EL JEFE Y EL ESTADO MAYOR General de División (R.) Rafael Dávila Álvarez

Casado y su Estado Mayor

Los partidos políticos se están viendo obligados a cambiar sus Estados Mayores. Se avecinan duros combates y las recientes diferencias dentro de cada partido hacen muy necesaria la acción del Mando. Los cambios son oportunos. Se trata de contar con un selecto grupo de auxiliares que ayuden al Jefe en la toma de decisiones. En la vida militar esta es función del Estado Mayor que le debe proporcionar al Jefe los elementos de juicio y los datos necesarios para fundamentar sus decisiones, materializarlas en órdenes o instrucciones, velar por su cumplimiento e informarle del estado moral y material de sus tropas y de las posibilidades logísticas. Todo ello sin olvidar esa herramienta tan importante como es “el relato” que junto a la información  condiciona cualquier decisión por muy acertada que esta sea. No se gana nunca una batalla, ni la guerra, si se pierde la de la información, un buen relato que convenza de la bondad de tu acción y sus resultados. Ardua labor la del Estado Mayor que requiere lealtad, espíritu de sacrificio, amor a las tropas y ningún protagonismo.

Decía Maquiavelo:

<<… debe un príncipe no tener otro objetivo ni otro pensamiento ni dedicarse a ningún otro arte fuera del de la guerra y de las órdenes y disciplina de la misma porque ello es el único arte que se espera del que manda>>.

Ahí es donde debe estar el Estado Mayor; defender los intereses generales de la nación y no los suyos personales y jamás inmiscuirse en el mando de las tropas.

El Estado Mayor no impone, ofrece alternativas, proporciona datos, elementos de juicio, pero no decide. Cuando la decisión del Jefe está tomada, debe ser asumida por su Estado Mayor como si fuese propia y defenderla con entereza e ilusión.

Napoleón rodeado de su Estado Mayor

El Estado Mayor nunca debe creerse el jefe ni separar a este de sus tropas. Un equipo se forma de arriba abajo, pero la fuerza se transmite de abajo a arriba; sin ese flujo ascendente y descendente no hay ejército, ni equipo.

De la misma manera que el trabajo del Estado Mayor es impersonal, callado, humilde y sin protagonismos, por el contrario el Jefe, con humildad, pero firmeza, debe mantener su personalidad en la victoria y en la derrota, no ampararse en su Estado Mayor y menos en sus tropas, debe hacerse ver y sentir, y su virtud está en la facultad de inspirar confianza. Hay responsabilidades que no se pueden compartir, es la soledad del mando, ese el momento en que se muestra de verdad la personalidad del Jefe.

<<De los aqueos habíase enseñoreado la ingente fuga, compañera del glacial terror, y los más valientes estaban agobiados por insufrible pesar>>.

En el decisivo Canto IX de la Ilíada Agamenón se muestra partidario de huir: <<Huyamos en las naves a nuestra patria tierra, pues ya no tomaremos a Troya, la de anchas calles>>. Decisión sin consulta.

La Ilíada canto IX

Es el valor y la experiencia los que se levantan a dar solución a los afligidos aqueos. Diomedes, valiente en el combate, se niega a la retirada y habla por sus hombres, por los valientes aqueos. Néstor, el caballero, la experiencia, inicia su discurso con una definitiva sentencia: <<Sin familia, sin ley y sin hogar debe vivir quien apetece las horrendas luchas intestinas>>. Después aconseja a Agamenón que congregue a los caudillos y siga el parecer del que le dé el mejor consejo. <<Pues de uno bueno y prudente tienen necesidad los aqueos, ahora que el enemigo enciende tal número de hogueras junto a las naves… Esta noche se decidirá la ruina o la salvación>>.

Ruina o salvación. De la decisión y del consejo dependen. La una es del Jefe, la otra de su Estado Mayor, pero la responsabilidad es únicamente del que manda sin poder delegarla ni compartirla.

General de División (R.) Rafael Dávila Álvarez

Blog: generaldavila.com

5 agosto 2019