideológica a la época. Afán de objetividad tiene siempre su repaso de la historia que va desde el el Pacto de San Sebastián, el asesinato de Calvo Sotelo, las elecciones municipales y la expulsión de Alfonso XIII hasta el final de la guerra con la entrada de las tropas nacionales en Barcelona, pasando por las reuniones previas al alzamiento, la muerte de Sanjurjo, la creación de la Junta de Defensa Nacional, la presencia de don Juan de Borbón en España para combatir con los nacionales; el estallido de las tropas que cruzaron el Estrecho al mando de Franco; la financiación de la guerra, con documentación inédita sobre el oro y las joyas donados por particulares, entre ellos Carmen Polo; el oro del Banco de España, etcétera. También es relevante el respeto idéntico que exhibe el autor a la hora de analizar las ideas y las acciones de los dos principales contendientes, por ejemplo, las citas y el informe del general Vicente Rojo y su visión de la guerra son de nota.

Pero acaso donde Rafael Dávila Álvarez nos muestra con mayor claridad y contundencia su musculatura intelectual es a la hora de presentarnos la figura del general Fidel Dávila Arrondo, su abuelo. Los cuadernos, las anotaciones y los archivos de don Fidel son puestos a disposición de todos los españoles con gran pericia intelectual por su nieto. Fidel Dávila Arrondo aparece como el gran estratega militar para ganar las grandes batallas del Ejército del Norte, que fue determinante para dar fin a la guerra. La peripecia del general Dávila después de que sustituyera a Mola, muerto en trágico accidente de aviación, como jefe del Ejército del Norte es contada con razón apasionada hasta el punto que le llevó a enfrentarse, en momentos decisivos, con Franco. Los detalles y tensiones entre Dávila y Franco, incluida su correspondencia, son para releerlos despacio. La narración sobre los combates en la Sierra de Caballs es sobresaliente y, sin duda alguna, hasta ahora desconocida. Si es verdad que el plan del general Franco en la gran batalla del Ebro, expuesto en su directiva del 16 de octubre, que tendía a estrangular la «bolsa comprendida entre la rama curva del Ebro, desde Miravet a Cherta», era conocida, esto nunca hubiera sido posible sin la previa ocupación por sorpresa de la Sierra de Caballs. «Ocupación por sorpresa» que fue posible sólo y exclusivamente a la inteligencia militar de don Fidel Dávila Arrondo, seguido por el coronel Mizzián. El general Dávila, por decirlo en corto y por derecho, si no desobedeció, hizo oídos sordos a una orden de Franco… En fin, apasionante es el relato de don Rafael:

A las 8.30 de la mañana llegó Franco al puesto de mando y preguntó a Dávila:

–¿Cómo va la operación?

–Mi general, Caballs ha sido ocupada y la operación continúa.

El Generalísimo dio un respingo en su asiento, y sin contestar pidió los prismáticos para observar el terreno, que verificó durante el tiempo en que permaneció en el puesto de mando sin despegar los labios, como hizo al marcharse.

Así se terminó el Ebro. La guerra estaba ganada. De nada había servido el último intento desesperado del general Vicente Rojo.

Muchos asuntos aclara esta obra, aporta extensa documentación y cuenta cosas nuevas, por ejemplo, quién votó en contra, en la famosa reunión de Salamanca, del nombramiento de Franco como jefe del Estado español. Ya habrá ocasión de desvelar qué hizo Cabanellas. De momento, anotemos que La Guerra Civil en el Norte (Esfera de los Libros) es una seria investigación de archivo sobre un auténtico genio militar que puso su inteligencia al servicio del Ejército Nacional para ganar casi todas las batallas de la guerra civil en el Norte de España, el general Fidel Dávila Arrondo.

Artículo en Libertad Digital

Blog: generaldavila.com

28 mayo 2021