«Un hombre puede equivocarse, pero la multitud se equivoca siempre». Aplicado al caso al que me voy a referir Kierkegaard acertaba de pleno.
Se convierte en tragedia —ha acarreado históricas violencias en la humanidad— cuando el error provine de un hombre que en determinadas circunstancias muy sensibles de un país, donde se sufre hasta morir, como las actuales por ejemplo en España, comete una equivocación y la multitud se deja arrastrar por ella. Un personaje lleno de infantilismo que ha alcanzado el poder de manera convulsa a base de la falsedad y abonar el fantasma del odio pretérito.
Que hay dos Españas ha venido el personaje a recordarlo y azuzarlo sabiendo que el premio será suyo mientras se muelan a palos con la táctica guerrillera del no pasarán o la farsa del sí se puede.
No hace falta dar nombres para que adivinemos quien es el equivocado y a la vista está el daño hecho, en muchos aspectos irremediable, irreversible.
Se equivoca el llamado Pedro Sánchez y la multitud que lo vota.
Leo y recuerdo la cita, en él siempre presente —a la vista en mi mesa de cristal— maestro Idro Huidobro, es decir Jiménez Lozano, que determina diciéndole al Maestro Desiderio Kierkegaard «que a ver si una multitud iba a encontrar nada de nada, salvo lo que siempre busca, que es alguien que la mande y a patadas, porque ya no resisten las que se dan unos a otros en lo que llaman la colectividad».
Cánovas del Castillo al elaborar la Constitución de 1876 contestó a los que ¡no sabían definir a los españoles!: «Pongan ustedes que son españoles… los que no pueden ser otra cosa». Pues no sé, señor Cánovas. Si lo dijo así o quería decirlo de otra manera no se puede aclarar que ya es tarde para preguntarle, pero la broma tiene su seriedad cuando encumbramos a cualquiera al poder; y es que sin duda necesitamos alguien que nos mande a patadas, que es hacerlo con la libertad de los otros a base del cinismo propio que es la manera de que sigamos dándonos patadas unos a otros. Pedro Sánchez no podía ser otra cosa que presidente de estos españoles que votan entre una orilla y otra, la de él y la del comunista propietario.
Por ahora hay dos versiones de España que dan el aspecto de duraderas:
—Un hombre no es que pueda equivocarse, sino que el señor Sánchez se ha equivocado; con intenciones. Y va para largo.
—La multitud, variopinta, multicolor, se equivoca siempre, y hoy en España lo hace de manera escandalosa y con peligro de muerte. Es evidente.
Pues claro, señor Desiderio Kierkegaard, «que aquí en España muchos hartos de quijotear renuncian finalmente a serlo y vuelven al alonsoquijanismo melancólico».
Porque España se está convirtiendo en algo aburrido y sin sentido donde los españoles dejan de serlo. Ya pueden ser otra cosa. Así la vida que nos ofrecen, guiada, pastoreada y de redil nocturno, carente de sentido de patria mía, resulta insoportable.
Pedro Sánchez, ese hombre. Se equivoca y la historia le pasará factura. Será demasiado tarde.
Rafael Dávila Álvarez.
1 marzo 2021
Blog: generaldavila.com